lunes, 30 de enero de 2012

A la puerta de nuestra casa.

Marcos 1,29-39

En la sinagoga de Cafarnaún Jesús ha liberado por la mañana a un hombre poseído por un espíritu maligno. Ahora se nos dice que sale de la «sinagoga» y marcha a «la casa» de Simón y Andrés. La indicación es importante pues, en el evangelio de Marcos, lo que sucede en esa casa encierra siempre alguna enseñanza para las comunidades cristianas.

Jesús pasa de la sinagoga, lugar oficial de la religión judía, a la casa, lugar donde se vive la vida cotidiana junto a los seres más queridos. En esa casa se va a ir gestando la nueva familia de Jesús. Las comunidades cristianas han de recordar que no son un lugar religioso donde se vive de la Ley, sino un hogar donde se aprende a vivir de manera nueva en torno a Jesús.

Al entrar en la casa, los discípulos le hablan de la suegra de Simón. No puede salir a acogerlos pues está postrada en cama con fiebre. Jesús no necesita más. De nuevo va a romper el sábado por segunda vez el mismo día. Para él lo importante es la vida sana de las personas, no las observancias religiosas. El relato describe con todo detalle los gestos de Jesús con la mujer enferma.

«Se acercó». Es lo primero que hace siempre: acercarse a los que sufren, mirar de cerca su rostro y compartir su sufrimiento. Luego, «la cogió de la mano»: toca a la enferma, no teme las reglas de pureza que lo prohíben; quiere que la mujer sienta su fuerza curadora. Por fin, «la levantó», la puso de pie, le devolvió la dignidad.

Así está siempre Jesús en medio de los suyos: como una mano tendida que nos levanta, como un amigo cercano que nos infunde vida. Jesús solo sabe servir, no ser servido. Por eso la mujer curada por él se pone a «servir» a todos. Lo ha aprendido de Jesús. Sus seguidores han de vivir acogiéndose y cuidándose unos a otros.

Pero sería un error pensar que la comunidad cristiana es una familia que piensa solo en sus propios miembros y vive de espaldas al sufrimiento de los demás. El relato dice que, ese mismo día, «al ponerse el sol», cuando ha terminado el sábado, le llevan a Jesús toda clase de enfermos y poseídos por algún mal.

Los cristianos hemos de grabar bien la escena. Al llegar la oscuridad de la noche, la población entera con sus enfermos «se agolpa a la puerta». Los ojos y las esperanzas de los que sufren buscan la puerta de esa casa donde está Jesús. La Iglesia solo atrae de verdad cuando la gente que sufre puede descubrir dentro de ella a Jesús curando la vida y aliviando el sufrimiento. A la puerta de nuestras comunidades hay mucha gente sufriendo. No lo olvidemos.

José Antonio Pagola

La iglesia verdaderamente postmoderna.

Ser postmoderna, entonces, tiene muy poco que ver con las modas de hoy. Más bien, la iglesia postmoderna es genuinamente postmoderna, genuinamente cristiana, y como resultado, genuinamente enfocada en las misiones. La iglesia postmoderna es una comunidad de fe que ve el postmodernismo como un contexto en el cual el cristianismo bíblico puede florecer. Permite la sacudida de las fundaciones de nuestra sociedad para ocasionar que la gente escuche con gran seriedad al Espíritu hablando por medio de la Escritura mientras guía a la iglesia a redescubrir las dimensiones del evangelio que han sido olvidadas en la era moderna. Sobre todo, la iglesia postmoderna desea ser dirigida por el Espíritu para que pueda ser efectiva en el contexto en el cual Dios la ha puesto.

Cinco valores pertenecen al postmodernismo que la iglesia postmoderna considera seriamente en su búsqueda de personificar el cristianismo bíblico.

Primero, la iglesia postmoderna valora holismo y busca ministrar a la persona entera. A este fin, el salvar almas, una marca de contraste crucial para la iglesia evangélica en la era moderna, está unida con una preocupación genuina para la participación social. En lugar de enfocarse solamente en la razón y el aspecto cognitivo de la alabanza, enseñanza, y predicación, la iglesia postmoderna encuentra maneras de integrar a la persona entera. Reconoce que los aspectos racionales, emocionales, e intuitivos de una persona están entrelazados inseparablemente.

Segundo, la iglesia postmoderna valora la diversidad y la celebra de varias maneras. En lugar de atender a los gustos de un solo grupo, busca reflejar el multiculturalismo en su comunidad. Desea honrar una variedad de expresiones culturales. La iglesia postmoderna no es multicultural porque se esfuerza a ser postmoderna, sino porque se esfuerza a ser bíblica. Desea obtener el ideal bíblico de la iglesia. Este ideal es evidente en la gran visión al final del libro de Apocalipsis. En esta visión, una gran multitud de cada nación está adorando a Dios y trayendo los tesoros de las naciones a la Nueva Jerusalén. Al emular esa visión, la iglesia postmoderna busca ser una muestra de lo que Dios hará. El deseo de la iglesia de ser una gente multicultural es evidente en su vida comunal, alabanza, y liderazgo intergeneracional y multiétnico.

Valorar la diversidad también significa celebrar los dones y ministerios de los miembros y al mismo tiempo promover la unidad del cuerpo. La Trinidad modela este aspecto de la vida de la iglesia. El Dios que servimos es tres personas distintas y al mismo tiempo uno solo. En esta visión para la iglesia, los líderes son ejemplos, habilitadores, y visionarios para la comunidad. La iglesia disuade el liderazgo dictatorio que sofoca las ideas y participación de la gente. Además, reconocer la diversidad lleva a la iglesia a dejar la idea moderna que la congregación entera tiene que participar en cualquier programa preempaquetado que el pastor escoja. La iglesia tiene la libertad de permitir que el Espíritu obre en cualquier manera que Él desee para realizar la voluntad de Dios entre y mediante su pueblo.

Tercero, la iglesia postmoderna valora relaciones. Reconoce la verdad bíblica que las personas no son autosuficientes, sino que encuentran su identidad por medio de relaciones que honran a Dios. Valorar relaciones afecta la vida de la congregación. Disuade la tendencia de convertirse en un enclave eclesiástico — un barrio devoto — y anima el compañerismo con otras congregaciones y con la comunidad alrededor.

Cuarto, la iglesia postmoderna valora la espiritualidad. Reconoce que la meta de sus ministerios no es solamente comunicar el conocimiento, sino también infundir sabiduría. La sabiduría es la habilidad de aplicar el conocimiento genuino a las situaciones de la vida para promover una vida mejor. La iglesia postmoderna reconoce que su misión es facilitar un encuentro entre Dios y las personas que están buscando a Dios. La oportunidad más grande de ministerio que tiene con la sociedad contemporánea no se encuentra en su habilidad de proveer respuestas a las preguntas de la vida, sino en su disposición de ayudar a otros a descubrir y vivir la vida abundante que solamente Dios puede proporcionar.

Finalmente, la iglesia postmoderna genera comunidad.

Stanley J. Grenz

Ideas erróneas de ser postmoderno.

Antes de definir una iglesia postmoderna, tengo que quitar unos trastos. Hoy, muchos valores e impulsos se consideran postmodernos, pero son claramente modernos.Una suposición equivocada es que ser postmoderno requiere la adopción de una formula universal importada de una iglesia exitosa en otro lugar. Muchos creen en la ilusión que encontrar el programa correcto — un juego de herramientas de una iglesia postmoderna — les ayudará a tener una iglesia postmoderna exitosa.

Durante décadas recientes, los cristianos norteamericanos han empezado a depender de programas, seminarios, y conferencias preempaquetados en una búsqueda de encontrar la moda más eficaz. Hace unos años el movimiento de las iglesias Vineyard [Viña] era la puerta para alcanzar la cultura postmoderna. Pero la moda cambió rápidamente y las iglesias decidieron que el nuevo contexto misionero requería ser sensibles a los buscadores. El modelo de vida con propósito era la moda siguiente. Desde entonces, otras palabras de moda tales como antiguo-futuro ydesarrollo natural de la iglesia han surgido.

El enfoque más reciente es formar parte de la iglesia emergente. Una segunda idea equivocada es que la iglesia es postmoderna si tiene el estilo correcto de alabanza. Como consecuencia, algunas iglesias han implementado la formula de alabanza y Palabra; otras, el estilo nuevo de alabanza ecléctica; los que están a la última moda tienen alabanza multi-sensoria. Quizá otro factor clave es el lugar.

Hace unos años nos dijeron que una iglesia era postmoderna si estaba ubicada en un centro comercial. Pero pronto la moda cambió al almacén, que fue seguido por el café. Hoy parece que el postmodernismo requiere que nos reunamos en un bar. No se equivoque. Estos asuntos son importantes y cada iglesia tiene que considerarlos muy cuidadosamente. Sin embargo, estas ideas extensamente creídas no hacen que una iglesia sea postmoderna. De hecho, cualquier sugerencia basada en la suposición que el postmodernismo en la iglesia está conectado a un enfoque universalmente aplicado y orientado a programas no es postmoderna. Más bien, refleja una perspectiva moderna que es antitética a una sensibilidad central postmoderna — un enfoque en lo local en lugar de lo universal.

Stanley J. Grenz

jueves, 26 de enero de 2012

Dios es distinto.

Mc 1,21-28

El Dios de Jesús es muy distinto. El mensaje de Jesús nos dice que a Dios sólo se puede ir a través del hombre. Buscar a Dios prescindiendo del prójimo es idolatría. Creer que el tiempo dedicado a las personas es tiempo negado a Dios es una trampa.

Estamos en el primer día de actividad de Jesús. Su primer contacto con la gente tiene lugar en la sinagoga. Es un signo de que la primera intención de Jesús fue enderezar la religiosidad del pueblo que había sido tergiversada por una interpretación opresora de la Ley. Por dos veces en el relato se hace referencia a la enseñanza de Jesús, pero no se dice nada de lo que enseña. Se habla de la obra. Lo que Jesús hace es liberar a un hombre de un poder opresor, el espíritu inmundo (contrario al espíritu santo). La clave es que Jesús libera, cuando habla y cuando actúa. La buena noticia que anuncia Mc, es la liberación, en dos direcciones: de las fuerzas del mal (espíritu inmundo); y de la fuerza opresora de la Ley, explicada de una manera alienante por los fariseos y letrados (no como los letrados). La intención de Mc es que la gente se haga la pregunta clave: ¿Quien es Jesús? Lo que acabamos de leer y todo lo que sigue en este evangelio, será la respuesta.

En el evangelio el acercamiento a Jesús produce asombro. Si hemos perdido nuestra capacidad de asombro ante la buena nueva de Jesús, es que no lo hemos descubierto de verdad. En el evangelio, la admiración de la gente va en dos direcciones. Por una parte se asombran de su enseñanza y por otra, quedan estupefactos al ver la curación del hombre. En Jesús, la predicación y la acción son inseparables.

Jesús enseñaba con autoridad, porque no hablaba de oídas, sino de su experiencia interior. Trataba de comunicar a los demás sus descubri­mientos sobres Dios y sobre el hombre. Los letrados del tiempo de Jesús, enseñaban lo que habían aprendido en las Escrituras. De todas ellas tenían un conocimiento perfecto, y tenían explicaciones para todo, pero el objetivo de la enseñanza era la misma Ley, no el bien del hombre. Se quería hacer ver que el objetivo de Dios al exigir los preceptos, era que le dieran gloria a Él, no la plenitud del mismo ser humano.

Lo que dejó atónitos a los oyentes de Jesús fue el ver que su enseñanza no era así, sino que hablaba con la mayor sencillez de las cosas de Dios tal como él las vivía. Su experiencia le decía que lo único que Dios quería, era el bien del hombre. Que Dios no pretendía nada del ser humano, sino que se ponía al servicio del hombre sin esperar nada a cambio. Esta manera de ver a Dios y la Ley no tenía nada que ver con lo que los rabinos enseñaban. Todos los problemas que tuvo Jesús con las autorida­des religiosas se debieron a esto. Todos los problemas que tienen los místicos y profetas de todos los tiempos con la autoridad jerárquica responden al mismo planteamiento. Jesús se decanta por el hombre que resulta liberado del dios araña que intenta chuparle la sangre. Naturalmente si Dios no es exigente, si Dios no quiere nada para sí, ¿en nombre de quién pueden exigir tantos sacrificios sus representantes?

La expulsión del “espíritu inmundo” refleja desde el principio, el planteamiento del evangelio como una lucha entre el poder del bien y el poder del mal. Bien entendido que “mal” es toda clase de esclavitud que impide al hombre ser él mismo. Nadie se asombra del “exorcismo”, que era corriente en aquella época. Lo que les llama la atención es la superioridad que manifiesta Jesús al hacerlo, demostrando así quién es. Jesús no pronuncia fórmulas mágicas ni hace ningún signo estrafalario. Simplemente con la autoridad de su palabra obra la curación. Lo que acaban de ver les suscita la pregunta: ¿Qué es esto? El evangelio de Mc es la respuesta a una solas pregunta: ¿Quién es Jesús?

Hablar con autoridad hoy sería hablar desde la experiencia personal y no de oídas. Lo único que hacemos, también hoy, es aprender de memoria una doctrina y unas normas morales, que después trasmitimos como papagayos, como se trasmiten la lista de los reyes godos. Eso es lo que no funciona. En religión, la única manera válida de enseñar es la vivencia que se trasmite por ósmosis, no por aprendizaje. Esta es la causa de que nuestra religión sea hoy completamente artificial y vacía, que no nos compromete a nada porque la hemos vaciado de todo contenido vivencial.

En el evangelio de Mc, Jesús deja muy claro, desde el primer día, que los enemigos del hombre son los únicos enemigos de Dios. Un dios que exige al hombre sacrificarse por Él, no es el Dios de Jesús. La gloria de Dios y el bien del hombre, son una misma realidad, mejor dicho son la única realidad. La teología, la liturgia, todas las normas morales tienen que tener como fin ayudar al hombre a ser él mismo. El sábado está hecho para el hombre, no el hombre para el sábado. El defender este principio le costó la vida a Jesús.

José A. Pagola

lunes, 23 de enero de 2012

El curador

Marcos 1, 21-28

Según Marcos, la primera actuación pública de Jesús fue la curación de un hombre poseído por un espíritu maligno en la sinagoga de Cafarnaún. Es una escena sobrecogedora, narrada para que, desde el comienzo, los lectores descubran la fuerza curadora y liberadora de Jesús.

Es sábado y el pueblo se encuentra reunido en la sinagoga para escuchar el comentario de la Ley explicado por los escribas. Por primera vez Jesús va a proclamar la Buena Noticia de Dios precisamente en el lugar donde se enseña oficialmente al pueblo las tradiciones religiosas de Israel.

La gente queda sorprendida al escucharle. Tienen la impresión de que hasta ahora han estado escuchando noticias viejas, dichas sin autoridad. Jesús es diferente. No repite lo que ha oído a otros. Habla con autoridad. Anuncia con libertad y sin miedos a un Dios Bueno.

De pronto un hombre «se pone a gritar: ¿Has venido a acabar con nosotros?». Al escuchar el mensaje de Jesús, se ha sentido amenazado. Su mundo religioso se le derrumba. Se nos dice que está poseído por un «espíritu inmundo», hostil a Dios. ¿Qué fuerzas extrañas le impiden seguir escuchando a Jesús? ¿Qué experiencias dañosas y perversas le bloquean el camino hacia el Dios Bueno que él anuncia?

Jesús no se acobarda. Ve al pobre hombre oprimido por el mal, y grita: «Cállate y sal de él». Ordena que se callen esas voces malignas que no le dejan encontrarse con Dios ni consigo mismo. Que recupere el silencio que sana lo más profundo del ser humano.

El narrador describe la curación de manera dramática. En un último esfuerzo por destruirlo, el espíritu «lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió». Jesús ha logrado liberar al hombre de su violencia interior. Ha puesto fin a las tinieblas y al miedo a Dios. En adelante podrá escuchar la Buena Noticia de Jesús.

No pocas personas viven en su interior de imágenes falsas de Dios que les hacen vivir sin dignidad y sin verdad. Lo sienten, no como una presencia amistosa que invita a vivir de manera creativa, sino como una sombra amenazadora que controla su existencia. Jesús siempre empieza a curar liberando de un Dios opresor.

Sus palabras despiertan la confianza y hacen desaparecer los miedos. Sus parábolas atraen hacia el amor a Dios, no hacia el sometimiento ciego a la ley. Su presencia hace crecer la libertad, no las servidumbres; suscita el amor a la vida, no el resentimiento. Jesús cura porque enseña a vivir sólo de la bondad, el perdón y el amor que no excluye a nadie. Sana porque libera del poder de las cosas, del autoengaño y de la egolatría.

José Antonio Pagola

martes, 17 de enero de 2012

Otro mundo es posible.

Marcos 1, 14-20

No sabemos con certeza cómo reaccionaron los discípulos del Bautista cuando Herodes Antipas lo encarceló en la fortaleza de Maqueronte. Conocemos la reacción de Jesús. No se ocultó en el desierto. Tampoco se refugió entre sus familiares de Nazaret. Comenzó a recorrer las aldeas de Galilea predicando un mensaje original y sorprendente.

El evangelista Marcos lo resume diciendo que «marchó a Galilea proclamando la Buena Noticia de Dios». Jesús no repite la predicación del Bautista, ni habla de su bautismo en el Jordán. Anuncia a Dios como algo nuevo y bueno. Este es su mensaje.«Se ha cumplido el plazo». El tiempo de espera que se vive en Israel ha acabado. Ha terminado también el tiempo del Bautista. Con Jesús comienza una era nueva. Dios no quiere dejarnos solos ante nuestros problemas, sufrimientos y desafíos. Quiere construir junto con nosotros un mundo más humano.

«Está cerca el reino de Dios». Con una audacia desconocida, Jesús sorprende a todos anunciando algo que ningún profeta se había atrevido a declarar: "Ya está aquí Dios, con su fuerza creadora de justicia, tratando de reinar entre nosotros". Jesús experimenta a Dios como una Presencia buena y amistosa que está buscando abrirse camino entre nosotros para humanizar nuestra vida.

Por eso, toda la vida de Jesús es una llamada a la esperanza. Hay alternativa. No es verdad que la historia tenga que discurrir por los caminos de injusticia que le trazan los poderosos de la tierra. Es posible un mundo más justo y fraterno. Podemos modificar la trayectoria de la historia.

«Convertíos». Ya no es posible vivir como si nada estuviera sucediendo. Dios pide a sus hijos e hijas colaboración. Por eso grita Jesús: "Cambiad de manera de pensar y de actuar". Somos las personas las que primero hemos de cambiar. Dios no impone nada por la fuerza, pero está siempre atrayendo nuestras conciencias hacia una vida más humana.

«Creed en esta Buena Noticia». Tomadla en serio. Despertad de la indiferencia. Movilizad vuestras energías. Creed que es posible humanizar el mundo. Creed en la fuerza liberadora del Evangelio. Creed que es posible la transformación. Introducid en el mundo la confianza.

¿Qué hemos hecho de este mensaje apasionante Jesús? ¿Cómo lo hemos podido olvidar? ¿Con qué lo hemos sustituido? ¿En qué nos estamos entreteniendo si lo primero es "buscar el reino de Dios y su justicia"? ¿Cómo podemos vivir tranquilos observando que el proyecto creador de Dios de una tierra llena de paz y de justicia está siendo aniquilado por los hombres?

José Antonio Pagola

jueves, 5 de enero de 2012

El espíritu de Jesús

Marcos 1, 7-11

Jesús apareció en Galilea cuando el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Llevaban mucho tiempo sintiendo la lejanía de Dios. Los cielos estaban "cerrados". Una especie de muro invisible parecía impedir la comunicación de Dios con su pueblo. Nadie era capaz de escuchar su voz. Ya no había profetas. Nadie hablaba impulsado por su Espíritu.

Lo más duro era esa sensación de que Dios los había olvidado. Ya no le preocupaban los problemas de Israel. ¿Por qué permanecía oculto? ¿Por qué estaba tan lejos? Seguramente muchos recordaban la ardiente oración de un antiguo profeta que rezaba así a Dios: "Ojalá rasgaras el cielo y bajases".

Los primeros que escucharon el evangelio de Marcos tuvieron que quedar sorprendidos. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios. Sobre la tierra caminaba un hombre lleno del Espíritu de Dios. Se llamaba Jesús y venía de Nazaret.

Ese Espíritu que desciende sobre él es el aliento de Dios que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los vivientes, el amor que lo transforma todo. Por eso Jesús se dedica a liberar la vida, a curarla y hacerla más humana. Los primeros cristianos no quisieron ser confundidos con los discípulos del Bautista. Ellos se sentían bautizados por Jesús con su Espíritu.

Sin ese Espíritu todo se apaga en el cristianismo. La confianza en Dios desaparece. La fe se debilita. Jesús queda reducido a un personaje del pasado, el Evangelio se convierte en letra muerta. El amor se enfría y la Iglesia no pasa de ser una institución religiosa más.

Sin el Espíritu de Jesús, la libertad se ahoga, la alegría se apaga, la celebración se convierte en costumbre, la comunión se resquebraja. Sin el Espíritu la misión se olvida, la esperanza muere, los miedos crecen, el seguimiento a Jesús termina en mediocridad religiosa.

Nuestro mayor problema es el olvido de Jesús y el descuido de su Espíritu. Es un error pretender lograr con organización, trabajo, devociones o estrategias diversas lo que solo puede nacer del Espíritu. Hemos de volver a la raíz, recuperar el Evangelio en toda su frescura y verdad, bautizarnos con el Espíritu de Jesús:

No nos hemos de engañar. Si no nos dejamos reavivar y recrear por ese Espíritu, los cristianos no tenemos nada importante que aportar a la sociedad actual tan vacía de interioridad, tan incapacitada para el amor solidario y tan necesitada de esperanza.

José Antonio Pagola