Nuestra iglesia evangélica, igual que la católica, parece haberse obsesionado por los temas sexuales, como si ésos fuesen los únicos problemas críticos de nuestro tiempo y como si de ellos dependiera el futuro de la iglesia y de la civilización. Temas sexuales, especialmente la homosexualidad, dominan abrumadoramente el discurso de los políticos protestantes; entre la gran mayoría de los evangélicos, la sola mención de homosexuales y lesbianos les infunde pánico. Más que sólo principios bíblicos y teológicos, que por supuesto son cruciales, parece funcionar aquí un profundo prejuicio social.
Los evangélicos, junto con los católicos, salen en masa para unirse a las marchas contra los homosexuales. Manifestaciones multitudinarias se han realizado en Costa Rica, Argentina, Brasil y muchos otros países. Es una causa popular, apoyada por el prejuicio de la sociedad misma.
No estoy minimizando la importancia de la ética sexual ni de nuestra fidelidad bíblica, pero sí quiero cuestionar las prioridades erradas de esta obsesiva campaña contra los homosexuales. ¿Por qué será que para una marcha anti-homosexual salimos a la calle por cientos de miles, pero cuando se trata de una protesta contra la corrupción en el gobierno (como el Manifiesto de la Vergüenza en Costa Rica), somos mudos y brillamos por nuestra ausencia? ¿Por que no se han unido las iglesias protestantes y católicas para organizar marchas contra las guerras de Irak y Afganistán? ¿Por qué no se les ha ocurrido a nuestros líderes religiosos una masiva protesta contra el golpe de estado en Honduras y el régimen represivo de su gobierno "democrático"?
Precisamente por eso, las iglesias evangélicas carecen de autoridad moral para que sus campañas anti-homosexuales sean convincentes. Los partidos protestantes han sido casi siempre cómplices del sistema, a veces hasta partícipes en la corrupción. Líderes ambiciosos han manipulado a los miembros ingenuos para quedar electos en puestos políticos, y ya electos no muestran una mínima comprensión de las necesidades reales del país ni una visión positiva del futuro nacional. Por eso, sus arengas contra la homosexualidad quedan en ridículo ante los sectores pensantes y críticos de la población y a veces huelen a oportunismo e hipocresía.
En amplios sectores de nuestras sociedades latinoamericanas, nuestras iglesias evangélicas se conocen más por su oposición a la homosexualidad que por cualquier otra cosa. Parece que la iglesia protestante en América Latina siempre ha necesitado algún gran enemigo con quien pelear. Es el síndrome del "anti". Originalmente era anti-catolicismo, después anti-comunismo y anti-ecumenismo, y ahora más que otra cosa, anti-homosexual. Pero el evangelio no vive de negaciones sino de las buenas nuevas. El evangelio es el "Sí" y el "Amén" de Dios (2 Cor 1:19-20); cuando lo negativo domina en la iglesia, ella está enferma.
La cuestión homosexual no siempre tenía la importancia que ahora tiene. En los Estados Unidos, Ronald Reagen, con gran astucia, forjó una alianza entre católicos y protestantes en torno a dos temas: homosexualidad y aborto. Les hizo pensar que esos eran los mayores problemas del país y los únicos criterios para el voto. Con esa táctica ganó la presidencia y el apoyo para sus guerras en Centroamérica y sus fatales políticas económicas, de las que hoy sufrimos las consecuencias. Con la misma táctica Nixon y los dos Bush politizaron estos temas para cometer más atrocidades. Y hoy, si nos unimos con la cruzada anti-homosexual, nos estamos aliando con otras causas que son contrarias al evangelio y negativas para el futuro de nuestros países.
Por todo eso quiero proponer una moratoria, digamos de unos cinco años, en que dejemos en paz a los homosexuales y que nos dediquemos a otros temas más importantes y más evangélicos. ¡Una moratoria de diatribas homofóbicas, nada de ataques e insultos, nada de marchas populacheras! Un descanso, para volver a respirar aire fresco. Y de hecho, la causa anti-homosexual no perderá nada, porque la jerarquía católica y las grandes mayorías homofóbicas de nuestros países se encargarán de proteger la patria y la familia.
Propongo que durante este período de moratoria nos dediquemos a analizar con calma este tema, dispuestos con humildad a juzgar nuestros propios pecados, pues el juicio debe comenzar en la casa de Dios. Debemos analizar mucho más a fondo los aspectos bíblicos de este tema (exegéticos y hermenéuticos), que tienen sus bemoles muy importantes. Nos haría mucho bien recordar que los mismos pasajes denuncian la avaricia (¡los avaros no entrarán al reino de Dios, pero sí en las iglesias!); el Nuevo Testamento dice mucho más contra la avaricia y la codicia que contra la homosexualidad. Otras preguntas que requieren un análisis imparcial son: ¿es congénita la homosexualidad en algunos casos, y cómo afecta eso el tema? ¿Cómo afecta la homosexualidad, positiva y negativamente, a ellos mismos, comparado con el matrimonio heterosexual? ¿Amenazan estas prácticas a la familia y la sociedad? ¿Cómo? Confieso que no tengo respuestas a estas preguntas, pues hasta ahora no me convencen los argumentos ni de un lado ni del otro.
Una pregunta fundamental: ¿Qué significa el mandamiento de amar, el gran mandamiento de la ley, para este tema? Muchas iglesias evangélicas ahora se conocen más por su aparente odio contra otros grupos que por su amor cristiano. Con la moratoria que propongo, la iglesia evangélica podría volver a ser conocida como la comunidad de amor en Cristo y no como un enemigo más de otro sector social ¡Qué lindo sería!
Me parece que hoy la iglesia está enferma con fiebre, y necesita reposo para bajar la calentura.
Esta guerra homofóbica está haciendo mucho daño a nuestras iglesias. Es hora para una tregua. Sería muy saludable y nos haría muchísimo bien. ¡Qué lo permita Dios!
Juan Stam
sábado, 18 de diciembre de 2010
jueves, 16 de diciembre de 2010
Ecumenismo y pentecostalismo en América Latina.
El ecumenismo es el esfuerzo de cristianos que bajo el impulso del Espíritu, desean restaurar la unidad visible de la Iglesia de Jesucristo. Esto no es el ideal solo de algunos cristianos aislados que se sienten responsables de este proyecto; es un imperativo para cada cristiano en virtud del bautismo común a todos los seguidores del Evangelio. Como sabemos, el ecumenismo recibió un nuevo impulso en 1910, en el Congreso de Edimburgo, Escocia. Desde Edimburgo, el movimiento de acercamiento ha progresado por etapas importantes: Ámsterdam (1948), Evaston (1954), Nueva Delhi (1961), Upsala (1968), Nairobi (1965). Como resultado de éste esfuerzo, el movimiento hacia la unidad visible, tiene ya un Consejo Mundial (1948), una carta y una definición.
El Consejo aspira reunir a todos los cristianos en la triple vocación que les es común: Vocación de testimonio, de unidad, y de servicio. Al propio tiempo, el mismo deseo de unidad se ha manifestado entre otros cristianos que se han asociado, dando testimonio del mismo movimiento del Espíritu.
La Iglesia Católica Romana en un principio reservada y reticente, poco a poco acabó por entrar en la corriente ecuménica. El Vaticano II, hizo ver claramente que “El Espíritu sopla donde quiere” y reconoció su presencia en las iglesias o comunidades cristianas fuera de su seno. Durante éste mismo período histórico, es decir a partir de 1900, se ha visto surgir en la iglesia otra corriente espiritual importante conocida bajo el nombre global de “pentecostalismo”.
El pentecostalismo surgió de la sala de oración en una casa de Topeka (Kansas), por el pastor metodista Charles F. Parham, en 1900. Parham y sus discípulos, el mas célebre, el pastor negro William Seymour, iniciador del “Asusa Street Renewal” en Los Angeles, no pensaron nunca en formar una nueva denominación. Su intención era permanecer arraigados en sus propias iglesias, trabajar por su renovación espiritual y de este modo por su reconciliación, ayudándolas a abrirse a una experiencia común del Espíritu. Habiendo sido excluidos de las iglesias a que pertenecían y debiendo hacer frente a una hostilidad bastante general, muchos de los pentecostales se apartaron de la orientación ecuménica de sus orígenes. Agregado a ciertos desacuerdos sobre puntos doctrinales, así como conflictos raciales o personales, les condujeron a fragmentarse en un grupo considerable de denominaciones y grupos, que han crecido notablemente.
El crecimiento más extenso en el movimiento pentecostal ha sido en el mundo en desarrollo y, sobre todo en los años recientes, ha llegado a ser una parte significativa del entorno religioso y político de América Latina. Desde la década de los ‘60 esta región ha visto un crecimiento sustantivo en el número de pentecostales, que ya alcanza al 13% o alrededor de 75 millones de los 560 millones de habitantes, como ya señalamos al principio. Cabe mencionar y no olvidar que los pentecostales no son los únicos “evangélicos” en la región. Además, los miembros carismáticos de denominaciones no-pentecostales (mayoritariamente católicos en América Latina) añaden 80 millones más a las cifras.
Sin embargo, la creciente presencia del pentecostalismo en la sociedad levanta mucha crítica y su influencia ha significado leña para el conflicto político. Mientras algunos observadores insisten en que el pentecostalismo sigue un patrón esencialmente monolítico de quietud y pasividad política, inclinándose hacia la derecha, otros subrayan su activismo político en Brasil y Guatemala. Los hechos demuestran que ha habido diferentes patrones de crecimiento, énfasis teológico y contextos políticos en cada una de estas comunidades pentecostales nacionales y la realidad actual lo refleja.
Hoy por un lado vemos el crecimiento del movimiento Pentecostal en América Latina, y por el otro la Iglesia Católica se ve a sí misma como la Iglesia total, en virtud de la sucesión apostólica de Pedro en la persona del Papa, en lo cual divergen los protestantes que niegan valor a dicha tradición sin embargo poco a poco se da lugar a una nueva entidad que nos aúna denominado Ecumenismo.
La relación con el Ecumenismo
El nacimiento del Ecumenismo dio que hablar desde su comienzo. Si bien hay un reconocimiento en la necesidad de unir al “Pueblo de Dios” hay errores en la apreciación que hacen distintos dirigentes a medida que pasa el tiempo, y que genera diversos sentimientos de unión y rechazo entre los hombres que profesan su búsqueda.
Desde los inicios, la separación de las iglesias se produjo, principalmente, por motivos teológicos y cuestiones doctrinales, presentes todavía entre las diferentes iglesias. Para intentar salvar esas diferencias se han suscitado innumerables coloquios, encuentros y diálogos a diferentes niveles, que pretenden dar verdaderos pasos hacia la unidad cristiana en plenitud. Es innegable que existen otras dimensiones ecuménicas no estrictamente doctrinales y que, sin resolverse, difícilmente se hace creíble una eventual unidad cristiana. En muchos casos, cada uno de los interlocutores enviado a los coloquios y encuentros por el dialogo cree que no puede dar nuevos pasos en el terreno de las concesiones por impedírselo la lealtad que debe a su propia Iglesia y cree haber topado con un muro infranqueable, por lo que podemos decir claramente que tenemos una lucha entre las concesiones y las lealtades….
Por ahora la unidad eclesial es solo un misterio que llevará siglos resolver….No se puede avanzar si en el liderazgo de la Iglesia persiste la sospecha y la desconfianza… ¿Cuál sería la diferencia entre la política de los gobierno y la Iglesia del Señor?
Respuestas procedentes de todos los continentes aluden a la persistencia de actitudes marcadas por el miedo, la sospecha y la desconfianza recíprocos. Otros cristianos albergan el temor de que pueden ser absorbidos por la comunidad católica, más fuerte. Algunos católicos consideran que el ecumenismo pone en peligro su fe y equivale a admitir una insuficiencia de la Iglesia católica.
Ahora bien, ¿Con quién es el diálogo ecuménico? El documento de Puebla, en su párrafo 1108 expresa: “Persiste con todo en muchos cristianos la ignorancia o la desconfianza con respecto al ecumenismo. Desconfianza que en nuestras comunidades se origina en gran parte en el proselitismo, serio obstáculo para el verdadero ecumenismo”. Precisamente ésta referencia al “proselitismo” muestra la sensibilidad de la Iglesia Católica ante el tremendo crecimiento del movimiento pentecostal y el documento de Puebla recomienda estudiar diligentemente “las causas que motivan su rápido crecimiento para responder a los anhelos y planteamientos a los cuales dichos movimientos buscan dar una respuesta tales como liturgia viva, fraternidad sentida y activa participación misionera” (párrafo 1122).
Sin embargo, no falta la crítica a dichos movimientos en el mismo documento: “Los movimientos religiosos libres, manifiestan frecuentemente deseo de comunidad, de participación, de liturgia viva que es necesario tener en cuenta. Con todo no podemos ignorar en lo tocante a esos grupos, proselitismos muy marcados, fundamentalismo bíblico y literalismo estricto respecto a sus propias doctrinas” (1109).
El catolicismo dialoga y coopera con las llamadas “iglesias históricas” que han estado dispuestas a entrar en el diálogo ecuménico, pero no ve con buenos ojos a los llamados “movimientos religiosos libres”, que son las iglesias que no han entrado en el diálogo ecuménico con Roma. Esos movimientos, constituyen la vasta mayoría del pueblo evangélico y hasta que el catolicismo los tome con seriedad dejando de clasificarlos como “proselitistas” o “fundamentalistas”, no habrá un verdadero ecumenismo. Principal escollo que aun hoy, Roma no sabe como sortear.
En resumen, persisten muchas sospechas, acerca de las intenciones mutuas reales y de las motivaciones evangélicas de los programas y las actividades de unos y de otros.
La corriente ecuménica recuerda a los cristianos de cualquier obediencia, que la iglesia debe ser UNA. El teólogo reformado Lukas Vischer ha dicho: “La iglesia dividida presenta al mundo un Evangelio contradictorio”.
La sociedad presa de un relajamiento moral sin precedentes, cuando las conciencias están como anestesiadas e incapaces de reacción, hoy mas que nunca necesitamos un cristianismo vigoroso y fuerte apoyado en el poder del Espíritu. En un mundo con falta de gozo y de propósito, nuestro Señor pide a los suyos nada menos que llevar el Evangelio a cada criatura, y la evangelización va unida al testimonio de UNIDAD, dado por la Iglesias. Una unidad en el ESPÍRITU, en la FE (no en la teología, puesto que la iglesia acepta una pluralidad de teologías, siempre que quede a salvo la fe) y en el CUERPO.
Esto solo es viable en un clima de respeto mutuo, reconociendo la identidad de los otros. “TENEMOS QUE ENCONTRARNOS PARA CONOCERNOS, CONOCERNOS PARA AMARNOS, AMARNOS PARA SER UN SOLO CUERPO"
Hacia una Espiritualidad Vivencial
Así como la historia de la Iglesia es la historia de la interpretación de las Sagradas Escrituras que se hace Iglesia, el pentecostalismo es una página de la Escritura que se transforma en Iglesia.
La primera respuesta a las expectativas de las masas tiene que ver con la espiritualidad “vivencial”, es decir, un tipo de espiritualidad que da primacía a la experiencia de y con Dios.
El pentecostalismo reivindica, en primer lugar, el valor de esta experiencia. La experiencia de la sanación -emocional y física- que parece estar conectada con los sentimientos de “bienvenida”.
La bienvenida y la hospitalidad de la comunidad pentecostal parecen tener un efecto curativo o sanador. Aquellos que llegan sienten que la comunidad entera pide a Dios por ellos, manifiesta interés en su salvación y se pone feliz al verlos. La persona solitaria, angustiada o enferma con su autoestima seriamente deteriorada, experimenta un enorme cambio en su auto-percepción. De repente se siente importante, que su vida tiene valor y que Dios le ama de verdad porque la comunidad lo expresa en forma concreta. Recupera el significado en su vida, vence la soledad y angustia y con frecuencia ve su experiencia confirmada con el alivio de su dolor físico. En muchas partes es también un hecho que el trabajo con los pentecostales es una ayuda muy poderosa para ir apartándose del alcoholismo y otros flagelos similares.
Entre otras cosas, aprendemos que el éxito de su evangelización surge de la participación de los laicos, gente organizada en tareas específicas, con responsabilidades. Se sienten parte necesaria en la acción de su iglesia.
También aprendemos la necesidad de multiplicar lugares de culto más modestos. Los pentecostales sólo tienen espacios pequeños alquilados o comprados a bajo costo, mientras que otras Iglesias gastan a veces millones de pesos en edificar grandes templos para sus liturgias.
Finalmente, muchas Iglesias asignan grandes sumas de dinero y muchos años a la formación y preparación de su personal, tanto clerical como laical. Los pentecostales, por otro lado, tienen un pastor entrenado en unos pocos años.
Sabemos que nuestro mundo posmoderno ha demostrado su sed de la experiencia religiosa en todas sus variadas formas, a veces erradas. Es posible que el éxito actual del pentecostalismo y de muchos grupos carismáticos se explique, en gran parte, por su tendencia a acentuar la experiencia religiosa individual, vivencial con todos sus aspectos emocionales; una disposición presente también en las pequeñas comunidades de base. Aquí tenemos una dimensión pastoral que quizás requiere nuestra atención y reflexión en el futuro.
La reforma del siglo XVI entre otras cosas proclamó el sacerdocio de todos los creyentes, no obstante, la Iglesia, enfrentó el temor de la pérdida de uniformidad teológica y estructural (status quo) limitando el accionar de los laicos y creando involuntariamente una infinidad de congregaciones independientes que propician la libertad de los creyentes-laicos en el servicio a Dios y la Iglesia. Estas congregaciones, al crecer, se transforman en nuevas denominaciones.
Quizás los pentecostales encontraron un camino que permite liberar a los creyentes-laicos para que puedan utilizar todo su potencial.
Cabe mencionar, que los estadistas modernos de la Iglesia definen cuatro etapas de crecimiento y decaimiento de la Iglesia
1. Los “Bárbaros”: Son los que comienzan una obra nueva, sin dinero, pasando necesidades, sufriendo persecuciones, poniendo al Señor antes que todo. Hubieron muchos misioneros que hicieron esto viniendo de países lejanos.
2. Los “Administradores”: Son los que le siguen a los “Bárbaros”. Generalmente son los pastores que vienen a seguir la obra. Alguien que fue al seminario y que ya viene con un salario y comienza a organizar la Iglesia.
3. Los “Burócratas”: La Iglesia comienza a crecer numéricamente y económicamente, se hacen edificios, se emplean profesionales para dirigir distintos ministerios. En esta etapa, ya los puestos de la Iglesia son como empleos. Aunque se sigue con las actividades, pero sin pasión y la Iglesia es dirigida por una burocracia que es cada vez menos espiritual. Los pastores viajan, son admirados, pero la Iglesia entra en una meseta, no aumenta ni decrece.
4. Los “Aristócratas”: Este es el período cuando la Iglesia comienza a declinar. Los creyentes son gente buena, dadivosa, pero han perdido el celo evangelizador. Los dirigentes son admirados y respetados pero son aristócratas de la Iglesia. Eso no es malo, pero ya no produce.
Hoy en día hay menos “Bárbaros”. Se me ocurre que la manera de producir “Bárbaros” es propiciar el servicio y ministerio de los creyentes-laicos cuando están llenos de fuego; cuando no saben todavía las políticas de las denominaciones e iglesias, cuando leen el evangelio y los hechos de los apóstoles, lo creen y lo imitan.
Mi Testimonio Personal
Yo nací en un hogar evangélico. Nos reuníamos con mis padres en lo que fue la Primera Iglesia Pentecostal en Buenos Aires.
Para mi era una incomodidad ser pentecostal; como un peso y me decía “…que lastima que no soy como los demás vecinos, ellos pueden pecar, y hacer lo que quieren”. Mis padres eran rígidos y no me permitían.
A la edad de 13 años hice una decisión de aceptar a Jesucristo como mi salvador y me bautice. Muchos otros jóvenes amigos también lo hicieron y comenzamos a predicar en las calles acerca de Jesucristo.
Más adelante a mis 15 años de edad en una vigilia de oración recibí la experiencia del “bautismo en el Espíritu Santo” y comencé hablar en nuevas lenguas.
En aquellos años los grupos pentecostales eran minoritarios en Argentina. Yo fui enviado por mi Iglesia a colaborar en una congregación nueva en la zona del gran Buenos Aires (Billingursth). Predicábamos y la gente se convertía. Yo comencé siendo un “Bárbaro”.
Por otro lado mi padre que era Pastor, comenzó a relacionarme con hermanos y pastores de otras denominaciones. El, llego a ser parte de la FAIE en sus comienzos, como así también mantenía relación con algunos sacerdotes católicos.
En los primeros años de nuestra experiencia todo eso nos alejo un poco de los mismos pentecostales que no veían muy bien nuestro acercamiento con los católicos y otros hermanos que no tenían, según estos, lo que se llamaba el “evangelio completo”
Dios es maravilloso y tiene su agenda. Una de las cosas que aprendimos fue que Dios no es pentecostal evangélico tampoco es católico. Dios es santo. Dios es uno y El quiere un solo pueblo. San Pablo dice que nosotros estamos bautizados en el Espíritu justos para formar la unidad de la Iglesia. Un solo cuerpo. Este es el Espíritu Pentecostal, la iglesia indivisa.
Pentecostés es la revelación del Dios de las Naciones, conocido como el Salvador. Por lo tanto, esta es la experiencia del Bautismo en el Espíritu Santo: El don por la excelencia de la unidad de los cristianos. El don por la excelencia de la Iglesia unida, y ésta experiencia viene transversalmente vivida por todas las denominaciones cristianas: Protestantes, Ortodoxos, Católicos, es lógico que esta gracia del Espíritu Santo sea el vehículo de la unidad.
El ecumenismo basado en la justicia social, en la búsqueda de la paz, por cierto muestra gracia de Dios y es válido para las Iglesias, pero para los pentecostales el bautismo del Espíritu Santo es la gracia por excelencia, promueve un ecumenismo del Espíritu y recuerda a los cristianos que el Espíritu, es el soplo vital de la Iglesia, que su presencia activa y poderosa está siempre operante en la medida que se lo permita obrar.
Los hijos de una familia no son iguales, uno es mejor, el otro más díscolo, pero son todos hijos amados. Amamos a pesar de las diferencias y amamos con las diferencias. Aprender a ver la diversidad no necesariamente como una división. Vivir la diversidad con un corazón curado. Cristo fue a la cruz por el ecumenismo, por la unidad de sus discípulos.
Los pentecostales creen que la unidad de la iglesia es posible pero en una unidad del espíritu, no la unidad de escritorio.
El dialogo ecuménico tiene que ser intensificado debe ser llevado adelante con coraje con el testimonio de todos. Tenemos el duro y obstinado trabajo de juntar todas las hojas de las ramas rotas. Para que el árbol majestuoso de la iglesia que esta destruido por los rayos, la desunión, torne a ir más alto más hermoso, más fuerte.
Es necesario una reconciliación que tiene que ver con el destino de la Iglesia, ya que hubo un lenguaje impuesto en el pasado: herejes, hermanos separados, sectas, etc. Pero Dios tiene un proyecto: este proyecto se llama “Unidad”.
El Señor no tiene un harem. El señor no es polígamo. El tiene una sola esposa, una sola Iglesia.
La Iglesia tiene que ser una, aun en la diversidad y la diversidad tiene que venir con un corazón reconciliado y la reconciliación tiene que ver con una obra del Espíritu que está siendo derramado sobre todos los que le aman.
Que podamos trabajar en obediencia a la profecía del Salmo 50:5 “Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio”. Vale decir que este es tiempo de juntar, de unir a todos los que están comprometidos con nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien nos ha llamado a que se cumpla la oración de Jesús: “PARA QUE TODOS SEAN UNO, COMO TU, OH PADRE EN MI Y YO EN TI QUE TAMBIEN ELLOS SEAN UNO EN NOSOTROS, PARA QUE EL MUNDO CREA QUE TU ME ENVIASTE”
El Consejo aspira reunir a todos los cristianos en la triple vocación que les es común: Vocación de testimonio, de unidad, y de servicio. Al propio tiempo, el mismo deseo de unidad se ha manifestado entre otros cristianos que se han asociado, dando testimonio del mismo movimiento del Espíritu.
La Iglesia Católica Romana en un principio reservada y reticente, poco a poco acabó por entrar en la corriente ecuménica. El Vaticano II, hizo ver claramente que “El Espíritu sopla donde quiere” y reconoció su presencia en las iglesias o comunidades cristianas fuera de su seno. Durante éste mismo período histórico, es decir a partir de 1900, se ha visto surgir en la iglesia otra corriente espiritual importante conocida bajo el nombre global de “pentecostalismo”.
El pentecostalismo surgió de la sala de oración en una casa de Topeka (Kansas), por el pastor metodista Charles F. Parham, en 1900. Parham y sus discípulos, el mas célebre, el pastor negro William Seymour, iniciador del “Asusa Street Renewal” en Los Angeles, no pensaron nunca en formar una nueva denominación. Su intención era permanecer arraigados en sus propias iglesias, trabajar por su renovación espiritual y de este modo por su reconciliación, ayudándolas a abrirse a una experiencia común del Espíritu. Habiendo sido excluidos de las iglesias a que pertenecían y debiendo hacer frente a una hostilidad bastante general, muchos de los pentecostales se apartaron de la orientación ecuménica de sus orígenes. Agregado a ciertos desacuerdos sobre puntos doctrinales, así como conflictos raciales o personales, les condujeron a fragmentarse en un grupo considerable de denominaciones y grupos, que han crecido notablemente.
El crecimiento más extenso en el movimiento pentecostal ha sido en el mundo en desarrollo y, sobre todo en los años recientes, ha llegado a ser una parte significativa del entorno religioso y político de América Latina. Desde la década de los ‘60 esta región ha visto un crecimiento sustantivo en el número de pentecostales, que ya alcanza al 13% o alrededor de 75 millones de los 560 millones de habitantes, como ya señalamos al principio. Cabe mencionar y no olvidar que los pentecostales no son los únicos “evangélicos” en la región. Además, los miembros carismáticos de denominaciones no-pentecostales (mayoritariamente católicos en América Latina) añaden 80 millones más a las cifras.
Sin embargo, la creciente presencia del pentecostalismo en la sociedad levanta mucha crítica y su influencia ha significado leña para el conflicto político. Mientras algunos observadores insisten en que el pentecostalismo sigue un patrón esencialmente monolítico de quietud y pasividad política, inclinándose hacia la derecha, otros subrayan su activismo político en Brasil y Guatemala. Los hechos demuestran que ha habido diferentes patrones de crecimiento, énfasis teológico y contextos políticos en cada una de estas comunidades pentecostales nacionales y la realidad actual lo refleja.
Hoy por un lado vemos el crecimiento del movimiento Pentecostal en América Latina, y por el otro la Iglesia Católica se ve a sí misma como la Iglesia total, en virtud de la sucesión apostólica de Pedro en la persona del Papa, en lo cual divergen los protestantes que niegan valor a dicha tradición sin embargo poco a poco se da lugar a una nueva entidad que nos aúna denominado Ecumenismo.
La relación con el Ecumenismo
El nacimiento del Ecumenismo dio que hablar desde su comienzo. Si bien hay un reconocimiento en la necesidad de unir al “Pueblo de Dios” hay errores en la apreciación que hacen distintos dirigentes a medida que pasa el tiempo, y que genera diversos sentimientos de unión y rechazo entre los hombres que profesan su búsqueda.
Desde los inicios, la separación de las iglesias se produjo, principalmente, por motivos teológicos y cuestiones doctrinales, presentes todavía entre las diferentes iglesias. Para intentar salvar esas diferencias se han suscitado innumerables coloquios, encuentros y diálogos a diferentes niveles, que pretenden dar verdaderos pasos hacia la unidad cristiana en plenitud. Es innegable que existen otras dimensiones ecuménicas no estrictamente doctrinales y que, sin resolverse, difícilmente se hace creíble una eventual unidad cristiana. En muchos casos, cada uno de los interlocutores enviado a los coloquios y encuentros por el dialogo cree que no puede dar nuevos pasos en el terreno de las concesiones por impedírselo la lealtad que debe a su propia Iglesia y cree haber topado con un muro infranqueable, por lo que podemos decir claramente que tenemos una lucha entre las concesiones y las lealtades….
Por ahora la unidad eclesial es solo un misterio que llevará siglos resolver….No se puede avanzar si en el liderazgo de la Iglesia persiste la sospecha y la desconfianza… ¿Cuál sería la diferencia entre la política de los gobierno y la Iglesia del Señor?
Respuestas procedentes de todos los continentes aluden a la persistencia de actitudes marcadas por el miedo, la sospecha y la desconfianza recíprocos. Otros cristianos albergan el temor de que pueden ser absorbidos por la comunidad católica, más fuerte. Algunos católicos consideran que el ecumenismo pone en peligro su fe y equivale a admitir una insuficiencia de la Iglesia católica.
Ahora bien, ¿Con quién es el diálogo ecuménico? El documento de Puebla, en su párrafo 1108 expresa: “Persiste con todo en muchos cristianos la ignorancia o la desconfianza con respecto al ecumenismo. Desconfianza que en nuestras comunidades se origina en gran parte en el proselitismo, serio obstáculo para el verdadero ecumenismo”. Precisamente ésta referencia al “proselitismo” muestra la sensibilidad de la Iglesia Católica ante el tremendo crecimiento del movimiento pentecostal y el documento de Puebla recomienda estudiar diligentemente “las causas que motivan su rápido crecimiento para responder a los anhelos y planteamientos a los cuales dichos movimientos buscan dar una respuesta tales como liturgia viva, fraternidad sentida y activa participación misionera” (párrafo 1122).
Sin embargo, no falta la crítica a dichos movimientos en el mismo documento: “Los movimientos religiosos libres, manifiestan frecuentemente deseo de comunidad, de participación, de liturgia viva que es necesario tener en cuenta. Con todo no podemos ignorar en lo tocante a esos grupos, proselitismos muy marcados, fundamentalismo bíblico y literalismo estricto respecto a sus propias doctrinas” (1109).
El catolicismo dialoga y coopera con las llamadas “iglesias históricas” que han estado dispuestas a entrar en el diálogo ecuménico, pero no ve con buenos ojos a los llamados “movimientos religiosos libres”, que son las iglesias que no han entrado en el diálogo ecuménico con Roma. Esos movimientos, constituyen la vasta mayoría del pueblo evangélico y hasta que el catolicismo los tome con seriedad dejando de clasificarlos como “proselitistas” o “fundamentalistas”, no habrá un verdadero ecumenismo. Principal escollo que aun hoy, Roma no sabe como sortear.
En resumen, persisten muchas sospechas, acerca de las intenciones mutuas reales y de las motivaciones evangélicas de los programas y las actividades de unos y de otros.
La corriente ecuménica recuerda a los cristianos de cualquier obediencia, que la iglesia debe ser UNA. El teólogo reformado Lukas Vischer ha dicho: “La iglesia dividida presenta al mundo un Evangelio contradictorio”.
La sociedad presa de un relajamiento moral sin precedentes, cuando las conciencias están como anestesiadas e incapaces de reacción, hoy mas que nunca necesitamos un cristianismo vigoroso y fuerte apoyado en el poder del Espíritu. En un mundo con falta de gozo y de propósito, nuestro Señor pide a los suyos nada menos que llevar el Evangelio a cada criatura, y la evangelización va unida al testimonio de UNIDAD, dado por la Iglesias. Una unidad en el ESPÍRITU, en la FE (no en la teología, puesto que la iglesia acepta una pluralidad de teologías, siempre que quede a salvo la fe) y en el CUERPO.
Esto solo es viable en un clima de respeto mutuo, reconociendo la identidad de los otros. “TENEMOS QUE ENCONTRARNOS PARA CONOCERNOS, CONOCERNOS PARA AMARNOS, AMARNOS PARA SER UN SOLO CUERPO"
Hacia una Espiritualidad Vivencial
Así como la historia de la Iglesia es la historia de la interpretación de las Sagradas Escrituras que se hace Iglesia, el pentecostalismo es una página de la Escritura que se transforma en Iglesia.
La primera respuesta a las expectativas de las masas tiene que ver con la espiritualidad “vivencial”, es decir, un tipo de espiritualidad que da primacía a la experiencia de y con Dios.
El pentecostalismo reivindica, en primer lugar, el valor de esta experiencia. La experiencia de la sanación -emocional y física- que parece estar conectada con los sentimientos de “bienvenida”.
La bienvenida y la hospitalidad de la comunidad pentecostal parecen tener un efecto curativo o sanador. Aquellos que llegan sienten que la comunidad entera pide a Dios por ellos, manifiesta interés en su salvación y se pone feliz al verlos. La persona solitaria, angustiada o enferma con su autoestima seriamente deteriorada, experimenta un enorme cambio en su auto-percepción. De repente se siente importante, que su vida tiene valor y que Dios le ama de verdad porque la comunidad lo expresa en forma concreta. Recupera el significado en su vida, vence la soledad y angustia y con frecuencia ve su experiencia confirmada con el alivio de su dolor físico. En muchas partes es también un hecho que el trabajo con los pentecostales es una ayuda muy poderosa para ir apartándose del alcoholismo y otros flagelos similares.
Entre otras cosas, aprendemos que el éxito de su evangelización surge de la participación de los laicos, gente organizada en tareas específicas, con responsabilidades. Se sienten parte necesaria en la acción de su iglesia.
También aprendemos la necesidad de multiplicar lugares de culto más modestos. Los pentecostales sólo tienen espacios pequeños alquilados o comprados a bajo costo, mientras que otras Iglesias gastan a veces millones de pesos en edificar grandes templos para sus liturgias.
Finalmente, muchas Iglesias asignan grandes sumas de dinero y muchos años a la formación y preparación de su personal, tanto clerical como laical. Los pentecostales, por otro lado, tienen un pastor entrenado en unos pocos años.
Sabemos que nuestro mundo posmoderno ha demostrado su sed de la experiencia religiosa en todas sus variadas formas, a veces erradas. Es posible que el éxito actual del pentecostalismo y de muchos grupos carismáticos se explique, en gran parte, por su tendencia a acentuar la experiencia religiosa individual, vivencial con todos sus aspectos emocionales; una disposición presente también en las pequeñas comunidades de base. Aquí tenemos una dimensión pastoral que quizás requiere nuestra atención y reflexión en el futuro.
La reforma del siglo XVI entre otras cosas proclamó el sacerdocio de todos los creyentes, no obstante, la Iglesia, enfrentó el temor de la pérdida de uniformidad teológica y estructural (status quo) limitando el accionar de los laicos y creando involuntariamente una infinidad de congregaciones independientes que propician la libertad de los creyentes-laicos en el servicio a Dios y la Iglesia. Estas congregaciones, al crecer, se transforman en nuevas denominaciones.
Quizás los pentecostales encontraron un camino que permite liberar a los creyentes-laicos para que puedan utilizar todo su potencial.
Cabe mencionar, que los estadistas modernos de la Iglesia definen cuatro etapas de crecimiento y decaimiento de la Iglesia
1. Los “Bárbaros”: Son los que comienzan una obra nueva, sin dinero, pasando necesidades, sufriendo persecuciones, poniendo al Señor antes que todo. Hubieron muchos misioneros que hicieron esto viniendo de países lejanos.
2. Los “Administradores”: Son los que le siguen a los “Bárbaros”. Generalmente son los pastores que vienen a seguir la obra. Alguien que fue al seminario y que ya viene con un salario y comienza a organizar la Iglesia.
3. Los “Burócratas”: La Iglesia comienza a crecer numéricamente y económicamente, se hacen edificios, se emplean profesionales para dirigir distintos ministerios. En esta etapa, ya los puestos de la Iglesia son como empleos. Aunque se sigue con las actividades, pero sin pasión y la Iglesia es dirigida por una burocracia que es cada vez menos espiritual. Los pastores viajan, son admirados, pero la Iglesia entra en una meseta, no aumenta ni decrece.
4. Los “Aristócratas”: Este es el período cuando la Iglesia comienza a declinar. Los creyentes son gente buena, dadivosa, pero han perdido el celo evangelizador. Los dirigentes son admirados y respetados pero son aristócratas de la Iglesia. Eso no es malo, pero ya no produce.
Hoy en día hay menos “Bárbaros”. Se me ocurre que la manera de producir “Bárbaros” es propiciar el servicio y ministerio de los creyentes-laicos cuando están llenos de fuego; cuando no saben todavía las políticas de las denominaciones e iglesias, cuando leen el evangelio y los hechos de los apóstoles, lo creen y lo imitan.
Mi Testimonio Personal
Yo nací en un hogar evangélico. Nos reuníamos con mis padres en lo que fue la Primera Iglesia Pentecostal en Buenos Aires.
Para mi era una incomodidad ser pentecostal; como un peso y me decía “…que lastima que no soy como los demás vecinos, ellos pueden pecar, y hacer lo que quieren”. Mis padres eran rígidos y no me permitían.
A la edad de 13 años hice una decisión de aceptar a Jesucristo como mi salvador y me bautice. Muchos otros jóvenes amigos también lo hicieron y comenzamos a predicar en las calles acerca de Jesucristo.
Más adelante a mis 15 años de edad en una vigilia de oración recibí la experiencia del “bautismo en el Espíritu Santo” y comencé hablar en nuevas lenguas.
En aquellos años los grupos pentecostales eran minoritarios en Argentina. Yo fui enviado por mi Iglesia a colaborar en una congregación nueva en la zona del gran Buenos Aires (Billingursth). Predicábamos y la gente se convertía. Yo comencé siendo un “Bárbaro”.
Por otro lado mi padre que era Pastor, comenzó a relacionarme con hermanos y pastores de otras denominaciones. El, llego a ser parte de la FAIE en sus comienzos, como así también mantenía relación con algunos sacerdotes católicos.
En los primeros años de nuestra experiencia todo eso nos alejo un poco de los mismos pentecostales que no veían muy bien nuestro acercamiento con los católicos y otros hermanos que no tenían, según estos, lo que se llamaba el “evangelio completo”
Dios es maravilloso y tiene su agenda. Una de las cosas que aprendimos fue que Dios no es pentecostal evangélico tampoco es católico. Dios es santo. Dios es uno y El quiere un solo pueblo. San Pablo dice que nosotros estamos bautizados en el Espíritu justos para formar la unidad de la Iglesia. Un solo cuerpo. Este es el Espíritu Pentecostal, la iglesia indivisa.
Pentecostés es la revelación del Dios de las Naciones, conocido como el Salvador. Por lo tanto, esta es la experiencia del Bautismo en el Espíritu Santo: El don por la excelencia de la unidad de los cristianos. El don por la excelencia de la Iglesia unida, y ésta experiencia viene transversalmente vivida por todas las denominaciones cristianas: Protestantes, Ortodoxos, Católicos, es lógico que esta gracia del Espíritu Santo sea el vehículo de la unidad.
El ecumenismo basado en la justicia social, en la búsqueda de la paz, por cierto muestra gracia de Dios y es válido para las Iglesias, pero para los pentecostales el bautismo del Espíritu Santo es la gracia por excelencia, promueve un ecumenismo del Espíritu y recuerda a los cristianos que el Espíritu, es el soplo vital de la Iglesia, que su presencia activa y poderosa está siempre operante en la medida que se lo permita obrar.
Los hijos de una familia no son iguales, uno es mejor, el otro más díscolo, pero son todos hijos amados. Amamos a pesar de las diferencias y amamos con las diferencias. Aprender a ver la diversidad no necesariamente como una división. Vivir la diversidad con un corazón curado. Cristo fue a la cruz por el ecumenismo, por la unidad de sus discípulos.
Los pentecostales creen que la unidad de la iglesia es posible pero en una unidad del espíritu, no la unidad de escritorio.
El dialogo ecuménico tiene que ser intensificado debe ser llevado adelante con coraje con el testimonio de todos. Tenemos el duro y obstinado trabajo de juntar todas las hojas de las ramas rotas. Para que el árbol majestuoso de la iglesia que esta destruido por los rayos, la desunión, torne a ir más alto más hermoso, más fuerte.
Es necesario una reconciliación que tiene que ver con el destino de la Iglesia, ya que hubo un lenguaje impuesto en el pasado: herejes, hermanos separados, sectas, etc. Pero Dios tiene un proyecto: este proyecto se llama “Unidad”.
El Señor no tiene un harem. El señor no es polígamo. El tiene una sola esposa, una sola Iglesia.
La Iglesia tiene que ser una, aun en la diversidad y la diversidad tiene que venir con un corazón reconciliado y la reconciliación tiene que ver con una obra del Espíritu que está siendo derramado sobre todos los que le aman.
Que podamos trabajar en obediencia a la profecía del Salmo 50:5 “Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio”. Vale decir que este es tiempo de juntar, de unir a todos los que están comprometidos con nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien nos ha llamado a que se cumpla la oración de Jesús: “PARA QUE TODOS SEAN UNO, COMO TU, OH PADRE EN MI Y YO EN TI QUE TAMBIEN ELLOS SEAN UNO EN NOSOTROS, PARA QUE EL MUNDO CREA QUE TU ME ENVIASTE”
miércoles, 15 de diciembre de 2010
Traducción e interpretación de las Escrituras.II
2. Las Traducciones
Si bien la fijación del texto hebreo y griego de la Biblia es importante, también lo es la traducción de estos textos. Esto siempre es difícil ya que intervienen diferentes factores: la propia formación del traductor, las diferencias de cultura y la necesidad de salvar la distancia en el tiempo, así como los interrogantes ante textos de sentido dudoso. Para hacerlo con la mayor fidelidad posible, es necesario aprovechar los conocimientos científicos actuales y las herramientas que han sido puestas a nuestra disposición. Sólo así seremos capaces de conseguir traducciones fidedignas en un lenguaje actual, asequible al público en general.
Estilos de traducción
En este empeño de dar la Biblia al mundo, nos encontramos con diferentes estilos de traducción. Por una parte están los que patrocinan una traducción de equivalencia formal, según la cual, dada su interpretación de inspiración verbal de la Biblia, se deben traducir las palabras, no las ideas. La aplicación de este principio de forma radical llevaría a un texto en muchas partes totalmente incomprensible. Frente a este estilo de traducción, está el que se aplica normalmente en las traducciones en lenguaje popular de las Sociedades Bíblicas Unidas, es decir, la equivalencia dinámica por la que se traducen más las ideas que las palabras. Este sistema de traducción tiene la ventaja de transmitir con más facilidad y claridad el mensaje bíblico, a costa de perder palabras concretas. Un equilibrio entre los dos estilos, presente en la frase “tan literal como sea posible, tan libre como sea necesario”, sería una opción válida, si se aplicara correctamente.
Las traducciones clásicas.
Asumir que las traducciones antiguas, acreditadas por su uso en la Iglesia durante siglos, sean mejores y se deben preferir a las modernas, con el argumento de que fueron hechas por hombres de fe probada, no se sostiene. No se pueden desautorizar sin más las traducciones modernas bajo el falso pretexto de que han sido hechas por biblistas liberales o de fe solamente nominal. A pesar de la importancia que tiene el hecho de que los traductores sean creyentes, la traducción de un texto, sea cual sea, es un trabajo secular para el que se requiere, sobre todo, conocimiento profundo de las lenguas y de la geografía e historia del período del texto a traducir.
Las traducciones interconfesionales
En las últimas décadas se ha dedicado tiempo y recursos para la traducción y difusión de las Biblias interconfesionales. Entre los protestantes siempre ha habido una cierta reticencia a aceptar traducciones hechas a partir de la colaboración entre protestantes y católicos. Por una parte está la cuestión de la presentación física de la Biblia. Estamos acostumbrados a ediciones de la Biblia en las que los versículos están separados entre sí y son fáciles de encontrar. Nos resulta extraño verla dividida solamente en párrafos, como cualquier libro secular, aunque es evidente que, para un lector profano, este sistema le es más asequible. También nos molesta que los libros del Antiguo Testamento estén en un orden diferente al que estamos acostumbrados, a pesar de que el orden tradicional nos viene, no de los textos hebreos, sino de la Septuaginta y la Vulgata. La tendencia en las traducciones modernas del Antiguo Testamento va en el sentido de abandonar nuestro ordentradicional, para adoptar la división judía de 1) Pentateuco (o Torá), 2) Profetas y 3) Escritos.
Sin embargo, lo que más nos afecta es la sospecha de que la traducción sea el resultado de un pacto entre confesiones para alcanzar un texto común. No se trata de esto. Las traducciones interconfesionales son las que más se ajustan al texto bíblico. Las que están hechas por una sola confesión tienen la tendencia a introducir en la traducción su propio lenguaje o el significado que más se ajusta a su manera de pensar. Cuando la traducción está hecha por un equipo interconfesional, siempre hay la posibilidad del diálogo y de la lícita confrontación de posibilidades. Las modernas Biblias interconfesionales tienen, como único objetivo, ser fieles al texto bíblico, sin dejarse influir por la propia confesión de la fe.
Las Biblias con notas
Otro punto de fricción en las ediciones bíblicas es la cuestión de las notas. Nuestra postura tradicional, no siempre seguida con rigidez1, ha sido publicar la Biblia sin notas. Esto fue siempre una legítima reacción al abuso, por parte de la Iglesia Católica, de las notas para introducir sus propias doctrinas. Sin embargo, esto se ha evitado en las Biblias Interconfesionales que limitan las notas a aclaraciones al texto, posibles variantes, referencias históricas y geográficas, etc. Nunca se entra, o no se pretende entrar, en cuestiones doctrinales. Una Biblia con notas de este tipo es una enorme ayuda para cualquier estudiante de la Biblia. Biblias con notas, como la protestante de Scofield o las antiguas traducciones católicas, deben ser miradas con recelo y leerse con espíritu crítico para no confundir lo que dice el texto bíblico con la interpretación que se le da en las notas.
Conclusión
La Biblia es el libro de los libros. Con casi 2000 años de existencia continúa siendo un bestseller. Para los cristianos es el libro indispensable para su vida devocional y para la Iglesia es el libro a predicar y difundir. Por tanto es de la máxima importancia que los cristianos estemos unidos en la traducción, producción y difusión de este libro que está en el centro de nuestra profesión cristiana. Hemos de estar agradecidos por el intenso trabajo que se está realizando en este campo. En los últimos años han aparecido traducciones interconfesionales en castellano, catalán y euskera. Ellas marcan una nueva época en las relaciones entre diferentes iglesias en la que somos capaces de encontrarnos y trabajar juntos en algo tan importante como la traducción, publicación y difusión de la Biblia. Creemos que en ella Dios nos habla y nos llama a la fidelidad y al encuentro con los demás, sin condiciones previas, sin compromisos prematuros, sin renunciar a ninguno de nuestros principios. Pero es seguro que si la Biblia está en el centro de nuestros encuentros, seremos movidos a avanzar hacia el centro de la vida y de la fe que es Cristo. La Biblia no nos enseña a anatematizar ni a condenar, sino a amar y servir. Para muchos cristianos, la sana doctrina es de importancia capital en las relaciones con otros cristianos. Lo entendemos. Cada uno se debe a la defensa de la fe tal como la ha recibido y la entiende, pero nadie debería sentirse autorizado a condenar a los demás. No nos predicamos a nosotros mismos ni buscamos nuestra gloria ni nuestro triunfo. Todo ad majorem Dei gloriam.
Enric Capó.
Si bien la fijación del texto hebreo y griego de la Biblia es importante, también lo es la traducción de estos textos. Esto siempre es difícil ya que intervienen diferentes factores: la propia formación del traductor, las diferencias de cultura y la necesidad de salvar la distancia en el tiempo, así como los interrogantes ante textos de sentido dudoso. Para hacerlo con la mayor fidelidad posible, es necesario aprovechar los conocimientos científicos actuales y las herramientas que han sido puestas a nuestra disposición. Sólo así seremos capaces de conseguir traducciones fidedignas en un lenguaje actual, asequible al público en general.
Estilos de traducción
En este empeño de dar la Biblia al mundo, nos encontramos con diferentes estilos de traducción. Por una parte están los que patrocinan una traducción de equivalencia formal, según la cual, dada su interpretación de inspiración verbal de la Biblia, se deben traducir las palabras, no las ideas. La aplicación de este principio de forma radical llevaría a un texto en muchas partes totalmente incomprensible. Frente a este estilo de traducción, está el que se aplica normalmente en las traducciones en lenguaje popular de las Sociedades Bíblicas Unidas, es decir, la equivalencia dinámica por la que se traducen más las ideas que las palabras. Este sistema de traducción tiene la ventaja de transmitir con más facilidad y claridad el mensaje bíblico, a costa de perder palabras concretas. Un equilibrio entre los dos estilos, presente en la frase “tan literal como sea posible, tan libre como sea necesario”, sería una opción válida, si se aplicara correctamente.
Las traducciones clásicas.
Asumir que las traducciones antiguas, acreditadas por su uso en la Iglesia durante siglos, sean mejores y se deben preferir a las modernas, con el argumento de que fueron hechas por hombres de fe probada, no se sostiene. No se pueden desautorizar sin más las traducciones modernas bajo el falso pretexto de que han sido hechas por biblistas liberales o de fe solamente nominal. A pesar de la importancia que tiene el hecho de que los traductores sean creyentes, la traducción de un texto, sea cual sea, es un trabajo secular para el que se requiere, sobre todo, conocimiento profundo de las lenguas y de la geografía e historia del período del texto a traducir.
Las traducciones interconfesionales
En las últimas décadas se ha dedicado tiempo y recursos para la traducción y difusión de las Biblias interconfesionales. Entre los protestantes siempre ha habido una cierta reticencia a aceptar traducciones hechas a partir de la colaboración entre protestantes y católicos. Por una parte está la cuestión de la presentación física de la Biblia. Estamos acostumbrados a ediciones de la Biblia en las que los versículos están separados entre sí y son fáciles de encontrar. Nos resulta extraño verla dividida solamente en párrafos, como cualquier libro secular, aunque es evidente que, para un lector profano, este sistema le es más asequible. También nos molesta que los libros del Antiguo Testamento estén en un orden diferente al que estamos acostumbrados, a pesar de que el orden tradicional nos viene, no de los textos hebreos, sino de la Septuaginta y la Vulgata. La tendencia en las traducciones modernas del Antiguo Testamento va en el sentido de abandonar nuestro ordentradicional, para adoptar la división judía de 1) Pentateuco (o Torá), 2) Profetas y 3) Escritos.
Sin embargo, lo que más nos afecta es la sospecha de que la traducción sea el resultado de un pacto entre confesiones para alcanzar un texto común. No se trata de esto. Las traducciones interconfesionales son las que más se ajustan al texto bíblico. Las que están hechas por una sola confesión tienen la tendencia a introducir en la traducción su propio lenguaje o el significado que más se ajusta a su manera de pensar. Cuando la traducción está hecha por un equipo interconfesional, siempre hay la posibilidad del diálogo y de la lícita confrontación de posibilidades. Las modernas Biblias interconfesionales tienen, como único objetivo, ser fieles al texto bíblico, sin dejarse influir por la propia confesión de la fe.
Las Biblias con notas
Otro punto de fricción en las ediciones bíblicas es la cuestión de las notas. Nuestra postura tradicional, no siempre seguida con rigidez1, ha sido publicar la Biblia sin notas. Esto fue siempre una legítima reacción al abuso, por parte de la Iglesia Católica, de las notas para introducir sus propias doctrinas. Sin embargo, esto se ha evitado en las Biblias Interconfesionales que limitan las notas a aclaraciones al texto, posibles variantes, referencias históricas y geográficas, etc. Nunca se entra, o no se pretende entrar, en cuestiones doctrinales. Una Biblia con notas de este tipo es una enorme ayuda para cualquier estudiante de la Biblia. Biblias con notas, como la protestante de Scofield o las antiguas traducciones católicas, deben ser miradas con recelo y leerse con espíritu crítico para no confundir lo que dice el texto bíblico con la interpretación que se le da en las notas.
Conclusión
La Biblia es el libro de los libros. Con casi 2000 años de existencia continúa siendo un bestseller. Para los cristianos es el libro indispensable para su vida devocional y para la Iglesia es el libro a predicar y difundir. Por tanto es de la máxima importancia que los cristianos estemos unidos en la traducción, producción y difusión de este libro que está en el centro de nuestra profesión cristiana. Hemos de estar agradecidos por el intenso trabajo que se está realizando en este campo. En los últimos años han aparecido traducciones interconfesionales en castellano, catalán y euskera. Ellas marcan una nueva época en las relaciones entre diferentes iglesias en la que somos capaces de encontrarnos y trabajar juntos en algo tan importante como la traducción, publicación y difusión de la Biblia. Creemos que en ella Dios nos habla y nos llama a la fidelidad y al encuentro con los demás, sin condiciones previas, sin compromisos prematuros, sin renunciar a ninguno de nuestros principios. Pero es seguro que si la Biblia está en el centro de nuestros encuentros, seremos movidos a avanzar hacia el centro de la vida y de la fe que es Cristo. La Biblia no nos enseña a anatematizar ni a condenar, sino a amar y servir. Para muchos cristianos, la sana doctrina es de importancia capital en las relaciones con otros cristianos. Lo entendemos. Cada uno se debe a la defensa de la fe tal como la ha recibido y la entiende, pero nadie debería sentirse autorizado a condenar a los demás. No nos predicamos a nosotros mismos ni buscamos nuestra gloria ni nuestro triunfo. Todo ad majorem Dei gloriam.
Enric Capó.
Traducción e interpretación de las Escrituras. I
I. El texto de la Biblia
Afirmamos y defendemos que la Biblia es Palabra de Dios. Afirmamos y defendemos que en ella Dios se nos revela y nos muestra el camino de la salvación y de la vida. Afirmamos y defendemos que la Biblia es de libre interpretación, lo que significa que su comprensión no está sujeta a ninguna autoridad religiosa. Ha sido dada al hombre por Dios para que, a través de su estudio y meditación, le conozca, le ame y le sirva.
Para nosotros, esto está claro y, cuando hablamos de la Biblia, hacemos referencia a un libro concreto que está en nuestras librerías y que usamos tanto en nuestras iglesias como en nuestra vida devocional. Pero la Biblia no es un libro caído del cielo que haya llegado hasta nosotros como un todo homogéneo. Es un libro que ha sido escrito por hombres inspirados a lo largo de muchos siglos, en diferentes lenguas y en contextos sociales y culturales muy distintos. Tiene una larga historia que hemos de conocer si queremos entenderla.
El Antiguo Testamento fue escrito en hebreo y nos ha llegado por medio del pueblo judío y a través de muchos manuscritos. El texto que tradicionalmente ha sido usado como base para las traducciones modernas es el llamado masorético, a partir del trabajo de fijación hecho por los masoretas, entre los siglos VIII y X de nuestra era. Actualmente, los traductores usan la Biblia Hebraica Stuttgartensia, que viene a ser una edición crítica del texto masorético, generalmente aceptada tanto por cristianos como por judíos.
Por lo que se refiere al Nuevo Testamento, fue escrito en el griego común de la época. Tampoco nos ha llegado como un todo acabado, sino a través de innumerables manuscritos, completos o parciales, que no tienen una antigüedad superior al siglo III. Entre estos cientos de manuscritos hay numerosas diferencias y errores, producidos por copistas poco meticulosos o por correcciones intencionadas que, sin embargo, no afectan en absoluto el mensaje central de la Biblia. De todas formas, esto nos obliga a realizar un estudio minucioso de todos ellos, comparándolos entre si, a fin de encontrar la lectura que pueda llegar a ser considerada auténtica o lo más cercana posible a los originales que se han perdido.
Las ediciones del texto
Un intento serio de encontrar un texto definitivo que pudiera ser base para las traducciones del Nuevo Testamento a las lenguas modernas, lo realizó Erasmo de Rotterdam. Lo hizo a partir de unos pocos manuscritos que tuvo a su disposición, ninguno de ellos anterior al siglo X. En 1516 publicó el resultado de su trabajo del que se hicieron muchas ediciones. Con el tiempo, y a través de la edición de 1633 hecha por los hermanos Buenaventura y Abraham Elzevir, recibió el nombre de “Textus Receptus”. Este texto fue el que sirvió de base a las traducciones bíblicas posteriores, desde el siglo XVI al siglo XIX. Por ejemplo, Lutero lo usó para su traducción al alemán y nuestra Biblia Reina-Valera también se tradujo a partir de esta compilación de Erasmo.
Sin embargo, el avance de los estudios bíblicos en el siglo XX, ha hecho que el Textus Receptus haya quedado desfasado. Ha habido un trabajo muy minucioso por parte de especialistas que han comparado los manuscritos entre si y esto ha hecho posible que las Sociedades Bíblicas Unidas hayan publicado importantes ediciones críticas del Nuevo Testamento griego. En ellas se tiene en cuenta, no sólo los manuscritos que usó Erasmo, sino otros mucho más antiguos, tanto los fragmentos contenidos en los papiros de los siglos III y IV, como los grandes unciales del siglo IV y V entre los que se encuentran el Sinaítico (a)), el Alejandrino (A) y el Vaticano (B). Este texto crítico, editado en las últimas décadas por Kurt Aland y otros especialistas bíblicos, es la mejor herramienta para las traducciones actuales del Nuevo Testamento. En él se encuentra un extenso aparato crítico que permite al traductor comparar variantes y encontrar, con mayor facilidad y fidelidad, el sentido del texto.
La gran mayoría de las traducciones modernas de la Biblia se hacen actualmente a partir de este texto crítico de las Sociedades Bíblicas Unidas. Así lo han hecho los traductores de la Biblia al catalán publicada por la Institució Bíblica Evangèlica de Catalunya1, y los de las modernas Biblias interconfesionales, tanto al castellano como al catalán.2 Una excepción a esta norma la representa la Sociedad Bíblica Trinitaria, que ha sacralizado el Textus Receptus, poniéndolo como base de todas sus traducciones, a pesar de sus errores evidentes. Esta Sociedad Bíblica Trinitaria también ha sacralizado el texto de la King James Version y, en español, de la versión Reina-Valera de 1909 y, si al final se ha decido a revisarla, lo ha hecho con la salvaguarda de que sus rectificaciones sólo se refieren a cuestiones lingüísticas. En 2009 publicó una nueva versión de la Biblia en catalán, hecha a partir del texto Masorético para el Antiguo Testamento, y el Textus Receptus para el Nuevo. 3
No creo que, para los cristianos de base, las diferencias entre el Textus Receptus y la edición crítica de las Sociedades Bíblicas, sean de importancia capital, ya que las variantes que se pueden encontrar no afectan en absoluto al mensaje central de le Biblia. Sin embargo, creo que no es de recibo que los cristianos nos anclemos en el pasado y sacralicemos algunos textos o traducciones porque se ajustan a nuestras propia ideología. Se puede preferir traducir el Nuevo Testamento a partir del Textus Receptus o hacerlo usando la edición crítica de las Sociedades Bíblica Unidas, sin por esto denunciar como corruptas otras opciones. Juzgar las traducciones bíblicas por quien las ha hecho o por su fidelidad al Textus Receptus o a la King James Version, como hace la Sociedad Bíblica Trinitaria, es cerrarse a la investigación bíblica, negándose a aceptar los errores propios o los aciertos de los demás. El cristiano ha de estar siempre abierto a la verdad o realidad de las cosas; abierto a los nuevos descubrimientos o investigaciones en este campo del texto bíblico. Erasmo hizo un trabajo inestimable al publicar el texto del Nuevo Testamento griego, pero él sólo pudo disponer de unos pocos manuscritos, mientras que, desde entonces, se han descubierto muchos más. Por ejemplo, sólo dispuso de una copia griega del Apocalipsis, al que le faltaba la última hoja. Esto le obligó a traducir los últimos versículos de este libro del latín al griego, introduciendo en 22,19 una lectura que no tiene apoyo en los manuscritos griegos4. Otro error que entró en el Textus Receptus de la 3ª edición, fue la coma juanina , o sea, la interpolación de 1ª Juan 5.7, al parecer por presiones eclesiales. 5
El texto original
Hemos de reconocer que no tenemos los textos originales, que se han perdido definitivamente, y que es importante tratar de encontrarlos a través del estudio y comparación de los manuscritos que han llegado hasta nosotros. Esto es una tarea ingente por la gran cantidad de manuscritos y de variantes que se han de estudiar. A través del Textus Receptus y del aparato crítico de las ediciones de las Sociedades Bíblica Unidas tenemos acceso a toda la información disponible para acercarnos cada vez más al contenido de los originales bíblicos. Por tanto, para la traducción y la interpretación de la Biblia es muy importante que tengamos esta mentalidad abierta a los resultados de la investigación bíblica, sin con esto quedar condicionados por ellos. Nadie tiene la verdad absoluta, pero es fascinante ir avanzando en este campo hacia una comprensión cada vez más plena del libro que llamamos Palabra de Dios.
Enric Capó
1 La Bíblia del 2000. Institució Bíblica de Catalunya. Barcelona Maig 2000.
2 Biblia Traducción Interconfesional. Madrid 2008. Biblioteca de Autores Cristianos, Editorial Verbo Divino y Sociedades Bíblicas Unidas.
Biblia Catalana traducció interconfessional. Barcelona 2005. Associació Bíblica de Catalunya, Editorial Claret i Societats Bíbliques Unides.
3 La Santa Biblia. Londres 2009.
4 En lugar de “el árbol de la vida” incluyó “el libro de la vida”.
5 En las dos primeras ediciones de su texto, Erasmo se negó a incluir la coma juanina, alegando que no se encontraba en ningún texto griego. Lo incluiría sólo si le mostraban uno solo que lo contuviera. El manuscrito que le presentaron y que le obligó a incluir la coma juanina en la tercera edición, al parecer fue elaborado para este propio fin por personajes ajenos a él.
Enric Capó.
Afirmamos y defendemos que la Biblia es Palabra de Dios. Afirmamos y defendemos que en ella Dios se nos revela y nos muestra el camino de la salvación y de la vida. Afirmamos y defendemos que la Biblia es de libre interpretación, lo que significa que su comprensión no está sujeta a ninguna autoridad religiosa. Ha sido dada al hombre por Dios para que, a través de su estudio y meditación, le conozca, le ame y le sirva.
Para nosotros, esto está claro y, cuando hablamos de la Biblia, hacemos referencia a un libro concreto que está en nuestras librerías y que usamos tanto en nuestras iglesias como en nuestra vida devocional. Pero la Biblia no es un libro caído del cielo que haya llegado hasta nosotros como un todo homogéneo. Es un libro que ha sido escrito por hombres inspirados a lo largo de muchos siglos, en diferentes lenguas y en contextos sociales y culturales muy distintos. Tiene una larga historia que hemos de conocer si queremos entenderla.
El Antiguo Testamento fue escrito en hebreo y nos ha llegado por medio del pueblo judío y a través de muchos manuscritos. El texto que tradicionalmente ha sido usado como base para las traducciones modernas es el llamado masorético, a partir del trabajo de fijación hecho por los masoretas, entre los siglos VIII y X de nuestra era. Actualmente, los traductores usan la Biblia Hebraica Stuttgartensia, que viene a ser una edición crítica del texto masorético, generalmente aceptada tanto por cristianos como por judíos.
Por lo que se refiere al Nuevo Testamento, fue escrito en el griego común de la época. Tampoco nos ha llegado como un todo acabado, sino a través de innumerables manuscritos, completos o parciales, que no tienen una antigüedad superior al siglo III. Entre estos cientos de manuscritos hay numerosas diferencias y errores, producidos por copistas poco meticulosos o por correcciones intencionadas que, sin embargo, no afectan en absoluto el mensaje central de la Biblia. De todas formas, esto nos obliga a realizar un estudio minucioso de todos ellos, comparándolos entre si, a fin de encontrar la lectura que pueda llegar a ser considerada auténtica o lo más cercana posible a los originales que se han perdido.
Las ediciones del texto
Un intento serio de encontrar un texto definitivo que pudiera ser base para las traducciones del Nuevo Testamento a las lenguas modernas, lo realizó Erasmo de Rotterdam. Lo hizo a partir de unos pocos manuscritos que tuvo a su disposición, ninguno de ellos anterior al siglo X. En 1516 publicó el resultado de su trabajo del que se hicieron muchas ediciones. Con el tiempo, y a través de la edición de 1633 hecha por los hermanos Buenaventura y Abraham Elzevir, recibió el nombre de “Textus Receptus”. Este texto fue el que sirvió de base a las traducciones bíblicas posteriores, desde el siglo XVI al siglo XIX. Por ejemplo, Lutero lo usó para su traducción al alemán y nuestra Biblia Reina-Valera también se tradujo a partir de esta compilación de Erasmo.
Sin embargo, el avance de los estudios bíblicos en el siglo XX, ha hecho que el Textus Receptus haya quedado desfasado. Ha habido un trabajo muy minucioso por parte de especialistas que han comparado los manuscritos entre si y esto ha hecho posible que las Sociedades Bíblicas Unidas hayan publicado importantes ediciones críticas del Nuevo Testamento griego. En ellas se tiene en cuenta, no sólo los manuscritos que usó Erasmo, sino otros mucho más antiguos, tanto los fragmentos contenidos en los papiros de los siglos III y IV, como los grandes unciales del siglo IV y V entre los que se encuentran el Sinaítico (a)), el Alejandrino (A) y el Vaticano (B). Este texto crítico, editado en las últimas décadas por Kurt Aland y otros especialistas bíblicos, es la mejor herramienta para las traducciones actuales del Nuevo Testamento. En él se encuentra un extenso aparato crítico que permite al traductor comparar variantes y encontrar, con mayor facilidad y fidelidad, el sentido del texto.
La gran mayoría de las traducciones modernas de la Biblia se hacen actualmente a partir de este texto crítico de las Sociedades Bíblicas Unidas. Así lo han hecho los traductores de la Biblia al catalán publicada por la Institució Bíblica Evangèlica de Catalunya1, y los de las modernas Biblias interconfesionales, tanto al castellano como al catalán.2 Una excepción a esta norma la representa la Sociedad Bíblica Trinitaria, que ha sacralizado el Textus Receptus, poniéndolo como base de todas sus traducciones, a pesar de sus errores evidentes. Esta Sociedad Bíblica Trinitaria también ha sacralizado el texto de la King James Version y, en español, de la versión Reina-Valera de 1909 y, si al final se ha decido a revisarla, lo ha hecho con la salvaguarda de que sus rectificaciones sólo se refieren a cuestiones lingüísticas. En 2009 publicó una nueva versión de la Biblia en catalán, hecha a partir del texto Masorético para el Antiguo Testamento, y el Textus Receptus para el Nuevo. 3
No creo que, para los cristianos de base, las diferencias entre el Textus Receptus y la edición crítica de las Sociedades Bíblicas, sean de importancia capital, ya que las variantes que se pueden encontrar no afectan en absoluto al mensaje central de le Biblia. Sin embargo, creo que no es de recibo que los cristianos nos anclemos en el pasado y sacralicemos algunos textos o traducciones porque se ajustan a nuestras propia ideología. Se puede preferir traducir el Nuevo Testamento a partir del Textus Receptus o hacerlo usando la edición crítica de las Sociedades Bíblica Unidas, sin por esto denunciar como corruptas otras opciones. Juzgar las traducciones bíblicas por quien las ha hecho o por su fidelidad al Textus Receptus o a la King James Version, como hace la Sociedad Bíblica Trinitaria, es cerrarse a la investigación bíblica, negándose a aceptar los errores propios o los aciertos de los demás. El cristiano ha de estar siempre abierto a la verdad o realidad de las cosas; abierto a los nuevos descubrimientos o investigaciones en este campo del texto bíblico. Erasmo hizo un trabajo inestimable al publicar el texto del Nuevo Testamento griego, pero él sólo pudo disponer de unos pocos manuscritos, mientras que, desde entonces, se han descubierto muchos más. Por ejemplo, sólo dispuso de una copia griega del Apocalipsis, al que le faltaba la última hoja. Esto le obligó a traducir los últimos versículos de este libro del latín al griego, introduciendo en 22,19 una lectura que no tiene apoyo en los manuscritos griegos4. Otro error que entró en el Textus Receptus de la 3ª edición, fue la coma juanina , o sea, la interpolación de 1ª Juan 5.7, al parecer por presiones eclesiales. 5
El texto original
Hemos de reconocer que no tenemos los textos originales, que se han perdido definitivamente, y que es importante tratar de encontrarlos a través del estudio y comparación de los manuscritos que han llegado hasta nosotros. Esto es una tarea ingente por la gran cantidad de manuscritos y de variantes que se han de estudiar. A través del Textus Receptus y del aparato crítico de las ediciones de las Sociedades Bíblica Unidas tenemos acceso a toda la información disponible para acercarnos cada vez más al contenido de los originales bíblicos. Por tanto, para la traducción y la interpretación de la Biblia es muy importante que tengamos esta mentalidad abierta a los resultados de la investigación bíblica, sin con esto quedar condicionados por ellos. Nadie tiene la verdad absoluta, pero es fascinante ir avanzando en este campo hacia una comprensión cada vez más plena del libro que llamamos Palabra de Dios.
Enric Capó
1 La Bíblia del 2000. Institució Bíblica de Catalunya. Barcelona Maig 2000.
2 Biblia Traducción Interconfesional. Madrid 2008. Biblioteca de Autores Cristianos, Editorial Verbo Divino y Sociedades Bíblicas Unidas.
Biblia Catalana traducció interconfessional. Barcelona 2005. Associació Bíblica de Catalunya, Editorial Claret i Societats Bíbliques Unides.
3 La Santa Biblia. Londres 2009.
4 En lugar de “el árbol de la vida” incluyó “el libro de la vida”.
5 En las dos primeras ediciones de su texto, Erasmo se negó a incluir la coma juanina, alegando que no se encontraba en ningún texto griego. Lo incluiría sólo si le mostraban uno solo que lo contuviera. El manuscrito que le presentaron y que le obligó a incluir la coma juanina en la tercera edición, al parecer fue elaborado para este propio fin por personajes ajenos a él.
Enric Capó.
martes, 14 de diciembre de 2010
Las vacas flacas.
Un número creciente de congregaciones protestantes han visto a sus colectas dominicales cayendo domingo tras domingo este año, según una encuesta realizada por LifeWay Research sobre la salud económica de las iglesias. Los pastores culpa al alto desempleo en el país y a la disminución de ofrendas en los miembros.
A fin de año el panorama es el siguiente: las iglesias han despedido personal contratado, los salarios han sido congelados, los grandes proyectos que requerían dinero han salido de las agendas y se han recortado los programas de ayuda. Al mismo tiempo, varios de los miembros de estas congregaciones y los vecinos de las iglesias están pidiendo ayuda ya sea en alimentos como para pagar los alquileres.
Alrededor de la mitad de los estadounidenses se identifican como protestantes, según el Foro Pew sobre Religión y Vida Pública. Y más de un tercio de las iglesias encuestadas, indicó que las donaciones se redujo en 2010, y las donaciones en general bajaron un 3%, de acuerdo con LifeWay Research, una organización cristiana de investigación con sede en Nashville. Eso es un cambio de tendencia de los últimos dos años, cuando las iglesias habían estado en su mayoría a prueba de crisis, dijo Scott McConnell, director de LifeWay.
Para su estudio, LifeWay encuestó a 1.000 pastores protestantes en todo el país. Treinta y cuatro por ciento dijo que las donaciones se redujeron. Casi uno de cada cinco iglesias dijo que las ofrendas se habían reducido en un 10%.
En lugar de dar dinero a la iglesia, los miembros de las mismas están dando ayuda a sus hijos o a sus nietos.
¿Aumentará el Señor bendición sobre nosotros?
Mensaje de Navidad del Presidente de la Comisión Permanente IEE, Joel Cortés
"¿Eres tú aquel que había de venir o esperaremos a otro?” (Mateo 11: 3)
Durante los últimos dos años y medio ha ido creciendo en la sociedad un sentimiento generalizado de falta de confianza en el futuro y esto se debe, en la mayoría de los casos, a la desaparición de muchos de los referentes que proporcionaban una sensación superficial de sostén y de estabilidad
En este sentido, baste mencionar los graves problemas económicos ocasionados, en primer lugar, por la crisis de grandes instituciones financieras de ámbito internacional que han conllevado la destrucción de millones de puestos de trabajo en todo el mundo; en segundo lugar, también debe constatarse la crisis del papel salvador que se ha atribuido a los Estados o a la acción concertada de éstos como “redentores” de las graves carencias y déficits acumulados en todo este proceso. La realidad ha demostrado la debilidad del sistema y ha cuestionado muy seriamente una supuesta fortaleza que no puede ni prevenir ni resolver los graves perjuicios ocasionados por la avaricia humana.
Por último, la fórmula que han aconsejado los foros con más voz y peso en el concierto económico mundial tiene que ver, primordialmente, con los ajustes y recortes de derechos sociales que una vez más recaen en la mayoría de la población y especialmente en los más débiles. Esto ha dado lugar a un sentimiento de pérdida de esperanza en el futuro común a muchos seres humanos.
La pregunta que Juan el Bautista dirige a Jesús, se formula desde una realidad de falta de perspectiva de futuro: encerrado en la cárcel y con su vida bajo amenaza. Envía a sus discípulos a Jesús para plantearle la pregunta con la cual se inicia este mensaje. Cabe decir que la pregunta del Bautista denota una absoluta falta de confianza.
Hoy, nosotros también podríamos tener la tentación de formular la misma pregunta desde nuestras “cárceles” particulares imbuidos, del mismo modo que Juan, por la falta de confianza en el futuro.
Estamos en tiempo de espera en este nuevo Adviento, en espera del Dios que se hace hombre entre nosotros. Él es el único que puede restablecer nuestra confianza en el futuro del ser humano, en cualquier tiempo y circunstancia. Lo verdaderamente sustantivo en la respuesta de Jesús no es la relación de los signos mesiánicos que ofrece a sus interlocutores, sino la frase con la que termina su respuesta… ¡Y dichoso aquel que no pierde su confianza en mí!” (Mateo 11: 6).
En este sentido hemos programado el Sínodo que vamos a celebrar el próximo mes de octubre bajo el lema “Aumentará el Señor bendición sobre nosotros” (Salmo 115: 14). Queremos que nuestra Iglesia proclame la esperanza en este tiempo en el que parecen apagarse muchas luces en el camino de los seres humanos, proclamar la buena nueva que este Jesús que viene a nuestro encuentro nos ofrece y a la que somos llamados a responder con nuestra entrega y compromiso sin límites al servicio del Evangelio con el convencimiento de que es el único que puede transformar el mundo.
Joel Cortés
"¿Eres tú aquel que había de venir o esperaremos a otro?” (Mateo 11: 3)
Durante los últimos dos años y medio ha ido creciendo en la sociedad un sentimiento generalizado de falta de confianza en el futuro y esto se debe, en la mayoría de los casos, a la desaparición de muchos de los referentes que proporcionaban una sensación superficial de sostén y de estabilidad
En este sentido, baste mencionar los graves problemas económicos ocasionados, en primer lugar, por la crisis de grandes instituciones financieras de ámbito internacional que han conllevado la destrucción de millones de puestos de trabajo en todo el mundo; en segundo lugar, también debe constatarse la crisis del papel salvador que se ha atribuido a los Estados o a la acción concertada de éstos como “redentores” de las graves carencias y déficits acumulados en todo este proceso. La realidad ha demostrado la debilidad del sistema y ha cuestionado muy seriamente una supuesta fortaleza que no puede ni prevenir ni resolver los graves perjuicios ocasionados por la avaricia humana.
Por último, la fórmula que han aconsejado los foros con más voz y peso en el concierto económico mundial tiene que ver, primordialmente, con los ajustes y recortes de derechos sociales que una vez más recaen en la mayoría de la población y especialmente en los más débiles. Esto ha dado lugar a un sentimiento de pérdida de esperanza en el futuro común a muchos seres humanos.
La pregunta que Juan el Bautista dirige a Jesús, se formula desde una realidad de falta de perspectiva de futuro: encerrado en la cárcel y con su vida bajo amenaza. Envía a sus discípulos a Jesús para plantearle la pregunta con la cual se inicia este mensaje. Cabe decir que la pregunta del Bautista denota una absoluta falta de confianza.
Hoy, nosotros también podríamos tener la tentación de formular la misma pregunta desde nuestras “cárceles” particulares imbuidos, del mismo modo que Juan, por la falta de confianza en el futuro.
Estamos en tiempo de espera en este nuevo Adviento, en espera del Dios que se hace hombre entre nosotros. Él es el único que puede restablecer nuestra confianza en el futuro del ser humano, en cualquier tiempo y circunstancia. Lo verdaderamente sustantivo en la respuesta de Jesús no es la relación de los signos mesiánicos que ofrece a sus interlocutores, sino la frase con la que termina su respuesta… ¡Y dichoso aquel que no pierde su confianza en mí!” (Mateo 11: 6).
En este sentido hemos programado el Sínodo que vamos a celebrar el próximo mes de octubre bajo el lema “Aumentará el Señor bendición sobre nosotros” (Salmo 115: 14). Queremos que nuestra Iglesia proclame la esperanza en este tiempo en el que parecen apagarse muchas luces en el camino de los seres humanos, proclamar la buena nueva que este Jesús que viene a nuestro encuentro nos ofrece y a la que somos llamados a responder con nuestra entrega y compromiso sin límites al servicio del Evangelio con el convencimiento de que es el único que puede transformar el mundo.
Joel Cortés
lunes, 13 de diciembre de 2010
miércoles, 8 de diciembre de 2010
Parábola del amigo que viene a la medianoche
Lucas 11: 5-8
I. Introducción
¿Alguna vez has estado en una crisis donde has tenido que pedir ayuda a la medianoche? ¿Cuál era la crisis y a quien le pediste ayuda? ¿Cómo te respondió esta persona?
La parábola de hoy va a ayudarnos a entender la importancia de comunicación con Dios.
Supongamos, - continuó, - que uno de ustedes tiene un amigo, y a
medianoche va y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues se me ha presentado un
amigo recién llegado de viaje, y no tengo nada que ofrecerle.” Y el que está adentro
le contesta: No me molestes. Ya está cerrada la puerta, y mis hijos y yo estamos
acostados. No puedo levantarme a darte nada.” Les digo que, aunque no se levante
a darle pan por ser amigo suyo, sí se levantará por su impertinencia y le dará cuanto
necesite.
La parábola empieza con un amigo que tiene un problema – no tiene comida para ofrecer a otro amigo que ha llegado a su casa. Entonces el amigo va a la casa de otro amigo a la medianoche para pedir pan. Este no es un problema para el hombre dentro de la casa con sus niños, pero por su impertinencia le dará lo que el amigo necesita.
II. La primera parábola.
Jesús es un maestro creativo que usa las historias para instruir a los que le escuchan. La primera de sus parábolas acerca de la oración presenta una situación realista. Una noche, un hombre se acerca a un amigo de parte de otro amigo que necesita ayuda. Aunque la primera reacción del amigo que duerme puede ser de disgusto, la respuesta final será amable y generosa, pues el que pide, lo hace con persistencia. El no va a tomar un "No" como respuesta. La persistencia motiva al vecino que duerme a una acción efectiva sin importarle la amistad.
En realidad, la parábola de Jesús presenta una sorpresiva primera reacción del amigo que duerme, el que no quiere ser molestado. En la cultura de los días en que Jesús vivió, la hospitalidad era una alta prioridad y una forma de vida. Bajo muy pocas circunstancias, podía el vecino dejar sin contestación el pedido de un amigo. Así lo implica la parábola: "¿Pueden imaginarse que pase algo así?" Esto lleva a la conclusión de que si aún el egoísta e insultante vecino reacciona con persistencia, cuánto más el Padre responderá al peticionario persistente.
Las instrucciones de Jesús nos dejan comprender el sentido de la parábola: "Pidan y recibirán, Busquen y hallarán, Toquen a la puerta, y se les abrirá."
La enseñanza comunica una postura que los peticionarios deben tener en mente cuando oren. Deben de estar "esperando". Aquellos que pidan deben hacerlo estando convencidos de que indudablemente se les dará lo que pidan y mucho más de lo que necesiten.
Visto desde otra perspectiva, el suplicante demuestra la relación de amistad con el anfitrión por su falta de vergüenza. No teme poner a su amigo en una situación difícil porque es su amigo, no es un desconocido. Así que el énfasis de la ilustración no es que debemos molestar a Dios con la persistencia de una mosca en un picnic. Es que podemos tener plena confianza en la oración porque al que nos dirigimos es nuestro Padre.
III. ¿Sabemos orar?
La última ilustración compara al Padre celestial con un padre normal. Ya sabemos que todos nuestros padres son imperfectos, pero hasta ellos no dan algo dañino a una hija que les pide algo. Jesús dice: “Si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”
El Espíritu Santo no se da en el evangelio de Lucas. Se da en Hechos. Es el poder que capacita a Jesús para su ministerio. En su bautismo la voz del cielo revela que también el Espíritu es una manera en que el Padre se da al Hijo. Dios es nuestro Padre y también se da a nosotros en el Espíritu Santo. Además, el Espíritu es el poder capacitador del Reino de Dios. ¿Y cómo se recibe el Espíritu? En la oración.
Recapitulemos. La oración no es un acto de desesperación, no es una expresión de impotencia, no es un detalle religioso para cerrar los planes, es el combustible del Reino de Dios.
A través de la oración somos participantes con Dios en la realización del Reino. Justo como Jesús, nos oponemos al sistema global pecaminoso y deshumanizador con la oración y en el poder del Espíritu. La oración nutre y fundamenta nuestra acción en nombre de Dios.
Además, vivimos la realidad de nuestra relación íntima con Dios como Padre por medio de la oración. Si el Reino es el qué de la oración, nuestro Padre celestial es el quién. Y está en relación a este quién que nosotros encontramos nuestra identidad y nuestro propósito.
I. Introducción
¿Alguna vez has estado en una crisis donde has tenido que pedir ayuda a la medianoche? ¿Cuál era la crisis y a quien le pediste ayuda? ¿Cómo te respondió esta persona?
La parábola de hoy va a ayudarnos a entender la importancia de comunicación con Dios.
Supongamos, - continuó, - que uno de ustedes tiene un amigo, y a
medianoche va y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues se me ha presentado un
amigo recién llegado de viaje, y no tengo nada que ofrecerle.” Y el que está adentro
le contesta: No me molestes. Ya está cerrada la puerta, y mis hijos y yo estamos
acostados. No puedo levantarme a darte nada.” Les digo que, aunque no se levante
a darle pan por ser amigo suyo, sí se levantará por su impertinencia y le dará cuanto
necesite.
La parábola empieza con un amigo que tiene un problema – no tiene comida para ofrecer a otro amigo que ha llegado a su casa. Entonces el amigo va a la casa de otro amigo a la medianoche para pedir pan. Este no es un problema para el hombre dentro de la casa con sus niños, pero por su impertinencia le dará lo que el amigo necesita.
II. La primera parábola.
Jesús es un maestro creativo que usa las historias para instruir a los que le escuchan. La primera de sus parábolas acerca de la oración presenta una situación realista. Una noche, un hombre se acerca a un amigo de parte de otro amigo que necesita ayuda. Aunque la primera reacción del amigo que duerme puede ser de disgusto, la respuesta final será amable y generosa, pues el que pide, lo hace con persistencia. El no va a tomar un "No" como respuesta. La persistencia motiva al vecino que duerme a una acción efectiva sin importarle la amistad.
En realidad, la parábola de Jesús presenta una sorpresiva primera reacción del amigo que duerme, el que no quiere ser molestado. En la cultura de los días en que Jesús vivió, la hospitalidad era una alta prioridad y una forma de vida. Bajo muy pocas circunstancias, podía el vecino dejar sin contestación el pedido de un amigo. Así lo implica la parábola: "¿Pueden imaginarse que pase algo así?" Esto lleva a la conclusión de que si aún el egoísta e insultante vecino reacciona con persistencia, cuánto más el Padre responderá al peticionario persistente.
Las instrucciones de Jesús nos dejan comprender el sentido de la parábola: "Pidan y recibirán, Busquen y hallarán, Toquen a la puerta, y se les abrirá."
La enseñanza comunica una postura que los peticionarios deben tener en mente cuando oren. Deben de estar "esperando". Aquellos que pidan deben hacerlo estando convencidos de que indudablemente se les dará lo que pidan y mucho más de lo que necesiten.
Visto desde otra perspectiva, el suplicante demuestra la relación de amistad con el anfitrión por su falta de vergüenza. No teme poner a su amigo en una situación difícil porque es su amigo, no es un desconocido. Así que el énfasis de la ilustración no es que debemos molestar a Dios con la persistencia de una mosca en un picnic. Es que podemos tener plena confianza en la oración porque al que nos dirigimos es nuestro Padre.
III. ¿Sabemos orar?
La última ilustración compara al Padre celestial con un padre normal. Ya sabemos que todos nuestros padres son imperfectos, pero hasta ellos no dan algo dañino a una hija que les pide algo. Jesús dice: “Si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”
El Espíritu Santo no se da en el evangelio de Lucas. Se da en Hechos. Es el poder que capacita a Jesús para su ministerio. En su bautismo la voz del cielo revela que también el Espíritu es una manera en que el Padre se da al Hijo. Dios es nuestro Padre y también se da a nosotros en el Espíritu Santo. Además, el Espíritu es el poder capacitador del Reino de Dios. ¿Y cómo se recibe el Espíritu? En la oración.
Recapitulemos. La oración no es un acto de desesperación, no es una expresión de impotencia, no es un detalle religioso para cerrar los planes, es el combustible del Reino de Dios.
A través de la oración somos participantes con Dios en la realización del Reino. Justo como Jesús, nos oponemos al sistema global pecaminoso y deshumanizador con la oración y en el poder del Espíritu. La oración nutre y fundamenta nuestra acción en nombre de Dios.
Además, vivimos la realidad de nuestra relación íntima con Dios como Padre por medio de la oración. Si el Reino es el qué de la oración, nuestro Padre celestial es el quién. Y está en relación a este quién que nosotros encontramos nuestra identidad y nuestro propósito.
viernes, 3 de diciembre de 2010
El precursor de Jesús.
Mt. 3. 1-12
En nombre de Dios se ha hecho todo tipo de cosa, desde la más sublime hasta la más cruel y horrorosa. Si Dios está a tu lado, ¿quién puede oponerse?
Pero cuando una religión está tan arraigada y tan extendida que es prácticamente la única religión reconocida para legitimar las cosas, crea un problema. Crea un problema porque el opresor y el oprimido tienen que acudir al mismo Dios y a la misma religión para legitimar sus respectivas posturas.
Pongo un ejemplo actual. Cuando la gran empresa energética Enron declaró la bancarrota debido a sus actividades fraudulentas, los empleados perdieron sus pensiones y los inversionistas su dinero. Tengo un primo que era inversionista en Enron y me dijo que el papel de las acciones le servía como papel higiénico y poco más.
Cuando el presidente de la empresa, quien había recibido bonificaciones multimillonarias, acudió al juicio por fraude fue acompañado por su pastor evangélico. No dudo que necesitaba atención pastoral, pero el pastor estaba allí también para dar cierta legitimación a él.
Seguramente muchos de los empleados que perdieron sus pensiones oraron a Dios pidiéndole ayuda y acompañamiento en medio la crisis. Se encomendaron a la justicia definitiva de Dios frente a la gran injusticia sufrida, y menos mal, porque la justicia terrenal les ha dado prácticamente nada.
Cuando Juan el Bautista aparece en el desierto de Judea, está respondiendo a una crisis nacional y espiritual muy profunda. Israel está bajo dominio del imperio romano, y los líderes judíos se mantienen en sus puestos por pagar tributo a Roma. La economía de subsistencia basada en las tierras ancestrales ya no es suficiente para el sistema imperial. Hay que subsistir y pagar impuestos adicionales, tributo imperial e impuesto del Templo en Jerusalén--el impuesto religioso.
Como las tierras trabajadas de forma tradicional no rendían para pagar los impuestos y abastecer las necesidades de la familia extendida, la gente entraba en deuda y terminaron perdiendo sus tierras. Los ricos acumulaban más tierras, y la gente desterrada se convirtieron en jornaleros.
¿Puedes imaginar el resentimiento que provoca trabajar en tus tierras ancestrales para un dueño que ni vive en la región y que te paga una miseria? ¡Y encima viene el representante del Templo y quiere cobrarte el impuesto religioso!
Juan el Bautista es una voz clamando en el desierto en medio de esta situación de crisis profunda. Es una crisis económica, social y política, pero en su raíz es una crisis espiritual. Juan percibe esta raíz y se siente enviado por Dios para dirigirse principalmente a la causa y no a los síntomas.
Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (3.2).
¿Arrepentirse de qué, con la esperanza de qué? ¿De qué pecados tienen que arrepentirse? ¿Y qué les espera al otro lado del arrepentimiento? ¿Qué beneficio hay?
Depende de que sector social vienes. El texto nos presenta dos capas sociales: el pueblo llano y los líderes religiosos de Jerusalén. El pueblo llano es víctima de gran manera. Los dirigentes de Israel están bajo el dominio de los romanos y toman medidas conforme a sus intereses. Por ejemplo, Herodes el Grande hizo grandes proyectos de construcción a pesar de la presión fiscal adicional que esto representaba.
Es curioso que los que responden a Juan el Bautista en general son del pueblo llano, y ellos tienen un sentido de pecado y se someten al bautismo de arrepentimiento. Probablemente creían que su respuesta positiva al mensaje les traería beneficios con la venida del reino de Dios. Con la venida del reino viene la justicia, la restauración de sus tierras ancestrales, la expulsión de los romanos y una limpieza de la clase dirigente.
Los fariseos y Saduceos ven la venida del reino de Dios a través de otra óptica. No se puede saber con certeza, pero sospecho que buscaban legitimar sus posiciones de privilegio y poder aun más. Con la venida del reino Dios les quita a los romanos de encima y les establece a ellos, no como mediadores del poder sino como dirigentes directos.
Hay algo que tienen en común el pueblo llano y los líderes religiosos en relación al mensaje de Juan el Bautista. Lo que hacen como individuos tiene un impacto más allá de sus vidas como individuos. Lo que hacen como individuos repercute en la sociedad y aun más allá. No se puede desconectar mi vida del mundo que me rodea. Lo que hago como individuo, no importa la capa social, tiene impacto en la sociedad.
A esto tengo que añadir mi responsabilidad ante Dios. Las decisiones que tomo y las acciones que hago están en relación también con mi responsabilidad ante Dios. Por tanto, Dios, el individuo, la sociedad y el mundo están vinculados. Hay una conexión entre lo que hago y la sociedad, el mundo y Dios.
Los intereses que mueven el pueblo llano y la clase dirigente pueden ser diferentes, pero los dos tienen que actuar en relación con Dios y con responsabilidad. Nuestra relación con Dios está conectada con la realidad humana y social, y no es asunto privado, ni individualista, ni partidista.
Cuando los fariseos y saduceos vinieron a verle, Juan les critica fuertemente y les exhorta:
"Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento" (3,8).
El arrepentimiento de Juan no ofrece el perdón del quitamanchas, no sirve principalmente para tranquilizar la conciencia. Produce frutos que tienen impacto personal y social. Juan nos llama a aceptar la responsabilidad, sea cual sea nuestro estatus socioeconómico.
Si viniese Juan el Bautista a la sociedad europea hoy, ¿cuáles serían los ejemplos de frutos del arrepentimiento? Yo puedo imaginar que nos llamaría a la responsabilidad social en cuanto al consumo. No buscaría un estilo de vida lujoso basado en un nivel alto de consumo, y probablemente estaría entusiasmado con el comercio justo.
Mis hijos son fanáticos con el reciclaje. Los jóvenes son mucho más conscientes del medio ambiente y el impacto ecológico de las cosas. Para mí cabe perfectamente bien con el mensaje de responsabilidad del Bautista. También puedo ver a Juan participando en una u otra ONG que respondan a dificultades sociales.
¿Qué diría al dirigente de la empresa energética Enron, o a los bancarios y los políticos que provocaron la crisis económica mundial debido a sus prácticas deshonestas y antisociales?
Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
La religión es la gran legitimadora. Uso mi perspectiva de fe para legitimar lo mío y criticar al otro. Y el otro usa su perspectiva para legitimarse y para criticarme a mí. El mensaje de Juan el Bautista es que tanto el uno como el otro tenemos que responder ante Dios, y ante el prójimo. No podemos separar lo personal de lo social y de lo espiritual. Están íntimamente conectados.
A la luz de esta comprensión, necesitamos pensar nuevamente sobre los motivos de nuestro arrepentimiento. Tradicionalmente hemos confesado pecados personales, que aparentemente afectan nuestra vida espiritual. Pero Juan nos hace ver la interconexión de las cosas; por tanto, ahora tenemos que reconocer las dimensiones sociales y ecológicas de nuestro pecado y no sólo la dimensión personal.
De esta manera, con este tipo de arrepentimiento que se expresa con hechos, preparamos el camino para la llegada de Jesús el Señor.
Marcos Abbot
En nombre de Dios se ha hecho todo tipo de cosa, desde la más sublime hasta la más cruel y horrorosa. Si Dios está a tu lado, ¿quién puede oponerse?
Pero cuando una religión está tan arraigada y tan extendida que es prácticamente la única religión reconocida para legitimar las cosas, crea un problema. Crea un problema porque el opresor y el oprimido tienen que acudir al mismo Dios y a la misma religión para legitimar sus respectivas posturas.
Pongo un ejemplo actual. Cuando la gran empresa energética Enron declaró la bancarrota debido a sus actividades fraudulentas, los empleados perdieron sus pensiones y los inversionistas su dinero. Tengo un primo que era inversionista en Enron y me dijo que el papel de las acciones le servía como papel higiénico y poco más.
Cuando el presidente de la empresa, quien había recibido bonificaciones multimillonarias, acudió al juicio por fraude fue acompañado por su pastor evangélico. No dudo que necesitaba atención pastoral, pero el pastor estaba allí también para dar cierta legitimación a él.
Seguramente muchos de los empleados que perdieron sus pensiones oraron a Dios pidiéndole ayuda y acompañamiento en medio la crisis. Se encomendaron a la justicia definitiva de Dios frente a la gran injusticia sufrida, y menos mal, porque la justicia terrenal les ha dado prácticamente nada.
Cuando Juan el Bautista aparece en el desierto de Judea, está respondiendo a una crisis nacional y espiritual muy profunda. Israel está bajo dominio del imperio romano, y los líderes judíos se mantienen en sus puestos por pagar tributo a Roma. La economía de subsistencia basada en las tierras ancestrales ya no es suficiente para el sistema imperial. Hay que subsistir y pagar impuestos adicionales, tributo imperial e impuesto del Templo en Jerusalén--el impuesto religioso.
Como las tierras trabajadas de forma tradicional no rendían para pagar los impuestos y abastecer las necesidades de la familia extendida, la gente entraba en deuda y terminaron perdiendo sus tierras. Los ricos acumulaban más tierras, y la gente desterrada se convirtieron en jornaleros.
¿Puedes imaginar el resentimiento que provoca trabajar en tus tierras ancestrales para un dueño que ni vive en la región y que te paga una miseria? ¡Y encima viene el representante del Templo y quiere cobrarte el impuesto religioso!
Juan el Bautista es una voz clamando en el desierto en medio de esta situación de crisis profunda. Es una crisis económica, social y política, pero en su raíz es una crisis espiritual. Juan percibe esta raíz y se siente enviado por Dios para dirigirse principalmente a la causa y no a los síntomas.
Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (3.2).
¿Arrepentirse de qué, con la esperanza de qué? ¿De qué pecados tienen que arrepentirse? ¿Y qué les espera al otro lado del arrepentimiento? ¿Qué beneficio hay?
Depende de que sector social vienes. El texto nos presenta dos capas sociales: el pueblo llano y los líderes religiosos de Jerusalén. El pueblo llano es víctima de gran manera. Los dirigentes de Israel están bajo el dominio de los romanos y toman medidas conforme a sus intereses. Por ejemplo, Herodes el Grande hizo grandes proyectos de construcción a pesar de la presión fiscal adicional que esto representaba.
Es curioso que los que responden a Juan el Bautista en general son del pueblo llano, y ellos tienen un sentido de pecado y se someten al bautismo de arrepentimiento. Probablemente creían que su respuesta positiva al mensaje les traería beneficios con la venida del reino de Dios. Con la venida del reino viene la justicia, la restauración de sus tierras ancestrales, la expulsión de los romanos y una limpieza de la clase dirigente.
Los fariseos y Saduceos ven la venida del reino de Dios a través de otra óptica. No se puede saber con certeza, pero sospecho que buscaban legitimar sus posiciones de privilegio y poder aun más. Con la venida del reino Dios les quita a los romanos de encima y les establece a ellos, no como mediadores del poder sino como dirigentes directos.
Hay algo que tienen en común el pueblo llano y los líderes religiosos en relación al mensaje de Juan el Bautista. Lo que hacen como individuos tiene un impacto más allá de sus vidas como individuos. Lo que hacen como individuos repercute en la sociedad y aun más allá. No se puede desconectar mi vida del mundo que me rodea. Lo que hago como individuo, no importa la capa social, tiene impacto en la sociedad.
A esto tengo que añadir mi responsabilidad ante Dios. Las decisiones que tomo y las acciones que hago están en relación también con mi responsabilidad ante Dios. Por tanto, Dios, el individuo, la sociedad y el mundo están vinculados. Hay una conexión entre lo que hago y la sociedad, el mundo y Dios.
Los intereses que mueven el pueblo llano y la clase dirigente pueden ser diferentes, pero los dos tienen que actuar en relación con Dios y con responsabilidad. Nuestra relación con Dios está conectada con la realidad humana y social, y no es asunto privado, ni individualista, ni partidista.
Cuando los fariseos y saduceos vinieron a verle, Juan les critica fuertemente y les exhorta:
"Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento" (3,8).
El arrepentimiento de Juan no ofrece el perdón del quitamanchas, no sirve principalmente para tranquilizar la conciencia. Produce frutos que tienen impacto personal y social. Juan nos llama a aceptar la responsabilidad, sea cual sea nuestro estatus socioeconómico.
Si viniese Juan el Bautista a la sociedad europea hoy, ¿cuáles serían los ejemplos de frutos del arrepentimiento? Yo puedo imaginar que nos llamaría a la responsabilidad social en cuanto al consumo. No buscaría un estilo de vida lujoso basado en un nivel alto de consumo, y probablemente estaría entusiasmado con el comercio justo.
Mis hijos son fanáticos con el reciclaje. Los jóvenes son mucho más conscientes del medio ambiente y el impacto ecológico de las cosas. Para mí cabe perfectamente bien con el mensaje de responsabilidad del Bautista. También puedo ver a Juan participando en una u otra ONG que respondan a dificultades sociales.
¿Qué diría al dirigente de la empresa energética Enron, o a los bancarios y los políticos que provocaron la crisis económica mundial debido a sus prácticas deshonestas y antisociales?
Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
La religión es la gran legitimadora. Uso mi perspectiva de fe para legitimar lo mío y criticar al otro. Y el otro usa su perspectiva para legitimarse y para criticarme a mí. El mensaje de Juan el Bautista es que tanto el uno como el otro tenemos que responder ante Dios, y ante el prójimo. No podemos separar lo personal de lo social y de lo espiritual. Están íntimamente conectados.
A la luz de esta comprensión, necesitamos pensar nuevamente sobre los motivos de nuestro arrepentimiento. Tradicionalmente hemos confesado pecados personales, que aparentemente afectan nuestra vida espiritual. Pero Juan nos hace ver la interconexión de las cosas; por tanto, ahora tenemos que reconocer las dimensiones sociales y ecológicas de nuestro pecado y no sólo la dimensión personal.
De esta manera, con este tipo de arrepentimiento que se expresa con hechos, preparamos el camino para la llegada de Jesús el Señor.
Marcos Abbot
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Edificar-Derruir.
Edificar - Derruir
La palabra “edificación”, en el contexto de la fe cristiana evangélica, no tiene entre nosotros buena acogida. Nos parece que viene de un pietismo desfasado que vale más dejar de lado para vivir un cristianismo más moderno, más de acuerdo con la cultura de hoy y más dado a hablar de servicio, solidaridad, vida comunitaria. Pero yo al menos me resisto a perder esta palabra de nuestro léxico religioso. Me parece que es muy importante para entender alguna cosa del comportamiento cristiano. Dejadme que me explique
Nuestra principal tarea humana es edificar nuestra vida. Lo hacemos desde el principio, incluso antes de tener –decimos- uso de razón. Y lo hacemos, también, en muy diferentes aspectos. Cuando vamos a la escuela o accedemos a la universidad estamos construyendo nuestra personalidad con vistas a una vida más rica y con más posibilidades de subsistencia. Cuando practicamos algún deporte y ejercitamos nuestros músculos, tenemos muy claro que estamos haciendo un cuerpo más fuerte y más armónico. Cuando nos preocupamos de una alimentación sana y equilibrada, estamos haciendo salud. Todo esto tiene que ver con la palabra “edificación”. Edificamos nuestra vida. La conocida frase latina “mens sana in corpore sano” es un objetivo a alcanzar mediante la disciplina mental y física.
Pero hay un aspecto muy importante de esta tarea de arquitectos y constructores que nos ha dado la naturaleza –por no apelar en este momento a Dios- que nunca podemos dejar de lado. Va mucho más allá de la formación cultural, o física, o espiritual, ya que es la tarea de construir una persona, o nuestra personalidad específica, lo cual es independiente de nuestra cultura o nuestra fortaleza física. Es aquello que realmente somos. Quiénes somos. Cómo somos. No se trata del rostro ni de la formación, sino de nuestra verdadera personalidad en referencia a nosotros mismos y en referencia a los demás. ¿Cuál es el nivel moral de nuestra construcción? ¿Qué nota obtenemos en el examen de la totalidad de la vida? ¿Hasta qué punto es armoniosa y equilibrada la construcción humana que hemos hecho? Estas cosas van más allá y son más importantes que las mencionadas anteriormente. No es fácil identificarlas. Son sentimientos y movimiento interiores que regulan nuestra conducta y la hacen negativa o positiva. Quizás lo que mejor se acercaría a una definición justa sería el juicio de los demás: “Es todo un hombre (mujer)”, es decir, ha alcanzado la estatura humana ideal, la madurez o –bíblicamente hablando- ha llegado al “varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef 4,13)
Esta estatura moral, esta madurez, este llegar a ser lo que deberíamos ser si fuésemos capaces de dominar los elementos negativos que encontramos en nosotros mismos, es el gran desafío en nuestra tarea de construir. Y es aquí que vuelvo a la palabra “edificación”. En la vida hay cosas que edifican y otras que derriban. Nada de los que hacemos o de lo que nos pasa es indiferente. Todo tiene que ver con el edificio de nuestra vida. A veces nos puede parecer que no es así. Que hay cosas negativas que no nos afectan. Que antes de decir una mentira, o de adulterar, somos los mismos que después de haberlo hecho. Y no es así. La mentira o el adulterio, o cualquier otra cosa negativa, significa siempre un golpe a las murallas de nuestra vida y ésta se resiente. Quizás la grieta todavía no es visible, pero alguna cosa en nosotros ha quedado afectada y, golpe tras golpe, acabará por hacerse evidente.
Este principio funciona también en positivo. Hay cosas que edifican. Hacer el bien, ser solidario, preocuparse por los demás, atender a los más pequeños, son cosas que fortalecen nuestra vida. Cualquier victoria, pequeña o grande no importa, sobre la tentación al mal, edifica, es decir nos hace más fuertes y nuestra vida queda enriquecida en la tarea de ser verdaderamente humanos. El mejor elogio que se puede hacer de un mensaje de la palabra de Dios es decir que ha sido edificante. Ha fortalecido nuestras defensas. Y esto tampoco no es evidente al principio, pero sí que lo será a la larga. A veces nos puede parecer que asistir al culto y escuchar el mensaje es un ejercicio inútil, ya que al salir muy a menudo no recordamos ni el texto del sermón. Pero esto también es engañoso. Escuchar la Palabra de Dios una y otra vez nos fortalece interiormente, nos da el conocimiento y la fuerza que necesitamos para vivir en positivo. Aquella palabra, que quizás ahora ni recordamos, ha significado como una paletada de cemento en la tarea de edificar la vida.
Es evidente que en la vida no lo tenemos todo claro. A veces la mente y el corazón tienen argumentos contradictorios. Siempre tenemos la tendencia a obedecer la razón y dejar fuera, como menos valioso, el corazón, el sentimiento y la intuición. Pero esto no ha de ser siempre así, ya que el corazón tiene a menudo razones que la mente no entiende. El que, en casos dudoso, hemos de hacer es decidirnos por aquello que edifica, que nos hace bien a nosotros mismos y a los demás, aunque no tengamos todas las respuestas. Hay caminos de la razón que nos parecen totalmente evidentes, pero que para nada nos sirven a la hora de construir la vida, sino que la rebajan e, incluso, le causen daños irreparables. Estos caminos no son buenos ni saludables. Es preciso evitarlos y seguir todo lo que contribuye al bien y a la edificación. El apóstol Pablo nos dice: “Todo me es permitido, pero no todo edifica” ( 1Co 10,23). Y añade en la epístola a los Romanos: “Seguid lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Ro 14,19)
Enric Capó
La palabra “edificación”, en el contexto de la fe cristiana evangélica, no tiene entre nosotros buena acogida. Nos parece que viene de un pietismo desfasado que vale más dejar de lado para vivir un cristianismo más moderno, más de acuerdo con la cultura de hoy y más dado a hablar de servicio, solidaridad, vida comunitaria. Pero yo al menos me resisto a perder esta palabra de nuestro léxico religioso. Me parece que es muy importante para entender alguna cosa del comportamiento cristiano. Dejadme que me explique
Nuestra principal tarea humana es edificar nuestra vida. Lo hacemos desde el principio, incluso antes de tener –decimos- uso de razón. Y lo hacemos, también, en muy diferentes aspectos. Cuando vamos a la escuela o accedemos a la universidad estamos construyendo nuestra personalidad con vistas a una vida más rica y con más posibilidades de subsistencia. Cuando practicamos algún deporte y ejercitamos nuestros músculos, tenemos muy claro que estamos haciendo un cuerpo más fuerte y más armónico. Cuando nos preocupamos de una alimentación sana y equilibrada, estamos haciendo salud. Todo esto tiene que ver con la palabra “edificación”. Edificamos nuestra vida. La conocida frase latina “mens sana in corpore sano” es un objetivo a alcanzar mediante la disciplina mental y física.
Pero hay un aspecto muy importante de esta tarea de arquitectos y constructores que nos ha dado la naturaleza –por no apelar en este momento a Dios- que nunca podemos dejar de lado. Va mucho más allá de la formación cultural, o física, o espiritual, ya que es la tarea de construir una persona, o nuestra personalidad específica, lo cual es independiente de nuestra cultura o nuestra fortaleza física. Es aquello que realmente somos. Quiénes somos. Cómo somos. No se trata del rostro ni de la formación, sino de nuestra verdadera personalidad en referencia a nosotros mismos y en referencia a los demás. ¿Cuál es el nivel moral de nuestra construcción? ¿Qué nota obtenemos en el examen de la totalidad de la vida? ¿Hasta qué punto es armoniosa y equilibrada la construcción humana que hemos hecho? Estas cosas van más allá y son más importantes que las mencionadas anteriormente. No es fácil identificarlas. Son sentimientos y movimiento interiores que regulan nuestra conducta y la hacen negativa o positiva. Quizás lo que mejor se acercaría a una definición justa sería el juicio de los demás: “Es todo un hombre (mujer)”, es decir, ha alcanzado la estatura humana ideal, la madurez o –bíblicamente hablando- ha llegado al “varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef 4,13)
Esta estatura moral, esta madurez, este llegar a ser lo que deberíamos ser si fuésemos capaces de dominar los elementos negativos que encontramos en nosotros mismos, es el gran desafío en nuestra tarea de construir. Y es aquí que vuelvo a la palabra “edificación”. En la vida hay cosas que edifican y otras que derriban. Nada de los que hacemos o de lo que nos pasa es indiferente. Todo tiene que ver con el edificio de nuestra vida. A veces nos puede parecer que no es así. Que hay cosas negativas que no nos afectan. Que antes de decir una mentira, o de adulterar, somos los mismos que después de haberlo hecho. Y no es así. La mentira o el adulterio, o cualquier otra cosa negativa, significa siempre un golpe a las murallas de nuestra vida y ésta se resiente. Quizás la grieta todavía no es visible, pero alguna cosa en nosotros ha quedado afectada y, golpe tras golpe, acabará por hacerse evidente.
Este principio funciona también en positivo. Hay cosas que edifican. Hacer el bien, ser solidario, preocuparse por los demás, atender a los más pequeños, son cosas que fortalecen nuestra vida. Cualquier victoria, pequeña o grande no importa, sobre la tentación al mal, edifica, es decir nos hace más fuertes y nuestra vida queda enriquecida en la tarea de ser verdaderamente humanos. El mejor elogio que se puede hacer de un mensaje de la palabra de Dios es decir que ha sido edificante. Ha fortalecido nuestras defensas. Y esto tampoco no es evidente al principio, pero sí que lo será a la larga. A veces nos puede parecer que asistir al culto y escuchar el mensaje es un ejercicio inútil, ya que al salir muy a menudo no recordamos ni el texto del sermón. Pero esto también es engañoso. Escuchar la Palabra de Dios una y otra vez nos fortalece interiormente, nos da el conocimiento y la fuerza que necesitamos para vivir en positivo. Aquella palabra, que quizás ahora ni recordamos, ha significado como una paletada de cemento en la tarea de edificar la vida.
Es evidente que en la vida no lo tenemos todo claro. A veces la mente y el corazón tienen argumentos contradictorios. Siempre tenemos la tendencia a obedecer la razón y dejar fuera, como menos valioso, el corazón, el sentimiento y la intuición. Pero esto no ha de ser siempre así, ya que el corazón tiene a menudo razones que la mente no entiende. El que, en casos dudoso, hemos de hacer es decidirnos por aquello que edifica, que nos hace bien a nosotros mismos y a los demás, aunque no tengamos todas las respuestas. Hay caminos de la razón que nos parecen totalmente evidentes, pero que para nada nos sirven a la hora de construir la vida, sino que la rebajan e, incluso, le causen daños irreparables. Estos caminos no son buenos ni saludables. Es preciso evitarlos y seguir todo lo que contribuye al bien y a la edificación. El apóstol Pablo nos dice: “Todo me es permitido, pero no todo edifica” ( 1Co 10,23). Y añade en la epístola a los Romanos: “Seguid lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Ro 14,19)
Enric Capó
La comunidad que me acompaña.
Tema 10
Curso El sanador herido
Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero ahora debemos hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado. Lc.15: 31-32
I. Introducción
El padre quiere que regresen los dos hijos, el menor y el mayor. Y es que el hijo mayor también necesita ser encontrado y conducido a la casa con alegría. ¿Responderá a la súplica del padre o se quedará amargado en la puerta? No lo sabemos. Quizás la respuesta esta en nuestro trabajo espiritual. En lo que debemos hacer nosotros.
En esta historia no se trata de definir que hermano es bueno y cuál es el malo. No, no se trata de eso. Si tú has hecho esta tarea, es porque te gusta buscar soluciones fáciles. Porque dedicas tiempo a enumerar la gente que según tu criterio es buena o mala. Pero esta es una costumbre muy amarga y sin futuro. El único bueno de nuestra historia es el padre. El ama a los dos hijos por igual y sale al encuentro de ambos. No les ejerce presión ni fuerza. Solo les invita a dar el paso. A celebrar la vida.
II. Dejando la rivalidad a un lado
La fiesta y la alegría que podemos escuchar en esta historia por el regreso del hermano menor no significan en ningún caso que el hermano mayor no sea querido, menos apreciado, menos favorecido. El padre nunca los compara. Generalmente son los hermanos los que se comparan y si son hijos únicos se comparan con otros hijos. El padre es el que conoce su intimidad, sus cualidades y defectos. En la casa del padre todos son queridos y por eso se hace fiesta. Pero fuera de la casa del padre los hermanos, las hermanas, los maridos, las esposas, los amantes y los amigos se convierten en rivales e incluso en enemigos. Cada uno de ellos vive dominado por el afán de protagonismo, por los celos, por las suspicacias y los resentimientos.
Entre los hijos de una familia ocurre una competencia parecida a la que libran los cachorros de animales por la supervivencia, pero en los niños los recursos limitados son el TIEMPO, la ATENCION, el CARIÑO, y la APROBACION que los padres pueden dedicar y dar a cada hijo. Considerando a la familia de una forma bastante simplista y tomando en cuenta de que los padres tienen solamente una cantidad de tiempo limitada para dedicarle a sus hijos podemos observar que si en esa familia hay solamente UN hijo, TODO ese tiempo es para ese único hijo; si tienen DOS hijos, a cada uno le tocará la MITAD del tiempo de los padres; si TRES, la TERCERA parte; y así sucesivamente. Esto se puede ilustrar con el así-llamado "fenómeno del álbum de fotos familiar." En la mayoría de familias, al observar su álbum de fotos, se encuentran muchas fotos del nacimiento y primer año del hijo mayor. Para el segundo hijo, ya hay menos fotos. Y, del tercer hijo en adelante, cuesta hallar fotos de ellos en el álbum... ¡Como si ni pertenecieran a la familia!
Quizás en cosas tan sencillas como esta está el origen de nuestras necesidades de agradar y encontrar aprobación. Quizás.
III. Entre la confianza y la gratitud
La historia que hemos venido compartiendo en estos tres últimos meses nos puede ofrecer cierta esperanza a personas que están atrapadas en el rencor. Me temo que todos nosotros en algún momento de nuestra vida tendremos que enfrentarnos con el hijo menor o el hijo mayor que llevamos dentro. Por eso tendremos que hacernos una pregunta: ¿Qué puedo hacer para facilitar el regreso?
Adoptando una actitud pasiva no te garantizo el éxito de tal misión. Quizás tu problema con la ira viene de lejos y de hace tiempo por tanto tendrás que darte permiso para que Dios te encuentre y te cure practicando diariamente la confianza y la gratitud con la misma sistematicidad que un gimnasta entrena su cuerpo. Las palabras claves en este día son: confianza y gratitud.
Sin confianza no puedo dejar que me encuentren las personas que me estiman. Sin confianza no puedo estar en comunidad. Sin confianza no podría estar aquí y ahora. La confianza me dice: aquí donde estoy ahora se me quiere.
Por su parte la gratitud es todo lo contrario al resentimiento. Las personas resentidas no pueden ser agradecidas. Y es que el resentimiento impide la percepción y experiencias en la vida. El resentimiento nos dice: nunca te han dado lo que te mereces. Así que acabo hiendo por la vida exigiendo cosas. Sin embargo cuando soy agradecido reconozco que todo lo que tengo y soy es un regalo. La gratitud es una elección. Puedo responder con gratitud incluso cuando mis emociones me digan que me siento con dolor.
A veces la única manera de curar las heridas y soportar el dolor de la vida es entrando a casa y formando parte de la comunidad que me quiere. Pero esto es como dar un salto. Es amar sin esperar ser amado. Es invitar sin esperar ser invitado. Es abrazar sin esperar ser abrazado.
A veces tengo que entrar y formar parte de la comunidad.
Curso El sanador herido
Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero ahora debemos hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado. Lc.15: 31-32
I. Introducción
El padre quiere que regresen los dos hijos, el menor y el mayor. Y es que el hijo mayor también necesita ser encontrado y conducido a la casa con alegría. ¿Responderá a la súplica del padre o se quedará amargado en la puerta? No lo sabemos. Quizás la respuesta esta en nuestro trabajo espiritual. En lo que debemos hacer nosotros.
En esta historia no se trata de definir que hermano es bueno y cuál es el malo. No, no se trata de eso. Si tú has hecho esta tarea, es porque te gusta buscar soluciones fáciles. Porque dedicas tiempo a enumerar la gente que según tu criterio es buena o mala. Pero esta es una costumbre muy amarga y sin futuro. El único bueno de nuestra historia es el padre. El ama a los dos hijos por igual y sale al encuentro de ambos. No les ejerce presión ni fuerza. Solo les invita a dar el paso. A celebrar la vida.
II. Dejando la rivalidad a un lado
La fiesta y la alegría que podemos escuchar en esta historia por el regreso del hermano menor no significan en ningún caso que el hermano mayor no sea querido, menos apreciado, menos favorecido. El padre nunca los compara. Generalmente son los hermanos los que se comparan y si son hijos únicos se comparan con otros hijos. El padre es el que conoce su intimidad, sus cualidades y defectos. En la casa del padre todos son queridos y por eso se hace fiesta. Pero fuera de la casa del padre los hermanos, las hermanas, los maridos, las esposas, los amantes y los amigos se convierten en rivales e incluso en enemigos. Cada uno de ellos vive dominado por el afán de protagonismo, por los celos, por las suspicacias y los resentimientos.
Entre los hijos de una familia ocurre una competencia parecida a la que libran los cachorros de animales por la supervivencia, pero en los niños los recursos limitados son el TIEMPO, la ATENCION, el CARIÑO, y la APROBACION que los padres pueden dedicar y dar a cada hijo. Considerando a la familia de una forma bastante simplista y tomando en cuenta de que los padres tienen solamente una cantidad de tiempo limitada para dedicarle a sus hijos podemos observar que si en esa familia hay solamente UN hijo, TODO ese tiempo es para ese único hijo; si tienen DOS hijos, a cada uno le tocará la MITAD del tiempo de los padres; si TRES, la TERCERA parte; y así sucesivamente. Esto se puede ilustrar con el así-llamado "fenómeno del álbum de fotos familiar." En la mayoría de familias, al observar su álbum de fotos, se encuentran muchas fotos del nacimiento y primer año del hijo mayor. Para el segundo hijo, ya hay menos fotos. Y, del tercer hijo en adelante, cuesta hallar fotos de ellos en el álbum... ¡Como si ni pertenecieran a la familia!
Quizás en cosas tan sencillas como esta está el origen de nuestras necesidades de agradar y encontrar aprobación. Quizás.
III. Entre la confianza y la gratitud
La historia que hemos venido compartiendo en estos tres últimos meses nos puede ofrecer cierta esperanza a personas que están atrapadas en el rencor. Me temo que todos nosotros en algún momento de nuestra vida tendremos que enfrentarnos con el hijo menor o el hijo mayor que llevamos dentro. Por eso tendremos que hacernos una pregunta: ¿Qué puedo hacer para facilitar el regreso?
Adoptando una actitud pasiva no te garantizo el éxito de tal misión. Quizás tu problema con la ira viene de lejos y de hace tiempo por tanto tendrás que darte permiso para que Dios te encuentre y te cure practicando diariamente la confianza y la gratitud con la misma sistematicidad que un gimnasta entrena su cuerpo. Las palabras claves en este día son: confianza y gratitud.
Sin confianza no puedo dejar que me encuentren las personas que me estiman. Sin confianza no puedo estar en comunidad. Sin confianza no podría estar aquí y ahora. La confianza me dice: aquí donde estoy ahora se me quiere.
Por su parte la gratitud es todo lo contrario al resentimiento. Las personas resentidas no pueden ser agradecidas. Y es que el resentimiento impide la percepción y experiencias en la vida. El resentimiento nos dice: nunca te han dado lo que te mereces. Así que acabo hiendo por la vida exigiendo cosas. Sin embargo cuando soy agradecido reconozco que todo lo que tengo y soy es un regalo. La gratitud es una elección. Puedo responder con gratitud incluso cuando mis emociones me digan que me siento con dolor.
A veces la única manera de curar las heridas y soportar el dolor de la vida es entrando a casa y formando parte de la comunidad que me quiere. Pero esto es como dar un salto. Es amar sin esperar ser amado. Es invitar sin esperar ser invitado. Es abrazar sin esperar ser abrazado.
A veces tengo que entrar y formar parte de la comunidad.
martes, 23 de noviembre de 2010
Como el otoño llega.
Mateo 24: 37-44.
Adviento entra en nuestras casas sin previo aviso. Como el otoño llega, primero sin darnos cuenta y después se vuelve imparable. Adviento sigue siendo el tiempo adecuado para realizar los cambios externos que hablan de nuestra interioridad. Es cuando comenzamos a sacar los abrigos y ha amontonar la leña para el fuego. Adviento es la época de hacer preparativos. Quizás, en Adviento, todo el mensaje de los que esperan al Mesías se pueda sintetizar en la proclama: ¡Estad preparados!
A diferencia de las parábolas que solía contar Jesús, estas palabras proféticas de Jesús en referencia a la parusía no tienen un final feliz. Más bien son inquietantes. No nos dan ninguna certeza a nosotros que nos gustan tanto las certidumbres y los anuncios que se hacen con días y horas de antelación. Pero estas palabras a modo de postludio del capítulo 24 nos colocan cara a cara ante una cuestión espiritual de difícil argumentación: ¿Estás preparado o no estás preparado para encontrarte con El?
Es un hecho que cada uno de nosotros puede elegir la vida que quiere vivir. De hecho, al menos en Europa, no se ve bien que nadie elija por nosotros nuestra vida. Así que delante de nosotros tenemos dos posibilidades: aceptamos la invitación a prepararnos para la fiesta o llenos de resentimiento porque la vida no es como nos habían prometido nos negamos a entrar en la casa donde hay fiesta.
El año litúrgico que hoy comienza, lo hace con la imprevisión. No se te dará nada para el camino. No sé te dirá a dónde llegarás. Solo se te dice: ¡Preparáte! Al discípulo no le queda otro remedio que estar despierto. Vigilante. A fin que no le sorprenda l crecida de los ríos y la inundación.
Siempre buscamos una respuesta tajante y delimitadora. Un final feliz para las historias que vivimos. Y por eso nos preocupa el destino del ser humano. Las palabras de Jesús hoy dan la respuesta: la historia humana acaba en un trance universal, administrado por Dios. El hombre se encuentra bajo la total acción de Dios, quien, en un tiempo determinado e imprevisible para la humanidad, pero cierto, llevará acabo un cambio repentino del desarrollo y situación actual de nuestras vidas.
Llegará. Si, llegará como el otoño.
Augusto G. Milián
Pastor
Iglesia Reformada en Zaragoza
Curamos a otros desde nuestras propias heridas
Tema 9 El Sanador herido
Miércoles 24 Noviembre
31 “El padre le contestó: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. 32 Pero ahora debemos hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado. Lc.15
I. Introducción
A diferencia de los cuentos de hadas, nuestra historia no tiene un final feliz. Es una parábola donde el final no se conoce. Pero si nos pone de cara a cara ante una cuestión espiritual muy difícil: confiar o no confiar en que el amor de Dios lo perdona todo.
Cada uno de nosotros puede elegir que tipo de vida quiere vivir. Nadie puede elegir por nosotros. Podemos vivir en un continuo lamento o participar de la fiesta que hay en nuestra casa. Sentarnos a la mesa con gente que piensa diferente a nosotros es uno de nuestros mayores retos para alguien que está lleno de resentimientos y que le gusta estar hablando siempre de lo injusta que es la vida.
Esta parábola nos intenta decir que a veces es más fácil regresar a casa desde una situación de lujuria que desde la ira contenida que ha echado raíces en nuestro corazón. Parece ser que el resentimiento no puede distinguirse con la misma facilidad que un catarro ni puede ser tratado de una manera lógica.
II. ¿Cómo guiar al Sr. Rodríguez hacia el día de mañana?
He estado visitando al Sr. Rodríguez. Y me pregunto: ¿Qué puedo hacer por él? Quizás la pregunta está errada. Y es que si el Sr. Rodríguez no pode de su parte nadie podrá hacer nada por él.
Lo primero que me viene a la mente es escuchar al enfermo y aconsejar según las reglas que he aprendido. Pero esto no es algo que pueda haber aprendido en el Seminario. Cuando aconsejamos estamos poniendo en voz alta nuestras experiencias de la vida. Y nuestras experiencias están llenas de sentimientos de miedo, dudas, confusión, alegría, certezas, etc. No podemos aplicar a la vida de otra persona nuestra vida. Cada uno de nosotros tiene una vida singular.
¿Pero puedo realmente hacer algo por este hombre y acompañarlo hacia otro día? He aprendido algo en estos últimos días. Un hombre necesita de otro para vivir. Y en medida que pueda penetrar la coraza del Sr. Rodríguez más capacitado estaré para guiar a la gente desde el desierto hacia la tierra prometida.
Y es que una persona puede esperar la salvación por medio de otra persona, tanto en la vida como en la muerte.
III. ¿Qué decirle a alguien lleno de resentimientos?
La gente que conozco y con las cuales vivo en los últimos años siempre está tentada a dar consejos, a decir lo que ellos harían en una situación así. Así que ante la situación del Sr. Rodríguez he escuchado estas palabras: 1º Yo le habría dicho que pensara más en sus buenas experiencias y le hubiera dicho que hay una vida mejor. 2º Yo le hubiera explicado la misericordia de Dios y como Dios le ha perdonado sus pecados 3º Yo hubiera intentado hablar más sobre su enfermedad y de las muchas posibilidades de recuperarse 4º Pues yo le hubiera hablado sobre el miedo a la muerte y sobre su pasado, así se sentiría libre de culpas. La gente siempre tiene ideas y opiniones diferentes sobre una misma cosa. Y esto lo vemos cada día en nuestra familia, en la para del autobús o en la manera que los diferentes canales de televisión dan la misma noticia.
Y yo me pregunto: ¿De qué vale hablar de teología a un hombre que ya está cansado de vivir? ¿Puede alguien que ve la muerte como una escapatoria a su vida comenzar a cambiar los conceptos que tiene arraigados? A veces no hay que decir mucho a alguien como el Sr. Rodríguez. Quizás no hay que decir nada y si estar a su lado. Mostrar un rostro luminoso, abierto a la esperanza. Quizás hay que mantenerse con la boca cerrada y a la vez llamar a la persona por su nombre y tratarlo simplemente como el Sr. Rodríguez. Hacerlo alguien cercano a tu vida. Alguien que nos vea, que nos pueda tocar, que nos pueda oler y oír. Cuando somos personas, cuando nos presentamos como ese humano que es hijo de Dios quizás el Sr. Rodríguez pueda llegar a pensar: A lo mejor, después de todo, alguien me espera fuera del hospital.
IV. ¿Cómo me ven las demás personas?
Cuando me veo frente al espejo y no llevo prisa suelo verme como un hermano pobre. Alguien que a veces no puede erradicar sus resentimientos. Alguien que teme quitarse lo malo que lleva dentro porque quizás arranque las cosas buenas también. ¿Podré volver a casa algún día como hermano mayor? ¿Podré ser encontrado como el hermano menor? ¿Cómo regresar si estoy lleno de celos, si estoy prisionero de los deberes? ¿Alguien hará una fiesta cuando regrese a casa? Una solo cosa sé: Yo sólo no puedo encontrarme.
Miércoles 24 Noviembre
31 “El padre le contestó: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. 32 Pero ahora debemos hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado. Lc.15
I. Introducción
A diferencia de los cuentos de hadas, nuestra historia no tiene un final feliz. Es una parábola donde el final no se conoce. Pero si nos pone de cara a cara ante una cuestión espiritual muy difícil: confiar o no confiar en que el amor de Dios lo perdona todo.
Cada uno de nosotros puede elegir que tipo de vida quiere vivir. Nadie puede elegir por nosotros. Podemos vivir en un continuo lamento o participar de la fiesta que hay en nuestra casa. Sentarnos a la mesa con gente que piensa diferente a nosotros es uno de nuestros mayores retos para alguien que está lleno de resentimientos y que le gusta estar hablando siempre de lo injusta que es la vida.
Esta parábola nos intenta decir que a veces es más fácil regresar a casa desde una situación de lujuria que desde la ira contenida que ha echado raíces en nuestro corazón. Parece ser que el resentimiento no puede distinguirse con la misma facilidad que un catarro ni puede ser tratado de una manera lógica.
II. ¿Cómo guiar al Sr. Rodríguez hacia el día de mañana?
He estado visitando al Sr. Rodríguez. Y me pregunto: ¿Qué puedo hacer por él? Quizás la pregunta está errada. Y es que si el Sr. Rodríguez no pode de su parte nadie podrá hacer nada por él.
Lo primero que me viene a la mente es escuchar al enfermo y aconsejar según las reglas que he aprendido. Pero esto no es algo que pueda haber aprendido en el Seminario. Cuando aconsejamos estamos poniendo en voz alta nuestras experiencias de la vida. Y nuestras experiencias están llenas de sentimientos de miedo, dudas, confusión, alegría, certezas, etc. No podemos aplicar a la vida de otra persona nuestra vida. Cada uno de nosotros tiene una vida singular.
¿Pero puedo realmente hacer algo por este hombre y acompañarlo hacia otro día? He aprendido algo en estos últimos días. Un hombre necesita de otro para vivir. Y en medida que pueda penetrar la coraza del Sr. Rodríguez más capacitado estaré para guiar a la gente desde el desierto hacia la tierra prometida.
Y es que una persona puede esperar la salvación por medio de otra persona, tanto en la vida como en la muerte.
III. ¿Qué decirle a alguien lleno de resentimientos?
La gente que conozco y con las cuales vivo en los últimos años siempre está tentada a dar consejos, a decir lo que ellos harían en una situación así. Así que ante la situación del Sr. Rodríguez he escuchado estas palabras: 1º Yo le habría dicho que pensara más en sus buenas experiencias y le hubiera dicho que hay una vida mejor. 2º Yo le hubiera explicado la misericordia de Dios y como Dios le ha perdonado sus pecados 3º Yo hubiera intentado hablar más sobre su enfermedad y de las muchas posibilidades de recuperarse 4º Pues yo le hubiera hablado sobre el miedo a la muerte y sobre su pasado, así se sentiría libre de culpas. La gente siempre tiene ideas y opiniones diferentes sobre una misma cosa. Y esto lo vemos cada día en nuestra familia, en la para del autobús o en la manera que los diferentes canales de televisión dan la misma noticia.
Y yo me pregunto: ¿De qué vale hablar de teología a un hombre que ya está cansado de vivir? ¿Puede alguien que ve la muerte como una escapatoria a su vida comenzar a cambiar los conceptos que tiene arraigados? A veces no hay que decir mucho a alguien como el Sr. Rodríguez. Quizás no hay que decir nada y si estar a su lado. Mostrar un rostro luminoso, abierto a la esperanza. Quizás hay que mantenerse con la boca cerrada y a la vez llamar a la persona por su nombre y tratarlo simplemente como el Sr. Rodríguez. Hacerlo alguien cercano a tu vida. Alguien que nos vea, que nos pueda tocar, que nos pueda oler y oír. Cuando somos personas, cuando nos presentamos como ese humano que es hijo de Dios quizás el Sr. Rodríguez pueda llegar a pensar: A lo mejor, después de todo, alguien me espera fuera del hospital.
IV. ¿Cómo me ven las demás personas?
Cuando me veo frente al espejo y no llevo prisa suelo verme como un hermano pobre. Alguien que a veces no puede erradicar sus resentimientos. Alguien que teme quitarse lo malo que lleva dentro porque quizás arranque las cosas buenas también. ¿Podré volver a casa algún día como hermano mayor? ¿Podré ser encontrado como el hermano menor? ¿Cómo regresar si estoy lleno de celos, si estoy prisionero de los deberes? ¿Alguien hará una fiesta cuando regrese a casa? Una solo cosa sé: Yo sólo no puedo encontrarme.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Miedo a la vida
El sanador herido. T.8
Miércoles 17 Noviembre 2010
29Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis amigos. 30 En cambio, llega ahora este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro cebado. Lc.15
I. Introducción
Los hospitales existen para curar, para aliviar, para sanar. Pero hay personas que no desean ser curadas, ni aliviadas, ni sanadas. En un hospital, la palabra mañana puede significar mejoría, buenas noticias, recuperación y regresar a casa. Pero hay personas que no desean sentirse mejor, que no quieren escuchar buenas noticias, que no quieren recuperarse, y que no desean volver a su casa.
Cuando una persona se niega a salir del hospital está negándose a colaborar con su curación. Cuando una persona se refugia en una enfermedad es porque no le apetece vivir otra vida y no es que quiera morirse; simplemente no quiere vivir la vida que hay afuera. Y es que volver a la vida sana, a la vida donde no será tratado como un paciente implica tomar decisiones, arriesgarse, tener que enfrentar conflictos, emocionarse y colaborar.
Cuando una persona está en esa situación se suele decir que está en medio de una parálisis psíquica. Y suele haber muchas personas así. Inmersos es una soledad que no han escogido, pero que les cuesta deshacerse de ella. Están rodeados de personas, pero se sienten solos. Morir les da miedo. Vivir también.
II. Sin alegrías
Cuando escucho las palabras con que el hijo mayor ataca a su padre, palabras llena de hipocresía, de autocompasión y de celos, veo que detrás de ellas hay una queja más profunda. La queja de un corazón que no ha recibido nunca lo que le corresponde. Es la queja de una persona resentida. Es la queja de quién se pregunta: ¿Por qué la gente no me da las gracias por las cosas que hago? ¿Por qué no me invitan nunca a mí? ¿Por qué soy una persona celosa? Cuando escucho estas palabras descubro al hermano mayor que hay dentro de mí.
¿Soy yo una persona alegre? ¿Por qué los demás me trataran con tanta seriedad? ¿Por qué acabo siempre discutiendo con las personas que quiero? Hay días que me descubro quejándome por pequeñas cosas. Por que he sido rechazado. Porque no me tienen en consideración. Porque no me dan la importancia que me merezco.
Cuando nuestras quejas crecen y crecen, cuando nuestros lamentos engordan cada día más acabo sintiéndome mal. Entre más analizo mi vida más razones tengo para quejarme y lamentarme de la vida que llevo. Las quejas se han vuelto algo poderoso en mí. De hecho cuando en medio de una conversación alguien me ataca aprovecho para soltarle mi última queja hacia ella. Las quejas me pierden, pero no sé como salir de este laberinto.
La queja es contraproducente. Dice de nosotros cuanto nos molesta la vida tal como es. Cuanto miedo nos da vivirla. Dice de nosotros que tras mi lamento hay un deseo de inspirar pena y recibir atención o cariño que no me dan; pero el resultado es el contrario al esperado. La gente se aleja más de mí. ¿Por qué? La respuesta es sencilla y todos la conocemos: No nos gusta estar cerca de personas quejitas. No sabemos que responder a una persona que se está quejando constantemente. Rechazamos a gente así.
III. Incapacidad
Quizás ahora podamos entender algo de la actitud del hermano mayor. El no quiere participar de la alegría de su padre. Cuando regresaba a casa del campo, escuchó la música y la fiesta, y empezó a sospechar. Cuando la queja entra en nosotros nos cuesta mucho ser personas alegres.
El relato de Lucas cuenta que fue y le preguntó a un criado qué pasaba. Cuando sabe la buena noticia no se alegra. Lo han excluido otra vez. Vuelve a estar al margen de las cosas de la familia. Así que recurre a lo que mejor sabemos hacer cuando algo no ocurre como nosotros queremos: nos enfadamos. Y cuando estamos enfadados no participamos de ninguna fiesta. Tampoco podemos vivir.
La imposibilidad de compartir la alegría es la muestra más sintomática de nuestro resentimiento. De un corazón lleno de miedos.
Miércoles 17 Noviembre 2010
29Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis amigos. 30 En cambio, llega ahora este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro cebado. Lc.15
I. Introducción
Los hospitales existen para curar, para aliviar, para sanar. Pero hay personas que no desean ser curadas, ni aliviadas, ni sanadas. En un hospital, la palabra mañana puede significar mejoría, buenas noticias, recuperación y regresar a casa. Pero hay personas que no desean sentirse mejor, que no quieren escuchar buenas noticias, que no quieren recuperarse, y que no desean volver a su casa.
Cuando una persona se niega a salir del hospital está negándose a colaborar con su curación. Cuando una persona se refugia en una enfermedad es porque no le apetece vivir otra vida y no es que quiera morirse; simplemente no quiere vivir la vida que hay afuera. Y es que volver a la vida sana, a la vida donde no será tratado como un paciente implica tomar decisiones, arriesgarse, tener que enfrentar conflictos, emocionarse y colaborar.
Cuando una persona está en esa situación se suele decir que está en medio de una parálisis psíquica. Y suele haber muchas personas así. Inmersos es una soledad que no han escogido, pero que les cuesta deshacerse de ella. Están rodeados de personas, pero se sienten solos. Morir les da miedo. Vivir también.
II. Sin alegrías
Cuando escucho las palabras con que el hijo mayor ataca a su padre, palabras llena de hipocresía, de autocompasión y de celos, veo que detrás de ellas hay una queja más profunda. La queja de un corazón que no ha recibido nunca lo que le corresponde. Es la queja de una persona resentida. Es la queja de quién se pregunta: ¿Por qué la gente no me da las gracias por las cosas que hago? ¿Por qué no me invitan nunca a mí? ¿Por qué soy una persona celosa? Cuando escucho estas palabras descubro al hermano mayor que hay dentro de mí.
¿Soy yo una persona alegre? ¿Por qué los demás me trataran con tanta seriedad? ¿Por qué acabo siempre discutiendo con las personas que quiero? Hay días que me descubro quejándome por pequeñas cosas. Por que he sido rechazado. Porque no me tienen en consideración. Porque no me dan la importancia que me merezco.
Cuando nuestras quejas crecen y crecen, cuando nuestros lamentos engordan cada día más acabo sintiéndome mal. Entre más analizo mi vida más razones tengo para quejarme y lamentarme de la vida que llevo. Las quejas se han vuelto algo poderoso en mí. De hecho cuando en medio de una conversación alguien me ataca aprovecho para soltarle mi última queja hacia ella. Las quejas me pierden, pero no sé como salir de este laberinto.
La queja es contraproducente. Dice de nosotros cuanto nos molesta la vida tal como es. Cuanto miedo nos da vivirla. Dice de nosotros que tras mi lamento hay un deseo de inspirar pena y recibir atención o cariño que no me dan; pero el resultado es el contrario al esperado. La gente se aleja más de mí. ¿Por qué? La respuesta es sencilla y todos la conocemos: No nos gusta estar cerca de personas quejitas. No sabemos que responder a una persona que se está quejando constantemente. Rechazamos a gente así.
III. Incapacidad
Quizás ahora podamos entender algo de la actitud del hermano mayor. El no quiere participar de la alegría de su padre. Cuando regresaba a casa del campo, escuchó la música y la fiesta, y empezó a sospechar. Cuando la queja entra en nosotros nos cuesta mucho ser personas alegres.
El relato de Lucas cuenta que fue y le preguntó a un criado qué pasaba. Cuando sabe la buena noticia no se alegra. Lo han excluido otra vez. Vuelve a estar al margen de las cosas de la familia. Así que recurre a lo que mejor sabemos hacer cuando algo no ocurre como nosotros queremos: nos enfadamos. Y cuando estamos enfadados no participamos de ninguna fiesta. Tampoco podemos vivir.
La imposibilidad de compartir la alegría es la muestra más sintomática de nuestro resentimiento. De un corazón lleno de miedos.
lunes, 15 de noviembre de 2010
Lo más sagrado.
He hablado, muchas veces ya, del respeto al otro, de la tolerancia con los demás, del amor a los otros. Hoy daré un paso más. Quienes tenemos creencias religiosas basadas en el Evangelio, en Jesús, en la tradición cristiana, si es que pretendemos ser coherentes con tales creencias, tendríamos que tomar en serio que no basta con el “respeto” al otro. Hay que llegar hasta la “sacralización” del otro.
En la teología cristiana tenemos, entre otros, un vacío importante. El vacío de una buena teología y de una buena experiencia de “lo sagrado”, vivido cristianamente. Para el cristianismo, como para las demás religiones, “lo sagrado” es el templo, el púlpito, el estrado, las imágenes de los santos, los días sagrados, las personas consagradas. Es decir, los cristianos, como los demás hombres religiosos del mundo, hemos sacralizado cosas, objetos, cargos, en los que pensamos que encontramos a Dios y nos relacionamos con Dios. En esto, el cristianismo no ha hecho sino imitar o copiar lo que venían haciendo todas las religiones desde tiempos antiquísimos.
Pero ha llegado la hora de que los cristianos afrontemos de verdad una cuestión capital: el vacío de los templos, el poco las cosas de la religión; es la ocasión privilegiada que los “signos de los tiempos” nos sirven en bandeja, para que caigamos en la cuenta de que se está produciendo un “desplazamiento” de lo sagrado, una auténtica “metamorfosis” de lo sagrado, que no es un atentado contra la religión y contra Dios. No, no es eso.
Se trata, por el contrario, de una “recuperación” de lo sagrado en el sentido auténtico que le dio Jesús y que se encuentra en el cristianismo naciente: en los evangelios, en las cartas de Pablo, en la Iglesia primitiva. Sabemos que Jesús dijo del templo que había sido convertido en una cueva de bandidos. Los sumos sacerdotes no aparecen nunca en los evangelios como oficiantes de lo sagrado, sino como agentes de sufrimiento y muerte. El Sanedrín vio en Jesús la más seria amenaza precisamente para el templo (Jn 11, 48). Y por eso dictó pena de muerte contra él (Jn 11, 53). En el juicio religioso, teniendo tantas cosas como los dirigentes religiosos tenían contra Jesús, la acusación suprema que hicieron para condenarle fue su ataque al templo (Mc 14, 58 par). Y lo mismo hay que decir de las burlas ante la cruz (Mt 27, 39-44 par).
Por lo demás, sabemos que Jesús le dijo a una mujer samaritana que había llegado la hora en que se acabó la adoración a Dios en este templo o en aquél. Lo que Dios quiere es la adoración “en espíritu y en verdad” (Jn 4, 21-24). Y después de la resurrección, el primer mártir, Esteban, les dijo a los dirigentes judíos que “el Altísimo no habita en edificios construidos por manos humanas” (Hech 7, 48).
Entonces, ¿dónde está Dios? San Pablo les dijo a los cristianos de Corinto: “vosotros sois el templo de Dios” (1 Cor 3, 16-17). Más aún, el cuerpo de cada ser humano es templo del Espíritu Santo (1 Cor 6, 19). Y el mismo Jesús había dicho: “donde dos o tres se reúnen... allí estoy yo” (Mt 18, 20). Y todavía más claro: Jesús insistió en que quien “recibe” (Mt 10, 40), “acoge” (Mc 9, 37) o “escucha” (Lc 10, 16; cf. Jn 13, 20) a alguien, por pequeño que sea, es a Dios mismo a quien recibe, acoge o escucha.
Nada tiene de extraño entonces que, en el juicio final, el Señor dicte sentencia afirmando: “lo que hicisteis con uno de estos, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40). La cosa está clara. Jesús sacó a Dios de los sitios sagrados, lo separó de los objetos sagrados, de los tiempos sagrados, etc. Y puso a Dios en cada ser humano. De manera que lo que le hacemos a cada ser humano, es a Dios a quien se lo hacemos. Y Jesús no puso límites, ni condiciones, ni hizo separaciones. También en las cárceles está Dios: “estuve preso y fuisteis a visitarme”.
Lo que pasa es que nosotros hemos vuelto a meter a Dios en el templo, le hemos construido catedrales, iglesias, capillas de todas clases... Y nos pensamos ingenuamente que Dios está en los altares, honrado y respetado, como se merece. Cuando la verdad es que a Dios le faltamos al respeto siempre que no respetamos a alguien. Y mucho más cuando ofendemos, nos aprovechamos, robamos, matamos o simplemente le amargamos la vida a quien sea.
Dios lo humillamos y lo torturamos todos los días, a todas horas y en todas partes. Y que nadie me venga diciendo que esto es sacar las cosas de quicio. A no ser que, efectivamente, nos hayamos echado el alma a las espaldas y estemos realmente persuadidos de que donde mejor está Dios es metido en su templo de siempre. Porque en la calle, en la casa, en el trabajo y en el paro, en el bar y donde sea, se está mejor sin dios.
Cuando la verdad es que donde no nos gusta que esté, allí es donde, a ciencia cierta, está el Señor.
Juan ramón Junqueras
En la teología cristiana tenemos, entre otros, un vacío importante. El vacío de una buena teología y de una buena experiencia de “lo sagrado”, vivido cristianamente. Para el cristianismo, como para las demás religiones, “lo sagrado” es el templo, el púlpito, el estrado, las imágenes de los santos, los días sagrados, las personas consagradas. Es decir, los cristianos, como los demás hombres religiosos del mundo, hemos sacralizado cosas, objetos, cargos, en los que pensamos que encontramos a Dios y nos relacionamos con Dios. En esto, el cristianismo no ha hecho sino imitar o copiar lo que venían haciendo todas las religiones desde tiempos antiquísimos.
Pero ha llegado la hora de que los cristianos afrontemos de verdad una cuestión capital: el vacío de los templos, el poco las cosas de la religión; es la ocasión privilegiada que los “signos de los tiempos” nos sirven en bandeja, para que caigamos en la cuenta de que se está produciendo un “desplazamiento” de lo sagrado, una auténtica “metamorfosis” de lo sagrado, que no es un atentado contra la religión y contra Dios. No, no es eso.
Se trata, por el contrario, de una “recuperación” de lo sagrado en el sentido auténtico que le dio Jesús y que se encuentra en el cristianismo naciente: en los evangelios, en las cartas de Pablo, en la Iglesia primitiva. Sabemos que Jesús dijo del templo que había sido convertido en una cueva de bandidos. Los sumos sacerdotes no aparecen nunca en los evangelios como oficiantes de lo sagrado, sino como agentes de sufrimiento y muerte. El Sanedrín vio en Jesús la más seria amenaza precisamente para el templo (Jn 11, 48). Y por eso dictó pena de muerte contra él (Jn 11, 53). En el juicio religioso, teniendo tantas cosas como los dirigentes religiosos tenían contra Jesús, la acusación suprema que hicieron para condenarle fue su ataque al templo (Mc 14, 58 par). Y lo mismo hay que decir de las burlas ante la cruz (Mt 27, 39-44 par).
Por lo demás, sabemos que Jesús le dijo a una mujer samaritana que había llegado la hora en que se acabó la adoración a Dios en este templo o en aquél. Lo que Dios quiere es la adoración “en espíritu y en verdad” (Jn 4, 21-24). Y después de la resurrección, el primer mártir, Esteban, les dijo a los dirigentes judíos que “el Altísimo no habita en edificios construidos por manos humanas” (Hech 7, 48).
Entonces, ¿dónde está Dios? San Pablo les dijo a los cristianos de Corinto: “vosotros sois el templo de Dios” (1 Cor 3, 16-17). Más aún, el cuerpo de cada ser humano es templo del Espíritu Santo (1 Cor 6, 19). Y el mismo Jesús había dicho: “donde dos o tres se reúnen... allí estoy yo” (Mt 18, 20). Y todavía más claro: Jesús insistió en que quien “recibe” (Mt 10, 40), “acoge” (Mc 9, 37) o “escucha” (Lc 10, 16; cf. Jn 13, 20) a alguien, por pequeño que sea, es a Dios mismo a quien recibe, acoge o escucha.
Nada tiene de extraño entonces que, en el juicio final, el Señor dicte sentencia afirmando: “lo que hicisteis con uno de estos, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40). La cosa está clara. Jesús sacó a Dios de los sitios sagrados, lo separó de los objetos sagrados, de los tiempos sagrados, etc. Y puso a Dios en cada ser humano. De manera que lo que le hacemos a cada ser humano, es a Dios a quien se lo hacemos. Y Jesús no puso límites, ni condiciones, ni hizo separaciones. También en las cárceles está Dios: “estuve preso y fuisteis a visitarme”.
Lo que pasa es que nosotros hemos vuelto a meter a Dios en el templo, le hemos construido catedrales, iglesias, capillas de todas clases... Y nos pensamos ingenuamente que Dios está en los altares, honrado y respetado, como se merece. Cuando la verdad es que a Dios le faltamos al respeto siempre que no respetamos a alguien. Y mucho más cuando ofendemos, nos aprovechamos, robamos, matamos o simplemente le amargamos la vida a quien sea.
Dios lo humillamos y lo torturamos todos los días, a todas horas y en todas partes. Y que nadie me venga diciendo que esto es sacar las cosas de quicio. A no ser que, efectivamente, nos hayamos echado el alma a las espaldas y estemos realmente persuadidos de que donde mejor está Dios es metido en su templo de siempre. Porque en la calle, en la casa, en el trabajo y en el paro, en el bar y donde sea, se está mejor sin dios.
Cuando la verdad es que donde no nos gusta que esté, allí es donde, a ciencia cierta, está el Señor.
Juan ramón Junqueras
viernes, 12 de noviembre de 2010
El Dios cristiano. Un Dios que quiere la vida y no la muerte
Carta a los Efesios, 2:1-10
En medio del imperio de la muerte, Dios, el Dios que nos dio a conocer Jesús de Nazaret, se manifiesta como un Dios de vida. Según el teólogo evangélico, de origen alemán, Jurgen Moltmann, “el Evangelio proclama la llegada de Dios y la liberación del ser humano, con él también se inicia el éxodo definitivo hacia la tierra prometida de la nueva creación. Es la salida de los hombres y mujeres de la esclavitud que ellos mismos se han creado, para acceder a la libertad del Reino…”.
Dios se manifiesta, según la carta a los Efesios, como un Dios de vida invitando a los hombres y mujeres a emprender un éxodo hacia la tierra de la libertad y la justicia. Libertad y justicia que se traducen en liberación integral del ser humano a través de las comunidades alternativas que responden radicalmente, mediante su práctica, a esta realidad social generadora de desigualdad.
Dios, ante la visión de una sociedad resquebrajada e injusta, no queda anclado en un sentimiento de indignación. Más bien al contrario. El Dios de Jesús se deja conducir por el amor y la misericordia hacia el ser humano ofreciéndole una salida. Y esa salida se hizo carne y palabra en Jesucristo.
Se nos propone a Cristo como una especie de segundo Adán, introductor de esperanza en medio de un mundo desesperanzado. El primer Adán, según las tradiciones hebreas, introdujo en el mundo la muerte, el segundo Adán –Cristo- introduce la vida para todos los hombres y mujeres.
Vendrá un día en que la bondad de Dios se mostrará en todo sus esplendor en la los nuevos cielos y nueva tierra que los cristianos y cristianas esperamos. Mientras eso no ocurre, Dios ha iniciado una labor a pequeña escala a través de las comunidades que se toman en serio el Evangelio. Esa labor mira hacia la transformación de la historia que conocemos en el Reino de Dios. Todos y todas somos invitados a seguir a Jesús y colaborar con Él en la transformación de esta historia que padecemos, en otra historia muy diferente. Las iglesias cristianas están llamadas a anticipar en sus espacios comunitarios la salvación plena anunciada por el profeta de Galilea.
La salvación, según la entendemos los cristianos, no queda agotada en la esperanza situada más allá de la muerte. Entendemos que la salvación se inicia aquí y ahora en el contexto del mundo. La salvación se inicia allí donde dos o tres personas toman el camino del seguimiento a Jesús.
Por otra parte, afirmamos que la salvación se origina en la gracia y no en el esfuerzo humano. Con ello queremos decir que todo lo bueno que podamos construir en medio de la sociedad no es mérito nuestro, sino gracia de Dios manifestada a través de sus discípulos y discípulas.
La nueva sociedad que los cristianos anunciamos se fundamenta en el dar la vida por nuestro prójimo. Es una nueva sociedad en la que no se sitúa en primer lugar nuestro propio bienestar, sino el bienestar del otro. Muy al contrario de lo que sucede en la sociedad en la que nos movemos, ya que ésta nos invita a la solidaridad, sí, pero hasta el punto en que nuestro propio bienestar no sufra.
Los cristianos y cristianas, a la manera de Jesús de Nazaret, nos damos a la tarea de construir espacios de vida, espacios donde reina la justicia y la fraternidad entre los seres humanos. Esos espacios de vida se constituyen en espacios de salvación cristiana. Y todo ello originado en la gracia, el amor y la misericordia del Dios que hemos conocido a través de un encuentro personal con Jesús resucitado.
Por todo ello deseamos invitarte a que conozcas a Jesús y su Evangelio, y a poner tu existencia al servicio de la nueva sociedad que Dios está construyendo aquí y ahora. Te invitamos a que experimentes la salvación tal y como fue entendida, vivida y anunciada por Jesús de Nazaret. ¡Que Dios te bendiga y te acompañe!
Ignacio Simal
En medio del imperio de la muerte, Dios, el Dios que nos dio a conocer Jesús de Nazaret, se manifiesta como un Dios de vida. Según el teólogo evangélico, de origen alemán, Jurgen Moltmann, “el Evangelio proclama la llegada de Dios y la liberación del ser humano, con él también se inicia el éxodo definitivo hacia la tierra prometida de la nueva creación. Es la salida de los hombres y mujeres de la esclavitud que ellos mismos se han creado, para acceder a la libertad del Reino…”.
Dios se manifiesta, según la carta a los Efesios, como un Dios de vida invitando a los hombres y mujeres a emprender un éxodo hacia la tierra de la libertad y la justicia. Libertad y justicia que se traducen en liberación integral del ser humano a través de las comunidades alternativas que responden radicalmente, mediante su práctica, a esta realidad social generadora de desigualdad.
Dios, ante la visión de una sociedad resquebrajada e injusta, no queda anclado en un sentimiento de indignación. Más bien al contrario. El Dios de Jesús se deja conducir por el amor y la misericordia hacia el ser humano ofreciéndole una salida. Y esa salida se hizo carne y palabra en Jesucristo.
Se nos propone a Cristo como una especie de segundo Adán, introductor de esperanza en medio de un mundo desesperanzado. El primer Adán, según las tradiciones hebreas, introdujo en el mundo la muerte, el segundo Adán –Cristo- introduce la vida para todos los hombres y mujeres.
Vendrá un día en que la bondad de Dios se mostrará en todo sus esplendor en la los nuevos cielos y nueva tierra que los cristianos y cristianas esperamos. Mientras eso no ocurre, Dios ha iniciado una labor a pequeña escala a través de las comunidades que se toman en serio el Evangelio. Esa labor mira hacia la transformación de la historia que conocemos en el Reino de Dios. Todos y todas somos invitados a seguir a Jesús y colaborar con Él en la transformación de esta historia que padecemos, en otra historia muy diferente. Las iglesias cristianas están llamadas a anticipar en sus espacios comunitarios la salvación plena anunciada por el profeta de Galilea.
La salvación, según la entendemos los cristianos, no queda agotada en la esperanza situada más allá de la muerte. Entendemos que la salvación se inicia aquí y ahora en el contexto del mundo. La salvación se inicia allí donde dos o tres personas toman el camino del seguimiento a Jesús.
Por otra parte, afirmamos que la salvación se origina en la gracia y no en el esfuerzo humano. Con ello queremos decir que todo lo bueno que podamos construir en medio de la sociedad no es mérito nuestro, sino gracia de Dios manifestada a través de sus discípulos y discípulas.
La nueva sociedad que los cristianos anunciamos se fundamenta en el dar la vida por nuestro prójimo. Es una nueva sociedad en la que no se sitúa en primer lugar nuestro propio bienestar, sino el bienestar del otro. Muy al contrario de lo que sucede en la sociedad en la que nos movemos, ya que ésta nos invita a la solidaridad, sí, pero hasta el punto en que nuestro propio bienestar no sufra.
Los cristianos y cristianas, a la manera de Jesús de Nazaret, nos damos a la tarea de construir espacios de vida, espacios donde reina la justicia y la fraternidad entre los seres humanos. Esos espacios de vida se constituyen en espacios de salvación cristiana. Y todo ello originado en la gracia, el amor y la misericordia del Dios que hemos conocido a través de un encuentro personal con Jesús resucitado.
Por todo ello deseamos invitarte a que conozcas a Jesús y su Evangelio, y a poner tu existencia al servicio de la nueva sociedad que Dios está construyendo aquí y ahora. Te invitamos a que experimentes la salvación tal y como fue entendida, vivida y anunciada por Jesús de Nazaret. ¡Que Dios te bendiga y te acompañe!
Ignacio Simal
martes, 9 de noviembre de 2010
El miedo a la muerte.
El Sanador herido
Tema 7
25 Entre tanto, el hijo mayor se hallaba en el campo. Al regresar, llegando ya cerca de la casa, oyó la música y el baile. 26 Llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba, 27 y el criado le contestó: ‘Tu hermano ha vuelto, y tu padre ha mandado matar el becerro cebado, porque ha venido sano y salvo.’ 28 Tanto irritó esto al hermano mayor, que no quería entrar; así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciese. 29 Él respondió a su padre: ‘Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis amigos. 30 En cambio, llega ahora este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro cebado. Lc.15
I. Introducción
La mayoría de las personas tenemos diferentes miedos, a determinados animales, como arañas, insectos, a espacios cerrados o espacios abiertos, etc., pero son muchos los que tienen miedo a la muerte. Las distintas religiones hablan de un tránsito hacia un mundo mejor, no es difícil imaginar algo así, un paraíso. Sin embargo personas de todas las religiones, incluso aquellos que consideran la reencarnación como la opción con la que se explican este tránsito manifiestan tener este miedo a morir.
El miedo a la muerte tiene mucho que ver con el miedo al cambio. Los cambios siempre asustan. Algunas veces los elegimos nosotros: un viaje, una mudanza, irse a vivir con alguien; son frutos de una reflexión, de una evolución, de un paso de riesgo que nos apetece dar y nos llena de emoción, de ilusión y de esperanza. Otras veces vienen impuestos, nos obliga la vida a cambiar, a adaptarnos a circunstancias nuevas, a dejar algo muy valioso o muy amado, por la imposibilidad de seguir o por exigencias mayores, como la salud o un acontecimiento doloroso o traumático. Lo bueno es poder hacer una lectura de esos cambios, situándolos dentro de una historia, que es la de la propia vida, que tiene sentido y dirección. Piezas de un puzzle que se va formando a lo largo de los años y que, una vez completado, deja ver la imagen de una persona madura, feliz, serena y agradecida de todo lo vivido, de todo lo amado, de todo lo reído y de todo lo llorado. Rodeada de personas por las que se ha entregado, a las que ha amado y servido.
II. Quedarse en la puerta
El hermano mayor de nuestra historia no quiere entrar en casa. Se queda en la puerta enojado y con las manos cogidas. No quiere participar de la fiesta organizada para su hermano.
Si miramos el cuadro de Rembrandt nos damos cuenta que el acontecimiento principal de la pintura es el regreso del hijo. Y el hermano mayor es el principal testigo; pero está apartado. No sonríe. No se acerca. No expresa acogida. Pero si nos fijamos bien, la bienvenida, no está en el centro, sino hacia la parte izquierda, mientras que el hijo alto y arrogante domina la parte derecha. Entre el padre y el hijo mayor hay un gran espacio. Un espacio lleno de tensión. ¿Qué está pasando dentro del hermano mayor? ¿Por qué no entra a la casa?
Entre el padre y el hijo mayor hay cosas en común. Ambos llevan barbas y túnicas rojas. Sus caras están iluminadas. Pero también hay diferencias. Mientras el padre se inclina sobre su hijo menor, el hermano mayor se queda de pie, rígido. El manto del padre es acogedor, el del hermano mayor es pesado. Las manos del padre están extendidas y tocan al recién llegado como señal de bendición, las del hermano mayor están recogidas a la altura del pecho. La luz sobre la cara del padre recorre todo su cuerpo, la luz sobre el hermano mayor es estrecha y fría. Todo su cuerpo está en la oscuridad.
III. Perdidos
Esta historia que cuenta Jesús bien podría llamarse Los hijos perdidos. Pues en realidad son los dos hijos los que se han perdido y se han ido lejos del padre. El menor se fue buscando la felicidad, el mayor está perdido en el resentimiento.
Hay días en que me veo como el hermano mayor: amargado por las decisiones de los demás, resentido con la manera que tiene Dios de hacer las cosas y enfadado conmigo mismo por intentar ser siempre un modelo. Como hijo mayor de mi familia conozco muy bien lo que se siente al tener que ser un hijo modelo.
Generalmente son los hijos mayores los que han de cumplir con las expectativas de los padres. Generalmente son los obedientes. Generalmente son los cumplidores del deber. Siempre quieren agradar. Temen desilusionar a sus padres. Pero a la vez, desde muy temprano desarrollan cierta envidia por sus hermanos menores que parecen más libres para vivir su vida como les apetece.
IV. ¿Qué tipo de hermano soy yo?
sábado, 6 de noviembre de 2010
¿Si Dios está siempre con nosotros, por qué es tan ´difi
¿Si Dios está siempre con nosotros, por qué es tan difícil encontrarlo?
Gn. 26:3
Homilía dominical.
He estado horas haciendo colas en el Vaticano para ver una pintura de Miguel Ángel Bounaroti en la bóveda de la Capilla Sixtina. Me refiero a la obra La creación de Adán. Una obra que le costo al pintor hacerla en cuatro años. En esta pintura Dios retuerce su cuerpo para acercarse lo más posible al hombre. Su brazo se extiende, su dedo quiere tocar a Adán. Sus músculos están tensos. Parece ser que uno de los mensajes del autor es que Dios está determinado a alcanzar a la persona que ha creado. Que Dios está tan cerca de él como puede, pero estando tan cerca deja un espacio pequeño, para que sea el hombre el que pueda elegir.
Por su parte Adán tiene el brazo extendido hacia Dios, pero esta acostado, como si le diera pereza moverse más. Cómo si no estuviera interesado en establecer el contacto. Tal vez, cree, que Dios acabará por acercarse. Tal vez le sea indiferente que su creador le toque. Tal vez le falta fuerza. Pero lo único que puede hacer es levantar más el dedo.
Este cuadro nos recuerda que Dios está más cerca de nosotros de lo que pensamos. Nos recuerda que El no está lejos de una oración. Que lo único que quiere es que hagamos un mínimo de esfuerzo. Que levantemos un dedo.
La historia que cuenta la Biblia no es sobre todo el deseo de los seres humanos de estar cerca de Dios, sino el deseo de Dios de estar cerca de nosotros. La promesa central de la Biblia no es: yo te perdonaré, aunque les puedo asegurar en esta mañana que esa promesa está allí. Tampoco es la promesa en la vida después de la muerte, aunque también se nos ofrece esto. La promesa más frecuente de la Biblia es: Yo estaré contigo.
Antes que Adán y Eva pecarán o necesitaran el perdón, les fue prometida la presencia de Dios. Nos dice el libro de Génesis que Dios andaba con ellos al aire del día. La promesa de que Dios está siempre con nosotros les fue hecha a Enoc, a Noé. Les fue hecha a Abraham y a Sara, a Jacod. Le fue hecha a José, a Moisés, a David, a Amós, a María, a Pablo. La promesa es sencilla: No temas, porque el Señor tu Dios te acompaña, donde quiera que vayas.
Dios le dio a Israel el tabernáculo, el arca del pacto, les dio el maná y el templo. Les dio una columna de humo de día y una columna de fuego en la noche. Y todas esas cosas eran una especie de etiqueta que decían: No te olvides, estoy contigo.
Cuando el mismo Dios vino a la tierra, su nombre redentor fue Emmanuel y sabemos que eso significa Dios con nosotros. Cuando Jesús se fue su promesa fue enviar al Espíritu Santo para que estuviera con nosotros siempre hasta el fin del mundo.
Al final de los tiempos, cuando el pecado y la maldad sea un recuerdo distante y derrotado en nuestras vidas estaremos cerca de Dios, más cerca de lo que ahora podemos imaginar. Esta es nuestra fe.
¿Quieres que Dios sea tu amigo, tu compañero, tu morada? Pues búscalo en tu corazón y habla con él.
Gn. 26:3
Homilía dominical.
He estado horas haciendo colas en el Vaticano para ver una pintura de Miguel Ángel Bounaroti en la bóveda de la Capilla Sixtina. Me refiero a la obra La creación de Adán. Una obra que le costo al pintor hacerla en cuatro años. En esta pintura Dios retuerce su cuerpo para acercarse lo más posible al hombre. Su brazo se extiende, su dedo quiere tocar a Adán. Sus músculos están tensos. Parece ser que uno de los mensajes del autor es que Dios está determinado a alcanzar a la persona que ha creado. Que Dios está tan cerca de él como puede, pero estando tan cerca deja un espacio pequeño, para que sea el hombre el que pueda elegir.
Por su parte Adán tiene el brazo extendido hacia Dios, pero esta acostado, como si le diera pereza moverse más. Cómo si no estuviera interesado en establecer el contacto. Tal vez, cree, que Dios acabará por acercarse. Tal vez le sea indiferente que su creador le toque. Tal vez le falta fuerza. Pero lo único que puede hacer es levantar más el dedo.
Este cuadro nos recuerda que Dios está más cerca de nosotros de lo que pensamos. Nos recuerda que El no está lejos de una oración. Que lo único que quiere es que hagamos un mínimo de esfuerzo. Que levantemos un dedo.
La historia que cuenta la Biblia no es sobre todo el deseo de los seres humanos de estar cerca de Dios, sino el deseo de Dios de estar cerca de nosotros. La promesa central de la Biblia no es: yo te perdonaré, aunque les puedo asegurar en esta mañana que esa promesa está allí. Tampoco es la promesa en la vida después de la muerte, aunque también se nos ofrece esto. La promesa más frecuente de la Biblia es: Yo estaré contigo.
Antes que Adán y Eva pecarán o necesitaran el perdón, les fue prometida la presencia de Dios. Nos dice el libro de Génesis que Dios andaba con ellos al aire del día. La promesa de que Dios está siempre con nosotros les fue hecha a Enoc, a Noé. Les fue hecha a Abraham y a Sara, a Jacod. Le fue hecha a José, a Moisés, a David, a Amós, a María, a Pablo. La promesa es sencilla: No temas, porque el Señor tu Dios te acompaña, donde quiera que vayas.
Dios le dio a Israel el tabernáculo, el arca del pacto, les dio el maná y el templo. Les dio una columna de humo de día y una columna de fuego en la noche. Y todas esas cosas eran una especie de etiqueta que decían: No te olvides, estoy contigo.
Cuando el mismo Dios vino a la tierra, su nombre redentor fue Emmanuel y sabemos que eso significa Dios con nosotros. Cuando Jesús se fue su promesa fue enviar al Espíritu Santo para que estuviera con nosotros siempre hasta el fin del mundo.
Al final de los tiempos, cuando el pecado y la maldad sea un recuerdo distante y derrotado en nuestras vidas estaremos cerca de Dios, más cerca de lo que ahora podemos imaginar. Esta es nuestra fe.
¿Quieres que Dios sea tu amigo, tu compañero, tu morada? Pues búscalo en tu corazón y habla con él.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Reflexión sobre la Reforma
Hoy hacemos memoria de lo que supuso un giro copernicano en la existencia del pueblo de Dios. Hoy celebramos, como Església Evangèlica de Catalunya - IEE, el Día de la Reforma.
El movimiento eclesial originado en la Reforma no fue algo acabado. Más bien necesitaría décadas, si no siglos, para desarrollar todo el potencial del mismo. Y hoy, finalizando la primera década del siglo XXI, podemos afirmar que a las iglesias que remitimos nuestro origen al movimiento luterano y reformado todavía nos queda mucha camino por recorrer. La Reforma que se inició en el siglo XVI no ha finalizado. Ecclesia reformanda, semper reformanda est.
Hace apenas cinco días, el cristiano católico Lluis Busquets, en la presentación de su libro “Carta al Papa”, afirmaba según una agencia de noticias, que Lutero "no llamó a la deserción, la apostasía ni la ruptura, sino a un cambio desde la Iglesia". Tal vez eso fue cierto en el “primer” Lutero, pero la historia demostró lo inevitable de la ruptura propiciada por una iglesia fuertemente institucionalizada, dogmática y jerarquizada. Lutero no consiguió su objetivo de reformar la iglesia.
El movimiento que nació con Lutero dio a luz la Iglesia Luterana. Posteriormente, y en torno a la figura de Calvino, la Iglesia Reformada. En torno a los líderes del movimientos anabaptista, las iglesias menonitas, hutteritas, etc. Y siglos más tarde, del movimiento iniciado por John Wesley en el seno del anglicanismo surgió la Iglesia Metodista. Es indudable que todos ellos pretendieron la Reforma de la Iglesia, pero lo que consiguieron no fue su objetivo, sino que, sin querer, propiciaron el nacimiento de nuevas iglesias.
La Reforma y los movimientos posteriores confirman que sólo se dan reformas y renovaciones eclesiales, sin desembocar en rupturas no deseadas, en las iglesias profundamente democráticas, que se miran en el espejo de las Escrituras, que no tienen miedo a los cambios ni al futuro, que no sacralizan sus respectivas tradiciones, que dan la voz al pueblo de Dios y que ponen atención a los signos de los tiempos.
Una iglesia que se toma en serio, de forma responsable, el significado de la Reforma se convierte tanto en una iglesia gestora de lo dado como en una comunidad profética, capaz de vislumbrar nuevos comienzos y nuevos futuros.
Sola Escritura, Sola fe, Sola Gracia, Solo Cristo y Solo a Dios la Gloria son los principios que rigen nuestras comunidades y ellos nos introducen en las condiciones de posibilidad del alumbramiento de una “nueva” iglesia que es capaz de aprovechar las enseñanzas de su tradición y su teología combinándolas con el mensaje, siempre nuevo, de Jesús de Nazaret, nuestro Señor y Maestro.
Mi oración en este día es que esta celebración del Día de la Reforma se convierta en un revulsivo para los seguidores y seguidoras de Jesús que abra un umbral que nos muestre caminos inexplorados pero llenos de gracia y esperanza. Caminos tan inexplorados como los que emprendieron los reformadores que hoy recordamos. Amén.
Ignacio Simal Camps
El movimiento eclesial originado en la Reforma no fue algo acabado. Más bien necesitaría décadas, si no siglos, para desarrollar todo el potencial del mismo. Y hoy, finalizando la primera década del siglo XXI, podemos afirmar que a las iglesias que remitimos nuestro origen al movimiento luterano y reformado todavía nos queda mucha camino por recorrer. La Reforma que se inició en el siglo XVI no ha finalizado. Ecclesia reformanda, semper reformanda est.
Hace apenas cinco días, el cristiano católico Lluis Busquets, en la presentación de su libro “Carta al Papa”, afirmaba según una agencia de noticias, que Lutero "no llamó a la deserción, la apostasía ni la ruptura, sino a un cambio desde la Iglesia". Tal vez eso fue cierto en el “primer” Lutero, pero la historia demostró lo inevitable de la ruptura propiciada por una iglesia fuertemente institucionalizada, dogmática y jerarquizada. Lutero no consiguió su objetivo de reformar la iglesia.
El movimiento que nació con Lutero dio a luz la Iglesia Luterana. Posteriormente, y en torno a la figura de Calvino, la Iglesia Reformada. En torno a los líderes del movimientos anabaptista, las iglesias menonitas, hutteritas, etc. Y siglos más tarde, del movimiento iniciado por John Wesley en el seno del anglicanismo surgió la Iglesia Metodista. Es indudable que todos ellos pretendieron la Reforma de la Iglesia, pero lo que consiguieron no fue su objetivo, sino que, sin querer, propiciaron el nacimiento de nuevas iglesias.
La Reforma y los movimientos posteriores confirman que sólo se dan reformas y renovaciones eclesiales, sin desembocar en rupturas no deseadas, en las iglesias profundamente democráticas, que se miran en el espejo de las Escrituras, que no tienen miedo a los cambios ni al futuro, que no sacralizan sus respectivas tradiciones, que dan la voz al pueblo de Dios y que ponen atención a los signos de los tiempos.
Una iglesia que se toma en serio, de forma responsable, el significado de la Reforma se convierte tanto en una iglesia gestora de lo dado como en una comunidad profética, capaz de vislumbrar nuevos comienzos y nuevos futuros.
Sola Escritura, Sola fe, Sola Gracia, Solo Cristo y Solo a Dios la Gloria son los principios que rigen nuestras comunidades y ellos nos introducen en las condiciones de posibilidad del alumbramiento de una “nueva” iglesia que es capaz de aprovechar las enseñanzas de su tradición y su teología combinándolas con el mensaje, siempre nuevo, de Jesús de Nazaret, nuestro Señor y Maestro.
Mi oración en este día es que esta celebración del Día de la Reforma se convierta en un revulsivo para los seguidores y seguidoras de Jesús que abra un umbral que nos muestre caminos inexplorados pero llenos de gracia y esperanza. Caminos tan inexplorados como los que emprendieron los reformadores que hoy recordamos. Amén.
Ignacio Simal Camps
Suscribirse a:
Entradas (Atom)