martes, 2 de noviembre de 2010

¿Soy yo una persona compasiva?

El Sanador herido
Tema 6

20 Así que se puso en camino y regresó a casa de su padre.
Todavía estaba lejos, cuando su padre le vio; y sintiendo compasión de él corrió a su encuentro y le recibió con abrazos y besos. Lc. 15

I. Introducción

Sentir compasión no es tener pena de alguien. La compasión, del latín cumpassio, significa literalmente "sufrir juntos", "tratar con emociones...", simpatía) es una emoción humana que se manifiesta a partir del sufrimiento de otro ser. Más intensa que la empatía, la compasión describe el entendimiento del estado emocional de otro, y es con frecuencia combinada con un deseo de aliviar o reducir su sufrimiento. La compasión es el deseo de que los demás estén libres de sufrimiento.

Si deseamos tener un corazón compasivo, el primer paso consiste en cultivar sentimientos de empatía o proximidad hacia los demás. También debemos reconocer la gravedad de su desdicha. Cuanto más cerca estamos de una persona, más insoportable nos resulta verla sufrir. Cuando hablo de cercanía no me refiero a una proximidad meramente física, ni tampoco emocional.

II. ¿Qué esperamos de nuestro padre?

El padre de nuestra historia quizás es único. Quizás los padres que yo conozco no actúan de esa manera. Pero siempre añoramos lo que no tenemos o lo que está del otro lado del río. Y es que desde aquí la hierba se ve más verde. Quizás ahora podamos expresar nuestros deseos. Nos gustaría que nuestro padre no esté tan lejos. Que no se encuentre en un sitio donde no podamos llegar. Sino cerca de nosotros. Totalmente expuesto a nuestra mirada.

Vivimos en medio de una cultura que aparentemente no le interesa su interioridad. De gente que aparentemente no necesita la figura de los padres y que busca una nueva forma de autoridad. Desde mi punto de vista lo que la gente necesita es que se le muestre la compasión. Incluso no me imagino la autoridad ejercida sino es con compasión. No me imagino una iglesia donde no se haga uso de la compasión. No me imagino un pastor o un párroco que no practique la compasión desde su ministerio. Y es que para ser líder se requiere ser visible. Hacerse creíble en medio de su propio mundo. Estar mirando a quien se acerca por el camino.

El hombre o la mujer compasiva vive entre la gente, pero no se deja atrapar por el conformismo cultural. Tampoco dejará que la compasión se convierta en algo enfermizo e ineficaz.

El hombre y la mujer compasiva es la que ve en sus amigos a su propia persona. Capaz de mentir, de matar, de traicionar. Capaz de perdonar, de edificar, de ser fiel.

III. El padre que narra Lucas

El padre que narra Lucas es un hombre compasivo. A todos nos gustaría tener a alguien así cerca. Alguien que usara el perdón y nos librará de las cadenas de la venganza y nos restaurara en la esperanza. Alguien que nos abrazara sin pedirnos explicaciones de lo que hemos hecho mal. El padre que narra Lucas sostiene y abraza a su hijo.

El padre que narra Lucas viste de un manto rojo. Es un color cálido y ofrece un lugar de acogida al que llega. Son como las alas protectoras de la gallina que se ofrece para cobijar a los pollitos. Son la metáfora de la protección que Dios ofrece a sus hijos. El padre de Lucas es alguien que nos ofrece protección y cuidado.

El padre que narra Lucas no es sentimental ni romántico. Tampoco nos conduce a un final feliz. Se comporta más bien como una madre que acoge al que ha regresado a casa.

IV. Beneficios de la compasión

Entendiendo de esta forma la emoción de la compasión, entonces podemos ahora ponernos en el lugar de los demás, incluso de aquellos que nos hacen la vida ardua, porque sólo en esa posición podremos detectar sus necesidades y hacer todo lo posible por ayudarle a satisfacerlas o por lo menos no perjudicarle en el logro de las mismas. Estoy convencido de que si utilizamos este principio de compasión las cosas cambiarían en nuestra forma y manera de relacionarnos.
La emoción de la compasión la podemos utilizar en todas nuestras relaciones con las personas cercanas: familiares, amigas y personas desconocidas con las que nos encontramos cada día cuando salimos a la calle.
A mí me gustaría que un día, cuando vaya a ser juzgado por mis acciones alguien tuvieran “compasión” hacia mi, que me comprendiera y trate con afecto. Con el mismo afecto con que el padre que narra Lucas recibió a su hijo.

V. ¿Soy yo una persona compasiva?

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