martes, 3 de noviembre de 2015

Mi iglesia es tan cómoda que no quiero salir de ella



Una mirada desde el norte

Ustedes son la sal de la tierra...
Mateo 5:13

Cuando llegué a Zaragoza para trabajar como pastor, me pregunté ¿Qué cosas necesito para iniciar el trabajo en la iglesia?  La respuesta era sencilla si hacia una lista de las cosas que había y las que no había.
Ya existía, por ejemplo, un edificio con una cruz en la fachada. Había un pastor que dirigiera el culto dominical como bien habían enfatizado los miembros del Consejo cuando habíamos tenido la entrevista previa. No había un sistema de sonido en la capilla; pero si un viejo órgano eléctrico. Teníamos un aula para el cuidado de niños y así no molestaban a los adultos en la capilla. Y había una oficina con dos librerías donde escribir un buen sermón.  
Había otras cosas que yo deseaba según mi eclesiología reformada y otras que las hubiera tirado a la basura directamente, pero éstas, que puse en la lista, eran las esenciales. No podemos tener una iglesia sin ellas: un local, un culto dominical, una escuela dominical.  Todos los cristianos saben que  necesitan un edificio, un buen sermón, una alabanza y un programa para niños.  Otros elementos son discutibles, pero estos son los imprescindibles. No sé si lo había dicho antes, pero para entonces en la iglesia de Zaragoza habían dieciséis adultos y una niña de cinco años.
Pero había otra pregunta que me ha estado dando vueltas en los últimos años y no me deja dormir como un bebé cuando la noche llega: ¿Son estás cosas lo que dicen las Escrituras que es la iglesia?  No responderé ahora a esta pregunta. A veces no responder es la mejor manera que tenemos de decir que no.
La iglesia de Zaragoza y yo simplemente repetíamos el modelo que otras iglesias de medio mundo poseen: reproducir lo que conocemos. Por años no pensé ni una sola vez acerca de esto. Simplemente me dí a la tarea de repetir lo que me ofrecía seguridad, lo que había visto. Pero cuando miro atrás reconozco que fue un error no haber consultado las Escrituras.  
Si hubiera consultado las Escrituras, probablemente, habría hecho otras cosas y no nos hubiéramos dedicado en cuerpo y alma en mantener una congregación reformada políticamente aceptada por todos.  Pero en realidad por mucho tiempo nuestra celebración, muy sui generis, dejó poco espacio para las emociones y para la misión.  Y con los años se convirtió en la celebración dominical más concurrida de las iglesias de la IEE del Norte. Fue un éxito.  El problema es que habíamos asociamos el éxito con la asistencia de muchas personas a la celebración, con el disfrute de la misma y con el recibir algún tipo de beneficio personal.

¿Qué es el éxito? ¿Cómo lo definiríamos si la Biblia fuera el único parámetro por el cual juzgáramos nuestra iglesia? 

Hacerse preguntas y remitirse al texto bíblico fue un recurso de los primeros reformados del s. XVI. Esta manera de iniciar un proyecto considerando sólo las Escrituras es lo que comúnmente llamamos exégesis.  Una de las primeras cosas que te enseñan en el Seminario es a hacer una exegesis. Exégesis a partir con un pasaje de la Escritura y extraer el significado directamente del texto, ya sea una explicación práctica o una interpretación crítica.  La exégesis busca la objetividad. Y nos acercamos al texto bíblico sin nociones prefabricadas.Sin tradiciones. Sin veinte siglos de Escuela dominical
Pero una cosa es estar el domingo en la iglesia y hacer una buena exegesis bíblica y otra, muy distinta, es la vida nuestra de cada día. Esa, la que implica estar fuera del salero. Lsa que nos obliga a sacrificar las vacas sagradas.
En relación a la eclesiología, yo puedo entender muchos estilos de comunidad cristiana. Y es que vengo de una familia ecuménica. Pero reconozco que el modelo actual ya no lo puedo defender como antes. Más que identificar los elementos bíblicos en la forma en que hacemos las cosas, nosotros deberíamos construir nuestro propio modelo .
Sin embargo, tenemos problemas al construir nuestras comunidades exegéticamente, debido a que estamos rodeados de muchas influencias, y cada una de ellas nos pide pensar subjetivamente.  Mi pensamiento está constantemente influenciado por mi cultura cubana, por la cultura sueca, por mi cultura reformada, por la cultura española, la del norte del río Ebro, y un sinnúmero de otros factores. 
Nos hacemos miembros de la iglesia en el momento en que el Espíritu Santo entra en nosotros.  El es la prueba de nuestra salvación.  Cuando el Espíritu Santo llega, nos da el deseo por el Reino.  El nos da la pasión para construir.   Hay muchas cosas que podrían nombrarse ahora
 Quizás hay otras cosas que la iglesia puede hacer, pero están son las que se deben hacer ahora.  Y no esperar más. Es tiempo de dejar de defender los modelos con los cuales nos sentimos cómodos y comenzar a buscar otro modelo de iglesia. pero claro eso implica cambiar. Y los cambios duelen.
Uno de lo cambios que urge hacer en nuestro cristianismo es sobre nuestro discurso.  Tenemos personas diciendo ser seguidores de Cristo aún cuando ellos no lo son.  En la misma forma, tenemos personas diciendo ser la iglesia y no practican el amor de los unos a otros, que proclaman las Escrituras.   Si las personas van a comenzar a entender lo que Dios diseñó como iglesia, entonces necesitamos comenzar hablando correctamente acerca de esto. No se trata sólo de  semántica.  Lo que hablamosafecta la forma en que pensamos y cómo actuamos.
¿Hacia dónde vamos? ¿Cómo creo que debe ser la iglesia?  Realmente no puedo contestar a esas preguntas sin pensar antes lo que quiero comunicar.  Todo lo que puedo decir es que soy responsable por la manera en que ofresco un modelo de pastoración. Y comparto estas ideas con la esperanza es que otros se motiven a no sólo miren en  las Escrituras sino en llevarlas a la práctica.
Jesús creó la iglesia cuando El nos ofrece la libertad del pecado y de la muerte al morir en la cruz. El está agregando nuevos miembros a la iglesia en forma diaria a través del Espíritu Santo.   Esta misión  debería ser el centro de nuestro programa, de la misión.  El modelo no importa a menos que éste nos arroje fuera de la misión.
Llevamos muchos años distraídos de lo que la iglesia realmente es,  a través de proyectos, entretenimientos y sustitutos cómodos.   Pero ahora hay que abrir los ojos, remangarse las mangas de las camisas, quitar la grasa que nos sobra y ser lo que debemos ser:   personas redimidas por Jesús y con aperos dados por el Espíritu Santo para hacer la misión.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario