miércoles, 28 de enero de 2015

La fe que viene del testimonio.

Juan 4: 27-40

Con su corazón transformado la mujer samaritana sale a misionar. Anuncia a su gente que ha encontrado al mesías. Muchos creyeron en Jesús «movidos por el testimonio de la samaritana» (Juan 4, 39). La fuerza de su testimonio surge de la transformación de su vida que ha tenido lugar a causa del encuentro con Jesús. Gracias a su actitud de apertura, reconoció en ese extranjero «un manantial capaz de dar vida eterna» (Juan 4, 14).
La misión es un elemento clave de la fe cristiana. Todo cristiano está llamado a anunciar el nombre del Señor. El papa Francisco dijo a los misioneros: «adondequiera que vayáis, os hará bien pensar que el Espíritu de Dios siempre llega antes que nosotros». Misionar no es hacer proselitismo. Los que verdaderamente anuncian a Jesús se acercan a los demás en un diálogo amoroso, abierto a aprender de los demás, respetuoso de las diferencias. Nuestra misión exige que aprendamos a beber el agua viva sin tomar posesión del pozo. El pozo no nos pertenece. Lo que hacemos es sacar vida del pozo, de ese pozo de agua viva que nos ha dado Jesús.
Nuestra misión debe ser una labor al mismo tiempo de palabra y de testimonio. Intentamos vivir lo que proclamamos. El arzobispo brasileño Helder Cámara una vez dijo que muchos se habían vuelto ateos al sentirse decepcionados por personas de fe que no viven lo que predican. El testimonio de la samaritana movió a su comunidad a creer en Jesús porque sus hermanos y hermanas podían percibir la coherencia entre sus palabras y su transformación.
Si nuestras palabras y nuestro testimonio son auténticos, el mundo prestará atención y creerá. «¿Cómo van a creer en él si no han oído su mensaje?» (Romanos 10, 14).

Preguntas

1.¿Cuál es la relación entre misión y unidad?
2. ¿Conoces a alguna persona en tu comunidad cuya vida es un testimonio viviente de la unidad?

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