martes, 20 de enero de 2015

Fatigado del camino se sentó junto al pozo.

Juan 4: 5-6

Jesús había estado en Judea antes de encontrarse con la mujer samaritana.
Los fariseos habían comenzado a difundir el rumor de que Jesús bautizaba
a más discípulos que Juan. Quizás este rumor había causado cierta tensión
y malestar. Puede que esto es lo que estaba detrás de la decisión de Jesús de
marcharse.
Al llegar al pozo, Jesús decide detenerse. Estaba fatigado del camino. Su fatiga
puede que tenga que ver también con los rumores que se habían difundido.
Mientras descansa, una mujer samaritana se acerca al pozo para sacar agua.
Este encuentro tuvo lugar en el pozo de Jacob: un lugar lleno de simbolismo
para la vida y la espiritualidad del pueblo de la Biblia.
Comienza un diálogo entre Jesús y la samaritana sobre el lugar del culto. «¿Es
en este monte o en Jerusalén?» pregunta la mujer samaritana. Jesús contesta:
«no tendrán que subir a este monte ni ir a Jerusalén… los verdaderos adoradores
rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad» (Juan 4, 21-24).
Sigue aconteciendo que en vez de una búsqueda común de la unidad, las
relaciones entre las Iglesias estén marcadas por la competencia y la disputa.
Esto ha sido lo que ha pasado en Brasil en los últimos años. Las comunidades
ensalzan sus propios méritos y las ventajas que consiguen sus adherentes
con la finalidad de atraer nuevos miembros. Algunos piensan que cuanto más
grande es la Iglesia, cuanto más grande es el número de sus miembros, más
grande es su poder y más cerca está de Dios, presentándose a sí mismos como
los únicos verdaderos adoradores. Como consecuencia de ello ha habido vio-33
lencia y falta de respeto hacia otras religiones y otras tradiciones. Esta especie
de marketing competitivo crea a la vez un clima de sospecha entre las Iglesias
y una falta de credibilidad del cristianismo en su conjunto en la sociedad. Al
crecer la competencia la «otra» Iglesia se vuelve una enemiga.
¿Quiénes son los verdaderos adoradores? Los verdaderos adoradores no
consienten que una lógica de la competencia –quién es mejor y quién es
peor– contamine la fe. Necesitamos «pozos» para recostarnos, descansar y
abandonar las disputas, la rivalidad y la violencia; lugares donde podamos
aprender que los verdaderos adoradores rinden culto «en espíritu y en verdad».

Preguntas
1. ¿Cuál es la razón principal para la competencia entre nuestras Iglesias?
2. ¿Somos capaces de encontrar un «pozo» común en el que podamos
recostarnos y descansar de nuestras disputas y rivalidades?

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