Esto es lo que sucederá un día. Tal vez ya lo estás experimentado. No sé lo que va a provocar en ti mis palabras, recuerda que no soy un profeta, pero que albergo algunas sospechas de lo que acontece en nuestras vidas Y en nuestra iglesia. La empresa en que has vertido tu corazón y alma se va a pique un día. Y es porque la persona con la que habías compartido tu vida, un día pone el anillo de boda sobre una mesa y cierra la puerta cuando se va. Para siempre. Los detalles pueden variar. Pero
en ese momento, y en los días y semanas, tal vez incluso años que
siguen, tú está convencido de que el cielo se está cayendo, y tu vida
está básicamente terminada. Es el momento de cerrar las cortinas, de apagar las luces y es que la fiesta se ha acabado. ¿Qué cómo lo sé? Pues he estado allí. Como muchos de Uds. Y duele. Y es aterrador. Y es altamente engañoso.
Pero trás una pérdida el mundo no se va a terminar. No es el fin. De hecho la vida sigue, aunque tu no la quieras ver. Y si no estás preparado, como yo no lo estaba, te vas a sentir abrumado, creerás que todo lo malo sólo te pasa a ti y pasarás mucho tiempo mirando al cielo. Porque estás convencido que se va a caer. Y olvidarás que tienes trabajos pendientes, personas que esperan tus cuidados, y una vocación que cumplir. Si, el mundo ha cambiado, pero no se ha terminado aún.
Lo mismo se puede aplicar a la iglesia de nuestros días. De forma enfermiza muchos cristianos coleccionan noticias de los medios de comunicación como si fueran titulares bíblicos para mostar las señales de que vivimos en un mundo con un colapso moral, en una cultura de creciente paganización, en un clima de antipatías hacia la fe. Facebook es un especialista en ello. Twitter explota con ciento curenta o menos caracteres. Y en los púlpitos de todo el país, los pastores tienen un montón de malas noticias para compartir los domingo en la mañana. Y algunos lo hacen.
Pero si no tenemos cuidado, acabaremos confundiendo las buenas noticias con la repetición de las inundaciones de divorcios, lo terrible de la legalización del matrimonio homosexual, el holocausto del aborto, la pérdida de la libertad religiosa, y un sinnúmero de otras preocupaciones muy legítimas para algunos. Si, si no hay un poco de equilibrio, vamos a terminar identificandonos más con la iglesia de Chicken Little que con la iglesia de Jesucristo. Vamos a dar la impresión de que nuestro mensaje central no está Cristo crucificado, sino en que el cielo se está cayendo.
Y nos vamos a olvidar que todavía tenemos personas que cuidar, misiones que cumplir, y un montón de trabajo por hacer por el Reino.Y ese trabajo, o esa misión, no es salvar nuestra cultura del colapso ético, ni condenar a los ciudadanos respetuosos de la leyes aprobadas por el Congreso, y sobre todo no es pasar todo el día, o todos los días, lloriqueando y quejándose por la pérdida de los días de gloria que ya han pasado y no volveran. La misión de la iglesia es traer a los perdidos al encuentro de Jesús, hacerlos discípulos. Y mientras el cielo que está sobre nuestras cabezas no de señales reales de que se va a caer este es el trabajo que Dios ha dado a la iglesia: hacer discípulos. ¿Lo podremos hacer?
Pero trás una pérdida el mundo no se va a terminar. No es el fin. De hecho la vida sigue, aunque tu no la quieras ver. Y si no estás preparado, como yo no lo estaba, te vas a sentir abrumado, creerás que todo lo malo sólo te pasa a ti y pasarás mucho tiempo mirando al cielo. Porque estás convencido que se va a caer. Y olvidarás que tienes trabajos pendientes, personas que esperan tus cuidados, y una vocación que cumplir. Si, el mundo ha cambiado, pero no se ha terminado aún.
Lo mismo se puede aplicar a la iglesia de nuestros días. De forma enfermiza muchos cristianos coleccionan noticias de los medios de comunicación como si fueran titulares bíblicos para mostar las señales de que vivimos en un mundo con un colapso moral, en una cultura de creciente paganización, en un clima de antipatías hacia la fe. Facebook es un especialista en ello. Twitter explota con ciento curenta o menos caracteres. Y en los púlpitos de todo el país, los pastores tienen un montón de malas noticias para compartir los domingo en la mañana. Y algunos lo hacen.
Pero si no tenemos cuidado, acabaremos confundiendo las buenas noticias con la repetición de las inundaciones de divorcios, lo terrible de la legalización del matrimonio homosexual, el holocausto del aborto, la pérdida de la libertad religiosa, y un sinnúmero de otras preocupaciones muy legítimas para algunos. Si, si no hay un poco de equilibrio, vamos a terminar identificandonos más con la iglesia de Chicken Little que con la iglesia de Jesucristo. Vamos a dar la impresión de que nuestro mensaje central no está Cristo crucificado, sino en que el cielo se está cayendo.
Y nos vamos a olvidar que todavía tenemos personas que cuidar, misiones que cumplir, y un montón de trabajo por hacer por el Reino.Y ese trabajo, o esa misión, no es salvar nuestra cultura del colapso ético, ni condenar a los ciudadanos respetuosos de la leyes aprobadas por el Congreso, y sobre todo no es pasar todo el día, o todos los días, lloriqueando y quejándose por la pérdida de los días de gloria que ya han pasado y no volveran. La misión de la iglesia es traer a los perdidos al encuentro de Jesús, hacerlos discípulos. Y mientras el cielo que está sobre nuestras cabezas no de señales reales de que se va a caer este es el trabajo que Dios ha dado a la iglesia: hacer discípulos. ¿Lo podremos hacer?
Chad Bird
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