jueves, 27 de agosto de 2015

¿Habrá animales en el cielo?


Ve tan lejos en la historia como puedas, y te darás cuenta de que siempre ha existido un vínculo entre las personas y los animales. Una conexión más vital que con cualquier otra parte de la creación.

Comenzó al principio. Dios no le preguntó a Adán: ¿Cuál es el nombre de esta roca? ¿Y el de esta planta? O ¿Cómo se llama este río? Pero lo hizo traer todos los animales del campo y todas las aves del cielo a Adán para que pudiera nombrarlos (Gén 2:19). De hecho, esto sirvió para un doble propósito: no sólo fueron nombrados, sino que se buscaba acompañamiento.  La Escritura dice que, de todos estos animales, ellos no había ayuda idónea para él (Gén.2:20). Por lo tanto, Eva fue posteriormente hecha a mano del propio cuerpo de Adán como la ayuda idónea. En el principio, por lo tanto, la vida humana y la vida animal humano estaban mucho más próximas que lo que a veces sospechamos.

Si seguimos hacia delante, unas cuantas generaciones, y observamos que este vínculo se manifiesta una vez más. Cuando la gran inundación lo destruye todos, menos a ocho personas en el mundo, Noé y su familia están a salvo en un barco que si nos recuerda algo es a un zoológico flotante. Cuando salen del arca, los humanos y los animales, se habla en la teología de una especie de nueva creación. Dios consideró oportuno no sólo preservar la humanidad en este nuevo comienzo, sino también a los animales.

Y un relato más. Cuando Dios amenazó con demoler Nínive a menos que se arrepintieran de su mala conducta, el rey ordenó que en toda la ciudad, los hombres, animales, bueyes, o manada no debería comer o beber como señal de compunción. De hecho, continuó, el hombre y la bestia deben estar cubiertos de cilicio (Jonás 3: 8). Cuando Jonás pone mala cara, porque las cosas no salieron con el esperaba, Dios le pregunta: ¿No debería tener compasión de Nínive, la gran ciudad en la que hay no más de ciento vente mil personas que no saben la diferencia entre su mano derecha y la mano izquierda, así como muchos animales? (Jonás 4:11). Esa última frase:  y muchos animales, nos aclara algo de Dios, no sólo es compasivo con la gente de Nínive. Sino que los animales estaban necesitando de la misericordia también.

Pero, ¿hasta dónde se extiende esta misericordia? Para los límites de esta vida o más allá? ¿Habrá perros y caballos y los pájaros en el cielo? ¿O son estos animales sólo una parte de los dones de este mundo?

Hay una doble respuesta a esa pregunta. En primer lugar, no, no hay ninguna promesa de que habrá animales en el cielo. Pero el cielo no es el objetivo final de la humanidad. Cuando los creyentes mueren, van al paraíso, en la presencia de Cristo, pero no se nos anticipa el don culminante de Dios: la resurrección del cuerpo. Desde ahora y hasta el regreso de Jesús en el último día, los creyentes están esperando por Dios para levantar y glorificar a sus cuerpos. Cuando eso suceda, los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos serán destruidos con el corazón intenso, y la tierra y las obras serán quemadas (2 Pedro 3:10). Entonces, según su promesa, Dios nos  ofrecerá un cielo nuevo y una tierra nueva, en los cuales mora la justicia ( 2 Pe.3:13).

¿Cómo serán esos nuevos cielos y esa nueva tierra? Isaías lo describe como un lugar donde ya no hay llanto y dolor, sino regocijo (Is.65: 17-19). Las personas edificarán casas y vivirán en ellas, se plantarán viñedos y se podrá disfrutar de sus frutos. Todo será mejorado, mejor que el Edén. De hecho, el lobo y el cordero pacerán juntos, y el león comerá paja como el buey (Is. 65:25). Por otra parte, cuando el profeta describe las bendiciones de la nueva creación en Cristo, dice, el lobo habitará con el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, y el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos; y un niño pequeño los conducirá (Is.11: 6).

Así que, ¿habrá animales en el cielo? No, no se nos da esa promesa. Pero ¿habrá animales en los nuevos cielos y la nueva tierra, donde vamos a residir en resucitados, cuerpos glorificados? Sí, esa es la forma en que nuestro Padre ha descrito la nueva creación que esperamos.

Nuestro lugar de descanso final es de hecho un lugar recreado. No vamos a estar rasgando arpas, como muchas pinturas intentan hacernos creer, descansamos en mullidas nubes. Más bien, tendremos cuerpos. Vamos a comer y beber. Vamos a disfrutar de una creación aún mejor de lo que disfrutaron Adán y Eva. De la misma manera que nuestros primeros padres tenían un vínculo con los animales nosotros podremos disfrutar de una nueva creación que incluye animales.

Todo esto va a ser porque en Cristo, Dios nuestro Padre está haciendo todas las cosas nuevas (Ap 21: 5). Su resurrección es la fuente de vida de la nueva creación. Y él se complace en darnos un lugar donde podamos vivir con él, en armonía con la creación. Allí, los hijos de Adán, volverá a disfrutar de la compañía de los animales que él nombró hace tanto tiempo atrás.


Chad Bird

miércoles, 12 de agosto de 2015

Cuando Dios arrastra sus pies.



Ellos son la única pareja en la Biblia que se ríen de Dios. Abraham primero y más tarde su esposa, Sarah. ¿Pero quién les puede culpar?  Si  el escenario es hilarante. Esperan un cuarto de siglo para que Dios haga cumpla la promesa de darles un hijo. Abraham es de setenta y cinco años y Sarah sesenta y cinco. Así que esperar. Y esperan durante veinticinco años. Estos tortolitos envejecidos hacen el acto de amor, pero no acaba de llegar el bebé. La última vez que Dios les asegura que van a tener un hijo, Abraham inclina el rostro y se ríe (Gen 17:17) y Sarah, más tarde, se ríe como una colegiala (18:12). Asi que muy apropiadamente, es por lo tanto, que cuando su bebé viene al mundo el próximo año, le nombran, la risa. O como lo conocemos nosotros, Isaac.

Me siento feliz de que Abraham y Sara pudieran reír. Creo que la mayoría de nosotros no hubiéramos encontrado en este escenario un motivo de alegría.. De hecho, cuando esperamos que Dios cumpla lo que nos ha prometido, aunque sea por un par de semanas o meses, hacemos de todo menos reírnos. Esperar nos duele. Por eso murmuramos. A menudo nos enojamos con Dios por ir por la vida arrastrando los pies.

Es tal vez no es de extrañar que una de las preguntas más comunes en el libro de los Salmos que se hacen los autores es: Oh Señor, hasta cuándo? Pero veamos unos ejemplo de  esas oraciones que hacemos en nuestros días y donde algunos podrán decir Amén
Oh Señor, ¿cuánto tiempo necesitas para quita el cáncer que está destruyendo mi cuerpo?
Oh Señor, cuánto tiempo voy a estar esperando que me ofrezcan un trabajo?
Oh Señor, ¿cuánto tiempo más necesitas para ver que mi matrimonio no funciona?
Oh Señor, ¿por qué tus pies son tan lentos mientras  nuestras almas están hundiéndose en la desesperación?

Para la mayoría de nosotros, esperando la acción de Dios no es divertido. Nada divertido. Nos hace preguntarnos si realmente le importamos. ¿O será que ÉL se ha olvidado de nosotros? En nuestras horas más oscuras, podemos preguntarnos si los ateos no tendrán algo de razón cuando dicen que  nuestras oraciones no son más que palabras repugnantes vomitadas a un cielo vacío.

Pero la verdad es otra. Dios está. Incluso cuando no le vemos.  Dios se preocupa por nosotros. Y el cielo no está vacío, sino lleno de un Dios que cesa en pensar en nosotros de día y de noche.  Como dice Isaías: ¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho? (49:15). Cada vez que oramos, Señor, ¿hasta cuándo? La respuesta es siempre la misma: Has muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Col 3, 3). Tú puede objetar: Pero esa no es la respuesta que yo quería escuchar. Y tienes razón, no es lo que tú deseas, pero es una respuesta.  Es una respuesta sincera. Y es la mejor respuesta que se te puede ofrecer.

Dios no nos ofrece una máquina del tiempo; ÉL nos ha dado a su Hijo. Y lo ha hecho para que no tenemos que esperar un solo segundo sin vida. Hemos muerto, y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Esta es una promesa que ya está cumplida. Nosotros somos el cuerpo de Cristo.  Nosotros somos abrazados por Padre cuando regresamos a casa y de ese abrazo no es fácil desprenderse.

Así el Padre responde a nuestras insistentes preguntas: ¿Por cuánto tiempo? ¿Cuántas oraciones más son necesarias? Responde con un abrazo.  Pero responde. Dice la escritura a modo de recordatorio que el que pide, recibe; el que busca, encuentra; al que  llama a la puerta, se le abrirá. Ciertamente El no va a ignorar tus súplicas de misericordia.  Y por eso te ofrece una respuesta. Una respuesta que quizás no es la que quieres oír. Una respuesta que lleva el nombre de Cristo. Nuestras vidas, nuestras angustias, nuestras lágrimas y desengaños, todos ellos están escondidos con Cristo en Dios.

Los caminos de Dios son hilarantes. Extravagante. Tan locos que a veces lo único que podemos hacer es reír. Lo único. Y es que antes estábamos, muerto, y ahora vivimos. Antes estábamos, pensando que no teníamos esperanza  y ahora la esperanza crece dentro de nosotros. Como Isaac en la matriz de Sara. Dios nos sigue asombrando. Siempre está lleno de sorpresas. Siempre hace lo que no esperamos. Y es que no hay nada más sorprendente en este mundo que un amor que no conoce límites, que no claudica ante los horarios, pero que te reconoce y te sostiene apretado entre sus brazos.

A veces el mejor amén que podemos ofrecer ha de sonar como una risa.

Chad Bird