Cuando
salió de su iglesia el día de Navidad del 2011, Dan Chambers no tenía ni
idea de que él había predicado su último sermón en esa congregación.
Todo lo que sabía era que necesitaba unas vacaciones. Él y su familia se dirigirían al sur, a la región montañosa de Texas, en las afueras de San Antonio. Despúes regresarían a Illinois. Pero antes había que desenvolver los regalos con la familia. Ese era el plan, el plan que nunca llegó a ser.Dan nunca regresó a Illinois como había planificado. Nunca llegó a su casa, a su iglesia, o su púlpito. De hecho, hasta casi tres años después no pudo ver a los miembros de su iglesia otra vez. Cuatro
días después del programa navideño, él iría a un
hospital en San Antonio debido a fuertes dolores de estómago. Él sería ingresado. Los
médicos descubrirían que, debido a las complicaciones derivadas de una
cirugía previa, una infección se había extendido por todo su abdomen. Y, muy pronto, iba a encontrarse cara a cara con la muerte mientras estaba acostado en una cama en la UCI. Dan soportaría innumerables cirugías en los próximos meses y años para ayudar a reparar el daño causado por la infección. Pero el golpe más fuerte de todos sería saber que perdería su capacidad de pararse
sobre sus propios pies y poder caminar. Dan pasaría los próximos quinientos ochentas días en un hospital.La primera vez que le visité él todavía estaba en la UCI. Había sido uno de sus profesores en el seminario donde yo daba clases. Lo
recordaba como un estudiante de segundo año, un gran trabajador,
un aficionado de barbacoa, y uno de esos tipos que tenían un don: hacernos sonreír. Estuve a su lado durante unos minutos. Compartimos una palabra de nuestro Señor. Oramos juntos. Él estaba débil y tenía dificultad para hablar, pero
todos nos mostrábamos optimista de que, en cualquier momento, su
condición mejoraría.Pero no fue así. La próxima vez que vi a Dan, él era apenas estaba consciente. Me había puesto mi mejor cara para hablar con él y orar por su sanación, pero cuando salí del hospital la perdí. Me senté en mi auto y lloré. Yo nunca se lo había dicho a Dan, pero ese día estaba seguro de que no le volvería a ver en este mundo.
Pero nuestras certezas son fálibles. Yo no sabía lo que era pelear por la vida. No tenía fe en que el Señor estaba lejos de acabar con su ministerio como ministro del Evangelio. Y yo no comprendía que Dan, que una vez se sentó en mi salón de
clases, sería el que me mostraría el arte de llevar la cruz, por la
gracia de Cristo, y de cómo la fuerza del Señor se perfecciona en
nuestra debilidades.A lo largo de esos quinientos ochenta días en varios centros médicos, Dan perdió muchas cosas. Perdió a su salud. Perdió el llamado de su iglesia como pastor. Perdió su capacidad de caminar. Pero incluso en medio de estas pérdidas, Dan mantuvo algunos regalos, muchos, preciosos. Mantuvo su familia. Su
increíble esposa, Karen, y sus hijos adolescentes, Drew y Delani, han
caminado junto a él Mantuvo a sus amigos. Mantuvo a su hermanos de la fe.Déjame que te cuente lo que él ha hecho por mí. Él me recordó lo que realmente soy. Yo había perdido mi camino hace varios años. Y cuando empecé a visitar Dan, el Señor Jesús lo utilizó para yo ser guiando suavemente a su redil. Dan
me reconfortó con sus palabras, con su sufrimiento, a través de
su fe inquebrantable en Cristo, por su confianza en su bautismo, que
Jesucristo no abandona a los suyos. No importa dónde te encuentren, no importa lo que estás pasando, Él está allí. Él se mete en camas de hospital con nosotros para celebrar en medio del dolor. Él se hunde en los huecos en la que hemos caído para llevarnos de vuelta a casa. Dan me dio la bienvenida como un amigo cuando otros me habían tratado como mercancía deteriorada. En pocas palabra, fue, y sigue siendo, uno a través de los cuales Jesús, el amigo de los pecadores me habla. Y si eres de los que, de alguna manera, te beneficias de mis
escritos, puedes dar gracias por Dan Chambers, porque él me animó a tomar la
pluma y comenzar a escribir de nuevo.Hoy Dan vive en San Antonio, Texas, con su familia. A pesar de que ha hecho un gran progreso hacia la recuperación, todavía se enfrenta a muchos problemas de salud. Su oración, y la nuestra, es que un día el Señor obrará sanidad en su cuerpo para que pueda volver a caminar. Como Dan comentó recientemente en Facebook: creo totalmente que voy a caminar de nuevo. Esto es un hecho. Yo no sé si Dios va a dejar a caminar en esta tierra de nuevo, o si tengo que esperar a que la nueva tierra. Pero voy a volver a caminar .Hoy
29 de noviembre de 2015, casi cuatro años después de que él salió de su
iglesia en Illinois, Dan comenzará de nuevo el ministerio pastoral en una nueva
congregación. La Iglesia Evangelica Luterana en Kingsbury, lo ha llamado a servir como su pastor. Él será instalado esta tarde. Volverá a anunciar la Buena Nueva del crucificado y
resucitado Señor que lo ha llevado a través de estos últimos cuatro
años por el camino del dolor. Él
predica de un Evangelio que no es minusválido, un Evangelio que es
poderoso en medio de la debilidad aparente, sabio en su locura aparente, la
historia del Dios que se hizo uno de nosotros.
Dan Chambers es un pastor a quien el Señor levantó para dar testimonio a todos nosotros que sin importar lo que perdemos en esta vida, no podemos perder la vida misma, porque él que es nuestra vida, Jesús, el Cristo.
Dan Chambers es un pastor a quien el Señor levantó para dar testimonio a todos nosotros que sin importar lo que perdemos en esta vida, no podemos perder la vida misma, porque él que es nuestra vida, Jesús, el Cristo.
Chad Bird
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