miércoles, 8 de diciembre de 2010

Parábola del amigo que viene a la medianoche

Lucas 11: 5-8

I. Introducción

¿Alguna vez has estado en una crisis donde has tenido que pedir ayuda a la medianoche? ¿Cuál era la crisis y a quien le pediste ayuda? ¿Cómo te respondió esta persona?

La parábola de hoy va a ayudarnos a entender la importancia de comunicación con Dios.

Supongamos, - continuó, - que uno de ustedes tiene un amigo, y a
medianoche va y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues se me ha presentado un
amigo recién llegado de viaje, y no tengo nada que ofrecerle.” Y el que está adentro
le contesta: No me molestes. Ya está cerrada la puerta, y mis hijos y yo estamos
acostados. No puedo levantarme a darte nada.” Les digo que, aunque no se levante
a darle pan por ser amigo suyo, sí se levantará por su impertinencia y le dará cuanto
necesite.

La parábola empieza con un amigo que tiene un problema – no tiene comida para ofrecer a otro amigo que ha llegado a su casa. Entonces el amigo va a la casa de otro amigo a la medianoche para pedir pan. Este no es un problema para el hombre dentro de la casa con sus niños, pero por su impertinencia le dará lo que el amigo necesita.

II. La primera parábola.

Jesús es un maestro creativo que usa las historias para instruir a los que le escuchan. La primera de sus parábolas acerca de la oración presenta una situación realista. Una noche, un hombre se acerca a un amigo de parte de otro amigo que necesita ayuda. Aunque la primera reacción del amigo que duerme puede ser de disgusto, la respuesta final será amable y generosa, pues el que pide, lo hace con persistencia. El no va a tomar un "No" como respuesta. La persistencia motiva al vecino que duerme a una acción efectiva sin importarle la amistad.

En realidad, la parábola de Jesús presenta una sorpresiva primera reacción del amigo que duerme, el que no quiere ser molestado. En la cultura de los días en que Jesús vivió, la hospitalidad era una alta prioridad y una forma de vida. Bajo muy pocas circunstancias, podía el vecino dejar sin contestación el pedido de un amigo. Así lo implica la parábola: "¿Pueden imaginarse que pase algo así?" Esto lleva a la conclusión de que si aún el egoísta e insultante vecino reacciona con persistencia, cuánto más el Padre responderá al peticionario persistente.

Las instrucciones de Jesús nos dejan comprender el sentido de la parábola: "Pidan y recibirán, Busquen y hallarán, Toquen a la puerta, y se les abrirá."

La enseñanza comunica una postura que los peticionarios deben tener en mente cuando oren. Deben de estar "esperando". Aquellos que pidan deben hacerlo estando convencidos de que indudablemente se les dará lo que pidan y mucho más de lo que necesiten.
Visto desde otra perspectiva, el suplicante demuestra la relación de amistad con el anfitrión por su falta de vergüenza. No teme poner a su amigo en una situación difícil porque es su amigo, no es un desconocido. Así que el énfasis de la ilustración no es que debemos molestar a Dios con la persistencia de una mosca en un picnic. Es que podemos tener plena confianza en la oración porque al que nos dirigimos es nuestro Padre.
III. ¿Sabemos orar?

La última ilustración compara al Padre celestial con un padre normal. Ya sabemos que todos nuestros padres son imperfectos, pero hasta ellos no dan algo dañino a una hija que les pide algo. Jesús dice: “Si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”
El Espíritu Santo no se da en el evangelio de Lucas. Se da en Hechos. Es el poder que capacita a Jesús para su ministerio. En su bautismo la voz del cielo revela que también el Espíritu es una manera en que el Padre se da al Hijo. Dios es nuestro Padre y también se da a nosotros en el Espíritu Santo. Además, el Espíritu es el poder capacitador del Reino de Dios. ¿Y cómo se recibe el Espíritu? En la oración.
Recapitulemos. La oración no es un acto de desesperación, no es una expresión de impotencia, no es un detalle religioso para cerrar los planes, es el combustible del Reino de Dios.
A través de la oración somos participantes con Dios en la realización del Reino. Justo como Jesús, nos oponemos al sistema global pecaminoso y deshumanizador con la oración y en el poder del Espíritu. La oración nutre y fundamenta nuestra acción en nombre de Dios.
Además, vivimos la realidad de nuestra relación íntima con Dios como Padre por medio de la oración. Si el Reino es el qué de la oración, nuestro Padre celestial es el quién. Y está en relación a este quién que nosotros encontramos nuestra identidad y nuestro propósito.

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