miércoles, 21 de enero de 2015

No tengo marido.

Juan 4: 16-19

La mujer samaritana contesta a Jesús: «No tengo marido». Ahora el tema de
conversación es la vida marital de la mujer. Hay un cambio en lo que se refiere
al contenido del diálogo –del agua al marido. «Vete a tu casa, llama a tu marido
y vuelve acá» (Juan 4, 16), pero Jesús sabe que la mujer ha tenido cinco
maridos y que ese con el que ahora vive no es su marido.
¿Cuál es la situación de la mujer? ¿Había pedido su marido el divorcio? ¿Era
viuda? ¿Tenía hijos? Surgen espontáneas estas preguntas al leer el relato. Sin
embargo, parece que Jesús tenía interés en una dimensión distinta de la vida
de la mujer: es consciente de la situación de la mujer pero permanece abierto
a ella, a encontrase con ella. Jesús no se detiene en una interpretación moral
de la respuesta de la mujer, sino que parece querer llevarla más allá. Y como
resultado de ello la actitud de la mujer hacia Jesús cambia. En este momento
los obstáculos de las diferencias culturales y religiosas se desvanecen en el
fondo para dar cabida a algo mucho más importante: un encuentro confiado.
El comportamiento de Jesús en esta situación nos permite abrir nuevas
ventanas y formular algunas preguntas, preguntas que desafían las actitudes
que denigran y marginan a las mujeres; y preguntas sobre las diferencias que
consentimos que obstaculicen el camino hacia la unidad que buscamos y por
la que oramos.

Preguntas
1. ¿Cuáles son las estructuras de pecado que podemos encontrar en nuestras
comunidades?
2. ¿Cuál es el lugar y el papel de las mujeres en nuestras Iglesias?
3. ¿Qué pueden hacer nuestras Iglesias para prevenir y reprimir la violencia
dirigida contra las mujeres y las niñas?

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