lunes, 25 de enero de 2010

Barquito de papel.














Barquito de papel
mi amigo fiel
lleváme a navegar por el ancho mar.

Yo quiero conocer a niños de aqui y de allá
y a todos llevar la flor de amistad.
Los niños queremos reír y cantar...


Así dice una canción infantil que aprendí en aquella isla. La he recordado mientras miro al barco que tienen como logo la Conferencia de Iglesias Europeas y el movimiento ecuménico en la ciudad donde vivo. A unas horas de culminar la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos me siento a meditar mientras el frío me adormece los pies y algunas velas se consumen sobre la mesa de la capilla.

Tenemos problemas ecuménicos en Zaragoza. Y es que hay ocasiones en que cada iglesia quiere defender su verdad recurriendo a la revelación divina o a la tradición. Entonces, ¿cómo desbloquear estas situaciones? ¿Diciendónos nuestras verdades a la cara? Sospecho que no es esta la autovía. Y es que si acomodamos nuestros pasos a nuestros límites avanzaremos muy poco. De hecho la misión se hace agotadora cuando sólo buscamos respuestas en los momentos de conflicto. No, definitivamente la unidad no es cosa de esfuerzo humano.

La cuestión primaria es preguntarnos si dejamos a Dios entrar a nuestra comunidas o no. Después podremos respondernos si somos ecuménicos o no. Y es que la unidad no llegará, como veo yo la tarea, mediante el dialógo teológico. La Verdad no se alcanza por nuestro esfuerzo. No llegamos a Dios por nosotros mismos. De hecho a la iglesia no la hacemos nosotros , sino El. La historia, la de los demás y la nuestra, está llena de ejemplos de como lo Suyo permanece, cuando lo nuestro desapareció de la memoria y del paisaje.

¿Es medible lo de ser ecuménico? Presagio que si. Eres ecuménico cuando puedes orar por los que son diferentes a ti. Y no para que se hagan igual que tú. Sino para que sigan siendo ellos. Parece ser que ese tipo de oración es la que nos imbrica en el escenario donde Dios puede actuar. Es esa oración, y no otra, la que nos permite cruzar el umbral de la unidad. Y ese umbral es tan bajo que sólo podemos traspasarlo de rodillas.

Cuando en estos días alguién escribió: Que seamos uno, en el libro de peticiones que tenemos en el hall del edificio, yo entendí que de lo que se trata es de un ejercicio de fe. No podemos progresar en el camino ecuménico sin evolucionar en el camino de la fe. ¿Cómo queremos que se sumen más personas a la labor ecuménica si las personas están alejadas de Dios? Por tanto si hablamos de unidad ha de traducirse inmediatamente en buscar unidad interior y no en tantos objetivos.

Y es que la problemática con que cada año nos azota la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, como si fuera un ciclón, no es con el hacer sino con el ser.

Barquito de papel
mi amigo fiel.
lleváme a navegar por el ancho mar.

Yo quiero conocer a niños de aquí y de allá
y a todos llevar la flor de amistad...


Augusto G. Milián

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