martes, 23 de noviembre de 2010

Como el otoño llega.


Mateo 24: 37-44.

Adviento entra en nuestras casas sin previo aviso. Como el otoño llega, primero sin darnos cuenta y después se vuelve imparable. Adviento sigue siendo el tiempo adecuado para realizar los cambios externos que hablan de nuestra interioridad. Es cuando comenzamos a sacar los abrigos y ha amontonar la leña para el fuego. Adviento es la época de hacer preparativos. Quizás, en Adviento, todo el mensaje de los que esperan al Mesías se pueda sintetizar en la proclama: ¡Estad preparados!

A diferencia de las parábolas que solía contar Jesús, estas palabras proféticas de Jesús en referencia a la parusía no tienen un final feliz. Más bien son inquietantes. No nos dan ninguna certeza a nosotros que nos gustan tanto las certidumbres y los anuncios que se hacen con días y horas de antelación. Pero estas palabras a modo de postludio del capítulo 24 nos colocan cara a cara ante una cuestión espiritual de difícil argumentación: ¿Estás preparado o no estás preparado para encontrarte con El?

Es un hecho que cada uno de nosotros puede elegir la vida que quiere vivir. De hecho, al menos en Europa, no se ve bien que nadie elija por nosotros nuestra vida. Así que delante de nosotros tenemos dos posibilidades: aceptamos la invitación a prepararnos para la fiesta o llenos de resentimiento porque la vida no es como nos habían prometido nos negamos a entrar en la casa donde hay fiesta.

El año litúrgico que hoy comienza, lo hace con la imprevisión. No se te dará nada para el camino. No sé te dirá a dónde llegarás. Solo se te dice: ¡Preparáte! Al discípulo no le queda otro remedio que estar despierto. Vigilante. A fin que no le sorprenda l crecida de los ríos y la inundación.

Siempre buscamos una respuesta tajante y delimitadora. Un final feliz para las historias que vivimos. Y por eso nos preocupa el destino del ser humano. Las palabras de Jesús hoy dan la respuesta: la historia humana acaba en un trance universal, administrado por Dios. El hombre se encuentra bajo la total acción de Dios, quien, en un tiempo determinado e imprevisible para la humanidad, pero cierto, llevará acabo un cambio repentino del desarrollo y situación actual de nuestras vidas.

Llegará. Si, llegará como el otoño.

Augusto G. Milián
Pastor
Iglesia Reformada en Zaragoza

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