martes, 31 de mayo de 2011

¿Qué tipo de creencias importan de verdad?

Tema 3
Curso Entre la duda y la fe.
Miércoles 1 Junio 2011

I. Introducción.

La necesidad de declarar nuestras creencias profundamente sostenidas es uno de los aspectos irreprimibles del ser humano. Cuando intentamos que alguien nos conozca comenzamos diciendo: yo creo….Y es que en el acto de definir lo que creemos nos estamos definiendo a nosotros mismos. Pues cada uno de nosotros tiene la libertad de definir lo que es verdadero, real y noble para nosotros y adherirnos a ello. Una manera de conocer a otra persona es preguntarle en qué ella cree.

17 Jesús, al llegar, se encontró con que ya hacía cuatro días que habían sepultado a Lázaro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros, 19 y muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María, para consolarlas por la muerte de su hermano. 20 Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirle; pero María se quedó en la casa. 21 Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero aun ahora yo sé que Dios te dará cuanto le pidas. 23 Jesús le contestó: Tu hermano volverá a vivir. 24 Marta le dijo: Sí, ya sé que volverá a vivir cuando los muertos resuciten, en el día último. 25 Jesús le dijo entonces: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá 26 y ninguno que esté vivo y crea en mí morirá jamás. ¿Crees esto? Juan 11.

Hay preguntas importantes que nos debemos hacer. Hay preguntas que nos definen y que hablan más de nuestras creencias que nuestras propias palabras. ¿En qué yo creo? Pero esta pregunta hay que responderla desde nuestra interioridad. A veces nuestras creencias son de fabricación casera, como un tarro de mermelada. A veces nuestros credos son risibles. A veces buscamos creencias de diseñador que digan a los cuatro vientos cuan a la moda estamos.

Cuando Jesús le pregunta a Martha si cree que él es la respuesta a sus preguntas, lo que en realidad le está invitando es a que se desnude el alma, que proclame quien es. Que viva en correspondencia con lo que confiesa.

II. Tipos de convicciones.

a. Convicciones públicas: Son aquellas creencias que deseo que los demás piensen que tengo, aunque en realidad tal vez no crea en ellas. P. e. una amiga me pregunta: ¿Me hace este vestido más gorda? Y yo le respondo como buena persona que soy: ¡Que va, te queda genial! Pero en verdad no creo esto, simplemente estoy tratando de mantener buenas relaciones. Generalmente decimos cosas para producir buenas impresiones: Ninguno como el jamón de Teruel, ¡Como en España no se vive en ningún sitio!

Hay días que al ser parte de una comunidad de fe aumentan las tentaciones para creer en algo que en realidad no creemos. P. e. las enfermedades son el resultado de un pecado que no hemos confesado, Dios bendice a aquellas personas que más dinero dan el domingo en la iglesia, los políticos son personas puestas en autoridad por Dios.

b. Convicciones privadas: Son aquellas creencias que sinceramente creo. Pero pueden ser volubles e ilusorias. P. e. Tal partido político me gusta mientras está en la oposición. No creo que le vote si está en el gobierno. Las convicciones privadas parecen reales, pero si las circunstancias cambien, cambiaran mis creencias. Otro ejemplo es el de Pedro cuando le declara a Jesús en Mc.14:29: Aunque todos pierdan su confianza, yo no. ¿Era Pedro sincero en esta declaración? Yo pienso que sí. ¿Esta creencia de Pedro era verdadera? No, al día siguiente cuando cambiaron las circunstancias Pedro negó su relación con Jesús.

A veces nuestras convicciones son volubles. Que son profundas, pero la realidad del día a día prueba si fortaleza.

c. Convicciones básicas: Son las que más nos importan y las que ponemos en práctica cada mañana. Forman nuestro mapa mental para enfrentar la vida. P. e. creo que si toco el fuego me quemaré, creo en la gravedad así que no me lanzaré desde el tercer piso al jardín, Creo que si El cuida de las aves, cuidará también de mí.

El mejor indicador de nuestras verdaderas creencias son mis acciones. Lo que digo que creo puede ser falso, lo que pienso que creo puede ser voluble. Sin embargo nunca violamos nuestras creencias en referencia a lo que las cosas son y hemos experimentado. Y es que vivimos a merced de nuestras creencias en cuanto a cómo son las cosas en verdad.

III. Nuestro credo

Creo que mentir es malo, pero puede ser necesario para evitarme algún dolor.
Creo que hay que tratar bien a las personas adineradas, a los que tienen poder, a los que son guapos y elegantes, pues eso nos hace que ellos me traten bien.
Creo que tengo el derecho a juzgar a los demás.
Creo que tengo el derecho a murmurar cuando alguien no está presente y me ha ofendido.
Creo que no soy una mala persona y que me merezco que me tengan más en cuenta y me quieran más.
Creo que la gente tiene lo que se merece, así que no voy a mover un dedo ni molestarme en escucharles.

Nuestras creencias dicen que tipo de vida llevamos.

jueves, 26 de mayo de 2011

El paráclito.

Jn 14,15-26

El evangelio que acabamos de leer es prácticamente continuación del que leímos la semana pasada. Es una teología muy elaborada de la presencia de Dios en la primera comunidad. El evangelio de Jn escenifica esa teología y la pone en boca de Jesús. Jn trata de hacer ver a los cristianos de finales del siglo primero, que no estaban en inferioridad de condiciones con relación a los que habían conocido a Jesús; por eso es tan importante este tema, también para nosotros hoy. Nos pone ante la realidad de Jesús vivo que nos hace vivir a nosotros con la misma Vida que él tenía antes y después de su muerte; y que ahora se manifiesta de una manera nueva. Se trata de la misma Vida de Dios. Esto explica que entre en juego un nuevo protagonista: el Espíritu.

No debemos dejarnos confundir por la manera de formular estas esenciales ideas sobre la relación de Jesús, Dios y el Espíritu con aquellos cristianos de finales del s. I. No se trata de una relación con alguna entidad exterior al ser humano. Tampoco se está hablando de tres realidades separadas. A pesar de las apariencias, si uno se fija bien en el lenguaje, descubrirá que se habla de la misma realidad con nombres distintos. Una y otra vez insisten los textos en la identidad de los tres. Después de morir, el Jesús que vivió en Galilea, se identificó absolutamente don Dios que es Espíritu. Ahora los tres son indistinguibles.

Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”. Mandamientos que en el capítulo anterior quedaron reducidos a uno solo: amar. Quien no ama a los demás no puede amar a Jesús, ni a Dios. Los mandamientos pierden su carácter de imposición; son exigencia interna del amor. No se trata de una obediencia a normas externas, sino manifestación de un impulso interior. Si conserva el nombre de “mandamientos” es para distinguirlos de la “Ley”. Las “exigencias” no son obligaciones impuestas desde fuera, sino respuesta del amor a las posibilidades de llegar a la plenitud humana que se debe manifestar en cada circunstancia concreta. Para Jn, “el pecado del mundo” era uno: la opresión, que después se manifiesta en toda clase de injusticias. El “amor” es también único, que se despliega en toda clase de solidaridad y entrega a los demás.

Yo pediré al Padre que os mande otro defensor que esté con vosotros siempre. Cuando Jesús dice que el Padre mandará otro defensor, no está hablando de una realidad distinta de lo que él es o de lo que es Dios. Está hablando de una nueva manera de experimentar el amor, que será mucho más cercana y efectiva que su presencia física durante la vida terrena. Primero dice que mandará al Espíritu, después que él volverá para estar con ellos, y por fin que el Padre y él vendrán y se quedarán. Esto significa que se trata de una realidad múltiple y a la vez única, Dios.

Defensor” (paraklêtos)=el que ayuda en cualquier circunstancia; abogado, defensor cuando se trata de un juicio. Naturalmente se trata de una expresión metafórica. La defensa a la que se refiere, no va a venir de otra entidad, sino que será la fuerza de Dios-Espíritu que actuará desde dentro de cada uno. De hecho tiene un doble papel: mantener vivo e interpretar el mensaje de Jesús y dar seguridad y guiar a los discípulos en su lucha contra el mundo. El Espíritu será otro valedor. Mientras estaba con ellos, era el mismo Jesús quien les enseñaba y defendía. Cuando él se vaya, será el Espíritu el único defensor, pero será mucho más eficaz, porque defenderá desde dentro a cada uno.

El Espíritu de la verdad”. La ambivalencia del término griego (alêtheia) = verdad y lealtad, pone la verdad en conexión con la fidelidad, es decir con el amor. “De la verdad” es genitivo epexegético; quiere decir, El Espíritu que es la verdad. Jesús acaba de decir que él era la verdad. “El mundo” es aquí el orden injusto que profesa la mentira, la falsedad. El mundo propone como valor lo que merma o suprime la vida del hombre. Lo contrario de Dios. Los discípulos tienen ya experiencia del Espíritu, pero será mucho mayor cuando esté en ellos como principio dinámico interno.

No os voy a dejar desamparados. En griego órfanoús=huérfanos se usa muchas veces en sentido figurado. En 13,33 había dicho Jesús: hijitos míos. En el AT el huérfano era prototipo de aquel con quien se pueden cometer impunemente toda clase de injusticias. Jesús no va a dejar a los suyos indefensos ante el poder del mal. El mundo dejará de verme; vosotros, en cambio, me veréis, porque yo tengo vida y también vosotros la tendréis. La profundidad del mensaje puede dejarnos en lo superficial de la letra. “Dejará de verme” y “me veréis”, no hace referencia a la visión física. No se trata de verlo resucitado, sino de descubrir que sigue dándoles Vida. Esta idea es clave para entender bien la resurrección. El mundo dejará de verlo, porque sólo es capaz de verlo corporalmente. Ellos que durante la vida terrena lo habían visto como el mundo, externamente, ahora serán capaces de verlo de una manera nueva. Lo seguirán viendo y aún con mayor claridad. Se describe en términos de visión la comunión de Vida con él.

Aquel día experimentaréis que yo estoy identificado con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. Al participar de la misma Vida de Dios, de la que el mismo Jesús participa, experimentarán la completa unidad con Jesús y con Dios. Es una experiencia de unidad e identificación tan viva que nada ni nadie podrá arrancársela. Es una comunión de ser absoluta entre Dios y el hombre. Por eso, al amar ellos, es el mismo Dios quien ama. El amor que es Dios se manifiesta en ellos como se manifestó en Jesús. El que acepta mis mandamientos y los guarda ese me ama de verdad; a quien me ama le amará mi Padre y le amaré yo y yo mismo me manifestaré a él. Su mensaje es el del amor al hombre y no el del sometimiento. La presencia de Jesús y Dios se experimenta como una cercanía interior, no externa. En (14,2) Jesús iba a preparar sitio a los suyos en el “hogar” del Padre. Aquí son el Padre y Jesús los que vienen a vivir con el discípulo. En el AT la presencia de Dios se localizaba en un lugar, la tienda del encuentro o el templo, ahora cada miembro de la comunidad será morada de Dios. No será sólo una experiencia interior; el amor manifestado hará visible esa presencia. La “presencia” sería una característica de los tiempos mesiánicos (Ez 37,26) (Zac 2,14)

A una pregunta de Judas, responde Jesús: Uno que me ama cumplirá mi mensaje y mi Padre le demostrará su amor: vendremos a él y permaneceremos con él. Repite lo ya dicho. Los discípulos tienen garantizada la presencia del Padre y la de él mismo. Esa presencia no va a ser puntual, sino continuada. Una vez más se utiliza el verbo “permanecer” que expresa una actitud decidida de Dios para con el hombre. También queda una vez más confirmada la identidad del Jesús con Dios, una vez que ha terminado su trayectoria terrena. Os dejo dichas estas cosas mientras vivo con vosotros”. Juan sigue en la ficción de la doble perspectiva. Todo lo que hace decir a Jesús, lo está diciendo él mismo, pero tiene que hacer ver que Jesús había preparado a los discípulos para afrontar la nueva etapa en la que él ya no estaría con ellos. Una vez más se hace referencia a la partida. Les acaba de exponer el plan de Dios para el hombre, lo irán comprendiendo porco a poco. Estos textos están escritos a finales del siglo I.

El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, él os lo irá enseñando todo, recordándoos todo lo que yo os he expuesto. La total comprensión de lo que les ha dicho, llegará por la ayuda del Espíritu. Esta era ya la experiencia de las primeras comunidades. Se le llama ahora Espíritu Santo. Es santo o separado porque pertenece a la esfera de lo divino. Es santificador o separador, porque lleva de la tiniebla-muerte a la luz-vida. La enseñanza del Espíritu es la de Jesús mismo. Mientras el Espíritu no nos separe del mundo injusto, no podemos comprender el mensaje de Jesús. Por esa falta de Experiencia se dieron tantas conclusiones equivocadas cuando vivían con Jesús,

Jesús vivió una identificación con Dios que no podemos expresar con palabras. "Yo y el Padre somos uno." A esa misma identificación estamos llamados nosotros. Hacernos una cosa con Dios, que es espíritu y que no está en nosotros como parte alícuota de un todo que soy yo, sino como fundamento de mi ser, sin el cual nada puede haber de mí. Esa presencia de Dios en mí no altera para nada mi individualidad. Yo soy totalmente yo y totalmente (de) Dios. El vivir esta realidad es lo que constituye la plenitud del hombre. En esto consiste todo el mensaje de Jesús. Descubrir y vivir esa presencia es nuestra tarea como cristianos, es decir, como seguidores de Cristo. Es también el objetivo de todos los seres humanos, porque todos estamos llamados a alcanzar esa misma meta.

José A. Pagola

martes, 24 de mayo de 2011

No estamos huérfanos.

Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, poco amado y apenas recordado de manera rutinaria, es una Iglesia que corre el riesgo de irse extinguiendo. Una comunidad cristiana reunida en torno a un Jesús apagado, que no seduce ni toca los corazones, es una comunidad sin futuro.

En la Iglesia de Jesús necesitamos urgentemente una calidad nueva en nuestra relación con él. Necesitamos comunidades cristianas marcadas por la experiencia viva de Jesús. Todos podemos contribuir a que en la Iglesia se le sienta y se le viva a Jesús de manera nueva. Podemos hacer que sea más de Jesús, que viva más unida a él. ¿Cómo?

Juan recrea en su evangelio la despedida de Jesús en la última cena. Los discípulos intuyen que dentro de muy poco les será arrebatado. ¿Qué será de ellos sin Jesús? ¿A quién le seguirán? ¿Dónde alimentarán su esperanza? Jesús les habla con ternura especial. Antes de dejarlos, quiere hacerles ver cómo podrán vivir unidos a él, incluso después de su muerte.

Antes que nada, ha de quedar grabado en su corazón algo que no han de olvidar jamás: «No os dejaré huérfanos. Volveré». No han de sentirse nunca solos. Jesús les habla de una experiencia nueva que los envolverá y les hará vivir porque los alcanzará en lo más íntimo de su ser. No los olvidará. Vendrá y estará con ellos.

Jesús no podrá ya ser visto con la luz de este mundo, pero podrá ser captado por sus seguidores con los ojos de la fe. ¿No hemos de cuidar y reavivar mucho más esta presencia de Jesús resucitado en medio de nosotros? ¿Cómo vamos a trabajar por un mundo más humano y una Iglesia más evangélica si no le sentimos a él junto a nosotros?

Jesús les habla de una experiencia nueva que hasta ahora no han conocido sus discípulos mientras lo seguían por los caminos de Galilea: «Sabréis que yo estoy con mi Padre y vosotros conmigo». Esta es la experiencia básica que sostiene nuestra fe. En el fondo de nuestro corazón cristiano sabemos que Jesús está con el Padre y nosotros estamos con él. Esto lo cambia todo.

Esta experiencia está alimentada por el amor: «Al que me ama...yo también lo amaré y me revelaré a él». ¿Es posible seguir a Jesús tomando la cruz cada día, sin amarlo y sin sentirnos amados entrañablemente por él? ¿Es posible evitar la decadencia del cristianismo sin reavivar este amor? ¿Qué fuerza podrá mover a la Iglesia si lo dejamos apagar? ¿Quién podrá llenar el vacío de Jesús? ¿Quién podrá sustituir su presencia viva en medio de nosotros?

José Antonio Pagola

lunes, 16 de mayo de 2011

Consejos para un ministerio pastoral duradero.

De acuerdo a una encuesta reciente, hace veinte años atrás el pastor promedio se quedaba en su ministerio un mínimo de siete años antes de irse a otro lugar. Actualmente, el tiempo se ha erosionado hasta un mínimo de casi cinco años.

Hace años el pastorado promedio era medido en décadas. Pero aparentemente esos días se terminaron. La duración del pastorado de los siguientes hombres nos da una idea de esos tiempos: Juan Calvino, quien ministró en Ginebra durante 25 años hasta que murió, Carlos Simeón, quien sirvió en Cambridge durante más de 50 años, John Stott,quien pastoreó en Londres durante más de 50 años, Jonathan Edwards, quien predicó en Northampton durante más de 20 años y D. Martyn Lloyd-Jones,quien sirvió en Londres durante casi 30 años.

La longevidad de hombres como estos era la norma, no la excepción. Aún en años recientes, W.A. Criswell pastoreó en el centro de Dallas durante casi 50 años y Adrian Rogers en Memphis durante 32 años. Hay otros en iglesias grandes que ciertamente han demostrado una perseverancia a largo plazo al servir a una sola congregación, pero son casos raros en nuestro día. Los pastorados a largo plazo en pequeñas iglesias se convierten en algo aún más excepcional. Nuestro tiempo requiere que tengámos una perspectiva a largo plazo para trabajar en la iglesia.

Veamos algunas sugerencias.

1. No llegues a menos de que tengas planeado quedarte. Los pastores de generaciones pasadas como Calvino y Edwards, consideraban un llamado a una iglesia algo parecido a un matrimonio. En un sentido, estaban desposados con sus congregaciones, y la fidelidad y lealtad a esa unión los sostuvo aún en medio de momentos difíciles. Los pastores de nuestro día necesitan aprender de sus ejemplos. Necesitas ver una iglesia como más que un escalón para llegar a algo más grande. No importa el tamaño de la congregación o los desafíos que presente, debes creer que Dios te ha llamado a ese rebaño. Aún el problema y desaliento más grande, es un medio que Dios usa para humillarte y quebrantar tu confianza en ti mismo. Todos somos verdaderamente poderosos y útiles únicamente cuando somos débiles. Acepta los beneficios de las pruebas. Si estás comprometido a quedarte cuando llegues, y afirmas ese compromiso con frecuencia, prepararás tu corazón para perseverar.

2. Aprende a ser paciente. La paciencia humilde es la virtud más importante que jamás ejercerás. Después de todo, tu meta como pastor debe ser alinear las convicciones de tu congregación con el mensaje completo de la Palabra de Dios, y llevar sus vidas a la madurez espiritual. Y este es un proceso de santificación que toma tiempo (décadas, no solo meses ó años). Únicamente viene como resultado de confiar en el poder del Espíritu al usar su Palabra, conforme es fielmente proclamada semana tras semana, año tras año.

3. No tengas miedo de cambiar. Tu congregación no solo cambiará conforme la instruyes espiritualmente, sino que tú también cambiarás. Conforme comienzas a explicar las Escrituras, la Verdad alterará las verdades que enseñas y la manera en la que conduces el ministerio. No puedes conocer todo lo que la Biblia dice a menos de que hayas escarbado profundamente en ella. Puedes pensar que entiendes todo detalle, pero inevitablemente llegarás a pasajes que cambian tu manera de pensar y la manera en la que tu iglesia debe responder. Tu congregación y tú deben ser flexibles, permitiendo que la Palabra de Dios los moldeé, conforme se someten a las Escrituras.

4. Estudia para conocer a Dios, no solo para hacer sermones. La clave para evitar un cansancio que debilita en el ministerio, es la renovación espiritual personal. Si tu corazón es lo primero que está fervientemente vivo a cosas espirituales, y después tu predicación, entonces puedes esperar que tu congregación esté fervientemente viva a cosas espirituales. Claro que dicha fervencia debe originarse en primer lugar y sobre cualquier otra cosa, de tu estudio concentrado de la Palabra de Dios. Y aquí está la clave. No estudies para preparar sermones, estudia para conocer la verdad, para regocijarte en la gloria y gracia de Dios, y para ser conformado a su voluntad. Los sermones nunca deben ser la meta primordial de tu estudio bíblico, únicamente deben ser el resultado del estudio. Cuando estudies, busca un entendimiento preciso de quien es Dios y lo que Él espera. En primer lugar y sobre cualquier otra cosa, esto es para tu propia devoción y santidad. Y después, de esa abundancia, instruye a tu congregación, alentándolos a seguirte conforme tú sigues la Verdad, escrita y encarnada.

5. Sé agradecido y humilde. Como siervo del Príncipe de los pastores, necesitas estar agradecido por el rebaño que Cristo te ha encomendado, y expresar con frecuencia tu gratitud tanto a ellos como al Señor. La satisfacción en el ministerio comienza con la confianza en la providencia de Dios. Tu iglesia quizás no sea tan grande o tenga la solvencia financiera de la iglesia que está en la misma calle, pero puedes estar satisfecho si confías en que Dios soberanamente te ha colocado en el lugar exacto en donde quiere que estés. También te ayudará recordar continuamente que no importa qué circunstancias enfrentes, eres indigno de lo que se te ha dado. No creas que mereces un ministerio más grande del que tienes. Es gracia lo que te ha colocado en un llamado tan noble. Aprende a definir el éxito en términos de fidelidad y no en términos de popularidad. La medida de tu ministerio no está determinada por crecimiento numérico, sino por apegarte a la verdad en tu vida y mensaje. Mientras que muchos predicadores parecen trabajar para alcanzar la gloria terrenal, los predicadores piadosos humildemente laboran para la gloria que está aún por serles dada, en la presencia de su Señor.

6. No pierdas de vista la prioridad. Como pastor, tu deber consiste en pastorear tu rebaño—esto quiere decir nutrirlo con la Palabra de Dios, guiarlo hacia la semejanza a Cristo con ternura, mientras que los proteges del error. Eres un pastor. No eres primordialmente un coordinador de eventos, un analista financiero, un visionario y ni siquiera un líder. La prioridad de tu responsabilidad no es innovar ó administrar sino diseminar la verdad divina. Únicamente de esa manera estarás preparando a personas dentro de tu congregación, para que vivan y sirvan eficazmente y en obediencia para la honra de Dios y el impacto del evangelio. Una iglesia cuyo ambiente está dominado por la Palabra y el Espíritu, producirá una congregación que servirá a tu lado para que puedas concentrarte en lo que has sido llamado a hacer: enseñar la Palabra mientras que te humillas delante de Dios en oración dependiente.

7. Prepárate para trabajar duro. Si eres fiel a tu llamado, te darás cuenta de que es una tarea difícil y sin descanso. El ministerio pastoral no es como un trabajo en el que la actividad termina y te puedes ir a descansar a casa. Es un tipo de esclavitud bendita que demanda disciplina y sacrificio. Pero al mismo tiempo trae el más puro de los gozos y la satisfacción más duradera, que se extiende hasta la eternidad. Los pastores con ministerios duraderos no son personas indisciplinadas que se aparecen el domingo para improvisar una plática motivacional. Tampoco son hombres que tienen unos cuantos sermones para algunos años, para ir de iglesia en iglesia. Más bien son hombres disciplinados cuyas vidas deben estar bajo control, para que puedan invertir sus energías físicas y espirituales en el rebaño que Dios les ha dado. Es una tarea desgastante, pero viene con la promesa de un impacto a largo plazo, conforme le enseñas a tu congregación la verdad y esta la ve encarnada en tu vida a lo largo de décadas. Confiarán en ti y los verás como tu corona de gozo. Además, verte forzado a seguir estudiando y predicando a lo largo de las Escrituras, expanderá tú propio entendimiento de la revelación divina, y esto incrementará tu nivel de beneficio para la iglesia y la productividad de tu vida ministerial. Esto traerá la bendición de aprender de otros, porque demanda que seas un lector constante del mejor material bíblico, teológico y biográfico.

8. Confía en que la Palabra llevará a cabo su obra. Muchas personas en iglesias en nuestro día, se están muriendo de hambre de predicación teológica, expositiva, pero ni siquiera lo saben. Ciertamente se dan cuenta de los vacíos que hay en su vida, de los lugares superficiales, de la falta de entendimiento. Se dan cuenta de que no pueden resolver sus múltiples problemas y dilemas. Están buscando respuestas divinas, y se les están ofreciendo sustitutos humanos, artificiales, que no pueden ayudar. La exposición a largo plazo satisfacerá sus corazones y al mismo tiempo, incrementará su apetito para más. Y Dios nos ha dado los tesoros y verdades frescas de su Palabra, las riquezas de las cuales ninguna cantidad de años puede agotar.

9. Depende siempre del Señor. Obviamente un ministerio que descansa únicamente en la fortaleza, inteligencia ó estrategias de encuestas humanas, aún si es éxitoso en términos numéricos, está condenado a ser de corto plazo y superficial. Un ministerio duradero, espiritualmente transformador, debe ser edificado por el poder de Dios liberado a través de su verdad. Y Él siempre bendice su verdad y la labor de un verdadero hombre de Dios. Cuando te das cuenta de que no puedes resolver todos los problemas en tu iglesia, de que no puedes salvar a los incrédulos que asisten a tus servicios, de que no puedes producir fruto espiritual en tu congregación, descansarás de manera total en Dios, quien es el único que puede, aceptando tu debilidad y falta de capacidad, apoyándote únicamente en el poder de la Palabra a través del Espíritu.

10. No te vayas solo por irte. Cuando ves tu ministerio pastoral como un compromiso de por vida y sirves a tu rebaño como lo he descrito, te será difícil irte. Generalmente no somos llamados a irnos de una congregación, sino a llegar a una congregación. Deja tu ministerio actual por otro únicamente si tienes un verdadero llamado a ese lugar. El hecho de que una nueva oportunidad te ofrece un mejor salario, tiene instalaciones más grandes, promete alivio de problemas actuales, o provee una plataforma para una influencia más grande, no necesariamente lo hace un cambio correcto y puede apelar a la ambición. Por lo tanto, asegúrate de que cuando te vayas, tus razones sean espiritualmente convincentes. Y haz tu mejor esfuerzo por asegurarte de que el rebaño que dejas atrás esté bien cuidado antes de irte. Esa es una parte vital de tu legado.

John MacArthur

Consejos para un ministerio pastoral duradero.

o.

De acuerdo a una encuesta reciente, hace veinte años atrás el pastor promedio se quedaba en su ministerio un mínimo de siete años antes de irse a otro lugar. Actualmente, el tiempo se ha erosionado hasta un mínimo de casi cinco años.

Hace años el pastorado promedio era medido en décadas. Pero aparentemente esos días se terminaron. La duración del pastorado de los siguientes hombres nos da una idea de esos tiempos: Juan Calvino, quien ministró en Ginebra durante 25 años hasta que murió, Carlos Simeón, quien sirvió en Cambridge durante más de 50 años, John Stott,quien pastoreó en Londres durante más de 50 años, Jonathan Edwards, quien predicó en Northampton durante más de 20 años y D. Martyn Lloyd-Jones,quien sirvió en Londres durante casi 30 años.

La longevidad de hombres como estos era la norma, no la excepción. Aún en años recientes, W.A. Criswell pastoreó en el centro de Dallas durante casi 50 años y Adrian Rogers en Memphis durante 32 años. Hay otros en iglesias grandes que ciertamente han demostrado una perseverancia a largo plazo al servir a una sola congregación, pero son casos raros en nuestro día. Los pastorados a largo plazo en pequeñas iglesias se convierten en algo aún más excepcional. Nuestro tiempo requiere que tengámos una perspectiva a largo plazo para trabajar en la iglesia.

Veamos algunas sugerencias.

1. No llegues a menos de que tengas planeado quedarte. Los pastores de generaciones pasadas como Calvino y Edwards, consideraban un llamado a una iglesia algo parecido a un matrimonio. En un sentido, estaban desposados con sus congregaciones, y la fidelidad y lealtad a esa unión los sostuvo aún en medio de momentos difíciles. Los pastores de nuestro día necesitan aprender de sus ejemplos. Necesitas ver una iglesia como más que un escalón para llegar a algo más grande. No importa el tamaño de la congregación o los desafíos que presente, debes creer que Dios te ha llamado a ese rebaño. Aún el problema y desaliento más grande, es un medio que Dios usa para humillarte y quebrantar tu confianza en ti mismo. Todos somos verdaderamente poderosos y útiles únicamente cuando somos débiles. Acepta los beneficios de las pruebas. Si estás comprometido a quedarte cuando llegues, y afirmas ese compromiso con frecuencia, prepararás tu corazón para perseverar.

2. Aprende a ser paciente. La paciencia humilde es la virtud más importante que jamás ejercerás. Después de todo, tu meta como pastor debe ser alinear las convicciones de tu congregación con el mensaje completo de la Palabra de Dios, y llevar sus vidas a la madurez espiritual. Y este es un proceso de santificación que toma tiempo (décadas, no solo meses ó años). Únicamente viene como resultado de confiar en el poder del Espíritu al usar su Palabra, conforme es fielmente proclamada semana tras semana, año tras año.

3. No tengas miedo de cambiar. Tu congregación no solo cambiará conforme la instruyes espiritualmente, sino que tú también cambiarás. Conforme comienzas a explicar las Escrituras, la Verdad alterará las verdades que enseñas y la manera en la que conduces el ministerio. No puedes conocer todo lo que la Biblia dice a menos de que hayas escarbado profundamente en ella. Puedes pensar que entiendes todo detalle, pero inevitablemente llegarás a pasajes que cambian tu manera de pensar y la manera en la que tu iglesia debe responder. Tu congregación y tú deben ser flexibles, permitiendo que la Palabra de Dios los moldeé, conforme se someten a las Escrituras.

4. Estudia para conocer a Dios, no solo para hacer sermones. La clave para evitar un cansancio que debilita en el ministerio, es la renovación espiritual personal. Si tu corazón es lo primero que está fervientemente vivo a cosas espirituales, y después tu predicación, entonces puedes esperar que tu congregación esté fervientemente viva a cosas espirituales. Claro que dicha fervencia debe originarse en primer lugar y sobre cualquier otra cosa, de tu estudio concentrado de la Palabra de Dios. Y aquí está la clave. No estudies para preparar sermones, estudia para conocer la verdad, para regocijarte en la gloria y gracia de Dios, y para ser conformado a su voluntad. Los sermones nunca deben ser la meta primordial de tu estudio bíblico, únicamente deben ser el resultado del estudio. Cuando estudies, busca un entendimiento preciso de quien es Dios y lo que Él espera. En primer lugar y sobre cualquier otra cosa, esto es para tu propia devoción y santidad. Y después, de esa abundancia, instruye a tu congregación, alentándolos a seguirte conforme tú sigues la Verdad, escrita y encarnada.

5. Sé agradecido y humilde. Como siervo del Príncipe de los pastores, necesitas estar agradecido por el rebaño que Cristo te ha encomendado, y expresar con frecuencia tu gratitud tanto a ellos como al Señor. La satisfacción en el ministerio comienza con la confianza en la providencia de Dios. Tu iglesia quizás no sea tan grande o tenga la solvencia financiera de la iglesia que está en la misma calle, pero puedes estar satisfecho si confías en que Dios soberanamente te ha colocado en el lugar exacto en donde quiere que estés. También te ayudará recordar continuamente que no importa qué circunstancias enfrentes, eres indigno de lo que se te ha dado. No creas que mereces un ministerio más grande del que tienes. Es gracia lo que te ha colocado en un llamado tan noble. Aprende a definir el éxito en términos de fidelidad y no en términos de popularidad. La medida de tu ministerio no está determinada por crecimiento numérico, sino por apegarte a la verdad en tu vida y mensaje. Mientras que muchos predicadores parecen trabajar para alcanzar la gloria terrenal, los predicadores piadosos humildemente laboran para la gloria que está aún por serles dada, en la presencia de su Señor.

6. No pierdas de vista la prioridad. Como pastor, tu deber consiste en pastorear tu rebaño—esto quiere decir nutrirlo con la Palabra de Dios, guiarlo hacia la semejanza a Cristo con ternura, mientras que los proteges del error. Eres un pastor. No eres primordialmente un coordinador de eventos, un analista financiero, un visionario y ni siquiera un líder. La prioridad de tu responsabilidad no es innovar ó administrar sino diseminar la verdad divina. Únicamente de esa manera estarás preparando a personas dentro de tu congregación, para que vivan y sirvan eficazmente y en obediencia para la honra de Dios y el impacto del evangelio. Una iglesia cuyo ambiente está dominado por la Palabra y el Espíritu, producirá una congregación que servirá a tu lado para que puedas concentrarte en lo que has sido llamado a hacer: enseñar la Palabra mientras que te humillas delante de Dios en oración dependiente.

7. Prepárate para trabajar duro. Si eres fiel a tu llamado, te darás cuenta de que es una tarea difícil y sin descanso. El ministerio pastoral no es como un trabajo en el que la actividad termina y te puedes ir a descansar a casa. Es un tipo de esclavitud bendita que demanda disciplina y sacrificio. Pero al mismo tiempo trae el más puro de los gozos y la satisfacción más duradera, que se extiende hasta la eternidad. Los pastores con ministerios duraderos no son personas indisciplinadas que se aparecen el domingo para improvisar una plática motivacional. Tampoco son hombres que tienen unos cuantos sermones para algunos años, para ir de iglesia en iglesia. Más bien son hombres disciplinados cuyas vidas deben estar bajo control, para que puedan invertir sus energías físicas y espirituales en el rebaño que Dios les ha dado. Es una tarea desgastante, pero viene con la promesa de un impacto a largo plazo, conforme le enseñas a tu congregación la verdad y esta la ve encarnada en tu vida a lo largo de décadas. Confiarán en ti y los verás como tu corona de gozo. Además, verte forzado a seguir estudiando y predicando a lo largo de las Escrituras, expanderá tú propio entendimiento de la revelación divina, y esto incrementará tu nivel de beneficio para la iglesia y la productividad de tu vida ministerial. Esto traerá la bendición de aprender de otros, porque demanda que seas un lector constante del mejor material bíblico, teológico y biográfico.

8. Confía en que la Palabra llevará a cabo su obra. Muchas personas en iglesias en nuestro día, se están muriendo de hambre de predicación teológica, expositiva, pero ni siquiera lo saben. Ciertamente se dan cuenta de los vacíos que hay en su vida, de los lugares superficiales, de la falta de entendimiento. Se dan cuenta de que no pueden resolver sus múltiples problemas y dilemas. Están buscando respuestas divinas, y se les están ofreciendo sustitutos humanos, artificiales, que no pueden ayudar. La exposición a largo plazo satisfacerá sus corazones y al mismo tiempo, incrementará su apetito para más. Y Dios nos ha dado los tesoros y verdades frescas de su Palabra, las riquezas de las cuales ninguna cantidad de años puede agotar.

9. Depende siempre del Señor. Obviamente un ministerio que descansa únicamente en la fortaleza, inteligencia ó estrategias de encuestas humanas, aún si es éxitoso en términos numéricos, está condenado a ser de corto plazo y superficial. Un ministerio duradero, espiritualmente transformador, debe ser edificado por el poder de Dios liberado a través de su verdad. Y Él siempre bendice su verdad y la labor de un verdadero hombre de Dios. Cuando te das cuenta de que no puedes resolver todos los problemas en tu iglesia, de que no puedes salvar a los incrédulos que asisten a tus servicios, de que no puedes producir fruto espiritual en tu congregación, descansarás de manera total en Dios, quien es el único que puede, aceptando tu debilidad y falta de capacidad, apoyándote únicamente en el poder de la Palabra a través del Espíritu.

10. No te vayas solo por irte. Cuando ves tu ministerio pastoral como un compromiso de por vida y sirves a tu rebaño como lo he descrito, te será difícil irte. Generalmente no somos llamados a irnos de una congregación, sino a llegar a una congregación. Deja tu ministerio actual por otro únicamente si tienes un verdadero llamado a ese lugar. El hecho de que una nueva oportunidad te ofrece un mejor salario, tiene instalaciones más grandes, promete alivio de problemas actuales, o provee una plataforma para una influencia más grande, no necesariamente lo hace un cambio correcto y puede apelar a la ambición. Por lo tanto, asegúrate de que cuando te vayas, tus razones sean espiritualmente convincentes. Y haz tu mejor esfuerzo por asegurarte de que el rebaño que dejas atrás esté bien cuidado antes de irte. Esa es una parte vital de tu legado.

John MacArthur

No os quedéis sin Jesús

Juan, 14, 1-12


Al final de la última cena Jesús comienza a despedirse de los suyos: ya no estará mucho tiempo con ellos. Los discípulos quedan desconcertados y sobrecogidos. Aunque no les habla claramente, todos intuyen que pronto la muerte les arrebatará de su lado. ¿Qué será de ellos sin él? Jesús los ve hundidos. Es el momento de reafirmarlos en la fe enseñándoles a creer en Dios de manera diferente: «Que no tiemble vuestro corazón. Creed en Dios y creed también en mí». Han de seguir confiando en Dios, pero en adelante han de creer también en él, pues es el mejor camino para creer en Dios.

Jesús les descubre luego un horizonte nuevo. Su muerte no ha de hacer naufragar su fe. En realidad, los deja para encaminarse hacia el misterio del Padre. Pero no los olvidará. Seguirá pensando en ellos. Les preparará un lugar en la casa del Padre y un día volverá para llevárselos consigo. ¡Por fin estarán de nuevo juntos para siempre!

A los discípulos se les hace difícil creer algo tan grandioso. En su corazón se despiertan toda clase de dudas e interrogantes. También a nosotros nos sucede algo parecido: ¿No es todo esto un bello sueño? ¿No es una ilusión engañosa? ¿Quién nos puede garantizar semejante destino? Tomás, con su sentido realista de siempre, sólo le hace una pregunta: ¿Cómo podemos saber el camino que conduce al misterio de Dios? La respuesta de Jesús es un desafío inesperado: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». No se conoce en la historia de las religiones una afirmación tan audaz. Jesús se ofrece como el camino que podemos recorrer para entrar en el misterio de un Dios Padre. El nos puede descubrir el secreto último de la existencia. El nos puede comunicar la vida plena que anhela el corazón humano.

Son hoy muchos los hombres y mujeres que se han quedado sin caminos hacia Dios. No son ateos. Nunca han rechazado de su vida a Dios de manera consciente. Ni ellos mismos saben si creen o no. Sencillamente, han dejado la Iglesia porque no han encontrado en ella un camino atractivo para buscar con gozo el misterio último de la vida que los creyentes llamamos "Dios".

Al abandonar la Iglesia, algunos han abandonado al mismo tiempo a Jesús. Desde estas modestas líneas, yo os quiero decir algo que bastantes intuís. Jesús es más grande que la Iglesia. No confundáis a Cristo con los cristianos. No confundáis su Evangelio con nuestros sermones. Aunque lo dejéis todo, no os quedéis sin Jesús. En él encontraréis el camino, la verdad y la vida que nosotros no os hemos sabido mostrar. Jesús os puede sorprender.

José Antonio Pagola

jueves, 12 de mayo de 2011

¿Qué es eso de la vida en abundancia?

Jn 10,1-15


Aunque el evangelio de hoy ya no hable de apariciones, no nos apartamos del tema pascual, pues afirma expresamente: “Yo he venido para que tengan Vida y la tengan abundante”. Éste es el verdadero tema de Pascua. Hay que tener en cuenta que el evangelio de Jn no reproduce las palabras de Jesús, sino una teología muy elaborada sobre su persona. Lo que Jn pone en boca de Jesús, nos está diciendo lo que de él pensaban los cristianos de finales del siglo I, en la comunidad donde se escribe el cuarto evangelio, no lo que pudo decir él cuando andaba por Galilea. Esto que vivió una comunidad cristiana, es para nosotros mucho más interesante que las mismas palabras que pudo decir Jesús, porque nos habla de una vivencia provocada por Jesús Vivo.

En el v. 6 se nos dice que se trata de una comparación o semejanza. Una comparación no se puede entender si no se conocen los dos términos de la misma. El relato nos habla de la puerta y del pastor. En el fondo es la misma metáfora, porque la única puerta de aquellos apriscos donde se guardaban las ovejas, era el pastor. Si queremos entender algo, no debemos pensar en los grandes rebaños de hoy, que son explotaciones ganaderas, sino en familias que tenían 5 ó 10 ovejas o cabras, que eran imprescindibles para la economía de la familia. Por la noche, después de haber llevado a pastar cada uno las suyas, se reunían todas en un aprisco, que consistía en una cerca de piedra con una entrada muy estrecha para que tuvieran que pasar las ovejas de una en una y así poder contarlas, tanto a la entrada como a la salida. Esa entrada no solía tener puerta, sino que un guarda, allí colocado, hacía de puerta y las cuidaba durante la noche. El mismo guarda tenía que estar atento para que salieran sólo las de cada propietario.

Por la mañana cada pastor iba a sacar las suyas para llevarlas a pastar. Esto se hacía por medio de un silbido o de una voz que las ovejas conocían muy bien. Incluso tenían su propio nombre al que atendían, como nuestros perros hoy. Cuando oían la voz, las ovejas que se identificaban con esa voz, salían. Con estos datos se entiende perfectamente el relato. Jesús se identifica con ese pastor/dueño que cuida las ovejas como algo personal, pero no porque de ellas depende su familia, sino porque le interesan las ovejas por sí mismas. Esta diferencia es la que debemos descubrir y destacar.

Las ovejas son, en el evangelio de Jn, el pueblo oprimido por los dirigentes judíos. Estos son los ladrones y bandidos. Ladrones, porque se apoderan de lo que no es suyo. Bandidos, porque utilizan la violencia para someter a los más débiles. El relato empieza precisamente por una referencia a esos dirigentes, que debían ser pastores, pero que en realidad son ladrones y bandidos. En el AT hay referencias muy concretas, sobre todo (Ez 34,2-5), a esos pastores que en vez de cuidar de las ovejas, se pastorean a sí mismos y utilizan las ovejas en beneficio propio. LA violencia en nombre de Dios es la más dañina.

“y las ovejas atienden a su voz porque la conocen”. Una frase con profundas resonancias bíblicas. Oír la voz del Señor es conocer y obedecer. Jesús es el único que tiene derecho a entrar y salir, porque entra para cuidar de las ovejas, no para explotarlas. Su voz es liberadora. Las llama por su nombre, porque para él no existe la masa; cada una tiene nombre propio. Cada ser humano único e irrepetible. Cada uno es necesario para Dios y para el mundo. Las que escuchan su voz, salen de la institución opresora y quedan en libertad. Jesús no viene a sustituir una institución por otra. No las saca de un corral para meterlas en otro. No son los miembros de la comunidad los que deben estar al servicio de la institución ni de la autoridad. Es la institución y la autoridad la que debe estar al servicio de cada uno. La crítica de Jesús a las autoridades de su tiempo nos debía hacer pensar.

En un mismo aprisco había ovejas de muchos dueños, por eso dice que saca todas las suyas. Porque son suyas, conocen su voz y le siguen. El texto quiere dejar bien claro que las ovejas no podían salir por sí mismas del estado de opresión, porque para ellas no había alternativa. Es Jesús el que les ofrece libertad y capacidad para decidir por sí mismas. Los dirigentes judíos son “extraños”, que no buscan la vida de las ovejas, sino sus intereses. Ellos las llevan a la muerte. Jesús les da vida. La diferencia no puede ser más radical.

“Camina delante de ellas”. Él camina delante y las ovejas le siguen. Esto tiene más miga de lo que parece. Jesús recorrió de punta a cabo una trayectoria humana. Esa experiencia nos sirve a nosotros de guía para recorrer el mismo camino. Para nosotros, esto es difícil de aceptar, porque tenemos una idea de Jesús-Dios que pasó por la vida humana de manera ficticia y con el comodín de la divinidad en la chistera. Ese Jesús no tiene ni idea de lo que significa ser hombre, y por lo tanto no puede servirnos de modelo a seguir.

Los jefes religiosos no pueden ni quieren entender el simbolismo de la comparación, porque les obligaría a salir de la situación de opresores. Instalados en la institución, que aseguraba sus privilegios, no pueden aceptar la denuncia de Jesús. Les obligaría a cambiar a una actitud de servicio y liberación de la gente sometida. Con el pretexto de un servicio a Dios, explotan a la gente y se aprovechan de ella en benéfico propio. Esto ha pasado en todas las épocas y seguirá pasando en adelante.

“Yo soy la puerta”. No se refiere al elemento que gira para cerrar o abrir, sino al hueco por donde se accede a un recinto. En el aprisco, el pastor que las cuidaba era la única puerta. Por eso dice que es la puerta de las ovejas, no del redil. Todos los que han venido antes, son ladrones y bandidos, porque no han dado libertad y vida a las ovejas. Son tres los productos interesantes de las ovejas: leche, lana y carne. Los pastores buscan ese interés. A ninguno le interesa las ovejas”. A las ovejas tampoco pueden interesarles esos pastores.

Entrar por la puerta que es Jesús, es lo mismo que "acercarse a él", "darle nuestra adhesión"; esto lleva consigo asemejarse a él, es decir, ir como él a la búsqueda del bien del hombre. "Quedará a salvo", porque da la vida definitiva, y el que posee esa Vida, quedará a salvo de la explotación. Él es la alternativa al orden injusto. En Jesús, el hombre puede alcanzar la verdadera salvación. "Podrá entrar y salir", es decir, tendrá libertad de movimiento. "Encontrará pastos", dice lo mismo que la expresión ya conocida en Jn: “no pasará hambre, no pasará sed”. Así se identifica el pasto con el pan de vida que es él mismo. Juan hace un juego de palabras: pasto (nomê) y Ley (nomos). La Ley sustituida por el amor. El que se alimenta de lo que representa Jesús, será plenamente un ser humano.

“Yo he venido para que tengan Vida y les rebose”. El ladrón (dirigentes), no sólo roba, despoja a la gente del pueblo de lo que es suyo, sino que sacrifica a las ovejas, es decir, les quita la vida. La misión de Jesús es exactamente la contraria: les da Vida y las restituye en su verdadero ser. Los jerarcas les arruinan la vida biológica. Jesús les da la verdadera Vida y con ella, la biológica cobra pleno sentido. Jesús no busca su provecho ni el de Dios. Su único interés está en que cada oveja alcance su propia plenitud.

Aunque la lectura de este domingo se termina aquí, es muy importante el versículo siguiente para entender el verdadero significado del párrafo. “El pastor modelo se entrega él mismo por las ovejas”. Hay que atender con mucho cuidado a la traducción. El griego dice: "el modelo de pastor" (ho poimên ho kalos). La expresión denota excelencia (el vino en 2,10). Sería el pastor por excelencia. "kalos" significa: bello, ideal, modelo de perfección. No se trata sólo de resaltar el carácter de bondad y de dulzura. La traducción “buen pastor”, queda un poco endeble y se aleja del verdadero mensaje. En griego hay una palabra (agathos), que significa “bueno”; pero no es la que aquí se emplea. Esta simple rectificación evitaría muchos malentendidos. Jesús es para aquella comunidad y para nosotros hoy, el único pastor. El único que ha puesto todo lo que es a disposición de dada oveja. Todo lo que él fue, lo puso a disposición de cada uno.

"Se entrega él mismo" (tên psykhên autou tithesin") = entrega su vida. La vida (psykhên) se identifica con la persona. En griego hay tres palabras para designar vida: zoê, bios y psukhê; pero no significan lo mismo. Si no se tiene en cuenta las diferencias, puede causar confusión. El evangelio dice psykhên = vida sicológica, no biológica. Se trata de poner a disposición de los demás todo lo que uno es como ser humano, mientras vive, no al morir por ellos. La característica del pastor modelo es que pone toda su vida al servicio de las ovejas para que vivan, pero lo hace sin limitación alguna. Al hacer esto, pone en evidencia la clase de Vida que posee y manifiesta la posibilidad de que todos los que le siguen tengan acceso a esa misma Vida. Quien no está en esa disposición, no posee la verdadera Vida, y no puede comunicarla a los demás.

José A. Pagola

miércoles, 11 de mayo de 2011

El nacimiento.

Tema 1 Curso La fe y la duda.
Miércoles 11 Mayo 2011

I. Introducción.

Tomás, uno de los doce discípulos, al que llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Después le dijeron los otros discípulos: Hemos visto al Señor. Tomás les contestó:
–Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo creeré. Jn.20: 24-25

Se suele decir que es el apóstol que mejor refleja nuestro talante moderno de hombres y mujeres incrédulos es Tomás. En lo personal Tomás no me parece un modelo muy cercano, pero constantemente lo veo reproducir entre mis amigos y conocidos. Y por extraño que parezca a Tomás le tengo cierta simpatía y es que me reconozco a menudo en sus dudas, pero no pertenece al grupo de aquellos que son dichosos porque creen "sin haber visto".

Al fin y al cabo, siempre creemos en algo sin haberlo visto. Ya sé que esta es una herejía cultural en un tiempo en el que parece que sólo se puede aceptar lo que cabe en nuestro diminuto ordenador cerebral. Pero no siempre ha sido así y no siempre será. Cuanto más maduremos en nuestro conocimiento de la realidad más humildes seremos. Y más cerca estaremos de aquellos que han creído y creen sin haber visto, pero sintiéndose amados.

II. Entre la creencia y la duda.

Creer es la palabra, el concepto que asociamos con aquello que imaginamos que existe pero que no podemos probar, ¿cuantas veces usamos ésta palabra todos los días? Creemos en cuestiones de orden divino pero también lo hacemos respecto de aquellas cosas de las cuales estamos "casi" seguros y que abarcan todo tipo de cosas y situaciones cotidianas. Separar las creencias según su trascendencia o grado de probabilidad es algo que hacemos casi automáticamente. Entendemos que aquellas creencias relacionadas con la fe tienen un valor, una importancia distinta respecto de aquellas que representan una opinión de la cual no estamos tan seguros, también son diferentes de las que nos motivan a hacer algo; creo que puedo hacerlo, etc. La pregunta entonces es: ¿qué tan distintas son las diferentes creencias? Al analizar las creencias se las suele diferenciar por sus contenidos, por su importancia, por las consecuencias sociales, políticas y religiosas que de ellas se puedan derivar, sin embargo estos son todos actos posteriores a la existencia misma de la creencia. Para poder creer cualquier cosa tiene que existir antes una razón, una facultad que nos permita hacerlo, esto es lo que hay que encontrar. Algunas personas comienzan a creer en Dios tras el nacimiento de su primer hijo. Y es que para ellos, el nacimiento es un milagro.

¿Dudas? La duda no es vacilación ni falta de confianza. En su centro, la duda es miedo. Miedo de lo arcaico, de lo primitivo, de lo incontrolable, miedo de la vida y miedo del destino, miedo del abismo que quien duda se crea, por no poseer las herramientas para vencer los obstáculos que les impiden seguir adelante, o calificarlos para ser dueños de una historia congruente, que defina y organice sus vidas adaptándolas de una manera racional y feliz. La fe es una fuente incomparable de fortaleza y valor para confrontar las incertidumbres de la vida. La fe es un proceso ético/moral que nos habilita para comunicarnos con el Dios mismo (si es que somos creyentes) que nos gobierna y nos rige. La fe es mina de conocimientos ciertos, de verdades trascendentales y de direcciones seguras, cuando el panorama de la vida se oscurece con las nubes del dolor o con las sombras de la incertidumbre. Quien duda, se pregunta: ¿Por qué a mí? En lugar de ¿Por qué no? En la semántica entre esas dos interrogaciones existen diferencias básicas que gobiernan nuestra capacidad de sobreponernos al destino con todos sus caprichos arbitrarios. El que duda se pierde y no encuentra salida de su marisma de arenas movedizas --- donde se atasca y sucumbe.

III. Cuando la duda es una opción.

A veces la gente que conozco no quiere creer. Y no por que le haya pasado nada triste ni horrible. No, simplemente han optado por no creer. Y no se trata de que la cuestión en dudar o creer en Dios sea una cosa sencilla. Tampoco lo es la problemática si los creyentes o los que no creen son mejores o peores. Una de las paradojas entre la fe y la duda es que en última instancia se trata de un reto intelectual y sin embargo personas sencillas y sin mayor educación pueden vivir con gran sabiduría y otros que ostentan grados universitarios pueden escoger la necedad.
Pero no siempre la duda es por elección. A veces es la punta del iceberg. Dudamos, porque tememos poner a prueba nuestras capacidades de confrontar cara a cara nuestras propias adversidades sin temor al rechazo, porque no podemos tolerar lo que nos significaría la pérdida de prestigio adquirido tras las mentiras de las apariencias. Dudamos porque no nos consideramos dignos de lo que tenemos ni tampoco dignos de tener más. Dudamos porque poseemos una inclinación innata hacia la autodecepción y la mentira, donde decimos lo que no sentimos nada y hacemos lo que no queremos hacer. Dudamos porque somos esencialmente débiles.
Creemos y dudamos. Ambas acciones comparten la misma inevitabilidad, pero no son similares. No pueden hacerle el mismo reclamo a nuestra lealtad. No tienen el mismo poder.
Si existe un lugar más allá de un callejón sin salida, la duda no puede llevarnos allá.


Próximo tema: ¿Por qué nos molestan las diferencias?

Resurrección

Resurrección

Me gustaría comentaros algo acerca de la palabra RESURRECCIÓN. A mí me parece una palabra preciosa y que realmente pocas veces la utilizamos en nuestro vocabulario.
Por otro lado, comentaros en cuanto a la cantidad de decisiones que tomamos cada día, probablemente cientos de ellas, la mayoría de forma prácticamente inconsciente o mecánica. Me refiero a cosas como: ¿Voy en autobús o me voy andando? ¿Llamo yo por teléfono o, ya me llamará él?
Y lo cierto es que hay una gran diferencia entre ir caminando por nuestra ciudad o viajar sentados.
Si me lo permitís, me gustaría leeros una pequeña lista que he confeccionado intentando devolver a estas pequeñas decisiones cotidianas la importancia que merecen.
Por ejemplo: (y ahora entenderéis lo de la resurrección)
¿Hoy Cediste el paso en el supermercado o en la acera a alguien? hoy resucitó la amabilidad.
¿Hoy te ilusionaste con algo? Hoy resucitó la alegría
¿Hoy no te rendiste? Hoy resucitó la esperanza
¿Hoy te dieron un abrazo? Hoy resucitó tu fuerza, por si querías rendirte
¿Hoy le hiciste cosquillas a alguien? Hoy resucitó la risa
¿Hoy defendiste tus derechos sin perder los papeles? Hoy resucitó la inteligencia
¿Hoy decidiste bajar el arma y no disparar? Entonces hoy resucitaron dos personas
¿Hoy dedicaste tiempo a disfrutar de lo que te rodea? Hoy resucitó la sabiduría
¿Hoy te has enamorado? Hoy resucitó una canción
¿Hoy has podido mirarte en el espejo y sostener la mirada? Hoy ha resucitado nuestro bien más preciado… LA PAZ contigo mismo

HOY ESTAMOS VIVIENDO EN COMUNIÓN. HOY HA RESUCITADO LA PASCUA

Lola Sabroso.

La puerta

La puerta

Jn. 10, 1-10


Jesús propone a un grupo de fariseos un relato metafórico en el que critica con dureza a los dirigentes religiosos de Israel. La escena está tomada de la vida pastoril. El rebaño está recogido dentro de un aprisco, rodeado por un vallado o un pequeño muro, mientras un guarda vigila el acceso. Jesús centra precisamente su atención sobre esa «puerta» que permite llegar hasta las ovejas.

Hay dos maneras de entrar en el redil. Todo depende de lo que uno pretenda hacer con el rebaño. Si alguien se acerca al redil y «no entra por la puerta», sino que salta «por otra parte», es evidente que no es el pastor. No viene a cuidar a su rebaño. Es «un extraño» que viene a «robar, matar y hacer daño».

La actuación del verdadero pastor es muy diferente. Cuando se acerca al redil, «entra por la puerta», va llamando a las ovejas por su nombre y ellas atienden su voz. Las saca fuera y, cuando las ha reunido a todas, se pone a la cabeza y va caminando delante de ellas hacia los pastos donde se podrán alimentar. Las ovejas lo siguen porque reconocen su voz.¿Qué secreto se encierra en esa "puerta" que legitima a los verdaderos pastores que pasan por ella y que desenmascara a los extraños que entran «por otra parte», no para cuidar del rebaño sino para hacerle daño? Los fariseos no entienden de qué les está hablando aquel Maestro.

Entonces Jesús les da la clave del relato: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas». Quienes entran por el camino abierto por Jesús y le siguen viviendo su evangelio, son verdaderos pastores: sabrán alimentar a la comunidad cristiana. Quienes entran en el redil dejando de lado a Jesús e ignorando su causa, son pastores extraños: harán daño al pueblo cristiano.

En no pocas Iglesias estamos sufriendo todos mucho: los pastores y el pueblo de Dios. Las relaciones entre la Jerarquía y el pueblo cristiano se viven con frecuencia de manera recelosa, crispada y conflictiva: hay obispos que se sienten rechazados; hay sectores cristianos que sienten marginados. Sería demasiado fácil atribuirlo todo al autoritarismo abusivo de la jerarquía o a la insumisión inaceptable de los fieles. La raíz es más profunda y compleja. Hemos creado una situación muy difícil. Hemos perdido la paz. Vamos a necesitar cada vez más a Jesús.

Hemos de hacer crecer entre nosotros el respeto mutuo y la comunicación, el diálogo y la búsqueda sincera de verdad evangélica. Necesitamos respirar cuanto antes un clima más amable en la Iglesia. No saldremos de esta crisis si no volvemos todos al espíritu de Jesús. El es la Puerta.

José Antonio Pagola

jueves, 5 de mayo de 2011

¿Cómo encontrar a Cristo hoy?

Lc 24,13-35

Por tercer domingo consecutivo se nos propone un relato enmarcado en el “primer día de la semana” (ya hemos dicho muchas veces que la experiencia pascual no es cuestión de un Día). Esta vez es Lc el que resalta la importancia que ya tenía para las primeras comunidades la reunión de cada domingo. Estos dos discípulos pasan, de creer en un Jesús profeta pero condenado a una muerte destructora, a descubrirlo vivo y dándoles Vida. De la desesperanza, pasan a vivir la presencia de Jesús. Se alejaban de Jerusalén tristes y decepcionados; vuelven a toda prisa, contentos e ilusionados. El pesimismo les hace abandonar el grupo, el optimismo les obliga a volver para contar la gran noticia.

La entrañable narración de los discípulos de Emaús, es un prodigio de teología narrativa. En ella podemos descubrir el verdadero sentido de los relatos de apariciones. El objetivo de todos ellos es llevarnos a participar de la experiencia pascual que los primeros cristianos tuvieron. En ningún caso intentan dar noticias de acontecimientos históricos. Los dos discípulos de Emaús no son personas concretas, sino personajes. No quiere informarnos de lo que pasó una vez, sino de lo que está pasando cada día a los seguidores de Jesús. La importancia del relato estriba en que en ellos estamos representados todas.

En primer lugar vemos que es Jesús quien toma la iniciativa, como siempre. Los dos discípulos se alejaban de Jerusalén. Sólo querían apartar de su cabeza aquella pesadilla de un ser querido, que había acabado tan desastrosamente. Pero a pesar del desengaño sufrido por su muerte y muy a pesar suyo, van hablando de Jesús. No iban en busca de Jesús; es él el que les sale al encuentro. Lo primero que hace Jesús es invitarles a desahogarse, les pide que manifiesten toda la decepción y amargura que acumulaban en su interior. La utopía que les había arrastrado a seguirlo, había dado paso a la más absoluta desesperanza. Pero su corazón todavía estaba con él, a pesar de la evidencia de su catastrófica muerte.

En este sutil matiz, podemos descubrir una pista para explicar lo que sucedió a los primeros seguidores de Jesús. La muerte les destrozó, y pensaron que todo había terminado; pero a nivel subconsciente, permaneció un rescoldo que terminó siendo más fuerte que las evidencias tangibles y pudo ser avivado sin saber muy bien como. En el relato de la conversión de Pablo, podemos descubrir algo parecido. Perseguía con ahínco a los cristianos, pero sin darse cuenta, estaba subyugado por la figura de ese mismo Jesús, a quien trataba de destruir. En un momento determinado, pudo más el sentimiento interno que la fanática racionalidad. Cuando llegó ese instante, cayó del burro.

La manera de reconocerlo (después de haber caminado y discutido durante tres kms.) y la instantánea desaparición, nos indican claramente que la presencia de Jesús, después de su muerte, no es la de una persona normal, que algo ha cambiado tan profundamente, que los sentidos ya no sirven para reconocer a Jesús. Estos detalles nos están advirtiendo contra la manera física de interpretar los relatos que nos hablan de Jesús después de su muerte.

“Nosotros esperábamos”... Esperaban que desde fuera, se cumplieran sus expectativas materialistas. No podían sospechar que aquello que debían esperar, se había cumplido ya con creces. Fijaros bien, como refleja esa frase nuestras propias decepciones. Esperábamos que la Iglesia... Esperábamos que el Obispo... esperábamos que el concilio... Esperábamos que el Papa... Esperamos lo que nadie puede darnos y surge la desilusión. Lo que Dios puede darnos ya lo tenemos, no hay que esperarlo. “Buscad el Reino de Dios, todo lo demás es añadidura”. El desengaño es fruto de una falsa esperanza. Si lo que esperamos no coincide con lo que Jesús da, la desilusión estará asegurada.

No es Jesús el que cambia para que le reconozcan, son los ojos de los discípulos los que se abren y ahora están capacitados para reconocerle. No se trata de ver algo nuevo, sino de ver con ojos nuevos lo que ya tenían delante. No es la realidad la que debe cambiar para que nosotros la aceptemos. No es Jesús el que tiene que hacer algún milagro para manifestarse de manera espectacular y evidente. Somos nosotros los que tenemos que descubrir la realidad de Jesús Vivo, que tenemos delante de los ojos, pero que no vemos.

En el relato que acabamos de leer, como en todos los que hacen referencia a apariciones, descubrimos la experiencia de la primera comunidad. Hay momentos y lugares donde se hace presente Jesús de manara especial, si de verdad sabemos mirar. ¿Dónde se hace presente el Señor, entonces y ahora?

1) En el camino de la vida. Después de su muerte, Jesús va siempre con nosotros en nuestro caminar. Pero el episodio también nos advierte que es posible caminar junto a él y no reconocerlo. Después de su muerte, habrá que estar mucho más atento si, de verdad, queremos entrar en contacto con él. Es también una crítica a nuestra religiosidad demasiado apoyada en lo externo. A Jesús vivo no lo vamos a encontrar en el templo ni en los rezos sino en la vida real, en el contacto con los demás que caminan junto a nosotros. Si no lo encontramos ahí, cualquier otra presencia será falsa. La dificultad que se nos presenta a la hora de llevar a la práctica este punto, estriba en la concepción dualista que tenemos del mundo y de Dios. Con la idea de un Dios creador que se queda fuera y deja al mundo abandonado a su suerte, no hay manera de verle en la realidad material. Pero Dios no es lo contrario del mundo, ni el Espíritu es lo contrario de la materia. La realidad es una y única, pero en la misma realidad podemos distinguir dos aspectos. Desde el deísmo que considera a Dios como un ser separado y paralelo de los otros seres, será imposible descubrir en las criaturas la presencia de la divinidad.

2) En la Escritura. En la experiencia de Jesús resucitado nos encontramos con la verdadera interpretación del AT. Si queremos encontrarnos con el Jesús que da Vida, tendremos en las Escrituras un eficaz instrumento de aproximación. El gran peligro está en buscar esa presencia en la literalidad de lo escrito. El mensaje de la Escritura no está en la letra sino en la vivencia espiritual que hizo posible el relato. La letra, los conceptos no son más que el soporte en el que se ha querido expresar la experiencia de Dios de un ser humano. Dios habla únicamente desde el interior de cada persona, porque el único Dios que existe, es el fundamenta cada ser. No hay un Dios fuera de la creación, sino que cada criatura es la manifestación del único Dios. La experiencia interior es la única palabra que Dios puede pronunciar. Esa experiencia, expresada en conceptos, es ya palabra humana. Volverá a ser palabra de Dios, cuando surja la vivencia en quien escucha o lee.

3) Al partir el pan: No se trata de una eucaristía, sino de una manera muy personal de partir y repartir el pan. Referencia a tantas comidas en común, a la multiplicación de los panes, etc. Jesús había dicho: “Donde dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Sin duda el gesto narrado hace también referencia a la eucaristía. Cuando se escribió este relato ya había una larga tradición de su celebración por la comunidad. Los cristianos tenían ya ese sacramento como el rito fundamental de la fe. Al ver los signos, se les abren los ojos y le reconocen. Fijaos, un gesto es más eficaz que toda una perorata sobre la Escritura. Jesús se hace presente al partir el pan, no al oír misa. Celebrar la eucaristía es repetir el gesto y las palabras de Jesús y descubrir lo que quieren decirnos. Jesús no se hace presente materialmente, sino vivencialmete en el interior de cada uno.

4) En la comunidad reunida. En el narrar y compartir las experiencias de cada uno. Ahí está presente Jesús después de su muerte. Cristo resucitado sólo se hace presente en la experiencia de cada uno. Al compartir con los demás esa experiencia, él se hace presente en la comunidad. La comunidad (aunque sea de dos) es imprescindible para provocar la vivencia. La experiencia de uno compartida, empuja al otro en la misma dirección. El ser humano sólo desarrolla sus posibilidades de ser, en la relación con los demás. Jesús hizo presente a Dios amando, es decir, dándose a los demás. Esto es imposible si el ser humano se encuentra aislado y sin contacto alguno con el otro.

El mayor obstáculo para encontrar a Cristo hoy, es creer que ya lo tenemos. Los discípulos creían haber conocido a Jesús cuando vivieron con él; pero aquel Jesús que creían ver, no era el auténtico. “Os conviene que yo me vaya...” Sólo cuando el falso Jesús desaparece, se ven obligados a buscar al verdadero. A nosotros nos pasa lo mismo. Conocemos a Jesús desde la primera comunión, por eso no necesitamos buscarle. El verdadero Jesús sigue estando entre nosotros. Es nuestro compañero de viaje, aunque es muy difícil reconocerlo en todo aquel que se cruza en mi camino. Unas veces seremos caminantes decepcionados y otras el “Jesús” que anima, explicando las Escrituras y partiendo y repartiendo el pan. En ambos casos hacemos comunidad.


José Antonio Pagola

martes, 3 de mayo de 2011

Miriam o los caminos hacia la aceptación

Taller de Antiguo Testamento y
el arte de la resiliencia
Miércoles 4 Mayo 2011

I. Introducción

No, no podemos cambiar aquellas cosas que no aceptamos. Por lo tanto parte de nuestro progreso en la vida estará marcado por las veces en que nos mostramos como personas con aceptación. Y una persona con aceptación es aquella que muestra paciencia, es aquella que entiende que la vida está llena de etapas, es aquella que sabe que todo a nuestro alrededor cambia, es aquella que ve las asperezas de los demás y no intenta cambiarlas, es aquella que sabe que sus asuntos son los asuntos de Dios y viceversa, es aquella que desarrolla la pasividad para ver como se desarrolla su mundo interior sin nerviosismos, es aquella que en nuestra existencia muchas cosas van unidas: la oscuridad y la luz, la vida y la muerte, la fiesta y el funeral, el canto y las lágrimas.

II. Miriam

María o Miriam, hermana de Moisés. Profetisa y cantora de Israel, hermanastra de Moisés y hermana de Aarón, nacida en Egipto. Hija de Amram y Yokebed, ambos de la tribu de Leví. Según el relato bíblico fue ella quien, a pesar de su edad avanzada, inició las danzas y los cantos para dar gracias a Dios por el milagroso paso del Mar Rojo que permitió al pueblo de Israel escapar de Egipto.

María era bastante más mayor que Aarón y que Moisés, tal y como se desprende del hecho de que su madre Yokebed, le encargarse cuidar de su hermanastro Moisés. La primera aparición de María en el relato bíblico quizá aparezca en Éxodo 2:3,4, cuando se narra como Yokebed deja a Moisés en el Nilo para salvarle de las iras del faraón. Pese a que fue Miriam quien salvó la vida de Moisés, parece ser que estuvo más unida a su hermano Aarón, probablemente debido a que ambos se criaron juntos mientras Moisés permanecía en el exilio forzoso de Madián. La figura de María no vuelve a aparecer hasta que el pueblo de Israel se encuentra en su largo peregrinaje por el desierto.

Ya en el desierto, María, junto con su hermano Aarón criticaron a Moisés por la forma en que éste había dirigido al pueblo en la travesía por el desierto y por el hecho de haber contraído matrimonio con una etíope. Parece ser, así lo han interpretado los estudiosos bíblicos, que fue María la que instó a su hermano Aarón para enfrentarse con Moisés y que fue ella la que tomó la palabra y la que llevó el peso de dicho enfrentamiento.

El enfrentamiento entre los hermanos se saldó con la expulsión temporal del campamento y, según la Biblia, con el castigo divino de la lepra para María por la deslealtad hacia su hermano. Al cabo de siete días, y al parecer por intercesión del Moisés, María fue perdonada y regresó al campamento, no obstante, el don de la profecía la había abandonado definitivamente. Desde este momento María desapareció por completo del relato bíblico y tan sólo se la vuelve a citar para decir que falleció en Cadés, en el desierto de Sin, poco antes de que los israelitas lograsen alcanzar la Tierra Prometida. Aparece citada en los pasajes bíblicos del Éxodo 15:20,21 y de Números 12,20

III. La aceptación como camino

En los últimos años la aceptación se ha convertido en uno de los grandes remedios terapéuticos. Desde distintos frentes recibimos mensajes sobre los beneficios que podemos obtener de la aceptación y cómo cultivarla: mímate, quiérete sin condiciones, sé benevolente contigo mismo. Querernos y valorarnos es necesario para no estar en conflicto permanente, pero la resignación no nos ayudará a solucionar nuestros problemas. Si queremos conseguir unos resultados distintos a los que obtenemos en la actualidad tenemos que estar dispuestos a cambiar hábitos, creencias y comportamientos ineficaces. El cambio, bien gestionado, puede convertirse en un gran aliado.
¿Cuántas veces hemos oído la frase “acéptate tal y como eres”? Desde distintos frentes recibimos mensajes sobre los beneficios que podemos obtener de la aceptación y cómo cultivarla. Todos estos eslóganes me parecen peligrosos por lo que tienen de reaccionarios.
Están en sintonía con los sofismas descontextualizados de ciertas religiones orientales y corrientes estoicas que proclaman la solución de los problemas mediante su disolución.
La aceptación acostumbra a ir acompañada de otros métodos terapéuticos como la autoafirmación o el pensamiento positivo; un arma de doble filo, que puede causar auténticos estragos al hacernos minimizar los problemas reales a los que tenemos que hacer frente.
La solución a nuestros problemas no pasa por autoengañarse, resignarse, o comportarse imitando la estrategia del avestruz: enterrando la cabeza bajo tierra. Está muy bien reconocer todo lo bueno que hay en nosotros, pero si queremos cambiar hábitos, creencias y comportamiento ineficaces, tenemos que empezar a reconocer nuestros puntos débiles y áreas de mejora.

Recordar más a Jesús.

El relato de los discípulos de Emaús nos describe la experiencia vivida por dos seguidores de Jesús mientras caminan desde Jerusalén hacia la pequeña aldea de Emaús, a ocho kilómetros de distancia de la capital. El narrador lo hace con tal maestría que nos ayuda a reavivar también hoy nuestra fe en Cristo resucitado.

Dos discípulos de Jesús se alejan de Jerusalén abandonando el grupo de seguidores que se ha ido formando en torno a él. Muerto Jesús, el grupo se va deshaciendo. Sin él, no tiene sentido seguir reunidos. El sueño se ha desvanecido. Al morir Jesús, muere también la esperanza que había despertado en sus corazones. ¿No está sucediendo algo de esto en nuestras comunidades? ¿No estamos dejando morir la fe en Jesús?

Sin embargo, estos discípulos siguen hablando de Jesús. No lo pueden olvidar. Comentan lo sucedido. Tratan de buscarle algún sentido a lo que han vivido junto a él. Mientras conversan, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos. Es el primer gesto del Resucitado. Los discípulos no son capaces de reconocerlo, pero Jesús ya está presente caminando junto a ellos, ¿No camina hoy Jesús veladamente junto a tantos creyentes que abandonan la Iglesia pero lo siguen recordando?

La intención del narrador es clara: Jesús se acerca cuando los discípulos lo recuerdan y hablan de él. Se hace presente allí donde se comenta su evangelio, donde hay interés por su mensaje, donde se conversa sobre su estilo de vida y su proyecto. ¿No está Jesús tan ausente entre nosotros porque hablamos poco de él?

Jesús está interesado en conversar con ellos: ¿Qué conversación es ésa que traéis mientras vais de camino? No se impone revelándoles su identidad. Les pide que sigan contando su experiencia. Conversando con él, irán descubriendo su ceguera. Se les abrirán los ojos cuando, guiados por su palabra, hagan un recorrido interior. Es así. Si en la Iglesia hablamos más de Jesús y conversamos más con él, nuestra fe revivirá.

Los discípulos le hablan de sus expectativas y decepciones; Jesús les ayuda a ahondar en la identidad del Mesías crucificado. El corazón de los discípulos comienza a arder; sienten necesidad de que aquel "desconocido" se quede con ellos. Al celebrar la cena eucarística, se les abren los ojos y lo reconocen: ¡Jesús está con ellos!

Los cristianos hemos de recordar más a Jesús: citar sus palabras, comentar su estilo de vida, ahondar en su proyecto. Hemos de abrir más los ojos de nuestra fe y descubrirlo lleno de vida en nuestras eucaristías. Nadie ha de estar más presente. Jesús camina junto a nosotros.

José Antonio Pagola