martes, 26 de enero de 2010

Cosas que no se deben decir ni hacer y el problema del suicidio.

Taller de Oración.
Tema 11

I. Introducción.

Es el apoyo que recibimos de los familiares y amigos tras la muerte de un ser querido lo que nos ayuda a hacer soportable el dolor. Las terapias pueden ayudar; pero son los sentimientos los que nos consuelan.

II. Sugerencias.

Tras la pérdida hay cosas que nunca se han de decir:

a. Nunca se le debe decir a nadie, incluso a los niños que Dios lo ha llamado para que esté a su lado. ¿Cómo que Dios necesita a un hijo, a un hermano, o a una madre? ¿Para qué? La realidad es que Dios no necesita a nadie. Más bien somos nosotros quienes necesitamos a Dios. Me pregunto: ¿Qué concepto de Dios tendrá un niño que ha perdido a su madre o a su padre, porque ese Dios lo necesitaba a su lado? Cómo podremos amar a Dios si se lleva de nuestro lado a las personas que amamos. Esto nos sitúa en una disyuntiva: O Dios no los necesita a su lado o Dios es un egoísta.
b. No pida detalles relacionados con la muerte de la persona. Hacer volver a recordar a la familia detalles de la enfermedad o la muerte de un ser querido suele ser doloroso para ellos.
c. Nunca diga que Satanás es el responsable de la muerte de alguien. Según la Biblia no es así. Según el libro de los Salmos, capítulo 139, versículo 16 es Dios quien contó nuestros días y no Satanás. Satanás es un ser creado. Y la creación no ha de ser comparado con el Creador. En Romanos 8:38 se nos garantiza que nada nos puede separar del amor de Dios. Ni la muerte.
d. A las personas que no son cristianas no se les debe dar falsas esperanzas. Ni hablarles en categorías que ellos desconocen o rechazan.
e. No debe invitar a los que sufran a salir de casa insistentemente o a asistir a las actividades de la Iglesia para que no piense en su perdida. Las personas requerimos un tiempo para transitar el duelo y ese tiempo no lo imponemos nosotros.

III. El suicidio.

No podemos experimentar el dolor tras la pérdida por un suicidio. Sólo los que lo han soportado podrían describirlo, pero ya sabemos nuestros dolores son nuestros y de nadie más.

Tras un suicidio, y después del impacto emocional llegan las preguntas, esas compañeras de mente: ¿Podría haber hecho yo algo? ¿Por qué no me pidió ayuda? ¿Qué le pasaba? Son preguntas que la mayoría de las veces no tendrán respuestas. Pero preguntas para las que sólo Dios tiene respuestas.

Frente al suicidio me quedo sin palabras. Enmudezco. He perdido una amiga y aun cuñado en estas situaciones. Ahora sé que Dios sabía antes de que nacieran Sandra y Ramón que día partirían de nuestras vidas. Cuando alguien entrega su vida a Cristo no tenemos que temer, está en sus brazos.

No vale la pena sentirnos culpables, no somos responsables de las decisiones de otras personas. Cuando alguien ha decidido suicidarse no podemos hacer nada al respecto. En realidad lo único que nos demanda Dios es que le hayamos amado.

A veces me han preguntado si las personas que se han suicidado están en la presencia de Dios. Mi respuesta es enfática: si. Cristo murió por todos nosotros y lo que demanda es que le sigamos.

Jesús que nos deja llorar a cada uno de nosotros la muerte del ser querido de una manera distinta, también sabe y provee exactamente lo que conforta nuestro corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario