lunes, 25 de enero de 2010

Migas.








La Consola no tiene título universitario y no conoce el seminario de El Escorial. Jaca es su mundo.

La Consola nos ha preparado migas para la comida. Me dice que tomó un pan que no estaba muy duro, yo sé que lo ha hecho con pan de pueblo, le ha añadido un poco de cebo de cordero y amortilló cuatro cabezas de ajo. Después ha dejado caer unos pequeñísimos trozos de jamón. Una sartén grande y un poco de aceite de oliva han urdido lo demás. La Consola cocina para nosotros porque quiere decirnos que nos quiere sin palabras. La gente de la montaña es parva en palabras.

Esos que hace cosas por nosotros y no nos dicen una palabra acaban por desarmarnos. Frente a ellos no hay que aparentar ni mantener una resistencia numantina en cuestiones de teología. Frente a ellos no tenemos que defendernos de nada y es que frente a ellos estamos como en nuestra casa: desnudos y confiados.

Pero las migas no se hacen solas. Requieren de alguien que las remueva constantemente. Esa gente que constantemente me levantan, me sostienen, me buscan cuando estoy perdido y me curan las heridas son mis pastores.

¿Tienes a alguien así en tu vida? ¿Tienes a alguien que te cocine migas?

Augusto G. Milián

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