jueves, 24 de febrero de 2011

Ir a la iglesia o ser iglesia.

El año pasado la escritora Anne Rice anunció que dejaba el cristianismo pero no a Cristo. En Facebook escribió: “Se me hace imposible ‘pertenecer’ a este grupo belicoso, hostil, quisquilloso y merecidamente infame. Lo he tratado por diez años. He fallado. Estoy fuera. Mi conciencia no me permite otra cosa”. La famosa escritora se declaraba libre de la religión organizada pero no libre de Jesús.

Rice no es un caso aislado. Muchos cristianos entre 20 y 30 años están dejando los sistemas burocráticos para unirse a una comunidad cristiana más familiar y alternativa. No es que no les guste la idea de una iglesia, sino que no les gusta lo que la iglesia ha llegado a ser.

No sólo los no-cristianos creen que la iglesia está llena de reglas, bancas y gente criticona. Los cristianos jóvenes también están en busca de algo más. Ansían un cristianismo más auténtico que no esté entorpecido por asociaciones indignas con la cultura corporativa y la mentalidad consumista.
Con la campaña de Barak Obama, todos podían unirse a la idea de que vamos a traer justicia, esperanza y vamos a terminar con la pobreza”, dice. “Desean unirse alrededor de cosas como estas y producir cambios”.Pero cuando se terminó la campaña política, la iglesia debería haber dicho: “Eso es lo que nosotros hacemos todo el tiempo”, dice.


A fin de vivir lo que dicen, están construyendo una iglesia a través del servicio. A veces pagan la cuenta de los que asisten a un café local o ayudan con las compras de supermercado. “Queremos que se nos conozca por lo que hacemos, no por lo que decimos”, dice. “Queremos que la gente diga: ‘Miren, eso es mostrar un espíritu de servicio”

El servicio de adoración también es práctico. Después de cantar, orar, escuchar y aprender, se invita a los miembros a que adoren en diferentes lugares en forma creativa. En un lugar los miembros trabajan en un proyecto comunitario como preparar botiquines de primeros auxilios. En otro lugar escriben cartas a los que están en la cárcel. La gente por debajo los 30 años está interesada en disciplinas espirituales, están comprometidos con la justicia social y desean participar en pequeñas comunidades de fe, donde puedan conocer y ser conocidos.

Mucho de lo que todavía se ofrece sobre el tema del ministerio con adultos jóvenes sigue los patrones antiguos. Pero la iglesia no se ha puesto al día sobre los adultos emergentes. La iglesia debería apoyar a los jóvenes adultos en iniciativas de ministerio que ellos mismos puedan desarrollar, lo cual incluye iglesias satélites y grupos monásticos.

En lugar de tratar de que los jóvenes adultos se unan a lo que hemos estado haciendo o que hagan lo que creemos deberían hacer, debemos poner atención y apoyar lo que el Espíritu Santo está haciendo en la vida de ellos. Pero esto rompe con nuestro pensamiento convencional, porque la gente de la iglesia teme que la tradición e identidad de la denominación se debilitaría o sería reemplazada por otra cosa, si se permite que los jóvenes adultos construyan sus propias experiencias alternativas de fe.

Piensan que o debemos hacerlo a su modo con el órgano de tubos y los vitrales, o tenemos que deshacernos de todo lo que amamos y valoramos, a fin de dejarlos hacer lo que está de moda. Pero no es que sigan una moda, quieren ser fieles al evangelio. Hay una diferencia radical entre tratar de que la gente venga a nuestra iglesia y tratar de empollarlos para que sean la iglesia en el mundo.

La iglesia hizo muy bien en crear el logo de “corazones abiertos, mentes abiertas, puertas abiertas, pero cuando las iglesias locales no viven ese lema, es desastroso para los jóvenes adultos. Los jóvenes cristianos están interesados en ser la iglesia, no en ir a la iglesia. Lo que ocurre es que a los jóvenes adultos simplemente no les interesa ayudar a que una organización sobreviva.

Mallory McCall

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