viernes, 12 de noviembre de 2010

El Dios cristiano. Un Dios que quiere la vida y no la muerte

Carta a los Efesios, 2:1-10

En medio del imperio de la muerte, Dios, el Dios que nos dio a conocer Jesús de Nazaret, se manifiesta como un Dios de vida. Según el teólogo evangélico, de origen alemán, Jurgen Moltmann, “el Evangelio proclama la llegada de Dios y la liberación del ser humano, con él también se inicia el éxodo definitivo hacia la tierra prometida de la nueva creación. Es la salida de los hombres y mujeres de la esclavitud que ellos mismos se han creado, para acceder a la libertad del Reino…”.
Dios se manifiesta, según la carta a los Efesios, como un Dios de vida invitando a los hombres y mujeres a emprender un éxodo hacia la tierra de la libertad y la justicia. Libertad y justicia que se traducen en liberación integral del ser humano a través de las comunidades alternativas que responden radicalmente, mediante su práctica, a esta realidad social generadora de desigualdad.
Dios, ante la visión de una sociedad resquebrajada e injusta, no queda anclado en un sentimiento de indignación. Más bien al contrario. El Dios de Jesús se deja conducir por el amor y la misericordia hacia el ser humano ofreciéndole una salida. Y esa salida se hizo carne y palabra en Jesucristo.
Se nos propone a Cristo como una especie de segundo Adán, introductor de esperanza en medio de un mundo desesperanzado. El primer Adán, según las tradiciones hebreas, introdujo en el mundo la muerte, el segundo Adán –Cristo- introduce la vida para todos los hombres y mujeres.
Vendrá un día en que la bondad de Dios se mostrará en todo sus esplendor en la los nuevos cielos y nueva tierra que los cristianos y cristianas esperamos. Mientras eso no ocurre, Dios ha iniciado una labor a pequeña escala a través de las comunidades que se toman en serio el Evangelio. Esa labor mira hacia la transformación de la historia que conocemos en el Reino de Dios. Todos y todas somos invitados a seguir a Jesús y colaborar con Él en la transformación de esta historia que padecemos, en otra historia muy diferente. Las iglesias cristianas están llamadas a anticipar en sus espacios comunitarios la salvación plena anunciada por el profeta de Galilea.
La salvación, según la entendemos los cristianos, no queda agotada en la esperanza situada más allá de la muerte. Entendemos que la salvación se inicia aquí y ahora en el contexto del mundo. La salvación se inicia allí donde dos o tres personas toman el camino del seguimiento a Jesús.
Por otra parte, afirmamos que la salvación se origina en la gracia y no en el esfuerzo humano. Con ello queremos decir que todo lo bueno que podamos construir en medio de la sociedad no es mérito nuestro, sino gracia de Dios manifestada a través de sus discípulos y discípulas.
La nueva sociedad que los cristianos anunciamos se fundamenta en el dar la vida por nuestro prójimo. Es una nueva sociedad en la que no se sitúa en primer lugar nuestro propio bienestar, sino el bienestar del otro. Muy al contrario de lo que sucede en la sociedad en la que nos movemos, ya que ésta nos invita a la solidaridad, sí, pero hasta el punto en que nuestro propio bienestar no sufra.
Los cristianos y cristianas, a la manera de Jesús de Nazaret, nos damos a la tarea de construir espacios de vida, espacios donde reina la justicia y la fraternidad entre los seres humanos. Esos espacios de vida se constituyen en espacios de salvación cristiana. Y todo ello originado en la gracia, el amor y la misericordia del Dios que hemos conocido a través de un encuentro personal con Jesús resucitado.
Por todo ello deseamos invitarte a que conozcas a Jesús y su Evangelio, y a poner tu existencia al servicio de la nueva sociedad que Dios está construyendo aquí y ahora. Te invitamos a que experimentes la salvación tal y como fue entendida, vivida y anunciada por Jesús de Nazaret. ¡Que Dios te bendiga y te acompañe!

Ignacio Simal

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