Tema 7
El Antiguo Testamento y el arte de la resiliencia
I. Introducción.
David es considerado como un rey esencialmente justo, valiente y apasionado, aunque en ninguna manera exento de pecados, así como un aclamado guerrero, músico y poeta, y al que tradicionalmente se atribuye la autoría de muchos de los escritos del Libro de los Salmos. Su vida se divide en cuatro etapas claramente definidas que se extraen de los escritos de Samuel.
La vida de David es especialmente importante para el Judaísmo. Su biografía se basa casi exclusivamente en los libros de Samuel, donde se lo describe como rubio, de hermosos ojos, prudente y muy bella presencia. Desde niño fue pastor de ovejas. Ocupado en este trabajo adquirió el coraje que luego supo desplegar en el campo de batalla y el tierno cuidado que tuvo para con su manada, que más tarde habría de ser tema de sus canciones acerca de los atributos de su Dios. Como José, sufrió la mala disposición de sus hermanos mayores, que le tenían envidia, posiblemente por los talentos con que Dios lo había favorecido.
Una de las funciones de las Escrituras es la de advertir por medio del ejemplo, a la vez que servir de aliento. El pecado de David en el caso de Urías heteo constituye un ejemplo fundamental de lo que se acaba de afirmar. Lo que se busca es que esta mancha se vea tal como es, es decir como una mácula en la vida de un personaje por lo demás hermoso y maravillosamente dedicado a la gloria de Dios. Es verdad que existen elementos en la experiencia de David que al que a los cristianos le resultan inverosímiles y hasta repugnantes. Sin embargo “él… sirvió a su propia generación según la voluntad de Dios” (Hechos 13:36), y en esa generación se destacó como una luz brillante y reluciente para el Dios de Israel.
II. Síntomas de nuestra falta de autorregulación.
¿Cómo podemos identificarnos entre las personas que no se saben autorregular? Daremos tres indicadores.
a) Unilateralidad mental: Describe la falta de equilibrio en nuestros procesos mentales. Es en medio de las crisis y las preocupaciones donde deberíamos hacer un uso equilibrado entre las motivaciones lógicas y emocionales; pero no lo hacemos. Acabamos optando por una de estas dos salidas. Con la consecuente minusvaloración de la otra. Veamos un ejemplo de un proceso de unilateralidad:
En los tiempos del sitio de Rabbah, David no asistió a la batalla quedándose en Jerusalén, después de una siesta, caminó por un terrado y observó en una casa vecina una mujer de hermosa apariencia bañándose y David la deseó. Se hizo informar y averiguó que su nombre era Betsabé, hija de Eliam, esposa de Urías, un soldado heteo que luchaba por él. Esta condición no hizo desistir a David.
David la hace venir y yace con ella por lo que comete adulterio con Betsabé. El adulterio era penalizado con la muerte en Israel. Betsabé queda embarazada, entonces David llama a Urias, a fin de que pueda estar con su esposa y ocultar la verdadera identidad del padre del niño. Sin embargo, Urías se niega a permanecer en su casa mientras sus compañeros están en la lucha, por lo que David cambia su estrategia: Lo envía de regreso a la guerra pero da instrucciones al comandante para que situé a Urías en la parte frontal y más difícil de la batalla, a fin de que lo mataran en combate. Betsabé guarda un luto por su esposo mientras un enamorado David espera.
Las personas que priman su parte lógica (parte izquierda del cerebro) suelen estar constantemente cavilando y cuestionándolo todo. Cuando toman decisiones lo hacen con temor, pues temen equivocarse. Se refugian en conductas elusivas. Constantemente trazan planes minuciosos, pero su estado de ánimo se resiente, porque no suelen ser prácticos y pierden el contacto con la realidad. El perfeccionismo los lleva a la irritabilidad y a la ansiedad. Los que priman sus emociones (parte derecha del cerebro) suelen dejarse llevar por sus emociones. Tienen temor a los compromisos. Suelen ser inconstantes en sus proyectos a largo plazos. Como se guían por las corazonadas pasan por altos detalles importantes de la vida, no reconocen los errores, no suelen aprender de los fracasos y emocionalmente pasan de estados de alegría a la tristeza con mucha facilidad.
b) Dependencia del estado de ánimo: las personas que no son capaces de regular sus emociones suelen culpabilizar a los demás u otras cosas de su fracasos y estados de ánimos. Pueden enumerar las cosas que les molesta y no ven manera de corregir su carácter. Creen que es desde fuera que su personalidad es controlada. No suelen buscar ayuda.
c) Permanente desánimo: Cuando aprendemos nuevos comportamientos y nuevos modelos de pensamientos no siempre obtendremos un éxito inmediato. Nunca podemos preveer si el camino elegido es el más eficaz. En ocasiones las personas desanimadas interpretan sus fracasos como prueba de su incapacidad personal. Minimizan la necesidad de hacer cambios. En vez de corregir caracteres y hacer cambios de conductas se dan por vencidos ante las primeras dificultades. Pero una continua capitulación de hacer un camino diferente nos hace perder autoestima. Primero decimos: eso no es para mí. Y lo decimos con alivio; pero a la larga, con los días desemboca en una frustración, puesto que la situación que vivimos es la misma y nosotros hemos optado por no hacer nada.
Próximo tema: El Rey David y el sentimiento de culpa.
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