Evangélico, al menos en Brasil, ya no significa ser un profesional y predicador del evangelio (buenas nuevas) de Jesucristo, sino la condición de ser miembro de un segmento del cristianismo, cada vez con menos relación histórica con la Reforma protestante, sino también es formar parte del segmento más complicado, polémico, dividido y contradictorio del cristianismo. ¿El significado de ser pastor evangélico? Es mejor no hablar, para no incurrir en el riesgo de ser grosero.
¡No quiero seguir siendo evangélico! Quiero convertirme a Jesucristo, quiero compartir la buena noticia de que El enseñó. Quiero volver a ser el los adorador del Padre, ya que, según Jesús, estas son las personas a las que el Padre busca. No quiero ser un profesionales de la fe. Quiero volver a tener conciencia de que El es el camino, la Verdad y la vida en las personas, no un cuerpo de doctrina o tradiciones, nacido del intento de diseccionar a Dios. Tradiciones o costumbres que se interponen en el camino de conocen la verdad y disfrutar de la vida. Quiero que tener y participar de una lectura bíblica que nos hace ver a Jesucristo y no una lectura bibliólatra. No quiero a la espiritualidad que se basa en maravillas y milagros, al menos discutible, y sí, que se manifiesta en el carácter de las personas.
¡No quiero seguir siendo evangélico!. Basta ya de tanto entretenimiento eclesial. Volvamos a la gracia, a la centralidad de la cruz. Volvamos a la conciencia de que nos encontramos por El por la fe y no por cosas que hagamos. Volvamos a le creencia que El hace la obra que inició en cada uno a su hijo y es algo que va a completar. Volvamos a la oración y el ayuno, no como una obligación. Volvamos a la relación tan apasionada con El que se entregó por nuestro rescate y nos ama.
¡No quiero seguir siendo evangélico!. Volvamos al amor, a la convicción de que ser cristiano es amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Volvamos a ser hermanos, no como miembros de un sindicato, un club, o una corporación, sino como el cuerpo de Cristo. Volvamos al amor que envuelve al frío, al dolor, en el no tener nada que ofrecer, al hambre. Al amor que no usa tanto el pronombre mi, sino el pronombre nuestro.
¡No quiero seguir siendo evangélico! Dejemos de etiquetar a los líderes con los títulos: reverendo, obispo, apóstol, pastor. Al final todos ellos dicen una sola cosa: todos somos sacerdotes. Detengamos al clericalismo protestante. Creamos de una vez y por todas que allí donde están dos o tres reunidos en Su nombre, allí está El. (Mateo 18:20). Rescatemos el criterio bíblico de que el culto es el pueblo y no los líderes. ¡No más show! Volvamos a los presbíteros y diáconos, y no como valores, sino como una función: los que, bajo la unción de la iglesia local, cuidan el ministerio de la Palabra, la vida de oración de la comunidad y para cualquier persona en necesidad, ya sea material, espiritual o social. ¿Para qué tantos ministerios humanos? No más megalómanos donde el pueblo de Dios es la mano de obra y peones de otros hombres.
¡No quiero seguir siendo evangélico!Tanto evangelicalismo nos ha llevado de vueltas al templo, el institucionalismo de la fe, al denominacionalismo. Volvamos a las catacumbas, a la iglesia local. ¿Para qué tanto pulpitocentrismo? Volvamos a instruirnos los unos a otros.(Col. 3. 16).
¡No quiero seguir siendo evangélico!¿Por qué tanta presión por el crecimiento? Jesucristo no nos manda a ser una iglesia que crece, sino una iglesia que ilumina: Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mt 05:16). Volvamos a anunciar con nuestra vida, con el servicio y con su Palabra todo evangelio a hombre, a todos los hombres. Dejemos que el crecimiento sea la labor del Espíritu Santo que agrega un día a día que han de ser salvos sin adulterar el mensaje.
¡No queiro seguir siendo evangélico!Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Sé uno de los patrocinadores de esta obra, es un desarrollador de Cristo! Que Dios los bendiga!
Ed René Kivitz
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