Muchas
iglesias enseñan la doctrina de la vergüenza sin ser conscientes de ello. Un
ejemplo, uno de los mensajes centrales de la
doctrina de la vergüenza predicado en muchas iglesias es que debemos ser
como Jesús en cada momento de nuestra vida; y hacer algo diferente sería no
sólo haber errado en el plano personal sino traicionar al propio Dios. Otros
planteamientos por el estilo nos dicen: ¡Tú no das la talla! ¡Tú nunca será lo
suficientemente bueno! ¡Dios está decepcionado de ti! Pero veamos otro ejemplo
del que es portadora la enseñanza que exige a los cristianos el diez por ciento
de sus ingresos para pagar los sueldos de pastores y del personal contratado
por la iglesia, el mantenimiento de edificios y, en su caso, los gastos de judicatura.
Tales expectativas sobre el diezmo son una prueba de fuego para el discipulado,
pues declaran: los verdaderos cristianos diezman. Aquellos que no lo hacen
deberían avergonzarse.
El uso de la
vergüenza y la culpa ha sido una técnica de control ampliamente utilizada desde
hace siglos. Los padres usan la vergüenza para controlar el comportamiento y los
pensamientos de sus hijos. Los maestros
usan la vergüenza para denigrar al estudiante de un pobre rendimiento. Los líderes
de las iglesias usan la vergüenza para aumentar las donaciones financieras y el
control sobre el comportamiento de sus feligreses. Así que debido a que estamos
acostumbrados a ser avergonzados desde la infancia, y que alguna vez nos han
señalado con los dedo y escuchamos que fuimos indignos, no nos debería extrañar
que las congregaciones basadas en la vergüenza resultan atractivas para las persona
llena de vergüenza.
Quizás la
manera más dañina de la vergüenza es la que está asociada con la sexualidad. La
humillación sexual afecta a la esencia misma de la personalidad. Al estar
avergonzado sexualmente en una edad temprana los daños y perjuicios a una
persona le duran por el resto de su vida. Durante siglos, al menos desde los
escritos de Agustín de Hipona, la iglesia ha enseñado que las actividades
sexuales son intrínsecamente pecaminoso. Cuando la dualidad con base en la
filosofía griega sobre el cuerpo y alma se adaptó a la teología cristiana de la
naturaleza humana, el cuerpo fue etiquetado como malo y el alma como buena.
Debido a que la actividad sexual está asociada con el cuerpo llegó a ser visto
el simple acto sexual, como algo indecente, que sólo se realizarán cuando la
persona está casada y sólo con el propósito de la procreación. Nunca para ser
disfrutado, pero justificado por el deber de ayudar a poblar el mundo con más
cristianos.
La opinión de
Agustín de Hipona, que viene desde el siglo cuatro, en referencia a la actividad
sexual sigue influyendo en la iglesia de hoy. De acuerdo con los escritos de Evelyn
y James Whitehead, Agustín sentía vergüenza por el desenfreno de su propia
juventud.
Agustín recordaba su juventud como una época de
obsesión en la que tuvo hambre por el respeto y la estima. Él compulsivamente
se aferró a sus amigos; estaba constantemente arrastrado por los impulsos de su
apetito sexual. Agustín vivió en una relación de unión libre con una mujer que
satisfacía sus necesidades sexuales, pero no era la mujer que respetando el
criterio de su madre era la indicada para su matrimonio. El dolor de dejar a la
mujer que había estado compartiendo su vida era intenso, y puesto que la novia
dispuesta era demasiado joven para casarse, se vio obligado a esperar dos años
por ella. Su pasión era demasiado grande, y él tomó una amante. Con vergüenza,
admite su pecado: yo no era tanto un amante del matrimonio como un esclavo de
la lujuria, así que procuré otra mujer, pero no, por supuesto, una esposa. Es en
medio de esta mezcla de deseo sexual frustrado y anhelo de amor, que la confusión
de Agustín fue abrumadora. ¿Podría esto haber sido está la razón para huir a la
iglesia y abrazar una vida célibe? La teólogo Margaret Miles conjetura: hay que
aceptar la evaluación que hace Agustín de sí mismo como un adicto al sexo. Es
él mismo el que describió su vida como atormentada. Evelyn E. Whitehead y James D. Whitehead, Un sentido de la sexualidad: el amor cristiano y la intimidad. Nueva
York: Crossroad, 1994.
Otros padres
de la iglesia, etiquetaron tempranamente las relaciones sexuales, para Jerónimo eran inmaduras, para Tertuliano
eran vergonzosas, para Ambrosio eran contaminantes. En el año 386, d.C, Siricio
intentó prohibir a los ancianos de la iglesia practicar el sexo con sus esposas. De acuerdo con algunas teorías
psicológicas contemporáneas, estos formadores de los primeros puntos de vista
cristianos sobre la sexualidad, prepararon el escenario, dentro de la iglesia y
en la sociedad, para el uso en los siglos posteriores de la vergüenza sexual y
la culpa.
Cuento algo
personal. Siguiendo la costumbre de la época, cuando llegué a la edad de los doce
años participé en una clase de confirmación ofrecida por el párroco de la
iglesia a la que asistía mi familia. La clase era aburrida hasta que llegó el
momento en el que sacerdote debía instruirnos sobre cuestiones sexuales. No sé
lo que él dijo a las niñas de la clase, pero a los niños se nos informó
explícitamente que la expresión física de la sexualidad debía ser confinada a
la cama matrimonial y que la masturbación era un pecado. Si te masturbas, cosa
que la mayoría de nosotros habíamos empezado a hacer, se consideraba que
estabas cometiendo un pecado y se esperaba que te arrepintieras confesándote al
sacerdote. Ahora no puedo pensar en una mejor manera para que la iglesia
propicie la vergüenza que decirles a los adolescentes, cuando apenas comienzan
a experimentar las alegrías y el asombro de la sexualidad, que Dios y la
iglesia ven todo esto como como algo vergonzoso y pecaminoso. La iglesia tiene
mucho de que arrepentirse, pero quizás donde más daño a causado ha sido en sus
enseñanzas sobre la vergüenza y sexualidad.
Los que
lograron escapar de la trampa de la vergüenza sexual en los primero años. No se
iban a librar tan fácilmente. La doctrina del pecado original, era el Plan B de
la iglesia para atraparles. Esta doctrina fue originalmente desarrollada en el
siglo II por Ireneo, obispo de Lyon, durante su lucha contra el gnosticismo.
Ireneo enseñó que el compromiso mutuo de Adán y Eva en el jardín eran la fuente
de todo pecado humano, de la mortalidad y de la esclavitud espiritual, y que todos
los seres humanos participaron de este acto y por tanto comparten su culpa. En el
siglo IV, Agustín de Hipona tomó el relevo de Irineo suscribiendo la
responsabilidad de Adán en trasmitir tal culpa a todos los hombres y mujeres.
Se nos ha
enseñado que la naturaleza corrupta de la humanidad ha sido transferida a los
descendientes de Adán y Eva mediante la reproducción sexual. De acuerdo con
Agustín, como pecadores, los seres humanos son totalmente depravados, pero con
un barniz, tienen la libertad de hacer el bien, pero no pueden responder a la
voluntad de Dios sin la gracia divina. De esto hemos de asumir que el deseo
sexual, así como otras pasiones corporales eran las consecuencias del pecado original y por lo tanto de la
consiguiente contaminados por el mal. Agustín concluyó que los niños no
bautizados iban al infierno, como consecuencia del pecado original, por lo que
puso todo lo que estaba a su alcance para desarrollar la necesidad del bautismo
de niños y es el responsable de la creación de un lugar, el limbo, donde
permanecerían después se su prematura
muerte hasta que Dios pensara que hacer con ellos. La idea del purgatorio como
una zona de reunión temporal aún subsiste entre algunos cristianos.
La doctrina
del pecado original fue especialmente útil para los padres de la iglesia como una manera en la que basar su falta
de respeto hacia las mujeres en general. Las tendencias misóginas son
claramente evidentes en los escritos de Tertuliano y Agustín:
En
dolor darás a luz los hijos, la mujer, volverá a su marido
y
él se enseñoreará de ella. Vosotras son hijas de Eva.
Tú
eres la puerta del diablo; porque Eva fue
quien
primero violó el árbol prohibido y violó la ley de Dios. Fuiste tú quien
ha
engatusado su camino alrededor de Aquel a quien el diablo no tenía la fuerza
para atacar. Con qué facilidad te rompiste esa imagen de Dios: ¡Hombre! Debido
a la muerte que has
merecido,
el Hijo de Dios tuvo que morir. La mujer es la puerta del infierno.
Tertuliano
(c160-225)
¿Cuál
es la diferencia si se trata de una esposa o una madre? La mujer es todavía la
Tentadora,
así que debemos cuidarnos de cualquier mujer. No alcanzo a ver qué utilidad tiene
la mujer, si se excluye la función de tener hijos.
Agustín
(354-430)
En su más
reciente libro Congregaciones libre de
vergüenza, Instituto Alban, 2013, de Karen A. McClintock se contrasta la vergüenza
con la gracia. Ella nos cuenta: Cuando
era niña, fui enseñada por un maestro de ballet que avergonzó a sus alumnos constantemente
comparándoles desfavorablemente unos con otros. Con los años aprendí que las
comparaciones son una forma de experimentar la vergüenza. Nosotras estábamos
avergonzadas por no ejecutar correctamente los ejercicios. Los líderes de
la iglesia son conocidos por utilizar el mismo mensaje basado en la comparación
para lograr el efecto vergüenza entre los menos
santos y los más santos. Pero esto no es gracia. Esto son obras.
McClintock, un
psicólogo y consultor por las iglesias, cree que las congregaciones están en
declive porque se han convertido en un lugar donde albergar la vergüenza. Estoy
de acuerdo, pero también creo que la vergüenza se ha convertido es un síntoma de
la codependencia emocional, una respuesta que invita a menospreciar las
palabras y las acciones de los demás atrapados en un sistema disfuncional y
donde opresivamente participamos todos, pero especialmente aquellos que vienen
de creer que son personas defectuosas.
Por último,
hay un mensaje que se sigue trasmitiendo por los cristianos fundamentalistas, por
las iglesias perteneciente a la derecha cristiana conservadora en los Estados
Unidos es que las mujeres y las esposas deben estar al servicio de los hombres
y maridos. Las interpretaciones de lecturas bíblicas escogidas apoyan estas
afirmaciones sobre la superioridad masculina. El autor de la epístola a los Efesios
escribe en el capítulo 5, versículos del 22 al 24: Las casadas estén sujetas a sus propios maridos como lo hace para el
Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la
iglesia, su cuerpo, de la cual él es el Salvador. Ahora, como la iglesia está
sujeta a Cristo, así también las esposas estén a sus maridos en todo.
Un gran número
de cristianos en Estados Unidos creen que Dios ordenó una relación jerárquica entre
las mujeres y los hombres. Y es que la mujer, desde este peculiar punto de
vista, se hizo de una costilla de Adán y fue la causantes de que el pecado entrara
en el mundo, ¿por lo tanto se le debería permitir tener posiciones de autoridad
en la iglesia o en el hogar? En las palabras del Nuevo Testamento, en 1 Corintios
14: 34 leemos: Vuestras mujeres callen en
las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas,
como también la ley dice. Esta teología de la cabeza masculina nos enseña que la mayor gloria de la mujer
radica en tener hijos y servir a su marido.
Los líderes masculinos
de las iglesias invocan pasajes de las Escrituras como los señalados anteriores,
sin tener en cuenta las contradictorias del texto y la historia de la propia iglesia
cristiana, pero lo hacen con la única razón de mantener el poder y la autoridad
patriarcal. Las culturas patriarcales salieron a la pre-modernidad, pero han
demostrado ser muy resistente a los cambios. Sus valores pueden ser encontrados
hoy mismo de manera operativa en muchas culturas, en muchos países y en las
diversas iglesias dispersas por todo el mundo. Y cuando hacen uso de la Escritura
lo que buscan es mantener la dominación social, cultural, económica, política y
religiosa sobre las mujeres.
La adopción de
los ideales, inalcanzables, de perfeccionismo por el cristianismo ha causado un
daño espiritual y emocional a millones de personas. Pero no queremos abandonar
este mensaje. Y es un problema que sigue siendo actual. Que sigue siendo escuchado
y aceptado por la mayoría de los cristianos. ¿Por qué la iglesia ha renunciado
al mensaje de la gracia? ¿Por qué prefiere seguir utilizando el lenguaje de la vergüenza?
Aunque resulte opresivo y nos lleve al fracaso una y otra vez. Un mensaje que
nos sigue diciendo:
Somos débiles. Fallamos. Tropezamos y nos caemos. Nunca
estamos a la altura de nuestras propias normas. Y mucho menos a la que nos demandan
los demás. Comemos demasiado entre comidas. Trabajamos poco. Bebemos más de lo
que deberíamos. Todos somos adictos a algo. Las adicciones nos paralizan. Nos
convencen de que no tenemos valor. De que somos incapaces.
Polk Culpepper
http://progressivechristianity.org/resources/churches-teaching-the-doctrine-of-shame/
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