Juan 4: 1-45
Este evangelio es muy distinto de los sinópticos. En Jn todo son símbolos; a través de los cuales, quiere trasmitirnos la teología, más avanzada de todo el NT. Esto no quiere decir que el hecho no haya sucedido. Seguramente sucedieron cosas parecidas más de una vez.
El de hoy es un relato eminentemente teológico. Es una catequesis en toda regla que invita a un seguimiento de Jesús como dador de verdadera Vida. Los cambios que propone en la manera de relacionarse el hombre con Dios, nos debían hacer pensar un poco. Ni en este templo, ni en Jerusalén, ni en ningún otro templo se puede dar el verdadero culto a Dios. Lo que entendemos por culto, en la inmensa mayoría de los casos no es más que idolatría. Es decir, un intento de domesticar a Dios, materializando nuestra relación con Él.
Jesús se encuentra de paso por Samaría que era la parte central de toda la tierra prometida. Judea, Samaría y Galilea eran una misma nación, antes de la división entre Judea y Palestina. Aunque tenía los mismos antecedentes religiosos, su trayectoria había sido muy distinta. Por eso en tiempos de Jesús, los samaritanos eran despreciados por los judíos, que los consideraban herejes. El peor insulto para un judío era llamarle samaritano.
"Se quedó sentado" es más que un simple “se sentó”. Jesús va ocupar el lugar del pozo. Él es el manantial (agua, vida) que va a ocupar el puesto de la ley el templo y la tradición. Esta sustitución del templo y la Ley por Jesús, es la clave de todo el relato.
Llega "una mujer" No tiene nombre, es la representante de la región de Samaría que va a apagar su sed en la tradición (el pozo). Jesús está solo. Se trata del encuentro del Mesías con Samaría, la prostituta, la infiel. El profeta Oseas de Samaría había denunciado la prostitución de esta tierra, que en su tiempo era el reino de Israel, por oposición al de Judá.
"Dame de beber". Jesús toma la iniciativa confesando la necesidad perentoria que tiene cualquier ser humano para conservar su vida biológica. Ni rastro de prepotencia. Se acerca a la mujer implorando ayuda. Ella tiene lo que a él le falta y necesita.
Es lógica la extrañeza de la mujer. Jesús acaba de derribar una barrera infranqueable. Al acercarse con una petición, desbarata el complejo de superioridad de los judíos; se presenta como un ser humano más, sin pretensiones por el hecho de ser judío. Reconoce que ella, una mujer samaritana, puede ofrecerle algo indispensable.
Jesús le ha pedido un favor, pero está dispuesto a corresponder con otro mucho mayor. Jesús se muestra por encima de las circunstancias que envuelven a judíos y samaritanos; se niega a reconocer la división, causada por las ideologías religiosas. La mujer no conoce más agua que la del pozo, figura de la ley, que sólo se puede conseguir con el esfuerzo humano. No ha descubierto que existe un don de Dios gratuito.
El agua-Espíritu que promete Jesús, se convierte en manantial que continuamente da vida. Así desarrolla a cada humano desde su dimensión personal. No se trata de añadidos externos (Ley). La Ley despersonali¬za, el Espíritu es siempre personalizante. El Hombre recibe Vida en su raíz misma, en lo profundo de su ser, no por acomodarse a normas externas. Su fuerza "salta" es garantía de plenitud. Siendo en todos y cada uno, la misma agua es creadora de unidad-amor. Como el agua necesaria para la vida hay que extraerla de lo hondo de la tierra, el agua del Espíritu hay que sacarla de lo hondo de uno mismo. La mujer sabe lo que cuesta sacar agua del pozo y la insatisfacción que produce, porque tiene que venir cada día a sacarla. Aunque no comprende bien como puede realizarse, se abre al don que le promete Jesús porque responde a su anhelo más íntimo.
El sentido de los versículos, que se refieren a los maridos, hay que buscarlo en el trasfondo profético, que nos lleva a la infiel relación de Samaría con Dios. En Os 1,2 la prostituta y en Os 3,1 la adúltera, son la imagen del reino de Israel que tenía a Samaría como capital. Su prostitución consistía en haber abandonado al verdadero Dios.
En hebreo se usaba el termino "Ba´al" (dueño, señor) para designar al esposo, pero era también el nombre de una divinidad pagana. El simbolismo es claro. La mujer que representa a Samaría ha tenido cinco dioses, y el que tiene ahora (Yahvé) al compartirlo, es espurio y tampoco es su (Ba´al). Esta es otra de las claves del relato.
Samaría la adúltera representada por la mujer, está insatisfecha con su pasado, descubre una posible solución en la propuesta de Jesús, pero antes, tiene que tomar conciencia de su infidelidad para poder superarla. Samaría se ha entregado a otros maridos-señores-dioses (ba´alim). Está pues alejada de Yahvé. La única solución es recuperar su verdadero esposo (Dios). Os 2,18: “Aquel día... me llamarás esposo mío, ya no me llamarás baal mío. Le apartaré de la boca los nombres de los baales”. Jesús está diciendo a la mujer que su culto está prostituido, eso explica que ella pase más tarde al tema del templo.
“No tengo marido”. La mujer reconoce su situación. Pretendían dar culto al Dios de los judíos, pero al admitir otros dioses, en realidad habían roto con él. En Jesús se personifica la actitud de Dios que no ha roto con ella, sino que la busca. El agua tradicional (Ley) no había apagado la sed. La búsqueda les había llevado a la multiplicidad de maridos-señores-dioses. El agua que da Jesús es el encuentro definitivo con el Dios verdadero.
La Samaritana descubre que Jesús es un profeta, no porque le ha adivinado su vida, sino por la profundidad del planteamiento religioso. La imagen de profeta que tiene la mujer es la de (Dt 18,15) profeta semejante a Moisés (Taheb) que restauraría el verdadero culto. La mujer sigue aferrada a la tradición "nuestros padres". Piensa que hay que encontrar la solución sin salir de lo antiguo, que es la única realidad que conoce. No ha descubierto aún la novedad de la oferta de Jesús. Jesús no parte de la perspectiva de la mujer, sino de otra muy distinta. También el templo de Jerusalén está prostituido. Las dos alternativas son equivocadas. Su oferta es algo nuevo. Se trata de un cambio radical. Jesús mismo será el lugar de encuentro con Dios. Dios adquiere un nombre nuevo "Padre". Esta paternidad excluye privilegios y exclusiones. Esta relación con Dios directa, sin intermediarios, hará posible la unidad de todos.
"Dios es Espíritu" Espíritu, desde la mentalidad griega, significa un ser no material. Desde la mentalidad judía, significa que Dios es fuerza, dinamismo de amor, vida para los hombres. El agua viva es la experiencia constante de la presencia y el amor del Padre. Padre, porque comunica su propia Vida y trasforma al hombre en espíritu. Dios mismo desarrolla su proyecto creador en cada hombre.
“En espíritu y en verdad”. El culto deja de ser vertical, pues Dios está en el Hombre. El culto antiguo exigía del hombre una renuncia de sí, era una humillación del hombre, una disminución ante un Dios soberano. El nuevo culto no humilla, sino que eleva al hombre, haciéndole cada vez más semejante al Padre. El culto antiguo subrayaba la distancia; el nuevo la suprime, consiguiendo que el hombre salga de su situación de opresión y de muerte. Dios no necesita ni espera dones. Los samaritanos no esperaban un Mesías rey ungido de la casa de David. Esperaban un "Taheb" (el que retorna), el profeta semejante a Moisés, el maestro de la Ley. Los samaritanos aceptan a Jesús y le piden que se quede un tiempo con ellos. Los herejes están más cerca de Dios que los ortodoxos judíos.
Jose Antonio Pagola
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