martes, 13 de enero de 2015

Yo tampoco creo.

Yo tampoco creo en el Dios                                                                                                                                   que sorprenda al hombre en un pecado de debilidad,                                                                                               en el Dios que condene la materia,
en el Dios incapaz de dar una respuesta a los problemas
graves de un hombre sincero y honrado
que dice llorando: ¡no puedo!,
en el Dios que ame el dolor,
en el Dios que ponga luz roja a las alegrías humanas,
en el Dios que esterilice la razón del hombre,
en el Dios que bendiga a los nuevos Caínes de la humanidad,
en el Dios mago y hechicero,
en el Dios que se hace temer,
en el Dios que no se deja tutear,
en el Dios abuelo del que se puede abusar,
en el Dios que se haga monopolio de una Iglesia, de una raza, de una cultura, de una casta.
en el Dios que no necesita del hombre,
en el Dios quiniela con quien se acierta sólo por suerte,
en el Dios arbitro que juzga sólo con el reglamento en la mano.
en el Dios solitario,
en el Dios incapaz de sonreír ante muchas trastadas de los hombres,
en el Dios que juega a condenar.
en el Dios que manda al infierno,
en el Dios que no sabe esperar,
en el Dios que exija siempre un diez en los exámenes,
en el Dios capaz de ser explicado por una filosofía,
en el Dios que adoren los que son capaces de condenar a un hombre,
en el Dios incapaz de amar lo que muchos desprecian,
en el Dios incapaz de perdonar lo que muchos hombres condenan,
en el Dios incapaz de redimir la miseria,
en el Dios incapaz de comprender que los niños deben mancharse y son olvidadizos,
en el Dios que impida al hombre crecer, conquistar, transformarse, superarse,
en el Dios que exija al hombre, para creer, renunciar a ser hombre,
en el Dios que no acepte una silla en nuestras fiestas humanas,
en el Dios que sólo pueden comprender los maduros, los sabios, los situados,
en el Dios a quien no temen los ricos a cuya puerta yace el hambre y la miseria.
en el Dios capaz de ser aceptado y comprendido por los que no aman,
en el Dios que adoran los que van a misa y siguen robando y calumniando,
en el Dios aséptico, elaborado en gabinete por tantos teólogos y canonistas,
en el Dios que no supiese descubrir algo de su bondad, de su esencia, allí donde vibre un amor
por equivocado que sea,
en el Dios a quien agrade la beneficencia de quien no practica la justicia,
en el Dios para quien fuese el mismo pecado complacerse con la vista de unas piernas bonitas
y calumniar y robar al prójimo y abusar del poder para medrar o vengarse,
en el Dios que condene la sexualidad,
en el Dios del ya me las pagarás,
en el Dios que se arrepintiera alguna vez de haber dado la libertad al hombre,
en el Dios que prefiera la injusticia al desorden,
en el Dios que se conforma con que el hombre se ponga de rodillas aunque no trabaje,
en el Dios mudo e insensible en la historia ante los problemas angustiosos de la humanidad que sufre,
en el Dios a quien interesan las almas y no los hombres,
en el Dios morfina para la reforma de la tierra y sólo esperanza para la vida futura,
en el Dios que cree discípulos desertores de las tareas del mundo e indiferentes a la historia de sus hermanos,
en el Dios de los que creen que aman a Dios porque no aman a nadie,
en el Dios que defienden los que nunca se manchan las manos, los que nunca se asoman a la ventana,
los que nunca se echan al agua,
en el Dios que les gusta a aquellos que dicen siempre: Todo va bien.
en el Dios de los que pretenden que el cura rocíe con agua bendita los sepulcros blanqueados de sus juegos sucios
en el Dios que predican los curas que creen que el infierno está abarrotado y el cielo casi vacío,
en el Dios de los curas y pastores que pretenden que se puede criticar de todo y de todos menos de ellos,
en el Dios de los pastores burgueses,
en el Dios que dé por buena la guerra,
en el Dios que ponga la ley por encima de la conciencia,
en el Dios que fundase una iglesia estática, inmovilista, incapaz de purificarse, de perfeccionarse y de evolucionar,
en el Dios de los biblistas que tienen respuestas prefabricadas para todo.
en el Dios que negase al hombre la libertad de pecar,
en el Dios que no siga ironizando sobre los nuevos fariseos de la historia,
en el Dios a quien le falte perdón para algún pecado,
en el Dios que prefiera a los ricos y poderosos,
en el Dios que cause el cáncer o haga" estéril a la mujer,
en el Dios a quien sólo se le puede orar de rodillas, a quien sólo se le puede encontrar en la Iglesia,
en el Dios que aceptase y diese por bueno todo lo  que los cristianos decimos de él,
en el Dios que no salvase a quienes no le han conocido pero le han deseado y buscado,
en el Dios que lleva al infierno al niño después de su primer pecado,
en el Dios que no permitiese al hombre la posibilidad de poder condenarse,
en el Dios para quien el hombre no fuera la medida de todo lo creado,
en el Dios que no saliera al encuentro de quien le ha abandonado,
en el Dios incapaz de hacer nuevas todas las cosas,
en el Dios que no tuviera una palabra distinta, personal, propia para cada individuo,
en el Dios que nunca hubiera llorado por los hombres,
en el Dios que no fuera la luz,
en el Dios que prefiera la pureza al amor,
en el Dios insensible ante una rosa,
en el Dios que no pueda descubrirse en los ojos de un niño o de una mujer bonita o de una madre que llora,
en el Dios que no esté presente donde los hombres se aman,
en el Dios que se case con la política,
en el Dios que no se revele alguna vez a quien le desee honestamente,
en el Dios que destruyese la tierra y las cosas que el hombre ama en vez de transformarlas,
en el Dios que no tuviera misterios, que no fuera más grande que nosotros,
en el Dios que para hacernos felices nos ofreciera una felicidad divorciada de nuestra naturaleza humana,
en el Dios que aniquilara para siempre nuestra carne en vez de resucitarla,
en el Dios para quien los hombres valieran no por lo que son sino por lo que tienen o por lo que representan,
en el Dios que aceptara por amigo a quien pasa por la tierra sin hacer feliz a nadie,
en el Dios que no poseyera la generosidad del sol que besa cuanto toca, las flores y el estiércol,
en el Dios incapaz de divinizar al hombre, sentándole a su mesa y dándole parte en su herencia,
en el Dios que no supiera ofrecer un paraíso donde todos nos sintamos hermanos de verdad
y donde la luz no venga sólo del sol y de las estrellas sino sobre todo de los hombres que aman,
en el Dios que no fuese amor y que no supiera transformar en amor cuanto toca,
en el Dios que al abrazar al hombre ya aquí en la tierra no supiera comunicarle el gusto y la felicidad
de todos los amores humanos juntos,
en el Dios incapaz de enamorar al hombre,
en el Dios que no se hubiera hecho verdadero hombre  con todas sus consecuencias,
en el Dios que no hubiera nacido milagrosamente del vientre de una mujer,
en el Dios que no hubiese regalado a los hombres,
en el Dios en el que yo no pueda esperar contra toda esperanza.
Sí, mi Dios es el otro Dios.

P.J. Arias.

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