jueves, 31 de marzo de 2011

Encontrarnos con la luz

Jn 9,1-41

Todos somos ciegos hasta que hemos aceptado la luz. Si después del recorrido, confiesas a Jesús como el Señor, están en condiciones de ser bautizados.

Todo el relato de Juan en esta mañana es simbólico. Con él se está proponiendo un proceso que lleva al hombre de las tinieblas a la luz; de la opresión a la libertad; de no ser nada a ser hombre cabal. Jesús tiene que alejarse del templo huyendo de los fariseos que querían apedrearle por haber dicho: “Yo soy la luz del mundo”. Lo repite y lo va a demostrar con hechos, dando la vista al ciego. Jesús no le consulta antes, porque siendo ciego de nacimiento, no sabe lo que era la luz y por lo tanto, no puede desearla de manera especial. Sin embargo no suprime su libertad, le ofrece la oportunidad, pero la decisión queda en sus manos. Tendrá que ir a lavarse a la piscina, para llegar a ser él mismo. Los demás personajes siguen en su ceguera: fariseos, apóstoles, paisanos, padres son símbolos de la dificultad de aceptar la luz cuando amenaza con iluminar lo que no queremos ver.

Dice Juan que Jesús mezcla la tierra con la saliva. Aquí está la clave de todo el relato. El ciego es ahora un “ungido”, como Jesús. El hombre carnal ha sido transformado por el Espíritu. La duda de la gente sobre la identidad del ciego, refleja la novedad que produce el Espíritu. Siendo el mismo, es otro. Hay gran diferencia entre el hombre sin iniciativa ni libertad y el hombre libre. De ahí que el ciego utilice las mismas palabras que tantas veces en Jn utiliza Jesús para identificarse: "Soy yo". Esta fórmula refleja la identidad del hombre transformado por el Espíritu. Descubre la transformación que se ha operado en su persona y quiere que los demás la vean.

La doble mención de untar-ungir y la de la piscina, término que era utilizado para designar la fuente bautismal, nos muestra que se está construyendo este relato a partir de los ritos de iniciación (bautismo) de la primera comunidad. No se había mencionado que el ciego era mendigo (pedía limosna, sentado). Estaba inmóvil, impotente, dependiendo de los demás. Este punto de partida es clave para resaltar el punto de llegada. Jesús le va a dar la movilidad y la independencia. Le hace hombre cabal. Tampoco se menciona que era sábado hasta mediada la narración. Jesús no tiene en cuente esa circunstancia a la hora de hacer bien al hombre. Amasar barro estaba explícitamente prohibido por la interpretación farisaica de la Ley. El amasar el barro el día séptimo, prolonga el día sexto de la creación. Jesús termina la creación del hombre.

A los fariseos no les interesa el hecho de la curación, sino el cómo; porque ahí se podía descubrir la infracción. No se alegran del bien del hombre; lo humano se analiza sólo a través de lo legal. Los fariseos acuden a los padres para desvirtuar el hecho que no pueden negar. Los padres no tenían culpa, pero tienen miedo. Son gente sometida, en tinieblas. La pregunta es triple: ¿Es vuestro hijo? ¿Nació ciego? ¿Cómo recobró la vista? El hecho es tan evidente que, por sí mismo está acusando a los fariseos. Los padres responden a las dos primeras preguntas, pero a la tercera, la más importante, no se atreven a responder. El miedo les impide aceptar cualquier complicidad con el hecho. Ante los fariseos, los padres temen que pueda considerarse un crimen que el ciego vea, por ello quieren eludir toda responsabilidad. Tiene miedo de ser expulsados de la institución. Están atemorizados, porque no pueden imaginar que exista otra salida.

Al fallarles la argucia empleada con los padres, intentan confundir al ciego. Quieren, por todos los medios, conseguir la lealtad del ciego aún en contra de la evidencia. Condenan a Jesús en nombre de la moral oficial y pretenden que le condene también el que ha sido curado. Ellos lo tienen claro, Dios no puede estar de parte del que no cumple la Ley. Dios no puede actuar contra el precepto ni siquiera en benefició del hombre. Quieren hacerle ver que la vista de que ahora goza es contraria a la voluntad de Dios. Siguen defendiendo su postura negando la evidencia. Enemigos de la luz, con la mentira pretenden extinguirla

Al contrario que los padres, el ciego no tiene miedo de expresar lo que piensa ante los jefes. El hombre no quiere meterse en cuestiones teológicas. A las teorías teológicas, opone los hechos. Puede que se haya quebrantado la Ley, pero lo que ha sucedido es tan positivo para él, que se tiene que hacer la pregunta: ¿No estará Jesús por encima del sábado? Ha experimentado el amor gratuito y liberador. Él sabe ahora lo que es ser un hombre cabal y, gracias a eso, sabe también lo que es Dios. Él ahora ve, los maestros están ciegos. Descubre que en Jesús, está presente Dios. El hombre utiliza una teología admitida por todos. Dios no puede conceder a un descreído, realizar una obra tan extraordinaria.

Los fariseos están tan seguros de su Ley, que no dudan en negar la misma realidad. Pero al ciego le es imposible negar lo que personalmente ha vivido. Por no negar su propia experiencia ni renunciar al bien que ha recibido, lo expulsan. Con su mentira han querido apagar la luz-vida. Al no conseguirlo, el hombre no puede permanecer dentro del ámbito de la muerte-tiniebla que es la sinagoga. Lo mismo que Jesús tuvo que salir del templo, el ciego que ha recibido la luz, tiene que salir de al sinagoga.

"Fue a buscarlo", no significa un encuentro fortuito, sino el fruto de una actividad con la intención de encontrar algo o a alguien. El contraste salta a la vista. Los fariseos lo expulsan, Jesús lo busca. No le dice, como al inválido de la piscina, que no vuelva a dejarse someter, porque ya había superado la prueba manteniéndose firme ante los fariseos. Con su pregunta va a acabar la obra de iluminación que había comenzado. La acción de Jesús había hecho descubrir al ciego una nueva manera de ser hombre, cuyo modelo era "el Hombre". Jesús quiere que tome conciencia de esta realidad.

El relato termina con la plena aceptación de Jesús. "Se postró” es el mismo verbo con que se designa la adoración debida a Dios 4,20-24. El gesto de postrarse para adorar a Jesús no es infrecuente en los sinópticos, sobre todo en Mt, pero éste es el único pasaje de Jn en que aparece. Jesús, el Hombre, es el nuevo santuario donde se verifica la presencia de Dios. El ciego, expulsado, encuentra el verdadero santuario, Jesús, donde se rinde el culto en espíritu y verdad, anunciado a la Samaritana. Este culto no se puede dar a Dios más que en el hombre, porque consiste en la práctica del amor.

Termina el relato con una proclamación solemne de Jesús: “para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean y los que creen ver se queden ciegos”. Naturalmente, estas no son palabras de Jesús sino de los cristianos de finales del s. I. clara alusión a los fariseos que se revuelven contra Jesús. ¿También nosotros estamos ciegos? Para ellos, los conocedores y cumplidores de la Ley, que tenían por ciegos a los demás, era inconcebible que alguien pudiera tenerles por ciegos. Pero la respuesta de Jesús deja muy clara la realidad sangrante: Los que más cerca se creen de Dios, son los que menos le conocen. Esto debía hacernos pensar, porque también puede pasarnos a nosotros.

José Antonio Pagola.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Rut ó ¿qué es lo que nos hace sentirnos unido a una persona?

Tema 8 El Antiguo Testamento y el arte de la resiliencia
Miércoles 30 Marzo

I. Introducción.

Trata a las personas como si fueran lo que podrían ser,
y ayúdales a convertirse en lo que podrían llegar a ser.
J. W. Goethe

La calidad de nuestras relaciones define en gran parte la calidad de nuestra vida. Las personas resilientes se caracterizan además por saberse autorregular por tener habilidades sociales. Su conocimiento personal de ellos y de su entorno le permite evaluar las motivaciones y las reacciones de otras personas, así como la de ellos mismos. Las personas resilientes no dudan en acudir por ayuda cuando la situación lo requiere. No dudan en hablar con los demás y contar su experiencia de vida. Pero a la vez saben desmarcarse de las exigencias desmesuradas de los demás o tratar de cumplir las expectativas ajenas.

Las personas no resilientes nunca se evalúan, nunca se preguntan el por qué de sus reacciones. Las personas no resilientes nunca piden ayuda en medio de la crisis, son de las que creen que sus trastornos de conductas se curan solos, como un catarro. Las personas no resilientes quieren cumplir con las exigencias de los demás, les gusta que hablen bien de ellos y hacen todo lo posible por llamar la atención sobre ellos.

II. ¿Qué sabemos de Rut?

Rut es un personaje bíblico que aparece en el libro que recibe su nombre en el AT. Su nombre significa compañera. El libro de Rut, es el octavo de la Biblia y uno de los más cortos. La moabita, con quien se casó Mahlón después de morir su padre Elimélec. Mahlón, su madre Noemí y su hermano Kilión vivían en Moab. Un hambre obligó a la familia a abandonar Belén de Judá, su ciudad natal. Con el tiempo, los dos hermanos murieron, y las dejaron viudas y sin hijos. Al enterarse de que Dios había vuelto a manifestar su favor a Israel, Noemí emprendió viaje de regreso a Judá acompañada por sus dos nueras. (Rut 1:1-7; 4:9, 10.)
Rut era de origen moabita, pero casada con un israelita que se expatría huyendo de la miseria. Es nuera de Noemí, ya viudas, ambas están en la miseria. Regresan juntas a Canaán. Rut rebusca en lo que desechan los cosechadores y va a parar al campo de Booz en Belén. A instancias de su suegra, Rut se acuesta a los pies de Booz, quien la toma por esposa y reúne todo lo que fue de Elimelec, marido de Noemí.
Se la cuenta en la genealogía de Jesús, según el Evangelio de San Lucas. Según el libro de Rut era la bisabuela del Rey David, el libro termina precisamente con una genealogía que acaba en él.
III. Tejiendo redes.


Vivir y relacionarse con personas forma parte de nuestra vida. Por eso constantemente estamos ofreciendo y recibiendo estima. Al menos una persona equilibrada. Las redes sociales (familia, trabajo, universidad, iglesias, partidos, club….) ofrecen estabilidad emocional y nos dan la posibilidad de tener un lugar fijo en la vida. No importa si la familia es grande o pequeña, no importa si el colegio es publico o privado, no importa el tamaño de la iglesia, lo que la gente busca es calidad en sus relaciones no cantidad.

Para todos es sabido que no podemos elegir a la familia ni a los parientes, pero si la manera en que los tratamos. Una persona es resilientes cuando no espera que los demás acudan a ellos, sino cuando sale al encuentro de las personas y se ofrece para ayudarles o escucharles.

IV. Elementos que me ayudan a estar unido a otras personas.

a. Empatía: Es la muestra de un interés real por las situaciones en que viven otras personas. Es la capacidad de ponerse en el lugar de los demás, de representar sus maneras de pensar, de sentir sus sentimientos y actitudes. La mayoría de las veces lo que más se dice en una disputa emocional es: Tú no me entiendes. ¿Cuál fue la actitud de Rut hacia Noemí?

La empatía no solo se puede mostrar hacia los demás sino que es importante hacia dentro. Y es que hay personas que no son capaces de expresar ni traducir sus emociones a los demás.

b. Flexibilidad social: La manera en que captamos las emociones de los demás y cómo las interpretamos define nuestra manera de relacionarnos con los demás.

c. Vinculación y compromiso: Las personas resilientes saben que no pueden vivir aisladas, sino que necesitan la compañía. Las personas con trastornos de personalidad y heridas emocionales optan por la soledad como una trinchera. ¿Por qué Rut no abandona a Noemí?


Próximamente
Tema 9: Lot y los indicadores de una deficiente habilidad relacional.

lunes, 28 de marzo de 2011

Caminos hacia la fe.

Juan 9, 1-41

El relato es inolvidable. Se le llama tradicionalmente "La curación del ciego de nacimiento", pero es mucho más, pues el evangelista nos describe el recorrido interior que va haciendo un hombre perdido en tinieblas hasta encontrarse con Jesús, «Luz del mundo».

No conocemos su nombre. Sólo sabemos que es un mendigo, ciego de nacimiento, que pide limosna en las afueras del templo. No conoce la luz. No la ha visto nunca. No puede caminar ni orientarse por sí mismo. Su vida transcurre en tinieblas. Nunca podrá conocer una vida digna.

Un día Jesús pasa por su vida. El ciego está tan necesitado que deja que le trabaje sus ojos. No sabe quién es, pero confía en su fuerza curadora. Siguiendo sus indicaciones, limpia su mirada en la piscina de Siloé y, por primera vez, comienza a ver. El encuentro con Jesús va a cambiar su vida.

Los vecinos lo ven transformado. Es el mismo pero les parece otro. El hombre les explica su experiencia: «un hombre que se llama Jesús» lo ha curado. No sabe más. Ignora quién es y dónde está, pero le ha abierto los ojos. Jesús hace bien incluso a aquellos que sólo lo reconocen como hombre.

Los fariseos, entendidos en religión, le piden toda clase de explicaciones sobre Jesús. El les habla de su experiencia: «sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le preguntan qué piensa de Jesús y él les dice lo que siente: «que es un profeta». Lo que ha recibido de Él es tan bueno que ese hombre tiene que venir de Dios. Así vive mucha gente sencilla su fe en Jesús. No saben teología, pero sienten que ese hombre viene de Dios.

Poco a poco, el mendigo se va quedando solo. Sus padres no lo defienden. Los dirigentes religiosos lo echan de la sinagoga. Pero Jesús no abandona a quien lo ama y lo busca. «Cuando oyó que lo habían expulsado, fue a buscarlo». Jesús tiene sus caminos para encontrarse con quienes lo buscan. Nadie se lo puede impedir.

Cuando Jesús se encuentra con aquel hombre a quien nadie parece entender, sólo le hace una pregunta: «¿Crees en el Hijo del Hombre?» ¿Crees en el Hombre Nuevo, el Hombre plenamente humano precisamente por ser expresión y encarnación del misterio insondable de Dios? El mendigo está dispuesto a creer, pero se encuentra más ciego que nunca: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»

Jesús le dice: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es». Al ciego se le abren ahora los ojos del alma. Se postra ante Jesús y le dice: «Creo, Señor». Sólo escuchando a Jesús y dejándonos conducir interiormente por él, vamos caminando hacia una fe más plena y también más humilde. José Antonio Pagola

jueves, 24 de marzo de 2011

¿Cómo adoras tú a Dios?

Juan 4: 1-45

Este evangelio es muy distinto de los sinópticos. En Jn todo son símbolos; a través de los cuales, quiere trasmitirnos la teología, más avanzada de todo el NT. Esto no quiere decir que el hecho no haya sucedido. Seguramente sucedieron cosas parecidas más de una vez.

El de hoy es un relato eminentemente teológico. Es una catequesis en toda regla que invita a un seguimiento de Jesús como dador de verdadera Vida. Los cambios que propone en la manera de relacionarse el hombre con Dios, nos debían hacer pensar un poco. Ni en este templo, ni en Jerusalén, ni en ningún otro templo se puede dar el verdadero culto a Dios. Lo que entendemos por culto, en la inmensa mayoría de los casos no es más que idolatría. Es decir, un intento de domesticar a Dios, materializando nuestra relación con Él.

Jesús se encuentra de paso por Samaría que era la parte central de toda la tierra prometida. Judea, Samaría y Galilea eran una misma nación, antes de la división entre Judea y Palestina. Aunque tenía los mismos antecedentes religiosos, su trayectoria había sido muy distinta. Por eso en tiempos de Jesús, los samaritanos eran despreciados por los judíos, que los consideraban herejes. El peor insulto para un judío era llamarle samaritano.

"Se quedó sentado" es más que un simple “se sentó”. Jesús va ocupar el lugar del pozo. Él es el manantial (agua, vida) que va a ocupar el puesto de la ley el templo y la tradición. Esta sustitución del templo y la Ley por Jesús, es la clave de todo el relato.

Llega "una mujer" No tiene nombre, es la representante de la región de Samaría que va a apagar su sed en la tradición (el pozo). Jesús está solo. Se trata del encuentro del Mesías con Samaría, la prostituta, la infiel. El profeta Oseas de Samaría había denunciado la prostitución de esta tierra, que en su tiempo era el reino de Israel, por oposición al de Judá.

"Dame de beber". Jesús toma la iniciativa confesando la necesidad perentoria que tiene cualquier ser humano para conservar su vida biológica. Ni rastro de prepotencia. Se acerca a la mujer implorando ayuda. Ella tiene lo que a él le falta y necesita.

Es lógica la extrañeza de la mujer. Jesús acaba de derribar una barrera infranqueable. Al acercarse con una petición, desbarata el complejo de superioridad de los judíos; se presenta como un ser humano más, sin pretensiones por el hecho de ser judío. Reconoce que ella, una mujer samaritana, puede ofrecerle algo indispensable.

Jesús le ha pedido un favor, pero está dispuesto a corresponder con otro mucho mayor. Jesús se muestra por encima de las circunstancias que envuelven a judíos y samaritanos; se niega a reconocer la división, causada por las ideologías religiosas. La mujer no conoce más agua que la del pozo, figura de la ley, que sólo se puede conseguir con el esfuerzo humano. No ha descubierto que existe un don de Dios gratuito.

El agua-Espíritu que promete Jesús, se convierte en manantial que continuamente da vida. Así desarrolla a cada humano desde su dimensión personal. No se trata de añadidos externos (Ley). La Ley despersonali¬za, el Espíritu es siempre personalizante. El Hombre recibe Vida en su raíz misma, en lo profundo de su ser, no por acomodarse a normas externas. Su fuerza "salta" es garantía de plenitud. Siendo en todos y cada uno, la misma agua es creadora de unidad-amor. Como el agua necesaria para la vida hay que extraerla de lo hondo de la tierra, el agua del Espíritu hay que sacarla de lo hondo de uno mismo. La mujer sabe lo que cuesta sacar agua del pozo y la insatisfacción que produce, porque tiene que venir cada día a sacarla. Aunque no comprende bien como puede realizarse, se abre al don que le promete Jesús porque responde a su anhelo más íntimo.

El sentido de los versículos, que se refieren a los maridos, hay que buscarlo en el trasfondo profético, que nos lleva a la infiel relación de Samaría con Dios. En Os 1,2 la prostituta y en Os 3,1 la adúltera, son la imagen del reino de Israel que tenía a Samaría como capital. Su prostitución consistía en haber abandonado al verdadero Dios.

En hebreo se usaba el termino "Ba´al" (dueño, señor) para designar al esposo, pero era también el nombre de una divinidad pagana. El simbolismo es claro. La mujer que representa a Samaría ha tenido cinco dioses, y el que tiene ahora (Yahvé) al compartirlo, es espurio y tampoco es su (Ba´al). Esta es otra de las claves del relato.

Samaría la adúltera representada por la mujer, está insatisfecha con su pasado, descubre una posible solución en la propuesta de Jesús, pero antes, tiene que tomar conciencia de su infidelidad para poder superarla. Samaría se ha entregado a otros maridos-señores-dioses (ba´alim). Está pues alejada de Yahvé. La única solución es recuperar su verdadero esposo (Dios). Os 2,18: “Aquel día... me llamarás esposo mío, ya no me llamarás baal mío. Le apartaré de la boca los nombres de los baales”. Jesús está diciendo a la mujer que su culto está prostituido, eso explica que ella pase más tarde al tema del templo.

“No tengo marido”. La mujer reconoce su situación. Pretendían dar culto al Dios de los judíos, pero al admitir otros dioses, en realidad habían roto con él. En Jesús se personifica la actitud de Dios que no ha roto con ella, sino que la busca. El agua tradicional (Ley) no había apagado la sed. La búsqueda les había llevado a la multiplicidad de maridos-señores-dioses. El agua que da Jesús es el encuentro definitivo con el Dios verdadero.

La Samaritana descubre que Jesús es un profeta, no porque le ha adivinado su vida, sino por la profundidad del planteamiento religioso. La imagen de profeta que tiene la mujer es la de (Dt 18,15) profeta semejante a Moisés (Taheb) que restauraría el verdadero culto. La mujer sigue aferrada a la tradición "nuestros padres". Piensa que hay que encontrar la solución sin salir de lo antiguo, que es la única realidad que conoce. No ha descubierto aún la novedad de la oferta de Jesús. Jesús no parte de la perspectiva de la mujer, sino de otra muy distinta. También el templo de Jerusalén está prostituido. Las dos alternativas son equivocadas. Su oferta es algo nuevo. Se trata de un cambio radical. Jesús mismo será el lugar de encuentro con Dios. Dios adquiere un nombre nuevo "Padre". Esta paternidad excluye privilegios y exclusiones. Esta relación con Dios directa, sin intermediarios, hará posible la unidad de todos.

"Dios es Espíritu" Espíritu, desde la mentalidad griega, significa un ser no material. Desde la mentalidad judía, significa que Dios es fuerza, dinamismo de amor, vida para los hombres. El agua viva es la experiencia constante de la presencia y el amor del Padre. Padre, porque comunica su propia Vida y trasforma al hombre en espíritu. Dios mismo desarrolla su proyecto creador en cada hombre.

“En espíritu y en verdad”. El culto deja de ser vertical, pues Dios está en el Hombre. El culto antiguo exigía del hombre una renuncia de sí, era una humillación del hombre, una disminución ante un Dios soberano. El nuevo culto no humilla, sino que eleva al hombre, haciéndole cada vez más semejante al Padre. El culto antiguo subrayaba la distancia; el nuevo la suprime, consiguiendo que el hombre salga de su situación de opresión y de muerte. Dios no necesita ni espera dones. Los samaritanos no esperaban un Mesías rey ungido de la casa de David. Esperaban un "Taheb" (el que retorna), el profeta semejante a Moisés, el maestro de la Ley. Los samaritanos aceptan a Jesús y le piden que se quede un tiempo con ellos. Los herejes están más cerca de Dios que los ortodoxos judíos.

Jose Antonio Pagola

martes, 22 de marzo de 2011

El orador y el orante.

Lc.18: 10-14

Cosas para recordar:

1º. Necesidad de la humildad. La soberbia lo pervierte todo.
2º. La hipocresía de los fariseos. Manifestaciones de la soberbia.
3º. Aprender del publicano de la parábola. Pedir la humildad.

Personajes 1: Los fariseos se consideraban a sí mismos como puros y perfectos cumplidores de la ley; los publicanos se encargaban de recaudar las contribuciones, y eran tenidos por hombres más amantes de sus negocios que de cumplir con la ley. Antes de narrar la parábola, el autor se preocupa de señalar que Jesús se dirigía a ciertos hombres que presumían de ser justos y despreciaban a los demás.

En seguida se pone de manifiesto en la parábola que el fariseo ha entrado al Templo sin humildad y sin amor. Él es el centro de sus propios pensamientos y el objeto de su aprecio:

La oración del fariseo:

Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos,
adúlteros, ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo que poseo.

En vez de alabar a Dios, ha comenzado, quizá de modo sutil, a alabarse a sí mismo. Todo lo que hacía eran cosas buenas: ayunar, pagar el diezmo...; la bondad de estas obras quedó destruida, sin embargo, por la soberbia: se atribuye a sí mismo el mérito, y desprecia a los demás. Faltan la humildad y la caridad, y sin ellas no hay ninguna virtud ni obra buena.

El fariseo está de pie. Ora, da gracias por lo que hace. Y se confiesa pecador. Pero hay mucha autocomplacencia, está «satisfecho». Se compara con los demás y se considera superior, más justo, mejor cumplidor de la ley. La soberbia es el mayor obstáculo que el hombre pone a la gracia divina. Y es el vicio capital más peligroso: se insinúa y tiende a infiltrarse hasta en las buenas obras, haciéndoles perder su condición y su mérito sobrenatural. Algunos fariseos se convirtieron, y fueron amigos y fieles discípulos del Señor, pero muchos otros no supieron reconocer al Mesías, que pasaba por sus calles y plazas. La soberbia hizo que perdieran el norte de su existencia y que su vida religiosa, de la que tanto alardeaban, quedara hueca y vacía. Sus prácticas de piedad se consumían en formalismos y meras apariencias, realizadas de cara a la galería.
.
El Señor recomendará a sus discípulos: No hagáis como los fariseos. Y les explica por qué no deben seguir su ejemplo. La vanagloria «fue la que los apartó de Dios; ella les hizo buscar otro teatro para sus luchas y los perdió. Porque, como se procura agradar a los espectadores que cada uno tiene, según son los espectadores, tales son los combates que se realizan. Para ser humildes no podemos olvidar jamás que quien presencia nuestra vida y nuestras obras es el Señor, a quien hemos de procurar agradar en todo momento. Los fariseos, por la soberbia, se volvieron duros, inflexibles y exigentes con sus semejantes, y débiles y comprensivos consigo mismos: Atan pesadas cargas a los demás.


Personaje 2: Nosotros hemos de alejarnos del ejemplo y de la oración del fariseo y aprender del publicano:

Dios mío, ten misericordia de mí, que soy un pecador.

Es una jaculatoria para repetirla mucha veces, que fomenta en el alma el amor a la humildad, también a la hora de orar. El publicano «se quedó lejos, y por eso Dios se acercó más fácilmente. Que esté lejos o que no lo esté, depende de ti. Ama y se acercará; ama y morará en ti.

También podemos aprender de este publicano cómo ha de ser nuestra oración: humilde, atenta, confiada. Procurando que no sea un monólogo en el que nos damos vueltas a nosotros mismos, a las virtudes que creemos poseer. En el fondo de toda la parábola late una idea que el Señor quiere inculcarnos: la necesidad de la humildad como fundamento de toda nuestra relación con Dios y con los demás. Es la primera piedra de este edificio en construcción que es nuestra vida interior.

Cuando una persona se siente postergada, herida en detalles pequeñísimos, debe pensar que todavía no es humilde de verdad: es la ocasión de aceptar la propia pequeñez y ser menos soberbios: no eres humilde cuando te humillas, sino cuando te humillan y lo llevas por Cristo.

Adán y la falta de responsabilidad sobre uno mismo.

Tema 7
El Antiguo Testamento y el arte de la resiliencia

I. Introducción

¿Eres una persona responsable hacia ti misma? Cuando vivimos experiencias desagradables en nuestra vida podemos sentirnos víctimas, personas que hemos sido expuestas con impotencia ante algo que nos supera. Las personas que están convencidas que no pueden influir en sus estado de ánimo o modos de conductas, ni tampoco en las circunstancias que le rodean se suelen aferrar con tenacidad al victimismo.

Sin embargo las personas resilientes toman la iniciativa en medio de sus circunstancias personales. Abandonan el papel de víctimas y vuelven a tomar las riendas de su vida. Ellas saben que son las responsables de su vida, nadie más. Saben que son las responsables de su manera de actuar, de pensar y de sentir. Saben distinguir entre lo que está bajo su control y lo que le corresponde a los demás.

II. ¿Fue Adán una víctima?

1 La serpiente que era la más astuta de todos los animales salvajes que Dios el Señor había creado, preguntó a la mujer: ¿Así que Dios os ha dicho que no comáis del fruto de ningún árbol del jardín?
2 La mujer le contestó: –Podemos comer del fruto de cualquier árbol, 3 menos del árbol que está en medio del jardín. Dios nos ha dicho que no debemos comer ni tocar el fruto de ese árbol, porque si lo hacemos, moriremos. 4 Pero la serpiente dijo a la mujer: No es cierto. No moriréis. 5 Dios sabe muy bien que cuando comáis del fruto de ese árbol podréis saber lo que es bueno y lo que es malo, y que entonces seréis como Dios. 6 La mujer vio que el fruto del árbol era hermoso, y le dieron ganas de comerlo y de llegar a tener entendimiento. Así que tomó uno de los frutos y se lo comió. Luego le dio a su esposo, y él también comió. 7 En aquel momento se les abrieron los ojos, y los dos se dieron cuenta de que estaban desnudos. Entonces cosieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas. Gn.3

III. Indicadores de falta de responsabilidad hacia uno mismo.

1º Perseverancia en el papel de víctima: Hay personas que encuentran cómodo el rol de víctimas. Mientras tengan a quién culpar no necesitan tomar responsabilidades ni decisiones. Siempre están lamentándose o quejándose de las circunstancias que les ha tocado vivir. Siempre vuelven sobre los mismos temas de conversación. Les gusta que por ellos sientan lástima. Tener un tutor o un consejero que les escuche y les diga que hacer. Acaban comportándose como personas paralizadas y dependientes.

2º Imputaciones de culpa: Las víctimas son muy hábiles a la hora de buscar culpables, de causar remordimientos sobre todo cuando hay un conflicto familiar o controversias. Son propensos a los reproches. No entienden por qué la gente los trata así, con lo buena persona que son ellos. Así que los malos siempre están fuera, son otros. Ej. La mujer que tú me diste…le reclama Adán a Dios.

3º Una actitud pasiva de evitación: Las personas irresponsables consigo mismo opinan que todas las crisis que han vivido o viven son causadas por fuerzas que no dependen de ellas. Están convencidas que no pueden cambiar su vida debido a sus incapacidades o mala suerte. Esto las hace caer en un círculo vicioso. Dudan de sí mismas y no quieren autoevaluarse. En el fondo estas personas tienen mucho temor a hacer el ridículo o en quedar en evidencias. Así que para no pasar este mal trago no se trazan metas. Y confían que sean otros los que tomen las decisiones por ellos. Les gusta estar posponiendo reiteradamente las cosas y tiran la toalla con mucha facilidad cuando surgen los inconvenientes.

IV. Frases de una persona irresponsable hacia sí misma.

No quiero seguir, no tiene sentido….
Eso es muy difícil de conseguir…
Ya verás que al final me pasará algo malo…
Hoy ha sido un día malo….
Dada la situación no me queda más remedio que irme….

Estas excusas son como una especie de alivio a corto plazo pues los que las dicen pueden eludir el temor a fracasar o a equivocarse; pero a la vez están renunciando a cambiar su vida.

V. ¿Eres una persona responsable? ¿O eres de los que ponen condiciones?

Ser responsable es ante todo asumir la idea de que podemos influir en nuestra vida, que podemos controlarla y configurarla. Pero sin esperar que las condiciones externas sean las que más nos convengan o que las demás personas cambien. ¿Por qué come Adán el fruto que le ofrece la mujer?

¿Necesitas que los demás den su brazo a torcer para tu ceder después? ¿Necesitas que alguien se disculpe antes para después tú saludarlo? ¿Antes de mostrarte comprensivo con tu hijo tiene él que escuchar tus condiciones?

Cuando esperamos que sea el otro quien dé el primer paso lo que estamos propiciando es que sea el otro quien asuma la responsabilidad, no nosotros.


Tema 8: Rut ó qué es lo que nos hace sentirnos unido a una persona.

Nosotros también queremos.

La frase que encabeza estas líneas, según una información aparecida en El País[1], es del portavoz de la FEREDE, Jorge Fernández, hablando de la presencia de capillas confesionales en los centros educativos estatales. Por lo que se desprende del artículo publicado (“La batalla laica se libra ahora en el campus”), la opinión del Sr. Fernández es que los centros escolares han de ser laicos, pero, añade, que “si están los otros nosotros también queremos”.
No es mi intención corregir a la FEREDE ni criticar la gestión de su portavoz. Al menos, no lo es en este artículo. Lo único que quiero destacar es una actitud peligrosa que se está dando en los medios evangélicos de nuestro país, muy parecida a la peligrosa pendiente por la cual se deslizó la Iglesia Católica, que le llevó a acumular privilegios que eran negados a otros estamentos de la sociedad. En nuestros gloriosos –y al mismo tiempo sufridos- tiempos de oposición, teníamos las cosas muy claras. No había ninguna duda en denunciar la diferencia de trato que se daba a la Iglesia Católica con referencia a todos los demás. Nos oponíamos rotundamente a una financiación de la Iglesia por parte del Estado. Apostábamos por un estado laico en el que Dios y el Cesar tuvieran campos muy bien delimitados. No queríamos subvenciones estatales, ni privilegios de ninguna clase. Pedíamos justicia, igualdad entre todos, creyentes y no creyentes debían ser gobernados por las mismas leyes. Pedíamos espacios neutros en los que las confesiones religiosas tuvieran libertad para vivir su fe y anunciar su particular visión del evangelio. Teníamos unos principios generales claros que manteníamos ante cualquier actitud acomodaticia.
Pero la llegada de la libertad, y unas subvenciones míseras que nos ofrece “Pluralismo y Convivencia”, nos han hecho cambiar de letra y de música. Nos hemos vuelto mansos y sumisos. Nos gusta el reconocimiento oficial y los primeros sitios en las recepciones. Ser, estar, tener. Quien no sale en la foto no existe. Nuestra oposición a los funerales de Estado, no ha sido tanto porque creíamos que debían ser laicos, sino porque no nos invitaban a estar presentes. El poder –aunque sea a una escala tan mínima- nos seduce. Me decía un intelectual formalmente católico hace unos días hablando del CEC: “Sabía que en mi iglesia había suciedad, pero mira que entre vosotros…”
Nos justificamos diciéndonos que lo importante es que se nos deje anunciar el evangelio y si esto nos lo facilitan, miel sobre hojuelas. Los furibundos artículos de nuestro hermano Monroy contra las finanzas de la Iglesia Católica y el escándalo de las subvenciones, han quedado en desuso. Lo importante hoy parece ser, no mantener los principios a los que nos llevaba nuestra fe, sino aprovecharnos de la situación. Pálidamente, todavía están ahí los principios, pero ante los privilegios… “si los otros los tienen, nosotros también”. Nos estamos subiendo a un carro que no es el nuestro y, si la Iglesia Católica está pagando amargamente los errores cometidos en este campo, con un rechazo cada vez mayor por parte de la sociedad, ésta no nos perdonará nuestra abandono de los principios y nuestro amoldamiento a los fuertes y poderosos.
Sé que las intenciones del portavoz de la FEREDE no van mucho más allá de un asunto menor. Mi artículo no va contra suya, sino contra la frase “nosotros también” que se está aplicando a otras muy diversas situaciones. Pues, no. Nosotros, no. Hagan lo que hagan los demás, el evangelio nos llama a ser fieles a nuestros principios, aunque esto nos separe de los centros de poder y nos margine. Jesús nunca figuró entre los grandes de este mundo. Vivió casi anónimamente en un pequeño país. Jamás estuvo en las recepciones de Herodes o Pilato. De ellos, nunca recibió dinero ni honores, sino desprecio y azotes. Pero su evangelio ha llenado el mundo.
Enric Capó

lunes, 21 de marzo de 2011

La religión de Jesús.

Juan 4, 5-42.

Cansado del camino, Jesús se sienta junto al manantial de Jacob, en las cercanías de la aldea de Sicar. Pronto llega una mujer samaritana a apagar su sed. Espontáneamente, Jesús comienza a hablar con ella de lo que lleva en su corazón. En un momento de la conversación, la mujer le plantea los conflictos que enfrentan a judíos y samaritanos. Los judíos peregrinan a Jerusalén para adorar a Dios. Los samaritanos suben al monte Garizim cuya cumbre se divisa desde el pozo de Jacob. ¿Dónde hay que adorar a Dios? ¿Cuál es la verdadera religión? ¿Qué piensa el profeta de Galilea?

Jesús comienza por aclarar que el verdadero culto no depende de un lugar determinado, por muy venerable que pueda ser. El Padre del cielo no está atado a ningún lugar, no es propiedad de ninguna religión. No pertenece a ningún pueblo concreto. No lo hemos de olvidar. Para encontrarnos con Dios, no es necesario ir a Roma o peregrinar a Jerusalén. No hace falta entrar en una capilla o visitar una catedral. Desde la cárcel más secreta, desde la sala de cuidados intensivos de un hospital, desde cualquier cocina o lugar de trabajo podemos elevar nuestro corazón hacia Dios.

Jesús no habla a la samaritana de «adorar a Dios». Su lenguaje es nuevo. Hasta por tres veces le habla de «adorar al Padre». Por eso, no es necesario subir a una montaña para acercarnos un poco a un Dios lejano, desentendido de nuestros problemas, indiferente a nuestros sufrimientos. El verdadero culto empieza por reconocer a Dios como Padre querido que nos acompaña de cerca a lo largo de nuestra vida.

Jesús le dice algo más. El Padre está buscando «verdaderos adoradores». No está esperando de sus hijos grandes ceremonias, celebraciones solemnes, inciensos y procesiones. Lo que desea es corazones sencillos que le adoren «en espíritu y en verdad». «Adorar al Padre en espíritu» es seguir los pasos de Jesús y dejarnos conducir como él por el Espíritu del Padre que lo envía siempre hacia los últimos. Aprender a ser compasivos como es el Padre. Lo dice Jesús de manera clara: «Dios es espíritu, y quienes le adoran deben hacerlo en espíritu». Dios es amor, perdón, ternura, aliento vivificador..., y quienes lo adoran deben parecerse a él.

«Adorar al Padre en verdad» es vivir en la verdad. Volver una y otra vez a la verdad del Evangelio. Ser fieles a la verdad de Jesús sin encerrarnos en nuestras propias mentiras. Después de veinte siglos de cristianismo, ¿hemos aprendido a dar culto verdadero a Dios? ¿Somos los verdaderos adoradores que busca el Padre?

José Antonio Pagola

jueves, 17 de marzo de 2011

¿Qué es una iglesia reformada?

Aunque el término reformado se ha utilizado en ocasiones para hacer alusión a todas las iglesias protestantes que han aceptado los principios de la Reforma, aquí se emplea conforme a su significado más preciso, es decir, para referirse específicamente a los órganos eclesiásticos que tienen raíces teológicas e históricas en la Reforma encabezada por suizos y franceses (Juan Calvino, Ulrich Zwinglio, Bullinger, etc.). La suposición primordial de las iglesias reformadas es que Cristo resucitado es la única cabeza de la iglesia. Por lo tanto, no se hace hincapié en ninguna persona o grupo élite especial que haya recibido a través de la revelación directa o por la imposición de las manos poderes extraordinarios de autoridad. Las doctrinas están determinadas tradicionalmente por principios tales como la sola Escritura, la salvación por la gracia a través de la fe en Jesucristo, la soberanía de Dios y el llamado a ser agentes de transformación en el mundo. El culto es normalmente sencillo, metódico y digno, destacando la importancia de escuchar y predicar la Palabra de Dios. Son pocas las iglesias reformadas y presbiterianas que celebran cada semana la eucaristía; las celebraciones eucarísticas mensuales son más comunes. El nivel de educación necesario para convertirse en pastor presbiteriano o reformado es tradicionalmente elevado.

Por regla general, las iglesias reformadas se adhieren, con algunas variaciones, a una forma de sistema de gobierno eclesiástico en que la iglesia está encabezada por pastores ordenados o presbíteros diáconales organizados en distintas estructuras. Estas incluyen el nivel eclesiástico local (consistorio o consejo), el nivel eclesiástico regional (presbiterio), el nivel nacional (sínodo general). Los sínodos están compuestos por miembros de varios presbiterios dentro de un área amplia y en algunos casos constituyen el último órgano legislativo. Normalmente, el sínodo general son el órgano legislativo y administrativo supremo. Los defensores de esta estructura de gobierno en los siglos XVI y XVII no la consideraban una innovación sino un redescubrimiento del modelo apostólico hallado en el Nuevo Testamento. Según Calvino, la Iglesia Primitiva tenía cuatro oficios diferentes: pastores, maestros, diáconos y presbíteros. Calvino reconocía, sin embargo, que podrían ser adoptados otros oficios.

La familia reformada tiene un amplio espectro. Cuenta con iglesias de la época de la Reforma histórica, que ahora comparten mucho con otros protestantes de la línea principal. Incluye iglesias de los movimientos pietista y de separación de los siglos XVIII y XIX, cuyo renovado compromiso con las Escrituras y los documentos confesionales reformados continúa influyendo en sus valores actuales. En el siglo XX, algunas iglesias también se vieron influenciadas por las tradiciones evangélica y pentecostal.

Cuando vivimos en una tierra extraña.

Mt. 17: 1-9

No conocemos como se fraguó este relato en la primera comunidad cristiana. Sabemos que es muy antiguo porque Mc, el primer evangelista que escribió, ya lo narra completamente elaborado. Es lógico suponer que, una vez que, en la experiencia Pascual, experimentaron lo que Jesús era, trataran de comunicar a los demás esa vivencia que les había dado Vida. Para hacerlo más creíble, lo colocaron en la vida terrena de Jesús justo antes del anuncio de la pasión. De esta manera disimulaban la total ceguera de los seguidores, que no fueron capaces de descubrir quien era hasta después de su muerte.

No podemos pensar en una puesta en escena por parte de Jesús; no es su estilo ni encaja con la manera de presentarse ante sus discípulos. Por lo tanto, debemos entender que no es la crónica de un suceso. Se trata de una teofanía, construida con los elementos y la estructura de las muchas relatadas en el AT. Probablemente es un relato pascual, retrotraído a la época de su vida pública tiempo después de haberse elaborado.

Veamos algunas razones por las que no podemos entender literalmente el pasaje:
1 - El relato está tejido con los elementos simbólicos, aportados por las numerosas teofanías que se narran en el AT. Nada en él es original; ni siquiera la voz de Dios es capaz de aportar algo nuevo, pues repite exactamente lo que dijo en el bautismo. Se trata de expresar la presencia divina en Jesús, con un lenguaje que todos podían reconocer. Lo importante es lo que quiere comunicar, no los elementos que utiliza para la comunicación.
2 - Si los apóstoles hubieran tenido antes de la pasión y muerte, esta experiencia de lo que era Jesús, no le hubieran abandonado ni negado poco después. No podemos proponerlo como un intento de preparar a los apóstoles para soportar el escándalo de la cruz. Si fue ese el objetivo, el fracaso fue absoluto: “Todos le abandonaron y huyeron”.
3 - En los cuatro evangelios está muy claro que los discípulos no entendieron nada de lo que era Jesús hasta después de su muerte. Es en la experiencia pascual donde descubrieron lo que realmente era Jesús. Entonces se dieron cuenta de que todo lo que descubrieron después de su muerte, estaba ya presente en él cuando andaban por los caminos de Palestina. Los exegetas apuntan a que estamos ante un relato pascual. Si se retrotrae a la vida terrena es con el fin de hacer ver que Jesús fue siempre un ser divino.
4 - La gloria y el poder aparecían el domingo pasado como tentaciones para Jesús. Él nunca actuó desde esa perspectiva ni metió a Dios en ella. Mucho menos quiso engatusar a sus seguidores con promesas deslumbrantes. La tentación consiste en buscar la gloria externa y aparatosa que nos coloque por encima de los demás; o por lo menos, que nos acerque a un Dios que nos hemos imaginado todopoderoso, para poder compartir ese poder.
5 - No podemos seguir pensando en un Jesús que lleva escondido en la chistera el comodín de la divinidad, para sacarlo en los momentos de dificultad. Lo que hay de Dios en él, está en su humanidad. Lo divino nunca podrá ser percibido por los sentidos. Es hora de que tomemos en serio la encarnación y dejemos de ridiculizar a Dios.
6 - La única gloria de Dios es su amor. Nada que venga del exterior puede afectarle ni para bien ni para mal. El aplicar a Dios nuestras apetencias de grandeza, es sencillamente ridiculizarle. La única gloria del hombre es manifestar que en él está ya ese mismo amor. El don total de sí, la muerte por amor, es la mayor gloria de Jesús y la de todo ser humano.
7 - Jesús vivió constantemente trasfigurado, pero es ridículo pensar que esa plenitud de ser, tenía que manifestarse externamente (hasta en los vestidos) con síntomas espectaculares. Su humanidad y su divinidad se expresaba cada vez que se acercaba a un hombre para ayudarle a ser él. La única luz que transforma a Jesús es la del amor, y sólo cuando manifiesta ese amor ilumina. Sólo en lo humano se trasparenta Dios.
8 - Los relatos de teofanía que encontramos en el AT, son intentos de trasmitir experiencias de seres humanos concretos. Esa vivencia es siempre interior e indecible. No quiere decir que Dios anda haciendo espectáculos de luz y sonido por los montes. Mucho menos que tenga que manifestar su cercanía de manera sensible y espectacular.

Una vez hechas estas aclaraciones, no nos alejamos del evangelio, al contrario, es ahora cuando estamos en condiciones de descubrir el verdadero mensaje del relato. Tratemos de comprender lo que significan cada uno de los símbolos que en él aparecen:
Tomó consigo a tres: La experiencia interior es siempre personal no colectiva, por eso los presenta con sus nombres propios. Recordemos que también Moisés subió a la montaña acompañado por tres personas concretas.

El monte: Es el ámbito de lo divino en todas las tradiciones religiosas. Suponiendo que Dios está en el cielo, lo más cercano al cielo será lo mejor acondicionado para que se manifieste. Los montes más altos son el lugar donde siempre está Dios (Sinaí)
Rostro resplandeciente: la gloria de Dios se comunica a aquellos que están cerca de Él. Moisés al bajar del monte, después de haber hablado con Dios, tuvieron que taparle el rostro porque su luminosidad hería los ojos)
La luz: ha sido siempre símbolo de la presencia de la Gloria de Dios.
La nube: Símbolo de la presencia protectora de Dios. A los israelitas les acompañaba por el desierto una nube que les protegía del calor del sol.
Moisés y Elías: Jesús conectado con todo el AT. La Ley y los Profetas en dialogo con Jesús. El evangelio es continuación del AT pero superándolo.
La voz: la palabra ha sido siempre el instrumento de la acción de Dios, el vehiculo por el que su voluntad se realizaba. Es pues la expresión de la voluntad de Dios.
¡Escuchadlo! Es la clave de todo el relato. Sólo a él, ni siquiera a Moisés y a Elías.
El miedo, aparece también en todas las teofanías. La presencia de lo divino asusta al hombre que se siente empequeñecido. En el AT, miedo incluso de morir por ver a Dios.

La raíz del mensaje del evangelio de hoy, está en proponer a Jesús como la presencia de Dios entre los hombres, pero de manera muy distinta a como se había hecho presente en el AT. Por eso hay que escucharlo. Su humanidad llevada a plenitud es Palabra definitiva. Escuchar al Hijo es transformarse en él y llevar una vida como la suya, es decir, ser capaces de manifestar el amor a través del don total de sí. No se trata de tener la antena dirigida al cielo para esperar de allí unas palabras. Se trata de descubrir la voz de Dios en el grito desesperado de cada uno de los seres humanos que encontramos en nuestro caminar.

Ni la plenitud de Jesús ni la de ningún hombre está en un futuro propiciado por la acción externa de Dios. La plenitud del hombre está en la entrega total, en cualquier circunstancia, en la dicha y en el sufrimiento. No está la resurrección después de la muerte ni la dicha después del sufrimiento. La Vida y la gloria están allí donde hay amor como el que Dios nos tiene. Ni Jesús aguantó el sufrimiento porque esperaba en la resurrección ni a nosotros se nos pide que aguantemos porque después se nos recompensará con creces. No se trata de aspirar a una meta lejana, sino de descubrir una realidad presente. También la vida de Jesús se presenta como un éxodo, pero el punto de llegada será el Padre que ya estaba en unidad indisoluble con él en el momento de empezar el camino.
¡Qué fácil es caer en la tentación de Pedro! Construir chozas en un mundo soñado, fuera de la realidad, para disfrutar de privilegios egoístas. Se está bien con el Jesús glorioso, pero no queremos saber anda de la cruz. “No puedo cantar ni quiero, a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en el mar”. Nuestra concepción religiosa y nuestros prejuicios sobre un Dios de poder, son el mayor obstáculo para escuchar a Jesús.

El relato está manifestando que a los cristianos les queda aún un paso por dar. No se trata de aceptar el sufrimiento y la prueba como un medio para llegar a “la gloria”. Se trata de ver en la entrega, aunque sea con sufrimiento, la meta de todo ser humano. El amor es lo único que nos hace hijos de Dios, que es don total y nunca busca nada de nosotros, sino que se da gratuitamente. Darse a los demás porque esperas una recompensa, no tiene nada de cristiano. La meta no está en la “gloria”. La gloria está en el deshacerse por los demás.

Jesús nos descubre otra idea de Dios. Un Dios que se da totalmente sin pedirnos nada a cambio. La idea que nosotros tenemos de recompensa no es más que una ficción. Dios no puede darme más de lo que ya me está dado. No es la esperanza en un premio, sino la confianza de una presencia enriquecedora lo que me debe animar. La transfiguración nos está diciendo lo que era realmente Jesús y lo que somos realmente cada uno de nosotros. ¡Sal de tu tierra! Abandona tu materialidad y adéntrate por los caminos del Espíritu. Vives exiliado en una tierra extraña, que no es el lugar propio que te pertenece.

Jose A. Pagola

Cuando la vida aparece.

Mi vida ha sido para mi un descubrimiento. No la he pedido ni he hecho nada para obtenerla. La he recibido, sin posibilidad de rechazarla. Yo soy, existo, por voluntad de otros. En mi poder tengo un documento de identidad. Es mi DNI. En él hay un nombre, una fecha, un número, un país. Todo esto me pertenece, pero lo tengo porque me ha sido dado, no porque lo haya escogido. Ni el año de mi nacimiento, ni la familia, ni el nombre, ni el país. Me ha tocado lo que me ha tocado, en un reparto irregular e injusto que hace la vida.

Yo he tenido la suerte de nacer en el seno de una familia cristiana de clase media, en un país occidental, lleno de problemas, pero también de oportunidades. Otros han nacido en el seno de familias desestructuradas, en países del tercer mundo, en la más absoluta miseria, con una muy pequeña esperanza de vida. La vida es la misma, pero las circunstancias y las condiciones son totalmente diferentes. Unos lo tienen todo y lo acaparan todo. Otros no tienen nada. Así es la vida, me dijeron.

La reflexión sobre este hecho me lleva –ahora que soy mayor- a pensar sobre el por qué de esta injusticia. ¿Por qué las cosas son así? He de confesar que no lo sé. Tengo muchas preguntas sobre la vida, pero muy pocas respuestas. Quizás algún día lo veré todo más claro. Ahora no. Pero también pienso que tener las respuestas no querría decir que las cosas iban a cambiar. Sería más sabio, pero las circunstancias serían las mismas.

Con el tiempo me he acostumbrado a admitir la verdad abrumadora de que “la vida es así”, pero munca he acabado de digerir que esto es un hecho inamovible que es necesario aceptar y nada más. La vida es así, pero puede ser diferente. Es cierto que no puedo cambiar los hechos inalterables de mi nacimiento, pero no estoy bajo la maldición de un determinismo que me impide cambiar. A partir de lo que era y de lo que tenía, he tenido y tengo la posibilidad de cambiar mi vida, luchar contra los elementos negativos y avanzar hacia una vida más humana, más digna, más plena. Esta oportunidad la tengo yo, pero no la tienen todos, o la tienen muy disminuida. Los elementos negativos de la vida de millones de personas son tantos y tan graves que no les permiten liberarse.

Aquí entra mi sentido de humanidad y de responsabilidad. ¿Soy responsable de la vida de mi hermano? Todo depende de nuestra respuesta. Si es negativa habremos sucumbido a la maldición de la frase “la vida es así”. Seremos conformistas y todo seguirá igual: los pobres y los más maltratados por la vida serán siempre los mismo, y los otros –quizás nosotros- continuaremos gozando de nuestros privilegios y de los que la rueda de la vida nos haya concedido.

Pero, hay otro camino –y este nos lo enfatizó Jesucristo- que es el de la solidaridad. ¿Hemos de vivir la ley de la selva y que cada uno de nosotros se les apañe como pueda o, por el contrario, formamos un todo, una humanidad, en la que todos nos debemos a todos? Es cierto que la vida es una rueda y me toca lo que me toca, pero lo es también que da muchas vueltas y nadie es autosuficiente. Todos dependemos de todos. Y no soy yo, o mi vecino quien ha de acceder a una vida más digna, sino que hemos de acceder todos y esto nos ha de llevar a ser solidarios los unos de los otros.

Yo puedo luchar y cambiar mi vida para hacerla más plena; pero también lo puedo hacer –y soy llamado a hacerlo- para que los otros tengan mis mismas oportunidades. La vida es injusta, pero el evangelio nos llama a cambiarla para el bien de todos. Quizás deberíamos actualizar el lema oficial de la República Francesa: liberté, egalité, fraternité, a pesar de las connotaciones negativas históricas que comporta.

Enric Capó

¿Quién habla por Dios?

Paul Washer.

El Cristianismo en América se ha convertido en algo no muy diferente a un circo, donde las celebridades cristianas son como vendedores de
boletos llamando nuestra atención para que nos paremos y compremos un boleto a su mayor espectáculo de la tierra. Demasiados llamándo nuestra atención.
Hoy se dicen MUCHAS cosas sobre Dios, pero,¿cuanto de todo lo que se dice es verdad?
¿Quién habla de parte de Dios? ¿Es la televisión cristiana con todo ese resplandor, brillo y ruido? ¿Es el evangelista #1 con “su palabra de Dios, grandes declaraciones poder y poca necesidad por la leche tal como se encuentra en la Biblia? ¿Es el pastor de la mega-iglesia que idea un plan de hacer una Iglesia tan informal y
desalarmante que las multitudes vayan sin temor de se les requiera que cambien? ¿Es el consejero cristiano que parece conocer más de Freud que de Cristo y sus Apóstoles?

Al ponerles atención, demasiados reclamando tener una palabra de Dios,pero, ¿Quién tiene la Palabra de Dios? La respuesta es simplemente esta: Nadie. La Palabra de Dios no se encuentra en un hombre, un movimiento o una iglesia. Una palabra de Dios es encontrada solo en la Palabra de Dios: La Biblia. Pero tú me podrías decir: Nosotros llevamos Biblias con nosotros, nosotros citamos de la Biblia, nosotros usamos nuestras biblias, así que, ¿Cuál es el problema? Mi amigo, la Biblia no es para ser usada, es para ser estudiada, estudiada y para someternos a ella. Muchos sermones y creencias de hoy usan suficiente Biblia solo para justificar sus experiencias y opiniones.

Cuando el Cristianismo es verdaderamente saludable la Biblia determina cual de nuestras experiencias puede ser justificada y cual no. El hombre que verdaderamente habla de parte de Dios no se conoce por su griterío ni por sus visiones ni por sus sueños ni milagros ni palabra de Dios, sino que se conoce por su fiel estudio de la Escritura, su fiel sumisión a la Escritura y su fiel exposición de la Escritura, de modo que el rebaño de Dios pueda ser alimentado. ¿Te has dado cuenta que mucho de lo que es enseñado hoy esta basado en experiencias, sentimiento y supuestas palabra de Dios, que son recibidas a través de caminos milagrosos como son sueños, visiones y voces interiores? ¿Has notado que mucho de lo que es enseñado hoy esta basado en los últimos libros de nuestros “predicadores del momento”, expertos en igle-crecimiento
y otras celebridades cristianas?

El otro día visite una librería cristiana bien grande cerca de una de las más grandes organizaciones cristianas del mundo. Había innumerables estanterías conteniendo miles de volúmenes de auto-ayuda, psicología Cristiana y consejería, 10 pasos hacia una vida mejor, finanzas, novelas, poesía y música. Pero para mi consternación, solo dos pequeñas estanterías estaban dedicadas al estudio y la interpretación de la Palabra de Dios.

Todo esto me recuerda las palabras del profeta Amos: “11 He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová. 12 E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el este discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán”. (Amos 8:11-12).

¿No parece esto ser una cercana descripción del cristianismo contemporáneo? La Iglesia y los cristianos alrededor de nosotros parecen estar cayendo en esto. Los cristianos corren hacia y a través del país y a través de los vuelos, buscando una “palabra” de Dios, una nueva revelación que resolverá sus problemas, un nuevo maestro que dará todas las respuestas, precisamente de la manera que ellos la quieren oír. Esto nos recuerda otro texto de la Escritura: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán muchos maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fabulas.” (2 Timoteo4:3-4).

¿Cuál fue la receta de Pablo cuando tal terrible mal sobreviniera a la Iglesia? Simplemente este: Predica la Palabra, está insta a tiempo y fuera de tiempo; refuta, reprende, estimula con toda paciencia y doctrina. Por esta importante razón, este primer volumen de HeartCry esta dedicado a la interpretación y el estudio de la Palabra de Dios. Estudiaremos 13 Principios de interpretación y luego miraremos el adulterio que podemos hacer a la Palabra de Dios al apartarnos del texto escrito de la Biblia al contexto personal de nuestras vidas.

No estaremos buscando nuevas palabras de Dios, rápidas soluciones para viejos problemas o cosas que hacen que nuestras emociones salten de gozo. Estaremos buscando interpretar correctamente la Palabra escrita de Dios y para someter nuestras vidas a esta, en obediencia y devoción. Se que esto no suena tan tentador comparado con las grandes declaraciones de otras voces tan frecuentemente oídas en la Cristiandad de hoy, pero recuerda que nuestro “comezón de oír" quiere escuchar aquello que no siempre es lo mejor y que lo que hace que nuestra carne sienta “hormigueo” con excitación y baile de jubilo no siempre es la obra de Dios.

martes, 15 de marzo de 2011

David y el sentimiento de culpa

Tema 6 El Antiguo Testamento
y el arte de la resiliencia.

No sólo somos responsables de lo que hacemos,
sino de lo que dejamos de hacer.
Moliére
I. Introducción

El sentimiento de culpa es todo lo contrario al sentimiento de victimismo. Las personas que viven inmersos en un sentimiento de victimas tienden a atribuir a los demás la culpa de sus miserias. Los que han optado por el sentimiento de culpa, por otra parte, se denigran de manera desproporcionada a ellas mismas con la culpa.

Se nos ha enseñado que si confesamos el mal que hemos hecho podemos recibir perdón, que cuando asumimos nuestras culpas las penas se alivian, pero ¿qué hay de cierto en ello? La imputación de culpa, tanto la que nos hacemos a nosotros como las que vienen de afuera suelen hacernos sentir mal. Tremendamente mal.

Y es que el sentimiento de culpa provoca inseguridad, hacen que las personas sean apocadas o recorran al otro extremo: la violencia.

II. David y la culpa.

13 David admitió ante Natán: He pecado contra el Señor.
Natán le respondió: –El Señor no te va a castigar a ti por tu pecado, y no morirás; 14 pero como has ofendido gravemente al Señor, tu hijo recién nacido tendrá que morir.
15 Y cuando Natán volvió a su casa, el Señor hizo que el niño que David había tenido con la mujer de Urías enfermara gravemente. 16 Entonces David rogó a Dios por el niño, y ayunó y se pasó las noches acostado en el suelo. 17 Los ancianos que vivían en su palacio acudían a rogarle que se levantara del suelo, pero él se negaba a hacerlo, y tampoco comía con ellos.
18 Siete días después murió el niño, y los oficiales de David tenían miedo de decírselo, pues pensaban: “Si cuando el niño aún vivía le hablábamos y no nos hacía caso, ¿cómo vamos ahora a decirle que el niño ha muerto? ¡Puede cometer un disparate! 19 Pero al ver David que sus oficiales hacían comentarios entre ellos, comprendió que el niño había muerto; así que les preguntó:
¿Ha muerto el niño? Sí, ya ha muerto –le respondieron. 20 Entonces David se levantó del suelo, se bañó, se perfumó y se cambió de ropa, y entró en el templo para adorar al Señor. Después fue a su casa y pidió de comer, y comió. 21 Sus oficiales le preguntaron: ¿Pero qué está haciendo Su Majestad? Mientras el niño aún vivía, Su Majestad ayunaba y lloraba por él; y ahora que el niño ha muerto, ¡Su Majestad se levanta y se pone a comer! 22 David respondió: –Mientras el niño vivía, yo ayunaba y lloraba pensando que quizá el Señor tendría compasión de mí y le dejaría vivir. 23 Pero ahora que ha muerto, ¿qué objeto tiene que yo ayune, si no puedo hacer que vuelva a la vida? ¡Yo iré a reunirme con él, pero él no vendrá a reunirse conmigo. 2Sa.12

III. Definiendo conceptos.

La culpa te fija en sucesos pasados, te sientes abatido molesto por algo que dijiste o hiciste y gastas tus momentos presentes afligido por remordimientos de comportamientos pasados.
La culpabilidad funciona de la siguiente manera. Alguien emite un mensaje destinado a recordar que has sido una mala persona por algo que dijiste o no dijiste, sentiste o no sentiste, hiciste o no hiciste. Tú respondes sintiéndote mal e incomodo en tu momento presente. O sencillamente rompiste algunas de las reglas que te enseñaron y programaron desde niño(a) y que te dijeron que eran conductas erradas.
La culpabilidad es, la emoción que despilfarra una mayor cantidad de energía emocional. ¿Por qué? Porque por definición, te sientes inmovilizado en el presente por algo que ya paso, y no existe culpabilidad por grande que sea, que pueda cambiar la historia. La culpa aparece cuando se produce un choque entre el modelo ideal de conducta interiorizado y lo que se hace en realidad. Cuando alguien está atrapado en la culpa, no se gusta, se descalifica, se tortura y se siente incapaz de tomar las riendas de su vida.
La culpa está conectada con el instinto de muerte y con la autodestrucción. Mal asumida, arrastra a la persona a la pasividad, dejándola en una situación de indefensión y a merced de que alguien o algo externo le libere de ella. Esa persona, ideología o creencia alcanza tal poder que impedirá ejercer la propia responsabilidad.
El sentimiento de culpa nos influye tanto porque tenemos miedo a ser abandonados y nos dificulta el responsabilizarnos de nuestra propia vida. Se teme al abandono pues la necesidad de ser amados y aceptados es una aspiración innata en todos nosotros, y cuando la culpa se interioriza contra nosotros mismos, dejamos de creer en nuestra valía personal y nos juzgamos no merecedores del amor. Como consecuencia, intentamos ser como creemos que las otras personas quieren que seamos, y así evitar que nos abandonen. Pero sucede que nuestra verdadera forma de ser termina manifestándose, y el miedo al abandono se incrementa. Surge entonces la agresividad hacia uno mismo a través del autorreproche y la crítica constante, con el propósito de redimirse y ser capaz de ser dueño de la propia vida. Pero sólo se consigue interiorizar cada vez más la desvaloración personal, y la redención nunca llega, pues buscamos que alguien nos libere. Y no es posible, ya que es la culpa la que nos impide ser libres, no los otros.
IV. ¿Debemos vivir con sentimientos de culpa?
En la educación y en las relaciones se suele utilizar la culpa para que unos hagan lo que otros pretenden. Si un padre le dice a su hijo: “¿No te da vergüenza lo que acabas de hacer?”, le está “invitando” a sentirse culpable y a que haga lo que él entiende como mejor. A los padres y a las madres también puede invadirles la culpa. Por ejemplo, si los hijos no estudian o tienen comportamientos inadecuados. Ante esas conductas, quizá piensen que podrían haber actuado de otra manera cuando eran pequeños y se sienten culpables por no haberlo hecho.
En la vivencia de culpa a los niños (y a los mayores también), se les presenta el miedo a que las personas cercanas no les quieran, pues no se consideran merecedores de su amor. Como para ellos sentirse queridos es fundamental, tenderán a hacer lo que sus padres, amigos, etc. les digan para, así, contar con su cariño, aunque el pago sea ceder o anular una parte de sí mismos.
Para abandonar el sentimiento de culpa es necesario dejar la mentalidad dual (las cosas están bien o mal, son blancas o negras). Para ello se aceptará que las cosas están como están y que cada persona da la mejor respuesta que puede a cada situación. No estar acertado ante un problema no implica que haya que sentirse culpable por ello, pues ese “error” se convierte en una ayuda para aprender.

Proximamente
Tema 7: Adán y la falta de responsabilidad sobre uno mismo.

lunes, 14 de marzo de 2011

Miedo a Jesús.

Mt. 17: 1-9


La escena conocida como "la transfiguración de Jesús" concluye de una manera inesperada. Una voz venida de lo alto sobrecoge a los discípulos: «Este es mi Hijo amado»: el que tiene el rostro transfigurado. «Escuchadle a él». No a Moisés, el legislador. No a Elías, el profeta. Escuchad a Jesús. Sólo a él.

«Al oír esto, los discípulos caen de bruces, llenos de espanto». Les aterra la presencia cercana del misterio de Dios, pero también el miedo a vivir en adelante escuchando sólo a Jesús. La escena es insólita: los discípulos preferidos de Jesús caídos por tierra, llenos de miedo, sin atreverse a reaccionar ante la voz de Dios.

La actuación de Jesús es conmovedora: «Se acerca» para que sientan su presencia amistosa. «Los toca» para infundirles fuerza y confianza. Y les dice unas palabras inolvidables: «Levantaos. No temáis». Poneos de pie y seguidme. No tengáis miedo a vivir escuchándome a mí.

Es difícil ya ocultarlo. En la Iglesia tenemos miedo a escuchar a Jesús. Un miedo soterrado que nos está paralizando hasta impedirnos vivir hoy con paz, confianza y audacia tras los pasos de Jesús, nuestro único Señor. Tenemos miedo a la innovación, pero no al inmovilismo que nos está alejando cada vez más de los hombres y mujeres de hoy. Se diría que lo único que hemos de hacer en estos tiempos de profundos cambios es conservar y repetir el pasado. ¿Qué hay detrás de este miedo? ¿Fidelidad a Jesús o miedo a poner en "odres nuevos" el "vino nuevo" del Evangelio?

Tenemos miedo a unas celebraciones más vivas, creativas y expresivas de la fe de los creyentes de hoy, pero nos preocupa menos el aburrimiento generalizado de tantos cristianos buenos que no pueden sintonizar ni vibrar con lo que allí se está celebrando. ¿Somos más fieles a Jesús urgiendo minuciosamente las normas litúrgicas, o nos da miedo "hacer memoria" de él celebrando nuestra fe con más verdad y creatividad?

Tenemos miedo a la libertad de los creyentes. Nos inquieta que el pueblo de Dios recupere la palabra y diga en voz alta sus aspiraciones, o que los laicos asuman su responsabilidad escuchando la voz de su conciencia. En algunos crece el recelo ante religiosos y religiosas que buscan ser fieles al carisma profético que han recibido de Dios. ¿Tenemos miedo a escuchar lo que el Espíritu puede estar diciendo a nuestras iglesias? ¿No tememos apagar el Espíritu en el pueblo de Dios?

En medio de su Iglesia Jesús sigue vivo, pero necesitamos sentir con más fe su presencia y escuchar con menos miedo sus palabras: «Levantaos. No tengáis miedo».

José Antonio Pagola

La válidez del bautizo cristiano.

El protestantismo histórico, siguiendo con ello a los reformadores, ha definido el bautismo como uno de los dos sacramentos que instituyó Cristo y, porque él lo hizo, lo seguimos practicando nosotros. La definición clásica de un sacramento en la doctrina protestante tradicional es: “signo visible de una gracia invisible”. El bautismo es, pues, un signo de la gracia de Dios que nos asegura del perdón de los pecados (Hch 2,38) y da testimonio de nuestra pertenencia al pueblo de Dios al ser integrados en el pacto de gracia que Dios ha establecido con su pueblo. Si en el Antiguo Testamento este signo o señal era la circuncisión (Ro 4,11), en el Nuevo Testamento es el bautismo (Col 2,11).
Como signo es irrepetible. El hecho de que se imparta mediante el rociamiento o el sumergimiento en agua hace que sea posible repetirlo tantas veces como se quiera, y en efecto hay personas que lo han recibido varias veces; pero si fuera –como en el caso de la circuncisión- una mutilación del cuerpo, evidentemente, sería imposible repetirlo.
Es por esto que, en el caso del bautismo, lo que no ocurre con la circuncisión, se presente el “problema” de su validez. Así lo hace el documento que comentamos y así consta en muchas declaraciones doctrinales de las iglesias cristianas. ¿Se puede hablar con propiedad de la validez del bautismo cristiano? ¿Han de cumplirse determinadas normas que lo hagan válido? Si el sacramento obrara “ex opere operato”, como lo interpreta normalmente la Iglesia Católica, entonces su recta administración, tanto por parte del oficiante como del candidato, sería de la máxima importancia. Pero si se trata de un signo actual y visible de una gracia invisible que siempre lo precede, el bautismo no es esencial ni tiene importancia salvífica. Se da en el mundo de las formas y es signo de pertenencia al pueblo de Dios.
El bautismo nos da entrada en la Iglesia, como pueblo de Dios, y nos identifica como cristianos. Lo recibimos como consecuencia de nuestra conversión, es decir, cuando por la fe aceptamos a Cristo como Señor y Salvador. Entramos a formar parte de la familia de Dios, que es una familia real en la que participamos –siempre que es posible- con nuestro pequeño grupo familiar. Por esto seguimos la práctica de los reformadores, que creemos era la de la iglesia primitiva, de bautizar a nuestros hijos, en la oración y la esperanza de que sean dignos del sobrenombre de cristiano que les imponemos. La iglesia no está formada solamente de adultos. Ha de ser una verdadera comunidad en la que todos los miembros de la familia tengan su lugar. Es una pena que la administración del bautismo de forma indiscriminada, fuera del ámbito eclesial, haya desvirtuado esta hermosa visión de pueblo de Dios. Pero las iglesias que también bautizamos niños nos resistimos a abandonar esta práctica que subraya la obra de Dios y el pacto de gracia que El ha hecho con su pueblo, porque “para vosotros es la promesa y para vuestros hijos” (Hch 2,39). Los hijos de los creyentes, incluso en el caso de que sólo uno lo sea, según el apóstol Pablo, “no son inmundos, sino que son santos”, es decir, miembros del pueblo de Dios. Es muy de respetar la práctica bautista, que tiene una larga tradición en el desarrollo de la doctrina cristiana. Tiene la ventaja de enfatizar el aspecto personal del seguimiento de Cristo y subraya la importancia de la conversión, pero no siempre expresa de forma clara el pacto de gracia de Dios con su pueblo ni la acción de Dios que precede toda decisión humana. Su punto más débil, en mi opinión, sin ninguna pretensión de pontificar, es distinguir entre un bautismo válido y otro que no lo es, pero esto no lo hacen solamente ellos, es muy habitual en la teoría de las iglesias cristianas.
Creo que el reconocimiento mutuo del bautismo entre anglicanos y católicos en España es importante, aunque no estemos del todo de acuerdo con el contenido teológico del documento que han publicado. Es un paso más en el acercamiento que todas las iglesias cristianas somos llamadas a realizar. La actitud anticatólica y de crítica acerba hacia Consejo Mundial de Iglesias que se da entre cristianos evangelicales no es de recibo. Fue comprensible en una época de obscurantismo teológico y de actitudes radicales, pero debería desaparecer de nuestro entorno cristiano, donde debemos respetarnos unos a otros y admitir que ninguno de nosotros tiene todas las respuestas y que la diversidad es, no sólo aceptable, sino también provechosa. El modelo de unidad cristiana que prevalece en la actualidad no tiende a crear una gran iglesia cristiana mediante la fusión o la integración de todos en una sola institución, sino que pretende llegar a una comunión entre todos, lo que se llama “una diversidad reconciliada”. Somos lo que somos y todos pretendemos ser fieles al testimonio bíblico. Aceptémonos en nuestra diversidad y atrevámonos a sentarnos juntos a la mesa que el Señor ha preparado y a la que nos invita. En esto consiste una actitud auténticamente ecuménica.
Enric Capó

martes, 8 de marzo de 2011

Tentaciones

Mt.4:1-11

No le resultó nada fácil a Jesús mantenerse fiel a la misión recibida de su Padre, sin desviarse de su voluntad. Los evangelios recuerdan su lucha interior y las pruebas que tuvo que superar, junto a sus discípulos, a lo largo de su vida.

Los maestros de la ley lo acosaban con preguntas capciosas para someterlo al orden establecido, olvidando al Espíritu que lo impulsaba a curar incluso en sábado. Los fariseos le pedían que dejara de aliviar el sufrimiento de la gente y realizara algo más espectacular, "un signo del cielo", de proporciones cósmicas, con el que Dios lo confirmara ante todos.

Las tentaciones le venían incluso de sus discípulos más queridos. Santiago y Juan le pedían que se olvidara de los últimos, y pensara más en reservarles a ellos los puestos de más honor y poder. Pedro le reprende porque pone en riesgo su vida y puede terminar ejecutado.

Sufría Jesús y sufrían también sus discípulos. Nada era fácil ni claro. Todos tenían que buscar la voluntad del Padre superando pruebas y tentaciones de diverso género. Pocas horas antes de ser detenido por las fuerzas de seguridad del templo Jesús les dice así: "Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas" (Lucas 22,28).

El episodio conocido como "las tentaciones de Jesús" es un relato en el que se reagrupan y resumen las tentaciones que hubo de superar Jesús a lo largo de toda su vida. Aunque vive movido por el Espíritu recibido en el Jordán, nada le dispensa de sentirse atraído hacia formas falsas de mesianismo.

¿Ha de pensar en su propio interés, o escuchar la voluntad del Padre? ¿Ha de imponer su poder de Mesías, o ponerse al servicio de quienes lo necesitan? ¿Ha de buscar su propia gloria, o manifestar la compasión de Dios hacia los que sufren? ¿Ha de evitar riesgos y eludir la crucifixión, o entregarse a su misión confiando en el Padre?

El relato de las tentaciones de Jesús fue recogido en los evangelios para alertar a sus seguidores. Hemos de ser lúcidos. El Espíritu de Jesús está vivo en su Iglesia, pero los cristianos no estamos libres de falsear una y otra vez nuestra identidad cayendo en múltiples tentaciones.

Identificar hoy las tentaciones de la Iglesia y de la jerarquía, de los cristianos y de sus comunidades; hacernos conscientes de ellas como Jesús; y afrontarlas como lo hizo él, es lo primero para seguirle con fidelidad. Una Iglesia que no es consciente de sus tentaciones, pronto falseará su identidad y su misión. ¿No nos está sucediendo algo de esto? ¿No necesitamos más lucidez y vigilancia para no caer en la infidelidad?

José Antonio Pagola

Tentaciones

Mt.4:1-11

No le resultó nada fácil a Jesús mantenerse fiel a la misión recibida de su Padre, sin desviarse de su voluntad. Los evangelios recuerdan su lucha interior y las pruebas que tuvo que superar, junto a sus discípulos, a lo largo de su vida.

Los maestros de la ley lo acosaban con preguntas capciosas para someterlo al orden establecido, olvidando al Espíritu que lo impulsaba a curar incluso en sábado. Los fariseos le pedían que dejara de aliviar el sufrimiento de la gente y realizara algo más espectacular, "un signo del cielo", de proporciones cósmicas, con el que Dios lo confirmara ante todos.

Las tentaciones le venían incluso de sus discípulos más queridos. Santiago y Juan le pedían que se olvidara de los últimos, y pensara más en reservarles a ellos los puestos de más honor y poder. Pedro le reprende porque pone en riesgo su vida y puede terminar ejecutado.

Sufría Jesús y sufrían también sus discípulos. Nada era fácil ni claro. Todos tenían que buscar la voluntad del Padre superando pruebas y tentaciones de diverso género. Pocas horas antes de ser detenido por las fuerzas de seguridad del templo Jesús les dice así: "Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas" (Lucas 22,28).

El episodio conocido como "las tentaciones de Jesús" es un relato en el que se reagrupan y resumen las tentaciones que hubo de superar Jesús a lo largo de toda su vida. Aunque vive movido por el Espíritu recibido en el Jordán, nada le dispensa de sentirse atraído hacia formas falsas de mesianismo.

¿Ha de pensar en su propio interés, o escuchar la voluntad del Padre? ¿Ha de imponer su poder de Mesías, o ponerse al servicio de quienes lo necesitan? ¿Ha de buscar su propia gloria, o manifestar la compasión de Dios hacia los que sufren? ¿Ha de evitar riesgos y eludir la crucifixión, o entregarse a su misión confiando en el Padre?

El relato de las tentaciones de Jesús fue recogido en los evangelios para alertar a sus seguidores. Hemos de ser lúcidos. El Espíritu de Jesús está vivo en su Iglesia, pero los cristianos no estamos libres de falsear una y otra vez nuestra identidad cayendo en múltiples tentaciones.

Identificar hoy las tentaciones de la Iglesia y de la jerarquía, de los cristianos y de sus comunidades; hacernos conscientes de ellas como Jesús; y afrontarlas como lo hizo él, es lo primero para seguirle con fidelidad. Una Iglesia que no es consciente de sus tentaciones, pronto falseará su identidad y su misión. ¿No nos está sucediendo algo de esto? ¿No necesitamos más lucidez y vigilancia para no caer en la infidelidad?

José Antonio Pagola

lunes, 7 de marzo de 2011

El caso pendiente

Lucas 18: 2-5
Estudio bíblico

I. Introducción

Esta parábola aborda el tema de la comunión con Dios y de los beneficios de la oración. Por ello podemos comenzar haciéndonos algunas preguntas: ¿Sirve de algo contarle a Dios nuestros problemas? ¿Escucha Dios mis demandas? Jesús estaba interesado en responder a estas cuestiones. Por eso le cuenta a sus seguidores la siguiente parábola.

Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella misma ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: `¡Hazme justicia contra mi adversario!' Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: `Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que deje de una vez de importunarme.'»
Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; pues, ¿no hará Dios justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche? ¿Les hará esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?

II. Entendiendo lo que leemos

Historias como estas ocurren a menudo. En los tiempos que se narra la parábola ser una viuda tenía implicaciones no tan agradable como en nuestros tiempos. Sin pensión ni seguro y sin familiares que se ocuparan de ellas, las viudas, se quedaban sin protección y a la merced de los riesgos, incluida la miseria. Pero la viuda de nuestra historia tiene un adversario que no le quiere pagar lo que le debe. Su último recurso es un juez. Y eso intenta pero parece que el magistrado es un canalla.

El juez de nuestra historia carece de dos cualidades que se tornan indispensables a la hora de impartir justicia en Israel: respeto por la Ley y respeto por los derechos humanos. Y como su cliente es pobre no se molesta en prestarle atención.

Pero la historia no termina aquí. Cansada de la actitud del magistrado la viuda examina sus alternativas. Así que decide importunarlo. Y a lo dicho lo hecho.

III. ¿Por qué Jesús cuenta esta parábola?

Jesús quería despejar malentendidos. Hay personas que creen que lo que la parábola dice es que si Dios es el juez hay que acudir a él con constancia. Que cuando no obtenemos ayuda en otros sitios hay que acabar acudiendo a Dios. Siguiendo esta lógica entonces Dios sería como el juez de la historia, alguien que por agotamiento prefiere impartir justicia. ¿Pero el Dios de las escrituras actúa así?

Jesús no explica esta parábola como una comparación entre la viuda y nosotros y el juez y Dios. Sino, al contrario, por contrastes. Porque ni nosotros nos parecemos a la viuda ni el juez a Dios.

La viuda era una extraña al juez. Un caso más entre otros tantos. Nosotros somos los hijos de Dios, somos su familia. Somos los hermanos de Jesús. Y en eso las Escrituras no se cansan de repetirlo. Ver Ro. 8: 16-17. Por otra parte nuestro Padre no tiene nada que ver con el juez. El juez era un sinvergüenza, nosotros creemos que el Padre es justicia, amor y misericordia. Ver Salmo. 34:8. La viuda del relato no tenía más remedio que atosigar al juez. Nosotros no necesitamos importunar a Dios para conseguir algo. Acudimos a El para aprender de El.

IV. ¿Por qué orar entonces?

¿Para qué orar, si Dios ya tiene el perfecto control sobre todas las cosas? ¿Por qué orar, cuando Dios ya sabe lo que le pediremos antes de hacerlo?

(1) La oración es una forma de servir a Dios (Lucas 2:36-38). Oramos porque Dios nos manda que lo hagamos (Filipenses 4:6-7).

(2) El orar es un ejemplo dado a nosotros por Cristo y la iglesia primitiva (Marcos 1:35; Hechos 1:14; 2:42; 3:1; 4:23-31; 6:4; 13:1-3).

(3) Dios decidió que la oración sea el medio para obtener Su intervención en determinadas situaciones:

a) Preparación para decisiones importantes (Lucas 6:12-13).
b) Para derrotar la actividad demoníaca en la vida de las personas (Mateo 17:14-21).
c) En la reunión de los obreros para la cosecha espiritual (Lucas 10:2).
d) Para adquirir fortaleza y vencer ante la tentación (Mateo 26:41).
e) El medio para fortalecer a otros espiritualmente (Efesios 6:18-19).

(4) Tenemos la promesa de Dios de que nuestras oraciones no son en vano, aún si no recibimos específicamente lo que pedimos (Mateo 6:6; Romanos 8:26-27)

(5) Él ha prometido que cuando oremos por cosas que estén de acuerdo a Su voluntad, Él nos las concederá (I Juan 5:14-15).

David y la falta de autorregulación.

Tema 7
El Antiguo Testamento y el arte de la resiliencia

I. Introducción.

David es considerado como un rey esencialmente justo, valiente y apasionado, aunque en ninguna manera exento de pecados, así como un aclamado guerrero, músico y poeta, y al que tradicionalmente se atribuye la autoría de muchos de los escritos del Libro de los Salmos. Su vida se divide en cuatro etapas claramente definidas que se extraen de los escritos de Samuel.
La vida de David es especialmente importante para el Judaísmo. Su biografía se basa casi exclusivamente en los libros de Samuel, donde se lo describe como rubio, de hermosos ojos, prudente y muy bella presencia. Desde niño fue pastor de ovejas. Ocupado en este trabajo adquirió el coraje que luego supo desplegar en el campo de batalla y el tierno cuidado que tuvo para con su manada, que más tarde habría de ser tema de sus canciones acerca de los atributos de su Dios. Como José, sufrió la mala disposición de sus hermanos mayores, que le tenían envidia, posiblemente por los talentos con que Dios lo había favorecido.
Una de las funciones de las Escrituras es la de advertir por medio del ejemplo, a la vez que servir de aliento. El pecado de David en el caso de Urías heteo constituye un ejemplo fundamental de lo que se acaba de afirmar. Lo que se busca es que esta mancha se vea tal como es, es decir como una mácula en la vida de un personaje por lo demás hermoso y maravillosamente dedicado a la gloria de Dios. Es verdad que existen elementos en la experiencia de David que al que a los cristianos le resultan inverosímiles y hasta repugnantes. Sin embargo “él… sirvió a su propia generación según la voluntad de Dios” (Hechos 13:36), y en esa generación se destacó como una luz brillante y reluciente para el Dios de Israel.

II. Síntomas de nuestra falta de autorregulación.

¿Cómo podemos identificarnos entre las personas que no se saben autorregular? Daremos tres indicadores.

a) Unilateralidad mental: Describe la falta de equilibrio en nuestros procesos mentales. Es en medio de las crisis y las preocupaciones donde deberíamos hacer un uso equilibrado entre las motivaciones lógicas y emocionales; pero no lo hacemos. Acabamos optando por una de estas dos salidas. Con la consecuente minusvaloración de la otra. Veamos un ejemplo de un proceso de unilateralidad:

En los tiempos del sitio de Rabbah, David no asistió a la batalla quedándose en Jerusalén, después de una siesta, caminó por un terrado y observó en una casa vecina una mujer de hermosa apariencia bañándose y David la deseó. Se hizo informar y averiguó que su nombre era Betsabé, hija de Eliam, esposa de Urías, un soldado heteo que luchaba por él. Esta condición no hizo desistir a David.
David la hace venir y yace con ella por lo que comete adulterio con Betsabé. El adulterio era penalizado con la muerte en Israel. Betsabé queda embarazada, entonces David llama a Urias, a fin de que pueda estar con su esposa y ocultar la verdadera identidad del padre del niño. Sin embargo, Urías se niega a permanecer en su casa mientras sus compañeros están en la lucha, por lo que David cambia su estrategia: Lo envía de regreso a la guerra pero da instrucciones al comandante para que situé a Urías en la parte frontal y más difícil de la batalla, a fin de que lo mataran en combate. Betsabé guarda un luto por su esposo mientras un enamorado David espera.

Las personas que priman su parte lógica (parte izquierda del cerebro) suelen estar constantemente cavilando y cuestionándolo todo. Cuando toman decisiones lo hacen con temor, pues temen equivocarse. Se refugian en conductas elusivas. Constantemente trazan planes minuciosos, pero su estado de ánimo se resiente, porque no suelen ser prácticos y pierden el contacto con la realidad. El perfeccionismo los lleva a la irritabilidad y a la ansiedad. Los que priman sus emociones (parte derecha del cerebro) suelen dejarse llevar por sus emociones. Tienen temor a los compromisos. Suelen ser inconstantes en sus proyectos a largo plazos. Como se guían por las corazonadas pasan por altos detalles importantes de la vida, no reconocen los errores, no suelen aprender de los fracasos y emocionalmente pasan de estados de alegría a la tristeza con mucha facilidad.
b) Dependencia del estado de ánimo: las personas que no son capaces de regular sus emociones suelen culpabilizar a los demás u otras cosas de su fracasos y estados de ánimos. Pueden enumerar las cosas que les molesta y no ven manera de corregir su carácter. Creen que es desde fuera que su personalidad es controlada. No suelen buscar ayuda.
c) Permanente desánimo: Cuando aprendemos nuevos comportamientos y nuevos modelos de pensamientos no siempre obtendremos un éxito inmediato. Nunca podemos preveer si el camino elegido es el más eficaz. En ocasiones las personas desanimadas interpretan sus fracasos como prueba de su incapacidad personal. Minimizan la necesidad de hacer cambios. En vez de corregir caracteres y hacer cambios de conductas se dan por vencidos ante las primeras dificultades. Pero una continua capitulación de hacer un camino diferente nos hace perder autoestima. Primero decimos: eso no es para mí. Y lo decimos con alivio; pero a la larga, con los días desemboca en una frustración, puesto que la situación que vivimos es la misma y nosotros hemos optado por no hacer nada.


Próximo tema: El Rey David y el sentimiento de culpa.

viernes, 4 de marzo de 2011

La multiplicación de los panes y los peces.

Juan 6:1-14)

El milagro de la alimentación de los cinco mil es la única señal (además de la resurrección de Jesús), que se encuentra registrada en los cuatro evangelios.
Es un milagro clave, de suma importancia. Marcos. 6:51, 52, nos dice: "Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban. Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones". Esto indica que esta señal tenía y tiene mucho significado.
A. La ocasión.
1. Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias.
1a Después de esto: quiere indicar que lo que ha continuación se relata es posterior a los sucesos en Jerusalén, la curación y el conflicto con los Judíos (Cha. 5), probablemente pudiera haber ocurrido un año después.
1b Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias: Jesús y sus discípulos fueron a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida" (Luc. 9:10), no la Betsaida de Galilea (Mar. 6:45), sino la Betsaida oriental.
B. La Narración.
2. Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos.
2a Y le seguían una gran multitud. El imperfecto nos indica que le seguían, no solamente en esta ocasión, sino que lo hacían continuamente.
2.b porque veían las señales que hacía en los enfermos: En este caso los imperfectos sugieren que de tiempo en tiempo el Señor hacía milagros: Lo seguían por que veían las señales que hacia en los enfermos y todo esto de manera continua.
Ante tal situación cabe la pregunta, ¿Por que lo seguían continuamente?. Por que habían quedado satisfechos físicamente por medio de las señales, que en el fondo la multitud no entendían, mas no seguían a Jesús por lo que El era, sino para satisfacer sus necesidades el Mesías, el Salvador.
Luego de esto Jesús se sentó, entendiéndose que Jesús se sentaba habitualmente con sus discípulos en una colina. Mientras que se aproximaba la fiesta judía de la Pascua (ver. 4).
Jesús al alzar la vista, vio una multitud que venia hacia Él (ver. 6), y para poner a prueba ha Felipe le pregunto: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? (Vr. 6). La respuesta fue humanamente desalentadora: "Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco" (ver.7). Sin embargo Andrés, hermano de Simón Pedro le dijo: Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos? Walvoord dice al respecto:
Andrés en contraste con Felipe, había investigado cuales eran los recursos de que disponía la multitud. Todo lo que había era el almuerzo de un muchacho. La incapacidad humana preparo el escenario para una manifestación de la compasión y poder de Dios". [24]
Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar; y se recostaron como en número de cinco mil varones.
Los Sinópticos nos dicen que se sentaron en grupos de cincuenta (Lc. 9:14) y de ciento (Mr. 6:40), de esta manera se contaba, conforme al uso oriental. Las mujeres formarían otro grupo aparte, significando que la alimentación supero los cinco mil.
11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían.
11a Y tomo los panes: tomó en el acto los panes.
y habiendo dado gracias: es bueno precisar que, primero Jesús da las gracias, luego viene el milagro Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos" (Mat. 14:19; también Marcos y Lucas dicen "bendijo.
Los judíos creían que el que participa de algo sin dar gracias actuaba como si estuviera robando a Dios".
Los repartió: es un viejo verbo que significa: "Dar a varios". También denota el comienzo de su actividad; repartió por medio de sus discípulos a los que estaban acostados o recostados, dándoles bastante pan y pescado para comer, hasta el hartazgo: "Todo lo que querían".
Estos hombres podían comer hasta saciarse y si no se saciaban, después de la primera repartición, al instante podían seguir comiendo cuantas veces quisieran hasta saciarse. Aseveramos que la misión de Jesús sobre la tierra era la transformación de las cosas, su poder sin limite, puesto que si el de algo lo da en abundancia.
Luego de este milagro la gente recordó la predicción de Moisés que dijo que se levantaría un profeta (Dt. 18. 15-18). Moisés había alimentado a la gente y los había sacado de la opresión y esclavitud de Egipto. Jesús también había alimentado a la gente y de acuerdo a la concepción equivocada acerca de la vida y obra del Mesías este seria el que los libraría del yugo romano, Mesías que fue malinterpretado" como un jefe supremo político y militar, concepto que desfigura totalmente la misión de Jesús (ver.15).
Posteriormente esta multitud lo sigue hasta Capernaum (6.17,21), no por lo que Jesús era, sino por las señales, por que vieron en El un recurso para recibir comida gratis.
Respondió Jesús y les dijo: "De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis". (6:26).
Lo que Jesús le quería decir, era que a pesar de haber visto las señales, no habían comprendido el mensaje de la señal en su verdadera dimensión, puesto que las señales, testificaban que Él era el Mesías, el Hijo de Dios.
La preocupación del gentío se debía mas ha por lo que habían de comer que por el menaje que comunicaba la señal, el mismo que testificaría la gloria de Dios. Jesús amonesta a la gente por su contemplación materialista y su insuficiente discernimiento espiritual.
C. Propósito.
En este caso es doble el propósito, el primero es dar evidencia que él puede proveer ha los hambrientos de pan material, así como revelarse nutrir el estomago espiritual puesto que es el pan de vida cuya misión mesiánica era el salvar dar vida verdadera al mundo (33-32)

jueves, 3 de marzo de 2011

Edificar sobre roca o edificar sobre arena, esta es la cuestión.

Mt.2: 21-27

Es importante tener en cuenta el contexto del párrafo del evangelio de Mt que acabamos de escuchar. Estamos en el final del sermón del monte que empieza con las bienaventuranzas y continúa a lo largo de los capítulos cinco, seis y siete. En estos tres capítulos encontramos resumida toda la enseñanza de Jesús; por eso tiene pleno sentido que termine con la advertencia de que no basta con escuchar y aceptar sus propuestas. Ni siquiera es suficiente el cumplimiento de las normas si no va acompañada de la vivencia y de una actitud interior semejante a la de Jesús. Jesús exige a sus seguidores una nueva manera de estar en el mundo, no la externa adhesión a unas normas religiosas.

Aparentemente, lo que nos dice el evangelio está en contradicción con lo que nos dice Pablo. Pero si tratamos de descubrir el sentido profundo, resulta que ambos están diciendo exactamente lo mismo. El confiar en nuestras obras para alcanzar la salvación, queda excluido radicalmente con las palabras de Pablo. Pero también la fe como simple aceptación teórica de unas verdades, salta hecha añicos con la parábola de evangelio. En el mensaje de Jesús, la teoría y la práctica son inseparables. La cosa más práctica que existe es una buena teoría, siempre que no se quede en teoría. Hay que dejar muy claro, que lo que salva es la actitud interior; pero si esa actitud no se manifiesta en obras, es que no existe. Las obras son la única garantía de una correcta actitud vital. Podemos llegar a creer que somos nosotros los que vamos a edificar el edificio espiritual. Ya dice el salmo: “si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”. Mis obras lo que tienen que manifestar es que me estoy dejando edificar, que me dejo llevar por la fuerza de Dios que actúa en mí.

No el que dice ¡Señor!, ¡Señor! ... No basta con oír, ni basta con hablar. Hay que vivir lo que hemos escuchado o lo que vamos proclamando en alta voz. La advertencia tiene hoy tanta vigencia como en tiempo de la primera comunidad. Es significativa la frase que tanto se repite hoy: “soy creyente pero no practicante”. Si por practicar la religión entendemos ir a misa, confesar y comulgar, es que no nos hemos enterado de nada. Practicar la religión cristiana es actuar desde el respeto, la comprensión y el amor al otro.

Sino el que cumple la voluntad de mi Padre. La voluntad de Dios no le llegó a Jesús ni nos llegará a nosotros desde fuera. Es nuestro propio ser el que exige una manera determinada de vivir. En lo más hondo de mi ser tengo que descubrir lo que Dios espera de mí, gravado en el centro de mi propio ser. Es verdad que se dice que la roca es Cristo, pero dejando bien claro que él mismo tuvo que fundamentar su vida humana en lo que había de divino en él. Es decir, Jesús es la roca porque nos lleva al fundamente, que es Dios-Amor.

Si nos damos cuenta de que nuestra existencia es un proceso que tenemos que llevar a cabo cada uno, descubriremos que la principal tarea de todo ser humano está siempre por hacer. La principal tarea de todo ser humano es la construcción de un sí mismo. Para ello necesita unos planos, pero no puede quedarse contemplándolos. Es necesario que los ejecute. Somos un proyecto que hay que realizar. Ese proyecto está en lo más hondo de mi ser; sólo tengo que descubrirlo y hacerlo vida. La gran tentación es creer que la casa está ya construida y pretender meternos dentro a disfrutar...

La plenitud humana sólo llegará si desarrollamos lo específicamente humano. Lo propio del hombre es su capacidad de conocer y de amar. Si edificamos sobre los sentidos, los apetitos, las pasiones, estaremos edificando sobre arena. Si nos movemos por el hedonismo, es decir, buscando lo que me pide el cuerpo, lo que me apetece, lo que me gusta, lo más fácil, estaré edificando sobre arena. Mi verdadero ser exige de mí algo más. Lo que hace crecer nuestro verdadero ser no es aprovecharme de todos y utilizarlos para conseguir placer, sea del tipo que sea, sino el ponerme al servicio del otro para que él sea más. La paradoja está en que cuando parece que pierdo, gano; y mientras más me pierda en beneficio del otro, más me gano. Mientras más me doy, más seré yo mismo.

La doble parábola no necesita ninguna explicación. Lo único que habría que dilucidar sería lo que significa para nosotros la roca y la arena. Es relativamente fácil descubrir que si uno se dedica a satisfacer sus sentidos, sus apetitos, sus pasiones, etc., poniendo la parte superior de su ser al servicio de la inferior, no desarrolla lo que es específico del hombre. Es mucho más difícil descubrir que, siendo una persona muy cumplidora de las normas religiosas, se puede equivocar y arruinar igualmente su vida. Buscar en la religión las seguridades que no podemos alcanzar con nuestro esfuerzo, es la mejor manera de fracasar. Empeñarse en que Dios mantenga a toda costa lo que en nosotros hay de terreno, de caduco, de contingente, de limitado, es una falsa ilusión. La pretendida perfección de nuestra parte sensible es imposible porque todo lo que es contingente no puede ser eterno, y todo lo que es compuesto termina descomponiéndose.

No se trata de dejar de edificar tu propia casa para construir la del prójimo. Este error nos puede costar muy caro, pues nos lleva a considerar el amor como renuncia. Se trata de que mi humanidad esté edificada sobre la auténtica relación con el otro. Pero el amor no se puede conseguir directamente, es consecuencia del conocimiento. Del conocimiento puramente sensitivo nace el egoísmo y la defensa a ultranza de la individualidad. Del conocimiento intuitivo, que nos hace descubrir nuestro verdadero ser, nace el amor-unidad. Es el amor que te convierte en roca. Ese es el amor del que nos habla Jesús.

Hay un dato que nos puede ayudar a buscar este simbolismo comunitario. En casi todas las lenguas, la palabra “casa” significa, además del edificio donde el hombre habita, familia, estirpe. En la Biblia encontramos más de mil veces la palabra “casa”, casi todas ellas con este último sentido (casa de Jacob, casa de Israel). La casa de cada uno no se podrá construir nunca al margen de los demás. La arena no es más que roca descompuesta. Los granos de arena desintegrados no ofrecen ninguna consistencia. Cuando están integrados formando roca, no hay quien los mueva. Ese concepto de unidad es la mejor imagen de lo que llamamos el verdadero amor. Lo importante es descubrir el aglutinante que haga de la arena, roca. Ese aglutinante es el amor. El salmo 127 lo indica con toda claridad: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”.

Está claro que seguir a Jesús no es cosa de un momento de euforia. Adherirse a Jesús es iniciar un camino que no va a terminar nunca. Es verdad que desde el primer paso ya está disfrutando de la meta, pero si se detiene, pierde todo el sentido de la marcha. Esto no lo hemos tenido claro los cristianos que hemos creído que lo importante es el bautismo y el permanecer dentro de la Iglesia. Incluso nos hemos creído seguros por el hecho de pertenecer a ella. No, lo importante sería estar en todo momento construyendo la propia casa, sin pretender haberla terminado por haber trabajado mucho. La plenitud humana es nuestra meta y lo más bonito de esa posibilidad de plenitud es que no tiene límite.

También este mensaje tiene una trampa. Después de dos mil años de cristianismo, es muy difícil distinguir entre un verdadero seguimiento de Cristo y la acomodación de su mensaje a nuestros intereses y caprichos. Al contrario de Jesús, que estuvo preocupado por lo que Dios quería del él, nosotros andamos mucho más preocupados por lo que queremos o esperamos de Dios. La principal preocupación de nuestra religión es asegurar que Dios esté de nuestra parte para sacarnos las castañas del fuego cuando nuestras limitaciones no nos permitan alcanzar nuestros deseos. Incluimos en estos deseos, el más fuerte de todos, el deseo de inmortalidad. Tergiver¬sando el mensaje de Jesús hemos terminando asegurando nuestra supervi¬vencia individual, incluso más allá de la muerte.

La religión tiene que ayudar a hombre a conseguir su objetivo último: ser cada día más humano. Dios no puede querer para el ser humano más que su plenitud. Ahora bien, esa plenitud tiene que llegarle por lo que es específicamente humano, su inteligencia. No digo su razón, porque esa palabra puede equivocarnos. La capacidad de razonar puede estar completamente al servicio de la parte animal del hombre. Cundo la toma de decisiones se basa en un conocimiento deficiente, le llevará más bajo que los mismos animales. Por eso el evangelio no habla de voluntad sino de conocimiento (prudente, necio).

Todo lo dicho es válido para cualquier cristiano, pero para algunos es, si cave, más preocupante. Me refiero a aquellos que tenemos la obligación de predicar. Podemos escuchar la palabra, estudiar el mensaje, entenderlo racionalmente y predicarlo a los demás, sin vivir nosotros mismos eso que predicamos. En mi opinión, esa es la causa de tanto fracaso a la hora de trasmitir nuestra fe. Sobre todo los jóvenes, no aceptan hoy unas propuestas que no ven reflejadas en la vida de los que se las proponen como excelentes.

José A. Pagola.