Hoy hacemos memoria de lo que supuso un giro copernicano en la existencia del pueblo de Dios. Hoy celebramos, como Església Evangèlica de Catalunya - IEE, el Día de la Reforma.
El movimiento eclesial originado en la Reforma no fue algo acabado. Más bien necesitaría décadas, si no siglos, para desarrollar todo el potencial del mismo. Y hoy, finalizando la primera década del siglo XXI, podemos afirmar que a las iglesias que remitimos nuestro origen al movimiento luterano y reformado todavía nos queda mucha camino por recorrer. La Reforma que se inició en el siglo XVI no ha finalizado. Ecclesia reformanda, semper reformanda est.
Hace apenas cinco días, el cristiano católico Lluis Busquets, en la presentación de su libro “Carta al Papa”, afirmaba según una agencia de noticias, que Lutero "no llamó a la deserción, la apostasía ni la ruptura, sino a un cambio desde la Iglesia". Tal vez eso fue cierto en el “primer” Lutero, pero la historia demostró lo inevitable de la ruptura propiciada por una iglesia fuertemente institucionalizada, dogmática y jerarquizada. Lutero no consiguió su objetivo de reformar la iglesia.
El movimiento que nació con Lutero dio a luz la Iglesia Luterana. Posteriormente, y en torno a la figura de Calvino, la Iglesia Reformada. En torno a los líderes del movimientos anabaptista, las iglesias menonitas, hutteritas, etc. Y siglos más tarde, del movimiento iniciado por John Wesley en el seno del anglicanismo surgió la Iglesia Metodista. Es indudable que todos ellos pretendieron la Reforma de la Iglesia, pero lo que consiguieron no fue su objetivo, sino que, sin querer, propiciaron el nacimiento de nuevas iglesias.
La Reforma y los movimientos posteriores confirman que sólo se dan reformas y renovaciones eclesiales, sin desembocar en rupturas no deseadas, en las iglesias profundamente democráticas, que se miran en el espejo de las Escrituras, que no tienen miedo a los cambios ni al futuro, que no sacralizan sus respectivas tradiciones, que dan la voz al pueblo de Dios y que ponen atención a los signos de los tiempos.
Una iglesia que se toma en serio, de forma responsable, el significado de la Reforma se convierte tanto en una iglesia gestora de lo dado como en una comunidad profética, capaz de vislumbrar nuevos comienzos y nuevos futuros.
Sola Escritura, Sola fe, Sola Gracia, Solo Cristo y Solo a Dios la Gloria son los principios que rigen nuestras comunidades y ellos nos introducen en las condiciones de posibilidad del alumbramiento de una “nueva” iglesia que es capaz de aprovechar las enseñanzas de su tradición y su teología combinándolas con el mensaje, siempre nuevo, de Jesús de Nazaret, nuestro Señor y Maestro.
Mi oración en este día es que esta celebración del Día de la Reforma se convierta en un revulsivo para los seguidores y seguidoras de Jesús que abra un umbral que nos muestre caminos inexplorados pero llenos de gracia y esperanza. Caminos tan inexplorados como los que emprendieron los reformadores que hoy recordamos. Amén.
Ignacio Simal Camps
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