lunes, 7 de marzo de 2011

El caso pendiente

Lucas 18: 2-5
Estudio bíblico

I. Introducción

Esta parábola aborda el tema de la comunión con Dios y de los beneficios de la oración. Por ello podemos comenzar haciéndonos algunas preguntas: ¿Sirve de algo contarle a Dios nuestros problemas? ¿Escucha Dios mis demandas? Jesús estaba interesado en responder a estas cuestiones. Por eso le cuenta a sus seguidores la siguiente parábola.

Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella misma ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: `¡Hazme justicia contra mi adversario!' Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: `Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que deje de una vez de importunarme.'»
Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; pues, ¿no hará Dios justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche? ¿Les hará esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?

II. Entendiendo lo que leemos

Historias como estas ocurren a menudo. En los tiempos que se narra la parábola ser una viuda tenía implicaciones no tan agradable como en nuestros tiempos. Sin pensión ni seguro y sin familiares que se ocuparan de ellas, las viudas, se quedaban sin protección y a la merced de los riesgos, incluida la miseria. Pero la viuda de nuestra historia tiene un adversario que no le quiere pagar lo que le debe. Su último recurso es un juez. Y eso intenta pero parece que el magistrado es un canalla.

El juez de nuestra historia carece de dos cualidades que se tornan indispensables a la hora de impartir justicia en Israel: respeto por la Ley y respeto por los derechos humanos. Y como su cliente es pobre no se molesta en prestarle atención.

Pero la historia no termina aquí. Cansada de la actitud del magistrado la viuda examina sus alternativas. Así que decide importunarlo. Y a lo dicho lo hecho.

III. ¿Por qué Jesús cuenta esta parábola?

Jesús quería despejar malentendidos. Hay personas que creen que lo que la parábola dice es que si Dios es el juez hay que acudir a él con constancia. Que cuando no obtenemos ayuda en otros sitios hay que acabar acudiendo a Dios. Siguiendo esta lógica entonces Dios sería como el juez de la historia, alguien que por agotamiento prefiere impartir justicia. ¿Pero el Dios de las escrituras actúa así?

Jesús no explica esta parábola como una comparación entre la viuda y nosotros y el juez y Dios. Sino, al contrario, por contrastes. Porque ni nosotros nos parecemos a la viuda ni el juez a Dios.

La viuda era una extraña al juez. Un caso más entre otros tantos. Nosotros somos los hijos de Dios, somos su familia. Somos los hermanos de Jesús. Y en eso las Escrituras no se cansan de repetirlo. Ver Ro. 8: 16-17. Por otra parte nuestro Padre no tiene nada que ver con el juez. El juez era un sinvergüenza, nosotros creemos que el Padre es justicia, amor y misericordia. Ver Salmo. 34:8. La viuda del relato no tenía más remedio que atosigar al juez. Nosotros no necesitamos importunar a Dios para conseguir algo. Acudimos a El para aprender de El.

IV. ¿Por qué orar entonces?

¿Para qué orar, si Dios ya tiene el perfecto control sobre todas las cosas? ¿Por qué orar, cuando Dios ya sabe lo que le pediremos antes de hacerlo?

(1) La oración es una forma de servir a Dios (Lucas 2:36-38). Oramos porque Dios nos manda que lo hagamos (Filipenses 4:6-7).

(2) El orar es un ejemplo dado a nosotros por Cristo y la iglesia primitiva (Marcos 1:35; Hechos 1:14; 2:42; 3:1; 4:23-31; 6:4; 13:1-3).

(3) Dios decidió que la oración sea el medio para obtener Su intervención en determinadas situaciones:

a) Preparación para decisiones importantes (Lucas 6:12-13).
b) Para derrotar la actividad demoníaca en la vida de las personas (Mateo 17:14-21).
c) En la reunión de los obreros para la cosecha espiritual (Lucas 10:2).
d) Para adquirir fortaleza y vencer ante la tentación (Mateo 26:41).
e) El medio para fortalecer a otros espiritualmente (Efesios 6:18-19).

(4) Tenemos la promesa de Dios de que nuestras oraciones no son en vano, aún si no recibimos específicamente lo que pedimos (Mateo 6:6; Romanos 8:26-27)

(5) Él ha prometido que cuando oremos por cosas que estén de acuerdo a Su voluntad, Él nos las concederá (I Juan 5:14-15).

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