lunes, 25 de agosto de 2014

¿Es Ud. una persona normal?

Romanos 12: 1-8


¿Qué es lo normal?  Bueno decimos que una persona o una conducta es normal cuando la llevan a cabo la mayoría o al menos un número significativo de personas dentro de una determinada comunidad.
Es más, la cultura en la que vivimos tiende muchas veces a aislar o a rechazar a la gente "diferente". Pero más allá de las costumbres, no estaría nada mal si nos preguntásemos si lo normal es necesariamente lo bueno, si lo normal es necesariamente lo mejor. Por ejemplo, podríamos decir que es normal que una persona, especialmente en invierno, tenga una gripe o un resfrío, es normal que alguien en algún momento de su vida tenga caries. Pero ningún médico competente afirmaría, contemplando a su paciente tirado en la cama con 39º de fiebre, que esa persona goza en ese momento de buena salud, ni un odontólogo diría que su paciente con varias caries posee una dentadura perfecta.
En la misma dirección, podemos decir que es normal que  vivamos en las grandes ciudades tan apurados que no tengamos tiempo para  mirar con atención a aquellos necesitados que se cruzan a nuestro paso, es normal que aquellos a quienes nosotros no le resultamos agradables no cuenten con nuestra mayor consideración, es normal que frente a una situación embarazosa respondamos con una respuesta poco sincera.
Es decir que lo que hace que una conducta sea normal tiene mucho que ver con pautas sociales y culturales cuya introyección determina la conducta de las personas. De manera tal que el concepto de normalidad de  estadístico pasa a tener un status sociológico que definiría a lo normal por aquello que la sociedad espera que los individuos realicen.
La sociedad y la cultura establecen una pauta ideal a la que las personas deben ajustarse. La conducta de los individuos se acercará o se alejará de ese mandato cultural.
Pensar la normalidad, entonces, desde lo estadístico supone un criterio vinculado a lo que la mayoría hace, partiendo del hecho de que lo que esta realiza está relacionado con una pauta social. Definir lo normal desde lo estadístico supone saber lo que la cultura espera (o tolera) de las personas.
Pero hablar de pauta ideal, de mayor o menor proximidad respecto a la pauta ideal o esperada, nos hace ver que el criterio de normalidad incluye conceptos de valor. Pero lo que es aceptado por todos, o por la mayoría, no es suficientemente considerado desde una perspectiva crítica.
Probablemente, en esta problemática estaba pensando el Apóstol Pablo cuando escribiéndole a los Romanos les decía: "No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento para que comprobéis cuál es la voluntad de Dios, agradable y perfecta".  Conformarse es la aceptación pasiva a algo o a alguien, pero también nos trae la idea de formarse con. Sería como aceptar un molde así como se adapta la masa a un molde que le dará forma a una comida determinada. Es eso justamente a lo que el Apóstol apunta.
¡Cuántas interpretaciones han sufrido textos bíblicos como este! A raíz de esto muchos vivieron la fe cristiana como un retirarse del mundo o de las problemáticas de la sociedad. Por el contrario, es el mundo el escenario para poner a prueba esta actitud cristiana donde el no conformarse se hace patente. Seguramente, Pablo tenía en mente al decir esto a la persona de Jesús. ¿Quién sino como Él vivió este "no conformarse" como una condición indispensable para andar conforme al Reino de Dios? Y porque vivió como vivió, porque hizo lo que hizo fue a la cruz. Es que la muerte de Cristo nos muestra que la salud de Dios, que la vida de acuerdo al Reino de Dios, es irritante para la normalidad humana.
El apóstol Pablo continúa este pasaje: "Transformaos por medio  de la renovación de vuestro entendimiento para que comprobéis cual es la buena voluntad de Dios agradable y perfecta". Para no conformarse a este siglo no hay que aislarse, hay que convertirse.
Hace falta una nueva manera de pensar, nuevos impulsos en la dimensión del sentir, un nuevo y necesario estímulo para la acción.
Muchas veces el Apóstol habló sobre la conversión a no creyentes. En el libro de los Hechos y en sus Cartas encontramos pasajes que orientan en esa dirección. Pero en esta oportunidad se está dirigiendo a una iglesia. Le habla de convertirse a creyentes. Y con esta idea está proponiendo un concepto muy importante en relación con la conversión.
Hay un proceso de crecimiento en la vida del creyente, indispensable,  que debe estar encaminado por la presencia del Espíritu que dinamiza esa fe y la pone en acción. Si este proceso no es permanente la vida cristiana se torna chata y limitada.
"Presentad vuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo, que es vuestro culto racional". No se trata solo  del culto de los domingos. Se trata de la vida mirada en sí misma como un acto de adoración cotidiana.  Para esto también existe la iglesia. No es casual que a renglón seguido que habla de no conformarse a este mundo, aparece el tema de  la iglesia.
La iglesia es la comunidad de los que no se conforman a este siglo, la comunidad de los que ya empezaron a vivir este nuevo tiempo de Dios, la iglesia es la comunidad de los convertidos que están en el proceso de la conversión. Por eso el proceso de conversión necesita también de la experiencia de comunión.
Vivir en un mundo con modelos que niegan la presencia del Reino y que se meten en nuestra conducta,  nos demos cuenta  o no, hace que se haga difícil crecer en los valores del Reino aislados de otros creyentes que buscan lo mismo.
Por eso Pablo propone la conversión en relación con la comunión en un contexto de adoración. Para Pablo lo que legitima el culto de la comunidad es el culto cotidiano que se vive en este "no conformarse a este mundo" haciendo de nuestro cuerpo un viviente visible de tal adoración. Aquel que nos dio la vida, recibe de nosotros la vida como un acto de entrega. Se trata de poner el cuerpo. Muchos quieren entregar el Espíritu, pero no se mueven de donde están ni evolucionan.
Para Pablo, el verdadero culto es la ofrenda del cuerpo y de todo lo que se hace diariamente con Él a Dios. Es decir adorarle realmente es ofrecer a Él la vida de cada día, en la fábrica, en la escuela, en el negocio, en la familia, "no conformándonos a este siglo". Por eso, la idea de la iglesia como cuerpo vuelve a aparecer en este párrafo en forma práctica e integrada como ya había aparecido en otras cartas. Hacerse discípulo de Jesús es unirse a una nueva comunidad donde se viven los valores contraculturales del Reino de Dios.
Una comunidad cristiana que tome en serio las palabras  del Apóstol  generará espacios de crítica contracultural de todo aquello que  aleja de la vida verdadera que Jesús vino a enseñar y dará a sus miembros, a través del discernimiento de dones, de la asistencia mutua y la promoción de actividades de aprendizaje,  la fuerza y la motivación para mantenerse firmes renovando el entendimiento y buscando discernir "la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta".

Hugo N. Santos

miércoles, 20 de agosto de 2014

¿Cuál es la diferencia entre un neo-calvinista y un nuevo calvinista?

Una serie de explicaciones relativamente breves y precisas, sobre todo de la terminología cristiana acerca de los términos: neo-calvinista y nuevo calvinista

¿Qué es un neo-calvinista? 
 
En 2009, Time incluyó la revista El nuevo calvinista en su lista de las 10 ideas para cambiar el mundo. El autor de la función, David Van Biema, utilizó la frase autores y ministros neo -calvinistas , para referirse a figuras como John Piper, Mark Driscoll, Al Mohler, y Justin Taylor. Aunque el nuevo calvinismo es un movimiento no exactamente nuevo. El colaborador de TGC , Collin Hanson, había escrito el libro sobre el movimiento, El viaje de un periodista con los neo calvinistas, el año anterior, y el termino neo calvinista fue incluido en el léxico popular.

Algunas personas que se autodenominan neo calvinistas (del otro tipo, que vamos a llegar al siguiente párrafo) creen que el movimiento Neo calvinista está mejor representado por el término "neo-puritanismo". (Puritano en el sentido positivo de Jonathan Edwards, no en denigratorios significados como de HL Menken) Como Ray Pennings escribió en la revista Canadian Neocalvinist, este comentario: mientras que los dos movimientos afirmar verdades similares y apelar a las mismas fuentes relacionadas con la aplicación de la totalidad de los datos bíblicos en el contexto contemporáneo, El neopuritanismo se inclina más hacia la piedad individual y renacimiento eclesial, y el neocalvinismo se inclina más hacia el activismo social y la renovación cultural.

¿Qué es un neo calvinista? 

Aunque el prefijo griego neo , significa "nuevo, joven, reciente", el uso original de la etiqueta neo calvinista se remonta al siglo XIX (que, por el calvinismo, es todavía relativamente nuevo). El término se refiere a un movimiento calvinista holandés asociado con el teólogo y ex primer ministro holandés Abraham Kuyper. La definición del credo neo calvinista, a menudo se resume en la reivindicación de Kuyper: "No hay un centímetro cuadrado en todo el dominio de la existencia humana sobre la que Cristo, quien es soberano sobre todo, no proclama: Es mio"

A pesar de los neo-calvinistas, también conocidos como nuevos calvinistas, y neo calvinistas, Kuyperians (aka) tienden a compartir una amplia gama de posiciones teológicas, las diferencias surgen a menudo en sus énfasis y el lenguaje. Mientras que los calvinistas nuevos tienden a concentrarse en la renovación de la iglesia local y los términos de uso asociados con el calvinismo tradicional, los Kuyperians generalmente tienen por objeto la renovación cultural y el uso de la jerga con connotaciones específicas para el movimiento, por ejemplo, la soberanía de las esferas.

Joe Carter

viernes, 15 de agosto de 2014

La desesperación es una incubadora de la fe.

Mateo 15: 21-28

La mujer cananea es una de dos personas quienes Jesús alaba su gran fe. El primero es el centurión en Mateo 8, quien dice que Jesús no tiene que venir en persona para curar a su criado, que la palabra sola es suficiente. Jesús exclama: De cierto os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe (8,10).
En Mateo 15 Jesús hace una excursión al norte a la región de Tiro y Sidón, y allí esta mujer cananea, que no es judía, ni israelita y le pide que cure a su hija. Después de un rechazo inicial, la persistencia y la fe de esta mujer impresionan a Jesús y dice: ¡Mujer, grande es tu fe (15,28)!
¿Qué podemos aprender de esta mujer con una gran fe?
Nos llaman la atención las personas que tienen poca fe, en contraste con el centurión y la mujer cananea que tienen una gran fe. En dos ocasiones Jesús reprende a los doce discípulos por su poca fe. En el capítulo 8, justo después del relato del centurión de mucha fe, los discípulos se encuentran en una tormenta que amenaza hundir el barco. Despiertan a Jesús, y él les dice: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe?
Más adelante, en el capítulo 16 después de que Jesús ha alimentado a 4000 personas, los discípulos se encuentran sin pan y comienzan a discutir. Jesús pregunta: ¿Por qué discutís entre vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan?
Los discípulos son israelitas, y judíos, son llamados por Jesús y le siguen como discípulos, pero les reprende por su poca fe. Pero alaba la fe del centurión y de la mujer cananea. Todos estos tienen fe, pero unos tienen poca y otros tienen mucha. Nosotros que hemos hecho confesión de fe, que somos bautizados, que asistimos con regularidad a la celebración dominical, que decimos ser creyentes, ¿tenemos mucha fe o poca? ¿Hay vecinos y gente en la sociedad que no han hecho confesión de fe, que no son bautizados, que no asisten nunca a ninguna capilla, que no profesan ser creyentes, pero que tienen mucha fe?
La desesperación es la incubadora de la fe. No es la única, pero es una muy importante. A veces, aun para personas fieles en la iglesia, una circunstancia amenazante despierta la fe o les lleva a una dimensión nueva y más profunda de ella.
A veces en medio de las crisis que tocan a la puerta que nuestra fe se hace profunda y echa raíz. Y quizás nos podamos hacer una pregunta: ¿Por qué es tan necesaria una crisis o un sentido de desesperación para experimentar la fe profunda? Cuando uno no está en crisis, es confiado en sí mismo. Se siente independiente. Uno piensa que con los recursos que tiene le puede con cualquier situación.
Hemos de darnos cuenta que la fe tiene un aspecto humillante. La esencia de la fe es la confianza plena en el otro, que es el opuesto de depender de uno mismo. Nos cuesta pedir favores. Preferimos ser autosuficientes. ¿No te has sentido humillado pedir ayuda a alguien? La fe atenta contra nuestro orgullo. Pero la mujer de nuestra historia pide ayuda.
Pero cuando uno está tan desesperado como esta mujer cananea, dejamos el orgullo al lado, nos humillamos y nos acudimos a Jesús. Dejamos toda pretensión al lado, reconocemos nuestra inutilidad e impotencia, y esta es la buena tierra para cultivar la fe. La fe es la dependencia, la entrega de uno mismo al otro, la confianza plena en el otro, y resistimos fuertemente todo esto porque queremos ser autosuficientes, pretendemos ser potentes y no impotentes, deseamos poder vivir sin Dios.
En realidad, la fe no es tan humillante. Al principio parece así, pero cuando uno ha caminado en la fe por un tiempo descubre que es totalmente al contrario. Porque la fe es un instrumento de relación, una relación con Dios, con un Dios que nos ama.
La fe tiene una finalidad. La mujer grita: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí!. Todos estos títulos son títulos de soberanía y autoridad. Y cuando nos enfocamos en la soberanía plena de Dios, que le corresponde, nos sentimos humillados. Pero la realidad es que Dios ejerce su soberanía en un contexto de amor. Jesús ama a esta mujer. Ella le ve como un soberano y se enfoca su fe en él como soberano, pero seguramente no termina allí. A través de la humildad, que es necesaria para la fe, descubrimos un amor profundo, incondicional que nos acepta y nos transforma.
La fe se inicia con una sumisión a un soberano potente que puede hacer lo que nosotros no podemos hacer, pero nos lleva a una relación de amor que inspira una confianza plena donde nos descansamos en los brazos del Señor. La fe se inicia con un sentido de desesperación, y nos lleva a un sentido de plenitud.
¿Es así tu fe? Te invito a compartir la fe de la mujer cananea.


Mark Abbott

martes, 12 de agosto de 2014

En medio de la crisis.

Mateo 14:22-33

No es difícil ver en la barca de los discípulos de Jesús, sacudida por las olas y desbordada por el fuerte viento en contra, la figura de la Iglesia actual, amenazada desde fuera, por toda clase de fuerzas adversas, y tentada desde dentro, por el miedo y la poca fe. ¿Cómo leer este relato evangélico desde la crisis en la que la Iglesia parece hoy naufragar?

Según el evangelista, Jesús se acerca a la barca caminando sobre el agua. Los discípulos no son capaces de reconocerlo en medio de la tormenta y la oscuridad de la noche. Les parece un fantasma. El miedo los tiene aterrorizados. Lo único real es aquella fuerte tempestad.

Este es nuestro primer problema. Estamos viviendo la crisis de la Iglesia contagiándonos unos a otros desaliento, miedo y falta de fe. No somos capaces de ver que Jesús se nos está acercando precisamente desde esta fuerte crisis. Nos sentimos más solos e indefensos que nunca.

Jesús les dice tres palabras: Ánimo. Soy yo. No temáis. Solo Jesús les puede hablar así. Pero sus oídos solo oyen el estruendo de las olas y la fuerza del viento. Este es también nuestro error. Si no escuchamos la invitación de Jesús a poner en él nuestra confianza incondicional, ¿a quién acudiremos?

Pedro siente un impulso interior y sostenido por la llamada de Jesús, salta de la barca y se dirige hacia Jesús andando sobre las aguas. Así hemos de aprender hoy a caminar hacia Jesús en medio de la crisis: apoyándonos, no en el poder, el prestigio y las seguridades del pasado, sino en el deseo de encontrarnos con Jesús en medio de la oscuridad y las incertidumbres de estos tiempos.

No es fácil. También nosotros podemos vacilar y hundirnos como Pedro. Pero lo mismo que él, podemos experimentar que Jesús extiende su mano y nos salva mientras nos dice: Hombres de poca fe, ¿por qué dudáis?.

¿Por qué dudamos tanto? ¿Por qué no estamos aprendiendo apenas nada nuevo de la crisis? ¿Por qué seguimos buscando falsas seguridades para sobrevivir dentro de nuestras comunidades, sin aprender a caminar con fe renovada hacia Jesús en el interior mismo de la sociedad secularizada de nuestros días?

Esta crisis no es el final de la fe cristiana. Es la purificación que necesitamos para liberarnos de intereses mundanos, triunfalismos engañosos y deformaciones que nos han ido alejando de Jesús a lo largo de los siglos. Él está actuando en esta crisis. Él nos está conduciendo hacia una Iglesia más evangélica. Reavivemos nuestra confianza en Jesús. No tengamos miedo.

Joseé Antonio Pagola