miércoles, 15 de mayo de 2013

Cuando hablamos de Jesús, ¿de qué Jesús estamos hablando?



Mateo 16: 13-15

Uno de los grandes desafíos que enfrenta cualquier persona en Aragón que quiere hablar acerca de Jesucristo es que la imagen cultural de Cristo que la mayoría de la gente tiene y la imagen de la Escrituras  son muy diferentes. En Aragón, Cristo se asocia con las procesiones de Semana Santa, es un Cristo sufriente ya sea llevando su cruz y clavado en ella. La imagen de Cristo en esta nuestra tierra es la de un hombre sufriente.
¿De dónde la gente obtiene su idea de Jesús Cristo? De nosotros! De la gente de la iglesia. De las personas que dicen ser sus seguidores.
David Kinnaman y Gabe Lyons son investigadores del Grupo Barna, y pusieron los resultados de tres años de estudio en un libro: No cristianos: ¿Qué piensan los jóvenes sobre el cristianismo? Ellos entrevistaron a jóvenes de entre 16 a 29 años, y aquí daré algunas opiniones que dieron los jóvenes como ellos ven a los cristianos.
Los cristianos en su gran mayoría son críticos y sinceros. Pero sólo están interesados ​​en la salvación es decir, les preocupa más lo que ocurre después de su muerte. Los cristianos no parecen estar interesados ​​en lo que le ocurre a las personas ahora, en nuestros días. Los cristianos viven vidas protegidos en un pequeño grupo. Quieren  imponer sus puntos de vista sobre el resto de las personas. Esto refleja su sentido de superioridad.
¿Somos nosotros así? ¿Los jóvenes que conocemos nos ven así? ¿Nuestros hijos y nietos piensan esto de nuestra iglesia? Quizás tengamos que volver a releer el relato de Mateo.
Hay que renovar nuestra visión de Cristo. Como seguidores de Jesucristo, debemos hacer un serio examen de conciencia. No necesitamos una campaña de relaciones públicas para cambiar nuestra imagen. Necesitamos renovar nuestra propia visión de lo que Cristo es y lo que se trata. Hemos quedado atrapados en el pasado y sumido en la tradición demasiado tiempo.
Lo que llenaba esta capilla en los años 60, ya no la llena hoy. Lo que tenía sentido en el siglo XVI  no tiene sentido ahora. Para nuestra generación más joven de la manera que hemos estado haciendo la iglesia y expresar nuestra fe parece estar totalmente fuera de contacto con la realidad. Si yo les pidiera que me dijeran cómo es Cristo para Uds.  ¿Cómo lo caracterizan?
El cristianismo actual centra su mensaje en el pecado y no una gracia. Por tanto se da una imagen de Jesús como juez que nos va diciendo lo que es bueno y lo que es malo. Pero este Jesús me recuerda mucho a mi padre o al pastor de mi iglesia cuando era más joven. Lo que la gente escucha habitualmente desde el púlpito es que Dios está tan ofendido por la humanidad que exige un sacrificio sangriento para ser apaciguado.
Para aquellos que no conocen nuestra iglesia sino que simplemente se dejan guiar por lo que otros dicen desde  lejos, nosotros estamos obsesionados con el poder, la moral y la riqueza. Hoy en España hay todo una campaña entre los líderes evangélicos para ser recibidos por los líderes políticos e invitarles a desayunar y a orar. Esta campaña se llama España oramos por ti. Pero sobre las personas desahuciadas, los que están sin empleo, los que lo han perdido todo no se dice nada.
Seamos honestos. Mientras la iglesia aparezca en escena como una comunidad poderosa y triunfante el evangelio no le interesará a ningún hombre o mujer de nuestro tiempo.
En el texto que hemos leido aparece uno de los títulos que se da Jesús a sí mismo: Hijo del hombre. En evangelio de Marcos, el primero en ser escrito, el evangelista recoge las palabras de Jesús: Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Para el siglo XXI, debemos recuperar la humanidad de Jesús. Tenemos que poner su humanidad y divinidad de nuevo juntos otra vez y descubrir cómo la divinidad se revela en ya través de su humanidad. Jesús es Hijo del hombre e Hijo de Dios, y vemos a Dios a través del hombre. La resurrección no niega la humanidad de Jesús, sino al contrario revela que la divina estaba presente en el Jesús humano todo el tiempo. Vemos lo divino en lo humano.
Tal vez podemos comprender esto mejor recordando un relato. Cuando algunos amigos bajaron a un paralítico por el techo y lo colocan delante de Jesús, ¿qué hace Jesús? Él perdona los pecados del hombre y cura la parálisis. Esto pone de relieve su divinidad hasta el punto de que los líderes religiosos en la escena lo acusan de blasfemia. ¿Pero que es lo más importante que ocurre aquí? Jesús no sólo cura el cuerpo del hombre, sino que sana su espíritu y al hacerlo recupera su humanidad. El Jesús de nuestros días tiene los pies plantados firmemente en la vida diaria. Cuando Jesús se encuentra con una persona, sus palabras y acciones se centran en su humanidad y las relaciones.
Nuestra presentación tradicional del Evangelio difiere de la forma en que Jesús trató con la gente. Hablamos con ellos sobre el pecado. Les decimos que necesitan para ser salvo, para que puedan ir al cielo. En otras palabras, tenemos una obsesión, relacionamos el Evangelio con el cielo, pero Jesús tenía otra obsesión diferente, relacionaba al  Evangelio  con las personas.
Te invito a que encuentres un texto en los evangelios donde Jesús les diga a la gente que son pecadores. La gente sabe que son injustos. Sabemos que somos injustos. No necesitamos que nadie nos señale con el dedo. Lo que necesitamos es que alguien nos ama hasta el punto que podamos cambiar. Necesitamos a alguien que realmente se preocupa por nosotros y nos acompaña a lo largo de la vida,  que nos anime a ser las mejores personas  que podamos ser. Nuestra presentación de Jesús en estos días debe estar orientada a la persona y no a su moral o a la vida después de la muerte. Lo que la gente que sufre quiere es solidaridad, no castigo.
Dios se muestra solidario con los hombres y las mujeres que sufren. La solidaridad de Dios con nuestra humanidad es la manifestación suprema del amor. Dios viene a vivir con nosotros y restaura nuestra dignidad y humanidad. Por eso Jesús puede predicar un Evangelio de amor incondicional y de gracia. Es por eso que nosotros podemos compartir un Evangelio de amor incondicional y la gracia. Este es el Evangelio para el siglo XXI




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