miércoles, 18 de marzo de 2015

Cuando las iglesias enseñan la doctrina de la vergüenza.

Muchas iglesias enseñan la doctrina de la vergüenza sin ser conscientes de ello. Un ejemplo, uno de los mensajes centrales de la doctrina de la vergüenza predicado en muchas iglesias es que debemos ser como Jesús en cada momento de nuestra vida; y hacer algo diferente sería no sólo haber errado en el plano personal sino traicionar al propio Dios. Otros planteamientos por el estilo nos dicen: ¡Tú no das la talla! ¡Tú nunca será lo suficientemente bueno! ¡Dios está decepcionado de ti! Pero veamos otro ejemplo del que es portadora la enseñanza que exige a los cristianos el diez por ciento de sus ingresos para pagar los sueldos de pastores y del personal contratado por la iglesia, el mantenimiento de edificios y, en su caso, los gastos de judicatura. Tales expectativas sobre el diezmo son una prueba de fuego para el discipulado, pues declaran: los verdaderos cristianos diezman. Aquellos que no lo hacen deberían avergonzarse.

El uso de la vergüenza y la culpa ha sido una técnica de control ampliamente utilizada desde hace siglos. Los padres usan la vergüenza para controlar el comportamiento y los pensamientos de sus hijos.  Los maestros usan la vergüenza para denigrar al estudiante de un pobre rendimiento. Los líderes de las iglesias usan la vergüenza para aumentar las donaciones financieras y el control sobre el comportamiento de sus feligreses. Así que debido a que estamos acostumbrados a ser avergonzados desde la infancia, y que alguna vez nos han señalado con los dedo y escuchamos que fuimos indignos, no nos debería extrañar que las congregaciones basadas en la vergüenza resultan atractivas para las persona llena de vergüenza.

Quizás la manera más dañina de la vergüenza es la que está asociada con la sexualidad. La humillación sexual afecta a la esencia misma de la personalidad. Al estar avergonzado sexualmente en una edad temprana los daños y perjuicios a una persona le duran por el resto de su vida. Durante siglos, al menos desde los escritos de Agustín de Hipona, la iglesia ha enseñado que las actividades sexuales son intrínsecamente pecaminoso. Cuando la dualidad con base en la filosofía griega sobre el cuerpo y alma se adaptó a la teología cristiana de la naturaleza humana, el cuerpo fue etiquetado como malo y el alma como buena. Debido a que la actividad sexual está asociada con el cuerpo llegó a ser visto el simple acto sexual, como algo indecente, que sólo se realizarán cuando la persona está casada y sólo con el propósito de la procreación. Nunca para ser disfrutado, pero justificado por el deber de ayudar a poblar el mundo con más cristianos.

La opinión de Agustín de Hipona, que viene desde el siglo cuatro, en referencia a la actividad sexual sigue influyendo en la iglesia de hoy. De acuerdo con los escritos de Evelyn y James Whitehead, Agustín sentía vergüenza por el desenfreno de su propia juventud.

Agustín recordaba su juventud como una época de obsesión en la que tuvo hambre por el respeto y la estima. Él compulsivamente se aferró a sus amigos; estaba constantemente arrastrado por los impulsos de su apetito sexual. Agustín vivió en una relación de unión libre con una mujer que satisfacía sus necesidades sexuales, pero no era la mujer que respetando el criterio de su madre era la indicada para su matrimonio. El dolor de dejar a la mujer que había estado compartiendo su vida era intenso, y puesto que la novia dispuesta era demasiado joven para casarse, se vio obligado a esperar dos años por ella. Su pasión era demasiado grande, y él tomó una amante. Con vergüenza, admite su pecado: yo no era tanto un amante del matrimonio como un esclavo de la lujuria, así que procuré otra mujer, pero no, por supuesto, una esposa. Es en medio de esta mezcla de deseo sexual frustrado y anhelo de amor, que la confusión de Agustín fue abrumadora. ¿Podría esto haber sido está la razón para huir a la iglesia y abrazar una vida célibe? La teólogo Margaret Miles conjetura: hay que aceptar la evaluación que hace Agustín de sí mismo como un adicto al sexo. Es él mismo el que describió su vida como atormentada. Evelyn E. Whitehead y James D. Whitehead, Un sentido de la sexualidad: el amor cristiano y la intimidad. Nueva York: Crossroad, 1994.

Otros padres de la iglesia, etiquetaron tempranamente las relaciones sexuales,  para Jerónimo eran inmaduras, para Tertuliano eran vergonzosas, para Ambrosio eran contaminantes. En el año 386, d.C, Siricio intentó prohibir a los ancianos de la iglesia practicar el sexo con sus  esposas. De acuerdo con algunas teorías psicológicas contemporáneas, estos formadores de los primeros puntos de vista cristianos sobre la sexualidad, prepararon el escenario, dentro de la iglesia y en la sociedad, para el uso en los siglos posteriores de la vergüenza sexual y la culpa.

Cuento algo personal. Siguiendo la costumbre de la época, cuando llegué a la edad de los doce años participé en una clase de confirmación ofrecida por el párroco de la iglesia a la que asistía mi familia. La clase era aburrida hasta que llegó el momento en el que sacerdote debía instruirnos sobre cuestiones sexuales. No sé lo que él dijo a las niñas de la clase, pero a los niños se nos informó explícitamente que la expresión física de la sexualidad debía ser confinada a la cama matrimonial y que la masturbación era un pecado. Si te masturbas, cosa que la mayoría de nosotros habíamos empezado a hacer, se consideraba que estabas cometiendo un pecado y se esperaba que te arrepintieras confesándote al sacerdote. Ahora no puedo pensar en una mejor manera para que la iglesia propicie la vergüenza que decirles a los adolescentes, cuando apenas comienzan a experimentar las alegrías y el asombro de la sexualidad, que Dios y la iglesia ven todo esto como como algo vergonzoso y pecaminoso. La iglesia tiene mucho de que arrepentirse, pero quizás donde más daño a causado ha sido en sus enseñanzas sobre la vergüenza  y sexualidad.

Los que lograron escapar de la trampa de la vergüenza sexual en los primero años. No se iban a librar tan fácilmente. La doctrina del pecado original, era el Plan B de la iglesia para atraparles. Esta doctrina fue originalmente desarrollada en el siglo II por Ireneo, obispo de Lyon, durante su lucha contra el gnosticismo. Ireneo enseñó que el compromiso mutuo de Adán y Eva en el jardín eran la fuente de todo pecado humano, de la mortalidad y de la esclavitud espiritual, y que todos los seres humanos participaron de este acto y por tanto comparten su culpa. En el siglo IV, Agustín de Hipona tomó el relevo de Irineo suscribiendo la responsabilidad de Adán en trasmitir tal culpa a todos los hombres y mujeres.

Se nos ha enseñado que la naturaleza corrupta de la humanidad ha sido transferida a los descendientes de Adán y Eva mediante la reproducción sexual. De acuerdo con Agustín, como pecadores, los seres humanos son totalmente depravados, pero con un barniz, tienen la libertad de hacer el bien, pero no pueden responder a la voluntad de Dios sin la gracia divina. De esto hemos de asumir que el deseo sexual, así como otras pasiones corporales eran las consecuencias del pecado original y por lo tanto de la consiguiente contaminados por el mal. Agustín concluyó que los niños no bautizados iban al infierno, como consecuencia del pecado original, por lo que puso todo lo que estaba a su alcance para desarrollar la necesidad del bautismo de niños y es el responsable de la creación de un lugar, el limbo, donde permanecerían  después se su prematura muerte hasta que Dios pensara que hacer con ellos. La idea del purgatorio como una zona de reunión temporal aún subsiste entre algunos cristianos.

La doctrina del pecado original fue especialmente útil para los padres de la iglesia como una manera en la que basar su falta de respeto hacia las mujeres en general. Las tendencias misóginas son claramente evidentes en los escritos de Tertuliano y Agustín:

En dolor darás a luz los hijos, la mujer, volverá a su marido
y él se enseñoreará de ella. Vosotras son hijas de Eva.
Tú eres la puerta del diablo; porque Eva fue
quien primero violó el árbol prohibido y violó la ley de Dios. Fuiste tú quien
ha engatusado su camino alrededor de Aquel a quien el diablo no tenía la fuerza para atacar. Con qué facilidad te rompiste esa imagen de Dios: ¡Hombre! Debido a la muerte que has
merecido, el Hijo de Dios tuvo que morir. La mujer es la puerta del infierno.
Tertuliano (c160-225)

¿Cuál es la diferencia si se trata de una esposa o una madre? La mujer es todavía la
Tentadora, así que debemos cuidarnos de cualquier mujer. No alcanzo a ver qué utilidad tiene la mujer, si se excluye la función de tener hijos.
Agustín (354-430)

En su más reciente libro Congregaciones libre de vergüenza, Instituto Alban, 2013, de Karen A. McClintock se contrasta la vergüenza con la gracia. Ella nos cuenta: Cuando era niña, fui enseñada por un maestro de ballet que avergonzó a sus alumnos constantemente comparándoles desfavorablemente unos con otros. Con los años aprendí que las comparaciones son una forma de experimentar la vergüenza. Nosotras estábamos avergonzadas por no ejecutar correctamente los ejercicios. Los líderes de la iglesia son conocidos por utilizar el mismo mensaje basado en la comparación para lograr el efecto vergüenza entre los menos santos y los más santos. Pero esto no es gracia. Esto son obras.

McClintock, un psicólogo y consultor por las iglesias, cree que las congregaciones están en declive porque se han convertido en un lugar donde albergar la vergüenza. Estoy de acuerdo, pero también creo que la vergüenza se ha convertido es un síntoma de la codependencia emocional, una respuesta que invita a menospreciar las palabras y las acciones de los demás atrapados en un sistema disfuncional y donde opresivamente participamos todos, pero especialmente aquellos que vienen de creer que son personas defectuosas.

Por último, hay un mensaje que se sigue trasmitiendo por los cristianos fundamentalistas, por las iglesias perteneciente a la derecha cristiana conservadora en los Estados Unidos es que las mujeres y las esposas deben estar al servicio de los hombres y maridos. Las interpretaciones de  lecturas bíblicas escogidas apoyan estas afirmaciones sobre la superioridad masculina. El autor de la epístola a los Efesios escribe en el capítulo 5, versículos del 22 al 24: Las casadas estén sujetas a sus propios maridos como lo hace para el Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la iglesia, su cuerpo, de la cual él es el Salvador. Ahora, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las esposas  estén a sus maridos en todo.

Un gran número de cristianos en Estados Unidos creen que Dios ordenó una relación jerárquica entre las mujeres y los hombres. Y es que la mujer, desde este peculiar punto de vista, se hizo de una costilla de Adán y fue la causantes de que el pecado entrara en el mundo, ¿por lo tanto se le debería permitir tener posiciones de autoridad en la iglesia o en el hogar? En las palabras del Nuevo Testamento, en 1 Corintios 14: 34 leemos: Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley dice. Esta teología de la cabeza masculina nos enseña que la mayor gloria de la mujer radica en tener hijos y servir a su marido.

Los líderes masculinos de las iglesias invocan pasajes de las Escrituras como los señalados anteriores, sin tener en cuenta las contradictorias del texto y la historia de la propia iglesia cristiana, pero lo hacen con la única razón de mantener el poder y la autoridad patriarcal. Las culturas patriarcales salieron a la pre-modernidad, pero han demostrado ser muy resistente a los cambios. Sus valores pueden ser encontrados hoy mismo de manera operativa en muchas culturas, en muchos países y en las diversas iglesias dispersas por todo el mundo. Y cuando hacen uso de la Escritura lo que buscan es mantener la dominación social, cultural, económica, política y religiosa sobre las mujeres.

La adopción de los ideales, inalcanzables, de perfeccionismo por el cristianismo ha causado un daño espiritual y emocional a millones de personas. Pero no queremos abandonar este mensaje. Y es un problema que sigue siendo actual. Que sigue siendo escuchado y aceptado por la mayoría de los cristianos. ¿Por qué la iglesia ha renunciado al mensaje de la gracia? ¿Por qué prefiere seguir utilizando el lenguaje de la vergüenza? Aunque resulte opresivo y nos lleve al fracaso una y otra vez. Un mensaje que nos sigue diciendo:


Somos débiles. Fallamos. Tropezamos y nos caemos. Nunca estamos a la altura de nuestras propias normas. Y mucho menos a la que nos demandan los demás. Comemos demasiado entre comidas. Trabajamos poco. Bebemos más de lo que deberíamos. Todos somos adictos a algo. Las adicciones nos paralizan. Nos convencen de que no tenemos valor. De que somos incapaces.


Polk Culpepper
http://progressivechristianity.org/resources/churches-teaching-the-doctrine-of-shame/


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