miércoles, 29 de mayo de 2013

Frente a la crisis.

Lucas 9: 11-17
           
La crisis económica va a ser larga y dura. No nos hemos de engañar. No podremos mirar a otro lado. En nuestro entorno más o menos cercano nos iremos encontrando con familias obligadas a vivir de la caridad, personas amenazadas de desahucio, vecinos golpeados por el paro, enfermos sin saber cómo resolver sus problemas de salud o medicación.
Nadie sabe muy bien cómo irá reaccionando la sociedad. Sin duda, irá creciendo la impotencia, la rabia y la desmoralización de muchos. Es previsible que aumenten los conflictos y la delincuencia. Es fácil que crezca el egoísmo y la obsesión por la propia seguridad.
Pero también es posible que vaya creciendo la solidaridad. La crisis nos puede hacer más humanos. Nos puede enseñar a compartir más lo que tenemos y no necesitamos. Se pueden estrechar los lazos y la mutua ayuda dentro de las familias. Puede crecer nuestra sensibilidad hacia los más necesitados. Seremos más pobres, pero podemos ser más humanos.
En medio de la crisis, también nuestras comunidades cristianas pueden crecer en amor fraterno. Es el momento de descubrir que no es posible seguir a Jesús y colaborar en el proyecto humanizador del Padre sin trabajar por una sociedad más justa y menos corrupta, más solidaria y menos egoísta, más responsable y menos frívola y consumista.
Es también el momento de recuperar la fuerza humanizadora que se encierra en la eucaristía cuando es vivida como una experiencia de amor confesado y compartido. El encuentro de los cristianos, reunidos cada domingo en torno a Jesús, ha de convertirse en un lugar de concienciación y de impulso de solidaridad práctica.
La crisis puede sacudir nuestra rutina y mediocridad. No podemos comulgar con Cristo en la intimidad de nuestro corazón sin comulgar con los hermanos que sufren. No podemos compartir el pan eucarístico ignorando el hambre de millones de seres humanos privados de pan y de justicia. Es una burla darnos la paz unos a otros olvidando a los que van quedando excluidos socialmente.
La celebración de la Cena del Señor nos ha de ayudar a abrir los ojos para descubrir a quiénes hemos de defender, apoyar y ayudar en estos momentos. Nos ha de despertar de la “ilusión de inocencia” que nos permite vivir tranquilos, para movernos y luchar solo cuando vemos en peligro nuestros intereses. Vivida cada domingo con fe, nos puede hacer más humanos y mejores seguidores de Jesús. Nos puede ayudar a vivir la crisis con lucidez cristiana, sin perder la dignidad ni la esperanza.
José Antonio Pagola.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Algún día yo me iré.

Algún día yo me iré con los bolsillos celestes ,
llenos de gente , de cosas ,y vacíos también;
Algún día yo me iré hacia otra vida muerto de miedo y
de cuerpo ,muerto de todo, menos de Dios ;
muerto de mí mismo con la vida de todos .
Lleno de música y risas ,de nube en nube
por encima de las tormentas y el sol ,
como un dios pequeño, como un colibrí lleno de mieles,
como una caracola nocturna y tímida ,
hacia todas partes sin brújulas ni timón.
Solo yo con un amor-lanza a mi costado
y una cruz liviana de ceniza y sangre que me acompañe
al cruzar las galaxias y los mares de reflejos ....
Pero me iré sin tristezas ,como quien se va
con la esperanza del regreso convertido en otro nombre
u otra sombra húmeda y madura
que besa la presencia de Dios en silencio ,
desde dentro del cáliz,desde dentro de mí mismo otra vez,
pero entonces otra vez ,algún día yo me iré.


Osmín Peréz Borroto. 
Stockholm.

Instrucciones para la vida.

Un día le pedí a Dios instrucciones
para vivir en esta tierra...
Dios acercó su voz a mi oído y me dijo:
Sé como el sol,
Levántate temprano y no te acuestes tarde.
Sé como la luna, brilla en la oscuridad, pero sométete a la luz mayor.
Sé como los pájaros, come, canta, bebe y vuela.
Sé como las flores,
Enamoradas del sol, pero fieles a sus raíces.
Sé como el buen perro, obediente, pero nada más a su Señor.
Sé como la fruta,
Bella por fuera, saludable por dentro.
Sé como el día,
Que llega y se retira sin alardes.
Sé como el oasis,
Da tu agua al sediento.
Sé como la luciérnaga,
Aunque pequeña emite su propia luz.
Sé como el agua,
Buena y transparente.
Sé como el río,
Siempre hacia adelante.
Y por sobre todas las cosas,
Sé como el cielo:
La morada de Dios.
Enséñame a hacer tu Voluntad,
porque Tú eres mi Dios,
tu Espíritu Bueno me guíe
a tierra de rectitud.
Señor, no permitas que me quede donde estoy.
Ayúdame a llegar a donde Tú esperas que llegue.

martes, 21 de mayo de 2013

Misterio de bondad.



Juan 16, 12-15

A lo largo de los siglos, los teólogos se han esforzado por investigar el misterio de Dios ahondando conceptualmente en su naturaleza y exponiendo sus conclusiones con diferentes lenguajes. Pero, con frecuencia, nuestras palabras esconden su misterio más que revelarlo. Jesús no habla mucho de Dios. Nos ofrece sencillamente su experiencia.
A Dios Jesús lo llama Padre y lo experimenta como un misterio de bondad. Lo vive como una Presencia buena que bendice la vida y atrae a sus hijos e hijas a luchar contra lo que hace daño al ser humano. Para él, ese misterio último de la realidad que los creyentes llamamos Dios es una Presencia cercana y amistosa que está abriéndose camino en el mundo para construir, con nosotros y junto a nosotros, una vida más humana.
Jesús no separa nunca a ese Padre de su proyecto de transformar el mundo. No puede pensar en él como alguien encerrado en su misterio insondable, de espaldas al sufrimiento de sus hijos e hijas. Por eso, pide a sus seguidores abrirse al misterio de ese Dios, creer en la Buena Noticia de su proyecto, unirnos a él para trabajar por un mundo más justo y dichoso para todos, y buscar siempre que su justicia, su verdad y su paz reinen cada vez más en entre nosotros.
Por otra parte, Jesús se experimenta a sí mismo como Hijo de ese Dios, nacido para impulsar en la tierra el proyecto humanizador del Padre y para llevarlo a su plenitud definitiva por encima incluso de la muerte. Por eso, busca en todo momento lo que quiere el Padre. Su fidelidad a él lo conduce a buscar siempre el bien de sus hijos e hijas. Su pasión por Dios se traduce en compasión por todos los que sufren.
Por eso, la existencia entera de Jesús, el Hijo de Dios, consiste en curar la vida y aliviar el sufrimiento, defender a las víctimas y reclamar para ellas justicia, sembrar gestos de bondad, y ofrecer a todos la misericordia y el perdón gratuito de Dios: la salvación que viene del Padre.
Por último, Jesús actúa siempre impulsado por el Espíritu de Dios. Es el amor del Padre el que lo envía a anunciar a los pobres la Buena Noticia de su proyecto salvador. Es el aliento de Dios el que lo mueve a curar la vida. Es su fuerza salvadora la que se manifiesta en toda su trayectoria profética.
Este Espíritu no se apagará en el mundo cuando Jesús se ausente. Él mismo lo promete así a sus discípulos. La fuerza del Espíritu los hará testigos de Jesús, Hijo de Dios, y colaboradores del proyecto salvador del Padre. Así vivimos los cristianos prácticamente el misterio de la Trinidad.

José Antonio Pagola

miércoles, 15 de mayo de 2013

Cuando hablamos de Jesús, ¿de qué Jesús estamos hablando?



Mateo 16: 13-15

Uno de los grandes desafíos que enfrenta cualquier persona en Aragón que quiere hablar acerca de Jesucristo es que la imagen cultural de Cristo que la mayoría de la gente tiene y la imagen de la Escrituras  son muy diferentes. En Aragón, Cristo se asocia con las procesiones de Semana Santa, es un Cristo sufriente ya sea llevando su cruz y clavado en ella. La imagen de Cristo en esta nuestra tierra es la de un hombre sufriente.
¿De dónde la gente obtiene su idea de Jesús Cristo? De nosotros! De la gente de la iglesia. De las personas que dicen ser sus seguidores.
David Kinnaman y Gabe Lyons son investigadores del Grupo Barna, y pusieron los resultados de tres años de estudio en un libro: No cristianos: ¿Qué piensan los jóvenes sobre el cristianismo? Ellos entrevistaron a jóvenes de entre 16 a 29 años, y aquí daré algunas opiniones que dieron los jóvenes como ellos ven a los cristianos.
Los cristianos en su gran mayoría son críticos y sinceros. Pero sólo están interesados ​​en la salvación es decir, les preocupa más lo que ocurre después de su muerte. Los cristianos no parecen estar interesados ​​en lo que le ocurre a las personas ahora, en nuestros días. Los cristianos viven vidas protegidos en un pequeño grupo. Quieren  imponer sus puntos de vista sobre el resto de las personas. Esto refleja su sentido de superioridad.
¿Somos nosotros así? ¿Los jóvenes que conocemos nos ven así? ¿Nuestros hijos y nietos piensan esto de nuestra iglesia? Quizás tengamos que volver a releer el relato de Mateo.
Hay que renovar nuestra visión de Cristo. Como seguidores de Jesucristo, debemos hacer un serio examen de conciencia. No necesitamos una campaña de relaciones públicas para cambiar nuestra imagen. Necesitamos renovar nuestra propia visión de lo que Cristo es y lo que se trata. Hemos quedado atrapados en el pasado y sumido en la tradición demasiado tiempo.
Lo que llenaba esta capilla en los años 60, ya no la llena hoy. Lo que tenía sentido en el siglo XVI  no tiene sentido ahora. Para nuestra generación más joven de la manera que hemos estado haciendo la iglesia y expresar nuestra fe parece estar totalmente fuera de contacto con la realidad. Si yo les pidiera que me dijeran cómo es Cristo para Uds.  ¿Cómo lo caracterizan?
El cristianismo actual centra su mensaje en el pecado y no una gracia. Por tanto se da una imagen de Jesús como juez que nos va diciendo lo que es bueno y lo que es malo. Pero este Jesús me recuerda mucho a mi padre o al pastor de mi iglesia cuando era más joven. Lo que la gente escucha habitualmente desde el púlpito es que Dios está tan ofendido por la humanidad que exige un sacrificio sangriento para ser apaciguado.
Para aquellos que no conocen nuestra iglesia sino que simplemente se dejan guiar por lo que otros dicen desde  lejos, nosotros estamos obsesionados con el poder, la moral y la riqueza. Hoy en España hay todo una campaña entre los líderes evangélicos para ser recibidos por los líderes políticos e invitarles a desayunar y a orar. Esta campaña se llama España oramos por ti. Pero sobre las personas desahuciadas, los que están sin empleo, los que lo han perdido todo no se dice nada.
Seamos honestos. Mientras la iglesia aparezca en escena como una comunidad poderosa y triunfante el evangelio no le interesará a ningún hombre o mujer de nuestro tiempo.
En el texto que hemos leido aparece uno de los títulos que se da Jesús a sí mismo: Hijo del hombre. En evangelio de Marcos, el primero en ser escrito, el evangelista recoge las palabras de Jesús: Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Para el siglo XXI, debemos recuperar la humanidad de Jesús. Tenemos que poner su humanidad y divinidad de nuevo juntos otra vez y descubrir cómo la divinidad se revela en ya través de su humanidad. Jesús es Hijo del hombre e Hijo de Dios, y vemos a Dios a través del hombre. La resurrección no niega la humanidad de Jesús, sino al contrario revela que la divina estaba presente en el Jesús humano todo el tiempo. Vemos lo divino en lo humano.
Tal vez podemos comprender esto mejor recordando un relato. Cuando algunos amigos bajaron a un paralítico por el techo y lo colocan delante de Jesús, ¿qué hace Jesús? Él perdona los pecados del hombre y cura la parálisis. Esto pone de relieve su divinidad hasta el punto de que los líderes religiosos en la escena lo acusan de blasfemia. ¿Pero que es lo más importante que ocurre aquí? Jesús no sólo cura el cuerpo del hombre, sino que sana su espíritu y al hacerlo recupera su humanidad. El Jesús de nuestros días tiene los pies plantados firmemente en la vida diaria. Cuando Jesús se encuentra con una persona, sus palabras y acciones se centran en su humanidad y las relaciones.
Nuestra presentación tradicional del Evangelio difiere de la forma en que Jesús trató con la gente. Hablamos con ellos sobre el pecado. Les decimos que necesitan para ser salvo, para que puedan ir al cielo. En otras palabras, tenemos una obsesión, relacionamos el Evangelio con el cielo, pero Jesús tenía otra obsesión diferente, relacionaba al  Evangelio  con las personas.
Te invito a que encuentres un texto en los evangelios donde Jesús les diga a la gente que son pecadores. La gente sabe que son injustos. Sabemos que somos injustos. No necesitamos que nadie nos señale con el dedo. Lo que necesitamos es que alguien nos ama hasta el punto que podamos cambiar. Necesitamos a alguien que realmente se preocupa por nosotros y nos acompaña a lo largo de la vida,  que nos anime a ser las mejores personas  que podamos ser. Nuestra presentación de Jesús en estos días debe estar orientada a la persona y no a su moral o a la vida después de la muerte. Lo que la gente que sufre quiere es solidaridad, no castigo.
Dios se muestra solidario con los hombres y las mujeres que sufren. La solidaridad de Dios con nuestra humanidad es la manifestación suprema del amor. Dios viene a vivir con nosotros y restaura nuestra dignidad y humanidad. Por eso Jesús puede predicar un Evangelio de amor incondicional y de gracia. Es por eso que nosotros podemos compartir un Evangelio de amor incondicional y la gracia. Este es el Evangelio para el siglo XXI




martes, 14 de mayo de 2013

Necesitados de salvación.



Juan 20, 19-23

El Espíritu Santo de Dios no es propiedad de la Iglesia. No pertenece en exclusiva a las religiones. Hemos de invocar su venida al mundo entero tan necesitado de salvación.
Ven Espíritu creador de Dios. En tu mundo no hay paz. Tus hijos e hijas se matan de manera ciega y cruel. No sabemos resolver nuestros conflictos sin acudir a la fuerza destructora de las armas. Nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo ensangrentado por las guerras. Despierta en nosotros el respeto a todo ser humano. Haznos constructores de paz. No nos abandones al poder    del mal.
Ven Espíritu liberador de Dios. Muchos de tus hijos e hijas vivimos esclavos del dinero. Atrapados por un sistema que nos impide caminar juntos hacia un mundo más humano. Los poderosos son cada vez más ricos, los débiles cada vez más pobres. Libera en nosotros la fuerza para trabajar por un mundo más justo. Haznos más responsables y solidarios. No nos dejes en manos de nuestro egoísmo.
Ven Espíritu renovador de Dios. La humanidad está rota y fragmentada. Una minoría de tus hijos e hijas disfrutamos de un bienestar que nos está deshumanizando cada vez más. Una mayoría inmensa muere de hambre, miseria y desnutrición. Entre nosotros crece la desigualdad y la exclusión social. Despierta en nosotros la compasión que lucha por la justicia. Enséñanos a defender siempre a los últimos. No nos dejes vivir con un corazón enfermo.
Ven Espíritu consolador de Dios. Muchos de tus hijos e hijas viven sin conocer el amor, el hogar o la amistad. Otros caminan perdidos y sin esperanza. No conocen una vida digna, solo la incertidumbre, el miedo o la depresión. Reaviva en nosotros la atención a los que viven sufriendo. Enséñanos a estar más cerca de quienes están más solos. Cúranos de la indiferencia.
Ven Espíritu bueno de Dios. Muchos de tus hijos e hijas no conocen tu amor ni tu misericordia. Se alejan de Ti porque te tienen miedo. Nuestros jóvenes ya no saben hablar contigo. Tu nombre se va borrando en las conciencias. Despierta en nosotros la fe y la confianza en Ti. Haznos portadores de tu Buena Noticia. No nos dejes huérfanos.
Ven Espíritu vivificador de Dios. Tus hijos e hijas no sabemos cuidar la vida. No acertamos a progresar sin destruir, no sabemos crecer sin acaparar. Estamos haciendo de tu mundo un lugar cada vez más inseguro y peligroso. En muchos va creciendo el miedo y se va apagando la esperanza. No sabemos hacia dónde nos dirigimos. Infunde en nosotros tu aliento creador. Haznos caminar hacia una vida más sana. No nos dejes solos. ¡Sálvanos!

José Antonio Pagola

miércoles, 8 de mayo de 2013

Amanecer en el lago



                                                                                                           Juan 21, 1-14

Parece que Juan ha terminado su Evangelio. Y lo que narra al final es el encuentro de Jesús con algunos de sus compañeros  en la mañana de Pascua. En este encuentro, Juan resume la esencia de su mensaje.  Jesús  es capaz de pasar a través de puertas cerradas para  ofrecer su paz y para inspirarnos con su Espíritu.
La historia que habíamos leído anteriormente de Tomás indica, todavía, que la fe que Juan quiere suscitar en sus lectores, nunca está libre de la duda. Después, llega lo que aparentemente es el final, muchas cosas podrían ser dichas; las que fueron dichas lo fueron para que vosotros creáis.
El capítulo 21 es como un suplemento al Evangelio de Juan. La primera escena parece muy simple y hermosa a primera vista. No sólo somos escogidos por Cristo, sino que también somos alimentados. El nos recibe en la orilla cuando regresamos cansados y frustrados de nuestro trabajo para darnos nuevos ánimos, nos ofrece un desayuno.  
Pero podemos hacer otras miradas. Podemos mirar los detalles. Jesús llama a cinco discípulos por sus nombres. ¿Por qué esos? ¿Y los otros? Los hijos de Zebedeo, por ejemplo, no aparecieron en el texto hasta ahora. Tampoco se menciona al discípulo amado que mientras tanto juega un rolo tan importante en el Evangelio. Pero están Pedro y Tomás. Pienso que lo que une, por lo menos, los tres primeros, Pedro, Natanael y Tomas, es que ellos dudaron e hicieron una confesión de su fe en Jesucristo, como Salvador y Señor.
Con eso, a mi manera de ver, Juan ya indica su interés principal en ese texto: de prevenir, a sus lectores, de un malentendido peligroso y la de pensar que la fe en la resurrección de Cristo lleva a una vida triunfal, a una caminada de victoria en victoria. Pero no. La realidad es otra. La vida de la fe es y es portadora, también, de dudas.  Tiempos de gran confianza suceden a tiempos de poca certeza, de confusión – algo que todos y todas que caminan con Jesús podrán confirmar. Juan no quiere que los cristianos estén tentados a creer que se puede maquillar la vida cristiana.  
Por eso, Juan juega con otros contrastes que, al mismo tiempo son equívocos en su texto: Entre la noche y el albor de la madrugada. Entre el no reconocer y el conocer. Entre el fracaso y el éxito milagroso de la pesca.
Pero Jesús les está esperando en la orilla del lago. Y los acoge. Tiene el fuego encendido. Y hay un pescado para desayunar. Pero no los acoge como adultos. Les da el tratamiento de niños. Hijitos.
La palabra aquí utilizada, en griego, significa niños pequeños. Son aquellos que aún dependen de sus padres, no hijos e hijas adultas, independientes. Esta denominación va contra nuestras aspiraciones de autonomía. De independencia.
Si, en la orilla del lago Jesús ha preparado el desayuno. Hay brasas. Y este es un detalle que no se nos puede pasar por alto. Es un detalle muy extraño, pero importante. Dos veces en su Evangelio, Juan menciona explícitamente las brasas. Primeramente, hay brasa en el patio del sacerdote Caifás, donde Pedro niega tres veces  conocer a Jesús. Y hay brasa ahora, en la orilla del lago.
Quizás podamos a partir de ahora tener un nuevo símbolo de Resurrección: las brasas. Las brasa del perdón. La brasas de la purificación. Las brasas que nos quitan el pecado que tan fácilmente se pega a nosotros como una sanguijuela.
Y al final, antes que acabe el capítulo hay una anotación de Juan interesante. Dice que ninguno preguntó. En su discurso de despedida, Jesús anuncia que ya no tendremos preguntas. Y es que el encuentro con el Resucitado nos permite entrar y ver algo de lo que es la vida eterna. Si, definitivamente, delante de Dios no tendremos más preguntas. Y es que El es la respuesta a todo.

Benedic Schubert
Pastor
Peterskirche Basel
Zaragoza, 14 Abril, 2013

La bendición de Jesús.



Lucas 24: 46-53

Son los últimos momentos de Jesús con los suyos. Enseguida los dejará para entrar definitivamente en el misterio del Padre. Ya no los podrá acompañar por los caminos del mundo como lo ha hecho en Galilea. Su presencia no podrá ser sustituida por nadie.
Jesús solo piensa en que llegue a todos los pueblos el anuncio del perdón y la misericordia de Dios. Que todos escuchen su llamada a la conversión. Nadie ha de sentirse perdido. Nadie ha de vivir sin esperanza. Todos han de saber que Dios comprende y ama a sus hijos e hijas sin fin. ¿Quién podrá anunciar esta Buena Noticia?
Según el relato de Lucas, Jesús no piensa en sacerdotes ni obispos. Tampoco en doctores o teólogos. Quiere dejar en la tierra “testigos”. Esto es lo primero: “vosotros sois testigos de estas cosas”. Serán los testigos de Jesús los que comunicarán su experiencia de un Dios bueno y contagiarán su estilo de vida trabajando por un mundo más humano.
Pero Jesús conoce bien a sus discípulos. Son débiles y cobardes. ¿Dónde encontrarán la audacia para ser testigos de alguien que ha sido crucificado por el representante del Imperio y los dirigentes del Templo? Jesús los tranquiliza: “Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido”. No les va a faltar la “fuerza de lo alto”. El Espíritu de Dios los defenderá.
Para expresar gráficamente el deseo de Jesús, el evangelista Lucas describe su partida de este mundo de manera sorprendente: Jesús vuelve al Padre levantando sus manos y bendiciendo a sus discípulos. Es su último gesto. Jesús entra en el misterio insondable de Dios y sobre el mundo desciende su bendición.
A los cristianos se nos ha olvidado que somos portadores de la bendición de Jesús. Nuestra primera tarea es ser testigos de la Bondad de Dios. Mantener viva la esperanza. No rendirnos ante el mal. Este mundo que parece un “infierno maldito” no está perdido. Dios lo mira con ternura y compasión.
También hoy es posible buscar el bien, hacer el bien, difundir el bien. Es posible trabajar por un mundo más humano y un estilo de vida más sano. Podemos ser más solidarios y menos egoístas. Más austeros y menos esclavos del dinero. La misma crisis económica nos puede empujar a buscar una sociedad menos corrupta.
En la Iglesia de Jesús hemos olvidado que lo primero es promover una “pastoral de la bondad”. Nos hemos de sentir testigos y profetas de ese Jesús que pasó su vida sembrando gestos y palabras de bondad. Así despertó en las gentes de Galilea la esperanza en un Dios Salvador. Jesús es una bendición y la gente lo tiene que conocer.

José Antonio Pagola

domingo, 5 de mayo de 2013

Ser madre



Madre: que palabra más bella
Todos la decimos sin pensar en ella.
Es de la creación su estrella, lucero, sol y luna llena,
Todo lo cubre, todo lo llena,
en la niñez, en toda la vida, recurrimos a ella.
En el ocaso, cuando se va, hijos y nietos la lloran, la besan;
Se va del jardín la flor más hermosa y bella
Que alumbra y adorna la tierra.

Félix Lobera
Zaragoza