domingo, 30 de diciembre de 2012

Un relato desconcertante.



Mateo 2, 1-12

Ante Jesús se pueden adoptar actitudes muy diferentes. El relato de los magos nos habla de la reacción de tres grupos de personas. Unos paganos que lo buscan, guiados por la pequeña luz de una estrella. Los representantes de la religión del Templo, que permanecen indiferentes. El poderoso rey Herodes que solo ve en él un peligro.
Los magos no pertenecen al pueblo elegido. No conocen al Dios vivo de Israel. Nada sabemos de su religión ni de su pueblo de origen. Solo que viven atentos al misterio que se encierra en el cosmos. Su corazón busca verdad.
En algún momento creen ver una pequeña luz que apunta hacia un Salvador. Necesitan saber quién es y dónde está. Rápidamente se ponen en camino. No conocen el itinerario preciso que han de seguir, pero en su interior arde la esperanza de encontrar una Luz para el mundo.
Su llegada a la ciudad santa de Jerusalén provoca el sobresalto general. Convocado por Herodes, se reúne el gran Consejo de "los sumos sacerdotes y los escribas del pueblo". Su actuación es decepcionante. Son los guardianes de la verdadera religión, pero no buscan la verdad. Representan al Dios del Templo, pero viven sordos a su llamada.
Su seguridad religiosa los ciega. Conocen dónde ha de nacer el Mesías, pero ninguno de ellos se acercará a Belén. Se dedican a dar culto a Dios, pero no sospechan que su misterio es más grande que todas las religiones, y tiene sus caminos para encontrarse con todos sus hijos e hijas. Nunca reconocerán a Jesús.
El rey Herodes, poderoso y brutal, solo ve en Jesús una amenaza para su poder y su crueldad. Hará todo lo posible para eliminarlo. Desde el poder opresor solo se puede "crucificar" a quien trae liberación.
Mientras tanto, los magos prosiguen su búsqueda. No caen de rodillas ante Herodes: no encuentran en él nada digno de adoración. No entran en el Templo grandioso de Jerusalén: tienen prohibido el acceso: La pequeña luz de la estrella los atrae hacia el pequeño pueblo de Belén, lejos de todo centro de poder.
Al llegar, lo único que ven es al "niño con María, su madre". Nada más. Un niño sin esplendor ni poder alguno. Una vida frágil que necesita el cuidado de una madre. Es suficiente para despertar en los magos la adoración.
El relato es desconcertante. A este Dios, escondido en la fragilidad humana, no lo encuentran los que viven instalados en el poder o encerrados en la seguridad religiosa. Se les revela a quienes, guiados por pequeñas luces, buscan incansablemente una esperanza para el ser humano en la ternura y la pobreza de la vida.

José Antonio Pagola

viernes, 28 de diciembre de 2012

El ecumenismo, exigencia del Evangelio.

El protestantismo español y el ecumenismo 
El ecumenismo es la asignatura pendiente más importante del protestantismo español. No creo que se haya dado en nuestro seno ningún estudio serio e imparcial, al margen de la controversia, sobre las exigencias bíblicas de comunión, y de exclusión, si éste es el caso, entre aquellos que se refieren a Jesucristo como único Señor y Salvador. Los artículos y libros que han tratado este tema, desde nuestras filas, lo han hecho casi exclusivamente para defender o condenar situaciones, tendencias y actitudes, muchas veces hechas a partir de realidades del exterior y controversias que nos vienen de fuera. Han sido los amigos y los enemigos del ecumenismo quienes principalmente se han ocupado del tema. Los demás lo han considerado siempre como un problema marginal. Lo nuestro, es decir, lo del Protestantismo español, ha sido la “sana doctrina”, a saber, la búsqueda de la fidelidad doctrinal que es una empresa digna y de enorme trascendencia para la Iglesia, pero que, a menudo, ha adolecido de falta de rigurosidad. Ha adoptado demasiadas actitudes de infalibilidad personal y ha ido demasiada cargada de exclusivismos. La búsqueda y la fidelidad a la doctrina correcta es condición imprescindible para un verdadera ecumenismo; pero esta búsqueda de la verdad doctrinal no nos ha de hacer olvidar que el centro de la doctrina cristiana no es una definición, sino la relación auténtica con Dios y con los hombres. Y que, si en el caso de nuestras relaciones con Dios se expresa en términos de amor, paz y reconciliación, igualmente ha de expresarse con referencia a los creyentes en general.
El don de la reconciliación.  
El centro de la doctrina cristiana, tal como la encontramos en la Biblia, es la obra reconciliadora de Dios en Cristo. Ante una humanidad dividida y enemistada, que vive en la injusticia y en la violencia, Dios toma la iniciativa de abrir un camino a la reconciliación. Esta reconciliación es, en primer lugar, entre Dios y los hombres. Se realiza de forma personal e intransferible, uno a uno, mediante una conversión personal que se manifiesta en un cambio de dirección en la vida para buscar y seguir  el camino de Cristo. Por esta reconciliación, la humanidad tiene libre acceso al mundo de Dios (Ro 5,1), el mundo de la gracia, e inaugura la vida auténtica: la vida de las relaciones correctas. En una realidad de confusión como la nuestra, el creyente encuentra su lugar, sabe donde está y hacia donde va. Se encuentra a si mismo como creación de Dios y alcanza la paz y el equilibrio interior. Es un hombre reconciliado. Tiene una nueva mente, que es la de Cristo, que le permite caminar en un nuevo camino. Ha dejado ya de lado una vieja manera de vivir, el hombre viejo, para asumir la realidad del hombre nuevo, imagen de Cristo, su modelo. Vive en la tierra y en este presente, pero se esfuerza en vivir la realidad futura -pero que de alguna manera ya ha llegado a nosotros- del Reino de Dios. Es el nuevo ciudadano del nuevo mundo de Dios. No se rige por la Ley, que fue dada para esta realidad terrenal, sino por la nueva fuerza interior que tiene como centro la obligación de amar, por encima de todo y sin ningún tipo de fronteras. Es el hombre que goza de la reconciliación con Dios y vive para la reconciliación con todos los hombres.  
Comunidades reconciliadas  
Este hombre reconciliado no está todavía en la comunidad del Reino de Dios. Vive todavía aquí, en la debilidad de lo terreno. Vive la ausencia de poder y de gloria. No tiene a su alcance todas las posibilidades del Reino. Todo, menos la realidad de Cristo en su vida, lo vive en la promesa y en la esperanza. Pero este hombre reconciliado, en obediencia a su Señor y Maestro, se integra en una comunidad reconciliada con todos aquellos que han tenido la misma experiencia, una comunidad que tiene como centro el mismo Cristo, el Reconciliador. Esta comunidad es la Iglesia, el cuerpo de Cristo. Esta comunidad a la que se integra es el intento de comunidad reconciliada, el intento de vivir, en este nuestro presente, el proyecto del Reino de Dios que tiene, como objetivo final, la reconciliación perfecta.  
Esta Iglesia es, en primer lugar, una comunidad local, fruto de nuestro éxito o de nuestro fracaso. No es jamás una comunidad perfecta. Viene deformada por todos nuestros defectos y nuestras divisiones. El testimonio de vida que damos al mundo, con algunas y dignas excepciones, es más bien pobre y está muy lejos de reflejar la imagen de Cristo. Sin embargo, esta iglesia visible, imperfecta, dividida y zarandeada por las corrientes de un mundo alejado de Dios, es la Iglesia, el cuerpo de Cristo aquí y ahora. Es cierto que podríamos hacer distinciones –como hacen algunos-  y decir que es sólo una manifestación histórica e imperfecta  de la Iglesia Invisible que constituye el auténtico cuerpo de Cristo. Pero esto sería pasar nuestros problemas al mundo de la fantasía, en lo que parece que somos especialistas. Nadie duda de que haya una Iglesia Invisible, escondida en el corazón de Dios; pero, ¿de qué nos sirve? A menudo es sólo una excusa para decir que tenemos oculto lo que no podemos mostrar en público. Y las cosas escondidas son dudosas. La iglesia local y su proyección a los diferentes niveles denominacionales, nacionales e internacionales, es la única iglesia que conocemos, la única real y visible. Y a la vista del tipo de iglesia que hemos conseguido, habríamos de decir que, si es el cuerpo de Cristo, es un cuerpo martirizado, continuamente crucificado de nuevo por nosotros mismos.  
La iglesia, pues, la que está en la calle General Lacy de Madrid o en la calle Aragón de Barcelona, esta realidad histórica, tangible y contable, con personalidad jurídica  y con títulos de propiedad, tal como es, sin más pretensiones que las de querer ser, es llamada a asumir el papel de comunidad reconciliada. Si lo alcanza, glorifica a Dios y manifiesta la realidad de la obra de Cristo. Si no lo alcaza, habría de dimitir y disolverse, porque se ha convertido en piedra de escándalo y en negación de aquello que pretende ser. La reconciliación con Dios ha de manifestarse siempre en una reconciliación entre los creyentes. No podemos proclamar el mensaje salvador de Dios desde la división y la “irreconciliación”.  
La iglesia local es un microcosmo en el que están presentes todos los elementos esenciales, no le falta nada. Es auténticamente la iglesia de Dios o de Cristo. Pero, forma parte de un todo más amplio: las otras comunidades que tienen el mismo centro.  
Entonces, la reconciliación que ha de mostrar en su propio seno, la ha de extender a las otras comunidades, a las que no puede juzgar porque, al hacerlo, se condena a si misma. Si aplicamos al ley de la autenticidad a las otras comunidades, nos las hemos de aplicar a nosotros mismos y entonces caemos en la misma condenación. No hay ninguna comunidad que sea cristal transparente que refleje la auténtica imagen de Cristo. No hay ninguna doctrina que sea la única interpretación válida de la Palabra de Dios. No hay ninguna organización eclesiástica que pueda pretender ser la única posible. Estamos en el campo de las aproximaciones, siempre renovadas,  a la verdad de Dios. La iglesia auténtica es siempre consciente de sus imperfecciones y es, por tanto, una iglesia “en continuo proceso de reforma”.   
Más allá de la comunidad local.  
La función reconciliadora de la Iglesia, el don de la reconciliación, se ha de mostrar en las relaciones con los demás. Si una iglesia local es llamada a ser una comunidad  reconciliada, lo es también a formar una comunidad de comunidades reconciliadas. La obra de Cristo no permite parcelas de poder independiente. No existe, en el cuerpo de Cristo, tal cosa como una iglesia independiente. Cuanto más independiente, menos iglesia; cuanto más lejos esté de otras comunidades, más lejos estará de Cristo. Es cierto que vivimos en un mundo trastornado y violento, lleno de injusticias y de condenación; pero nuestra actitud no puede ser jamás la del que huye del incendio para salvar su propia vida, es decir, la comunidad que se desentiende de las demás condenándolas para presentarse como la única auténtica. En este contexto se aplica la palabra de Cristo: “quien salva la vida, la pierde; quien la pierde, la gana”. Nuestro mundo no es una causa perdida que se pueda menospreciar a favor del otro. Es un mundo, nos dice Cristo, amado por Dios y es también un mundo salvable y a salvar. Nuestra  tarea como iglesias es crear el especio de la libertad, de la renovación, de la vid auténtica. Nos incumbe mostrar, en el día a día de nuestro trabajo eclesial, la obra de Dios. La iglesia ha de ser, por un lado, la muestra del poder reconciliador del evangelio y, por otro, el instrumento de reconciliación.  
En nuestra situación eclesial, hemos de asumir que esta reconciliación se vive en círculos concéntricos. Unos son más cercanos y otros más lejanos. Hay aquellos que llevan nuestro mismo “alias” (la marca denominacional) y los que llevan otros distintos.
 Hay los que conozco y trato con frecuencia y aquellos que siempre me serán desconocidos. Pero la Iglesia, el cuerpo de Cristo en su manifestación histórica, son todos ellos. Diferentes razas, diferentes lenguas, diferentes denominaciones, diferentes confesiones: todos aquellos que confiesan a Jesucristo como Señor y Salvador.   
El movimiento ecuménico.  
Aquí deberíamos situar el movimiento ecuménico, no como camino hacia una gran iglesia universal integrada en una sola realidad social, sino como exigencia del evangelio, exigencia del respeto a los demás y del amor que nos debemos unos a otros. El ecumenismo no puede significar jamás una pérdida de nuestra identidad ni un sacrificio de nuestra posición doctrinal. Ha de ser, sobre todo, salvar las barreras y los obstáculos, romper tabús y prejuicios religiosos, abrirnos a las relaciones y al diálogo con los demás. Dejar sólo a Dios el juicio sobre nuestros errores y los de los demás. Aquí, nuestra tarea es aceptarnos  y ayudarnos en nuestros esfuerzo para ser fieles al que nos ha llamado. Católicos y protestantes, ortodoxos y anglicanos, somos hermanos llamados a sentarnos en la mesa del Señor.  Somos los convidados. Todos venimos de “una tierra lejana”, donde “hemos vivido perdidamente”. Un día, conscientes de nuestra situación de hombres y mujeres perdidos, acudimos a la casa del Padre, con nuestras ropas manchadas y nuestros hábitos viciados, y El, el Padre y la Madre de todos, nos ha recibido y nos ha perdonado. Somos hermanos. Es cierto que hay “hermanos mayores” que, si estamos nosotros, no quieren entrar. Es una de las actitudes posibles, la peor. Al excluir a los demás, nos excluimos a nosotros mismos de la obra reconciliadora de Dios en Cristo.  

Enric Capó

Un ateo que encuentra la paz en la iglesia.



Muchos se aferran a las tradiciones religiosas - aun cuando ellos no creen en Dios. El interior, la nueva serie de televisión sueca nos acerca al ateo Bjorn Ulvaeus y nos pone de frente a sus puntos de vista sobre los rituales cristianos y la serenidad que encuentra en las catedrales y en la iglesia de su infancia. Él no cree en Dios o en la vida después de la muerte y no le gusta las formas de extremismo religioso que hay en estos tiempos. Pero Björn Ulvaeus estima que sentarse un rato en una iglesia y reflexionar sobre los misterios de la vida puede ser un regalo.
Escritor de textos musicales y compositor, Bjorn Ulvaeus fue uno de los miembros del grupo Abba, y ha estado involucrado en la creación de exitosos musicales como Kristina, Chess y Mamma Mia. Desde 2005 es miembro de la organización atea Humanista.
- Estoy interesado en el papel de la religión en nuestra sociedad secular y admiro de cómo la gente puede creer en algo que no existe. Nadie en la larga existencia de la humanidad ha sido capaz de demostrar que existe Dios. Es un misterio para mí. Yo no puedo comprometerme incondicionalmente con una creencia en "algo" o "alguien".
Bjorn Ulvaeus viene de un hogar sin rituales o ceremonias religiosas, aunque su padre de vez en cuando declaró que creía en Dios.
- Yo fui  bautizado y confirmad en la iglesia luterana. Este último acto careció de relevancia para mí. Era algo que acababa de hacer sin saber por qué lo hacia. Recuerdo que muy joven, tal vez doce años, leí la novela El patrimonio de David Ramm de Dan Anderson. Se trata de reflexiones religiosas de un hombre joven, pero probablemente no entendí  mucho de lo que era realmente creer en Dios.
Bjorn Ulvaeus no le prestó ninguna atención a los asuntos religiosos hasta el ataque terrorista contra el World Trade Center en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, para él esto fue una llamada de atención. Entonces se dio cuenta de que las personas con experiencias subjetivas y revelaciones religiosas podían ser peligrosas para los demás.
- Pensé que era un riesgo renunciar a todo lo que hemos aprendido desde la Ilustración en cuestiones de libertad de conciencia y que el fundamentalismo intenta  ahora tiran a la basura. Estoy exagerando los temores, por supuestos, aunque no es difícil ver hay  fuerzas religiosas que quieren  penetrar  la arena política. Estoy convencido de que la religión no debe controlar la vida de las personas, independientemente de si es cristiano o musulmán.
Tome como ejemplo a Mitt Romney, que pretendía ser presidente de los EE.UU.  Él es un mormón y creer con toda seriedad que el fundador del movimiento recibió como revelación  El Libro de Mormón, de parte de un ángel. Pues de haber ganado las elecciones este hombre sería hoy el líder del país más poderoso del mundo.
A pesar de su aguda crítica a la religión, Bjorn Ulvaeus cree en la importancia de los rituales y ceremonias, incluso si tienen un trasfondo religioso. Las  luces del Adviento que se encendían en la Edad Media antes de Navidad, iluminaban las estancias y daban alegría. Sin embargo hay que mirar el contenido de nuestros actos y preguntarnos por qué hacemos lo que hacemos. El hecho de que alguien encienda unas velas como una anticipación del nacimiento de Cristo, es para él de todos modos sólo un mito.
- Me gusta todo lo que le da un brillo a nuestro día a día a veces con muchos tonos grises. La cultura cristiana ha traído un poco de luz a muchas de nuestras ceremonias.
Pero todos los rituales cristianos le son de agrado a Bjorn Ulvaeus. Sus hijos no se han confirmado. Espera que sean ellos los que tomen la decisión seriamente.
- Cuando me casé con Agnetha Fältskog, mi primera esposa, queríamos una boda real, de cuento de hadas, con la iglesia, el castillo y palomas.  Nos gustaba la tradición. Hoy, con la edad que tengo, probablemente soy más radical y miro más la sencillez y la sinceridad.
Bjorn Ulvaeus se siente feliz cuando puede visitar una iglesia o una catedral. Cuando tiene la oportunidad se sienta en un banco y mira. Piensa que Notre Dame de París es un impresionante edificio, pero también disfrutar de la más modesta iglesia rural de Småland.
- Estoy impresionado por la arquitectura increíble de muchos templos cristianos y en ocasiones me siento humillado por la constatación de que estos edificios  tanto significaba para muchas personas. Me pregunto también por aquellas personas  que han invertido mucho tiempo y recursos para construir todo esto, desde grandes catedrales a  hermosas capillas en  pueblos pequeños. Reflexiono en las grandes dificultades para levantar estructuras, en lo  que han sacrificado, en lo todo lo que se ha hecho para dejar constancia de un Dios que nadie puede probar que existe.
- Creo que la mente de estas personas debe ser distintas a la mía. La cultura y la sociedad era muy diferente entonces. Si la gente cree  realmente  que Dios existe y que Jesús vivió en la tierra, yo no puedo.
Sin embargo, usted paga impuesto eclesiástico?
- Sí. Y espero que mi dinero sirva para preservar todas esas iglesias antiguas y hermosas que veo. Ellas son parte de nuestro patrimonio.
¿Crees qué es el pensamiento o el sentimiento el que nos hace creer en Dios?
- Todos tenemos pensamientos. Todos tenemos sentimientos. He pensado conscientemente sobre si podría haber algo de verdad en la fe cristiana -, pero llegé a la conclusión de que no es así. Se suponía que debía sentir que hay un Dios, pero no tengo ese sentimiento.
A Bjorn Ulvaeus no me gusta hacer las mismas cosas cada día. Año tras año. Pero vivimos en una sociedad donde los rituales son obligatorios.
- En la noche de San Juan se  come el arenque y se hace los juegos alrededor del fuego para festejar el verano. Eso es una tradición, pero hay otras cosas. El verano consiste también en ver las flores, conversar con la gente, pasear por el archipiélago, escuchar  música.  Yo no estoy atrapado en antiguas tradiciones de  familia. Creo que las celebraciones serán más hermosas en medida que le demos  formas nuevas y diferentes significados. Puede haber una falsa sensación de seguridad en pegarse a los rituales que conocemos. Puede que los rituales lleguen a esclavizarnos y que lleguemos a creer que son tan importantes que no se  puede prescindir de ellos.
Pero hay rituales y rituales, por ejemplo, en un funeral, puede dar consuelo a muchos…
- Por lo tanto, hay rituales que son suficiente. El consuelo es importante en nuestras vidas. ¿Recuerdas la parte del musical cuando Kristina, una mujer inmigrante en el desierto, en los Estados Unidos se preguntan si Dios le falló. Su grito es  un grito que busca consuelo. Para muchos, esta es una necesidad tan fuertemente que pasa por encima de su realidad y la sensación de que la creencia se convierte en una realidad, se convierte en la verdad.
¿Cómo se obtiene la comodidad?
- Encuentro consuelo en mis cuatro hijos y cinco nietos. Es cicatrizante para mis heridas internas poder estar con ellos. No hacemos nada especial, simplemente estamos juntos. No tenemos rituales o cosas que se deben hacer como familia. Cuando estoy con ellos estoy cómodo.
¿Tienes miedo de morir?
- No, más bien a no morir. Pero yo tengo miedo de morir de una manera triste, que se convierta en algo prolongado, doloroso y que en ella haya sufrimiento. He visto una muerte así de cerca. Y no es digna.
¿Has planeado tu funeral?
- No, un funeral debería dar consuelo a los que han quedado, y por tanto hay que hablar con los más jóvenes para que me ayuden a  dibujar ceremonia. Así que tal vez tenga que hablar con nietos  acerca de cómo desean  que sea la despedida del abuelo. Así no habrá  problemas cuando llegue el momento.

Thomas Lerner

Una familia diferente.



Lucas 2, 41-52

Entre los católicos se defiende casi instintivamente el valor de la familia, pero no siempre nos detenemos a reflexionar el contenido concreto de un proyecto familiar, entendido y vivido desde el Evangelio. ¿Cómo sería una familia inspirada en Jesús?
La familia, según él, tiene su origen en el misterio del Creador que atrae a la mujer y al varón a ser "una sola carne", compartiendo su vida en una entrega mutua, animada por un amor libre y gratuito. Esto es lo primero y decisivo. Esta experiencia amorosa de los padres puede engendrar una familia sana.
Siguiendo la llamada profunda de su amor, los padres se convierten en fuente de vida nueva. Es su tarea más apasionante. La que puede dar una hondura y un horizonte nuevo a su amor. La que puede consolidar para siempre su obra creadora en el mundo.
Los hijos son un regalo y una responsabilidad. Un reto difícil y una satisfacción incomparable. La actuación de Jesús, defendiendo siempre a los pequeños y abrazando y bendiciendo a los niños, sugiere la actitud básica: cuidar la vida frágil de quienes comienzan su andadura por este mundo. Nadie les podrá ofrecer nada mejor.
Una familia cristiana trata de vivir una experiencia original en medio de la sociedad actual, indiferente y agnóstica: construir su hogar desde Jesús. "Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Es Jesús quien alienta, sostiene y orienta la vida sana de la familia.
El hogar se convierte entonces en un espacio privilegiado para vivir las experiencias más básicas de la fe cristiana: la confianza en un Dios Bueno, amigo del ser humano; la atracción por el estilo de vida de Jesús; el descubrimiento del proyecto de Dios, de construir un mundo más digno, justo y amable para todos. La lectura del Evangelio en familia es, para todo esto, una experiencia decisiva.
En un hogar donde se le vive a Jesús con fe sencilla, pero con pasión grande, crece una familia siempre acogedora, sensible al sufrimiento de los más necesitados, donde se aprende a compartir y a comprometerse por un mundo más humano. Una familia que no se encierra solo en sus intereses sino que vive abierta a la familia humana.
Muchos padres viven hoy desbordados por diferentes problemas, y demasiado solos para enfrentarse a su tarea. ¿No podrían recibir una ayuda más concreta y eficaz desde las comunidades cristianas? A muchos padres creyentes les haría mucho bien encontrarse, compartir sus inquietudes y apoyarse mutuamente. No es evangélico exigirles tareas heroicas y desentendernos luego de sus luchas y desvelos.

José Antonio Pagola

jueves, 27 de diciembre de 2012

Oración para el Nuevo Año.

Señor, dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro.
Al terminar este año quiero darte gracias por todo aquello que recibí de Ti.
Gracias por la vida y el amor, por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser.Te agradezco por todo cuanto hice en este año, el trabajo que pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude construir.Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé, las amistades nuevas y mis amigos de siempre, los más cercanos a mí y los que están más lejos, los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar, con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.Pero, Señor, hoy también quiero pedirte perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado.Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho. Perdón por vivir sin entusiasmo. Por la oración que poco a poco fui aplazando y que hasta ahora no te había presentado. Por todos mis olvidos, descuidos y silencios.Pronto iniciaremos un nuevo año y ante el nuevo calendario aún sin estrenar, te presento estos días que sólo Tú sabes si llegaré a vivir. 
Hoy te pido por mí y los míos la paz, la alegría, la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría. 
Quiero vivir cada día con optimismo y bondad llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y paz.Cierra mis oídos a toda falsedad y mis labios a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.Abre mi ser a todo lo que es bueno, que mi espíritu se llene sólo de bendiciones y sea capaz de derramarlas a mi paso.Lléname de bondad y de alegría para que cuantos conviven conmigo o se acerquen a mí encuentren en mi vida un poquito de Ti.
Danos un año feliz y danos sabiduría para dar amor y paz 
Amén.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Bendecido, escogido, predestinado.

Puede que Efesios 1,3-14 contenga algunas de las frases más largas de la Biblia. ¡Se aprecia algo así como el excitado parloteo de un niño que vuelve a casa después de haber estado en un parque de atracciones! Podría haber comenzado la vida como liturgia y, ciertamente, haber inspirado a escritores de liturgias e himnos de todas las épocas. Padre, Hijo y Espíritu Santo son alabados y celebrados.
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según  nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado.
En Él tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia que ha hecho abundar para con nosotros. En toda sabiduría y discernimiento nos dio a conocer el misterio de su voluntad según el beneplácito que se propuso en Él, con miras a una buena administración en el cumplimiento de los tiempos, es decir, de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En Él también hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad, a fin de que nosotros, que fuimos los primeros en esperar en Cristo, seamos para alabanza de su gloria.
En Él también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia con miras a la redención de la posesión adquirida por Dios, para alabanza de su gloria. (Efesios 1,3-14 Biblia de las Américas).
Quiero centrarme en tres palabras claves de este pasaje. Palabras claves cristianas que pueden fácilmente ser malentendidas, pero cuya correcta comprensión nos proporciona un poderoso mensaje.  Estas son bendecido, escogido y predestinado. Necesitamos la ayuda de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo para entender estas palabras.
Bendecido
Ser bendecido significa ser el recipiente de una bendición que se puede definir como un don o afirmación especial de parte de Dios para el beneficio y el bienestar de la persona que lo recibe. Pero quizás signifique mucho más que eso. Es Dios el Padre el que nos ha bendecido con toda bendición espiritual (v. 3) y es a Él a quien deberíamos mirar para entender lo que significa ser bendecidos. Cuando hacemos eso, resulta evidente que la bendición en la Biblia no sólo es para el beneficio del que la recibe.
Podemos retrotraernos a Abraham y Sara, a Noé y a su familia, incluso hasta Adán y Eva… y veremos que a través de toda la Biblia en cada bendición dada por Dios y sin excepción adquiere un gran efecto expansivo. Pensemos sobre esto.  Quizás, en una época tan egocéntrica como esta necesitemos más que nunca reflejar esta verdad.  En lugar de “contar nuestras bendiciones” y cantar “gracias Dios porque les pasa a ellos y no a nosotros “ (Band Aid “Feed the World”) cuando llega el sufrimiento, la pobreza y la injusticia, necesitamos entender que las bendiciones de Dios son extensivas a todo el mundo –y hacer, con una actitud activa y orante, algo para legar las bendiciones que hemos recibido. Todo esto está muy bien, pero el escritor no sólo nos interpela a trabajar por una sociedad más solidaria y equitativa. Recibir y compartir las bendiciones no es un fin en sí mismo. Es sólo un aspecto de un gran cuadro, un cuadro que puede verse de forma clara cuando también entendemos el significado de las palabras  “escogido” y “predestinado”.
Escogido
Debemos tener en cuenta el contexto de “escogido” en el versículo 4 y en el versículo 11. Adopción (un tipo de elección muy especial) también se encuentra en el versículo 5. Entraremos en el terreno de los malentendidos en lo que respecta a estas palabras, si entendemos que, si Dios ha elegido a alguien, esto debe significar que hay otras personas a las que no ha elegido. Personas que han sido destinadas a quedarse fuera de la plenitud del amor de Dios y de sus bendiciones, Esta es una trampa clásica en la que caen muchas personas religiosas de todo tipo especialmente predispuestas a cometer dicho error, y todas ellas lo hacen demasiado a menudo.
Ahora bien, si el Padre nos ayuda a entender la bendición es el Hijo, Jesús, el que nos ayuda a entender el significado de ser elegido por Dios. El versículo 5 nos dice que a través de Jesús, aún a través de su sangre adquirimos nuestra adopción. Tanto a través de la vida ejemplar de Jesús como de su perfecto, inagotable y victorioso amor, incluso hacia sus enemigos, durante todo su camino a la cruz e incluso más allá hacen posible que hombres, mujeres y niños sean bendecidos con la adopción como hijos de Dios, como hermanos y hermanas de Jesús. Para entender a dónde quiere llegar Dios con esto debemos hacer referencia al versículo 10, donde vemos que su último propósito, el cual se hará realidad, es otorgar en Cristo la unidad de todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra. Esto tiene grandes implicaciones, las cuales van más allá del ámbito de esta breve reflexión.
Pero la cuestión clave aquí no es quién es escogido o adoptado, sino para qué las personas son escogidas. Entender para qué somos escogidos afecta ineludiblemente las elecciones que hacemos en nuestro día a día, tal y como podemos apreciar en las historias de la vida de Jesús y en los Hechos de los Apóstoles. Y las personas son elegidas para esto: llegar a ser “santos y sin mancha” delante de Dios (v. 4). No porque Dios sólo pueda tolerar a las personas santas e inocentes, sino para abrir los ojos de los que se extrañan de la sorprendente aceptación, clemencia e inclusión que Él lleva a cabo.
Predestinado
Esta palabra la encontramos en los versículos 5 y 11 y, a menudo, también se malentiende. ¿Significa lo mismo que destino? ¿Cada cosa que nos pasa ha sido arbitrariamente decidida? ¿No podemos hacer nada porque Dios realmente ha determinado todas las cosas? El origen de esta forma de pensamiento puede deberse a un elevado criterio sobre la grandeza y el poder de Dios. Pero también puede tener un efecto poco saludable que puede llevarnos a la complacencia o a un pesimismo fatalista, dependiendo de si “tienes” o “no tienes”; la élite religiosa o los extrañados. ¡Recientemente me he dado cuenta de que algunas de las más populares notas d
evocionales diarias usadas por muchos cristianos apenas pueden distinguirse de las lecturas del horóscopo que se publican en periódicos y revistas!
Pero la predestinación no es igual al destino, y de la misma manera que Dios el Padre nos ayuda a entender qué significa “bendecido” y  Jesús el Hijo nos ayuda a entender “escogido”, necesitamos al Espíritu Santo para que nos ayude a entender lo que realmente significa “predestinado”. Porque estamos predestinados a ser una comunidad llena del Espíritu Santo. Una comunidad que es activa y dinámica, su influencia es transformadora y se difunde como la luz y el calor del sol naciente, como el viento que produce el viaje del polen, o como la lluvia reanimando la tierra seca. Lo que necesitamos es una relación íntima y dinámica con Dios, los unos con los otros y con el mundo.
Tal y como dice el teólogo Karl Barth, el Espíritu Santo es la forma particular del ser de Dios que introduce profundamente a los cristianos en la fe y al mismo tiempo los visibiliza en la medida que ellos/ellas participan en el ministerio de Cristo hacia el mundo: “El Espíritu Santo crea una comunidad que empuja más allá de sí misma porque Él atrae a la comunidad para el trabajo de salvación universal de Cristo” (Church Dogmatics IV/1, pp. 665-6).
Por tanto, los cristianos no han sido predestinados para una vida regalada o mísera, o para una aceptación pasiva del destino, sino para un papel activo, fructífero, influyente y dirigido por Dios en su plan global de salvación.
Conclusión
Bendecido. Escogido. Predestinado. Si entendemos estas palabras correctamente, de acuerdo con la percepción de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, estaremos más capacitados para hacer lo que nos toca en el fascinante plan de Dios. Para los seres humanos, creer en Dios puede resultar extraordinario en los tiempos que vivimos. Pero resulta mucho más extraordinaria la audacia de Dios al creer en los seres humanos. Dios nos atrae para participar en su plan, bendiciéndonos y escogiéndonos para provocar todo lo que Él ha predestinado, es decir, que las vidas que vivimos y las elecciones que hacemos no sean ni insignificantes ni fútiles

Andrew Tweedy, Barcelona, diciembre 2012

jueves, 20 de diciembre de 2012

Mujeres creyentes.



Lucas 1, 39-45

Después de recibir la llamada de Dios, anunciándole que será madre del Mesías, María se pone en camino sola. Empieza para ella una vida nueva, al servicio de su Hijo Jesús. Marcha "aprisa", con decisión. Siente necesidad de compartir su alegría con su prima Isabel y de ponerse cuanto antes a su servicio en los últimos meses de embarazo.
El encuentro de las dos madres es una escena insólita. No están presentes los varones. Solo dos mujeres sencillas, sin ningún título ni relevancia en la religión judía. María, que lleva consigo a todas partes a Jesús, e Isabel que, llena del espíritu profético, se atreve a bendecir a su prima sin ser sacerdote.
María entra en casa de Zacarías, pero no se dirige a él. Va directamente a saludar a Isabel. Nada sabemos del contenido de su saludo. Solo que aquel saludo llena la casa de una alegría desbordante. Es la alegría que vive María desde que escuchó el saludo del Ángel: "Alégrate, llena de gracia".
Isabel no puede contener su sorpresa y su alegría. En cuanto oye el saludo de María, siente los movimientos de la criatura que lleva en su seno y los interpreta maternalmente  como "saltos de alegría".  Enseguida, bendice a María "a voz en grito"
diciendo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre".
En ningún momento llama a María por su nombre. La contempla totalmente identificada con su misión: es la madre de su Señor. La ve como una mujer creyente en la que se irán cumpliendo los designios de Dios: "Dichosa porque has creído".
Lo que más le sorprende es la actuación de María. No ha venido a mostrar su dignidad de madre del Mesías. No está allí para ser servida sino para servir. Isabel no sale de su asombro. "¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?".
Son bastantes las mujeres que no viven con paz en el interior de la Iglesia. En algunas crece el desafecto y el malestar. Sufren al ver que, a pesar de ser las primeras colaboradoras en muchos campos, apenas se cuenta con ellas para pensar, decidir e impulsar la marcha de la Iglesia. Esta situación nos esta haciendo daño a todos.
El peso de una historia multisecular, controlada y dominada por el varón, nos impide tomar conciencia del empobrecimiento que significa para la Iglesia prescindir de una presencia más eficaz de la mujer. Nosotros no las escuchamos, pero Dios puede suscitar mujeres creyentes, llenas de espíritu profético, que nos contagien alegría y den a la Iglesia un rostro más humano. Serán una bendición. Nos enseñarán a seguir a Jesús con más pasión y fidelidad.

José Antonio Pagola

viernes, 14 de diciembre de 2012

Hablando con los niños sobre....

La Cena del Señor


Este domingo gracias a nuestros niños hemos hablado en nuestro culto abierto sobre la Cena del Señor. Pues varios de ellos tienen la inquietud de participar de esta celebración desde hace tiempo y es lo que nos ha llevado a analizar comunitariamente, niños incluidos, algunas cuestiones relacionadas con el tema.
Al terminar el culto la sensación es de que los niños van pasito a pasito andando en el camino de la fe y que los adultos, periódicamente tenemos que desandar parte del camino buscando prioritaria y fielmente aquello que Jesús nos enseñó.
Desandar por encima de tradiciones, o de patrones adquiridos por otras iglesias, como la de Corinto, o de imágenes pintadas en una determinada época y que quedaron grabadas en nuestra retina. Si algo de todo ello desvirtúa la esencia de lo que Jesús quiere transmitirnos habrá que desandar.
Jesús eligió una celebración (La Pascua Judía) y un entorno familiar (una cena entre sus allegados) para introducir en ese ambiente, el mensaje de que es él, el que pasa ha ser el cordero que da su vida por todos nosotros, por amor. Y que su deseo es que lo recordemos juntos compartiendo el pan y el vino hasta que él regrese.
En cuanto al mensaje todos estamos de acuerdo. Pero a la hora de aceptar esta invitación que Jesús nos hace, nos surgen preguntas. Como por ejemplo ¿Que requisitos debo cumplir? ¿Cuales son los requisitos según Jesús para participar de esta comunión? Observando el perfil de los invitados, encontramos que todos ellos le habían estado oyendo durante años sin entender nada, pero estaban allí. Entre ellos había un traidor al que el maestro le ofrece comer de su propio plato y otro que decía amarle como nadie pero que cobardemente le niega públicamente poco después. E incluso no tenemos la seguridad bíblica de que todos estuvieran bautizados. Estos son los invitados, gente normal y corriente que eso si, tienen  algo en común: confían en Jesús, creen en él, esperan en él.
Reconocemos aunque tengamos que desandar, que ese es el único requisito que le importa a Jesús y que todo lo demás es acepción de personas. En cuanto a nuestras dudas de si los niños pueden participar, la conclusión general después de escucharles a ellos en primer lugar y luego a los padres y demás adultos, es que no vemos ningún impedimento para que como parte de la comunidad que son, participen de algo tan hermoso como recordar juntos en familia, este mensaje de Jesús.
Los padres reconocemos ser los principales responsables de la fe de nuestros hijos y por lo tanto los que tenemos que tomar la decisión sobre cual es el momento adecuado para que participen cada uno de ellos. Aunque esto suponga desandar el camino de dejar esta decisión al pastor, consejo u otras autoridades de la iglesia.
Estoy orgullosa de reunirme en una iglesia de comunión abierta y en la que desde hoy también puedo compartir el pan y el vino junto a mi hija y los demás peques. Me gusta formar parte de esta familia.
El pastor terminó el culto dando trocitos de pan a los niños y compartiéndolo luego con todos los que así lo quisimos.
Nunca olvidaré la sonrisa de mi hija y los ojos tan abiertos de todos los niños en este día. Ahora si está la familia completa.

Lola Sabroso
Zaragoza

¿Qué podemos hacer ahora?



Lucas 3, 10-18

La predicación del Bautista sacudió la conciencia de muchos. Aquel profeta del desierto les estaba diciendo en voz alta lo que ellos sentían en su corazón: era necesario cambiar, volver a Dios, prepararse para acoger al Mesías. Algunos se acercaron a él con esta pregunta: ¿Qué podemos hacer?
El Bautista tiene las ideas muy claras. No les propone añadir a su vida nuevas prácticas religiosas. No les pide que se queden en el desierto haciendo penitencia. No les habla de nuevos preceptos. Al Mesías hay que acogerlo mirando atentamente a los necesitados.
No se pierde en teorías sublimes ni en motivaciones profundas. De manera directa, en el más puro estilo profético, lo resume todo en una fórmula genial: "El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, que haga lo mismo". Y nosotros, ¿qué podemos hacer para acoger a Cristo en medio de esta sociedad en crisis?
Antes que nada, esforzarnos mucho más en conocer lo que está pasando: la falta de información es la primera causa de nuestra pasividad. Por otra parte, no tolerar la mentira o el encubrimiento de la verdad. Tenemos que conocer, en toda su crudeza, el sufrimiento que se está generando de manera injusta entre nosotros.
No basta vivir a golpes de generosidad. Podemos dar pasos hacia una vida más sobria. Atrevernos a hacer la experiencia de "empobrecernos" poco a poco, recortando nuestro actual nivel de bienestar, para compartir con los más necesitados tantas cosas que tenemos y no necesitamos para vivir.
Podemos estar especialmente atentos a quienes han caído en situaciones graves de exclusión social: desahuciados, privados de la debida atención sanitaria, sin ingresos ni recurso social alguno... Hemos de salir instintivamente en defensa de los que se están hundiendo en la impotencia y la falta de motivación para enfrentarse a su futuro.
Desde las comunidades cristianas podemos desarrollar iniciativas diversas para estar cerca de los casos más sangrantes de desamparo social: conocimiento concreto de situaciones, movilización de personas para no dejar solo a nadie, aportación de recursos materiales, gestión de posibles ayudas...
La crisis va a ser larga. En los próximos años se nos va a ofrecer la oportunidad de humanizar nuestro consumismo alocado, hacernos más sensibles al sufrimiento de las víctimas, crecer en solidaridad práctica, contribuir a denunciar la falta de compasión en la gestión de la crisis... Será nuestra manera de acoger con más verdad a Cristo en nuestras vidas.

José Antonio Pagola

martes, 11 de diciembre de 2012

Mensaje de Navidad.

“Todos nosotros gruñimos como osos, gemimos lastimeramente como palomas. Esperamos justicia, mas no la hay,  salvación, pero se alejó de nosotros” (Isaías 59:11)Las palabras pronunciadas por el profeta Isaías podríamos escucharlas hoy de labios de multitud de ciudadanos que sufren las consecuencias de “la crisis” que entró a formar parte de nuestras vidas hace ya cuatro largos años. La Palabra se encarna en nuestra vida en multitud de ocasiones a través de conceptos, imágenes, sentimientos y situaciones que responden a nuestra realidad más cercana.
Una de las cuestiones que nos deja sumidos en la perplejidad es constatar la falta de “padres de la crisis”, parece que vino por generación espontanea, que no existen ni responsables ni, como consecuencia, responsabilidades que asumir por los males infligidos a miles de personas que han visto en muy poco espacio de tiempo cambiar sus perspectivas de vida de modo dramático.
No hay ninguna posibilidad de cambiar el rumbo si no identificamos las causas y los causantes de esta terrible crisis que se ha nutrido de los peores instintos del alma humana: el egoísmo, la avaricia, el deseo de acumular riqueza sin control. Es evidente que en los centros del poder financiero y político hay protagonistas plenamente responsables de la situación actual.
En muchas ocasiones asistimos a un juego de traslación de culpabilidades en la alteridad, en lo que es diferente,  distinto de mi,  este ha sido el sustento que ha alimentado las ideologías xenófobas y de exclusión que tanto dolor han provocado en esta vieja Europa. Las víctimas son buscadas en los colectivos más débiles y hoy observamos con preocupación cómo se reproducen los viejos demonios; resurgen movimientos políticos y sociales en muchos países de signo violento que pisotean los derechos más elementales, rompen puentes, sembrando el odio y el dolor.
La falta de responsabilidad continua trasladando los costes de la crisis a las clases más débiles, la invocación de la austeridad como panacea de salvación, continua ahondando en las profundas desigualdades de nuestro mundo, sumiendo en la pobreza a amplias capas de la población.
Debido a este estado de cosas, en nuestro próximo Sínodo General hemos querido que se aborde de modo muy significativo el momento que vivimos:Responsables para un mundo distinto. Sólo hay un camino para transformar este mundo de gruñidos y lamentos  al que alude el profeta Isaías, en el que se espera la justicia y la salvación  que se alejó de nosotros.
En este tiempo de Adviento se nos invita también a cada uno a examinar qué podemos hacer de modo individual y colectivo. La pregunta: “¿soy yo acaso guarda de mi hermano? nos reta a ser solidarios los unos con los otros, y a empezar a tejer con fuerza redes de sostén mutuo que no sólo deben ser reparadoras de situaciones concretas, sino del despertar de una nueva conciencia de entender el mundo y nuestra misión en él.
Este Emmanuel, que vino y habitó entre nosotros eligiendo un lugar entre los pobres, es el signo máximo de la solidaridad, sólo a partir de ella es posible construir un mundo distinto y elegir como único posible camino de salida, de salvación, la esperanza en lugar del odio: “para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, para encaminar nuestros pies por camino de paz” (Lucas. 1:79).

Joel Cortés
Presidente de la Comisión Permanente
IEE 

lunes, 10 de diciembre de 2012

Me gusta/No me gusta.

Me gusta.
Me gusta que existan cosas que me gusten, porque son las que consiguen hacerme latir el corazón en un día de paro cardíaco.
Me gusta que me llamen por mi nombre, sin diminutivos, parentescos ni eufemismos mediocres que definen lo que soy y no quién soy. Me gusta por tanto, llamar al pan pan y al vino, vino.
Me gusta Chavela Vargas. Las guirnaldas de luces minúsculas en sitios oscuros y sentarme centrada y más bien delante en la sala de cine
Me gusta el ronroneo de Darío, mi gato, cuando quiere acurrucarse debajo de mi cuello, como si fuera una medalla peluda y verle cerrar los ojos cuando lo tengo frente a frente.
La poesía del olvidado Pedro Beltrán. El color azul.
Las conversaciones con mi hermana. De esas que no arreglan el mundo pero que me dejan la sensación de haberlo hecho.
El humor absurdo, el humor negro. También los chistes gráficos.
El pan, el queso, el vino y el chocolate.
Me gusta tener amigos hasta en el infierno. Aunque amigos, son pocos, pero presumo de ellos.
Ir de tapas a “la Republicana” Verle las tripas a un reloj
Me gusta la forma de mover sus manos, observarle por el rabillo del ojo, su mirada interrogante…
El olor de las tomateras envueltas en frescura después de una tormenta Las piedras austeras del Románico , su sencillez y orden sobrio.
El morro blandito y aterciopelado de un caballo y notar su respiración en la palma de mi mano. Y la cabeza rugosa de los terneritos antes de asomar los cuernos
Me gusta la biografía de Santiago Ramón y Cajal, plagada de anécdotas y pensamientos que nunca me dejan indiferente.
Desayunar en vaso ancho de cubata, un buen café con leche y galletas a destajo.
Me gusta escuchar “La Bohème”, con el volumen alto, en el sofá de mi casa, un día festivo, preferiblemente por la mañana.
Recordar cómo me dormía de niña en el regazo de mi abuela, donde el mundo se paraba y nada malo podía pasarte.
Los cortos de cine y el cine de autor.
El sonido de una moto de gran cilindrada al arrancar y el de un coche al decelerar.
Me gusta escuchar una buena explicación de algo que no entiendo o que despierte mi interés.
Leer una y otra vez el poema “Desnuda” de Roque Dalton.
La luz entrando por las vidrieras de colores. El olor inequívoco de las bibliotecas.
La bondad de los desconocidos, bueno ésta, más que gustarme, me deja perpleja.
Cruzar el túnel de Somport y perderme en el sur de Francia, como suelo decir, por mi pequeño rincón del mundo.

No me gusta.

No me gusta suspender un examen de conciencia
No me gusta la altivez de las personas absurdas y maleducadas, especialmente cuando se trata de salud o economía.
Que hablen de ti como si no estuvieras presente
La mirada sin tapujos de la mesa de al lado cuando el camarero te sirve el plato
Esa vocal entre la “a” y la “e” que pronuncian por Andalucía.
Las que se visten y maquillan como recién sacadas del circo para ir a una boda o los que comen en un buffet como si hubieran ayunado una semana
Las gamuzas de pelo para limpiar el polvo
Tragarme las mil fotos del viaje de fin de semana a Cuenca de la parejita enamorada
Las risotadas con campanilla
Los mediáticos del corazón, ni sus chiquillos de ojos pixelados, ni sus éxitos ni contiendas ni sus jodiendas varias
La gente que cierra los ojos la hablar. ¿A dónde creen que van?
Los payasos (incluidos los mimos y los políticos).
Las mariposas de cerca.
Los neologismos aceptados por la RAE por uso popular
Los tirantes de plástico, de esos que se venden como invisibles.
Los recordatorios de comunión, especialmente si incluyen foto de la criatura. Tampoco dejo atrás las fotos de boda, como las que lucen debajo del Batallador cogiditos de la mano, ni las figurillas que inmortalizan el momento. El último, un bebé cargado de peladillas fabricado a cascoporro. Y claro, tú miras esa especie de albóndiga de porcelana con los ojos pintados casi en la frente y media cuenca vacía y te haces cruces pensando hasta dónde puede llegar la maldad de la mafia china.
Los anuncios de Cocacola, que venden felicidad y paz mundial, en lugar una bebida marrón que hincha la tripa. (de McDonals y sus felices visitas en familia para ver las futuras hamburguesas prefiero no hablar)
Los argumentos en contra del pensamiento, pusilánimes y tóxicos de pragmatismo, como “el toro ha nacido para esto” “cualquier tiempo pasado fue mejor” o “si existiera Dios no permitiría las guerras y las hambrunas”
No me gusta ver la cuadrilla de adolescentes a las puertas del Paraninfo, levantando un puño ignorante de significado, mientras hacen uso del móvil con la otra mano.
No me gusta que se recuerde la “España profunda” cuando muchos días creo, que no hemos tocado fondo.
 

Ana Baquedano

lunes, 3 de diciembre de 2012

Aprendiendo a esperar.



Mateo 14:22-32

Esperar con paciencia no es el fuerte de la sociedad aragonesa. Cuando estas con el coche delante del semáforo lo puedes comprobar. No somos un pueblo paciente. Nos gusta accionar el claxon, usar el microondas, la mensajería instantánea, la comida rápida, no nos gusta esperar en el teléfono, o en la tienda o en correos, o en urgencias.

A nosotros no nos gusta esperar por eso si un pasaje de Mateo nos resulta atractivo es ese donde Jesús es el Señor de Respuesta Rápida. En tres ocasiones el autor de este evangelio usa la palabra enseguida y siempre relacionada con Jesús. El hizo que los discípulos se adelantaran en la barca enseguida, cuando el camina sobre las aguas y los discípulos creen que es un fantasma él les responde en seguida y por último cuando Pedro comienza a caminar sobre las aguas y se hunde, Jesús extiende su mano enseguida.

Parece ser que los actos de Jesús son inmediatos en el tiempo. Pero la historia que hemos escuchado tiene que ver con la espera. Jesús se acerca a los discípulos cuando él considera oportuno. Y es que para Mateo es importante que los lectores aprendan a esperar.

Otro momento de espera es cuando Pedro decide abandonar la barca y caminar sobre las aguas. El sabe que no lo puede hacer solo. Por eso pide permiso a Jesús. O sea, esperar por la luz verde del semáforo. Parece ser que caminar sobre las aguas no es tan fácil. Requiere paciencia. Entrenamiento.

Pero si miran algunos detalles verán que el viento sobre el lago no se calma hasta que ha acabado el episodio con los discípulos en la barca. ¿Por qué Jesús no calmo antes el viento? ¿Por qué lo hizo al final después que los discípulos habían pasado miedo? ¿Quizás Pedro no se hubiera hundido con tanto viento? Pero Jesús pensó que se podía esperar un poco.

Quiero que se fijen en algo que hacen los discípulos durante el ministerio de Jesús: Esperan. Dios nunca actúa según nuestros ritmos. Y es que esperar puede convertirse en lo más difícil a lo que somos llamados. No nos gusta que Dios nos haga esperar. Queremos una persona para compartir nuestra vida ya. Queremos un hijo ya. Queremos un trabajo ya. Queremos que se haga justicia ya. Queremos que la depresión se acabe ya. Queremos que los demás cambien ya. Queremos que los ancianos nos entiendan ya. Pero la vida no es así. Nuestro paso por la tierra está llena de esperas. O al menos en la Biblia es así.

Dios le dice a Abraham que tendría un hijo, que sería el padre de una gran nación. Pero Israel tuvo que esperar 400 años. Dios le dijo a Moisés que le guiaría hasta la tierra prometida, pero el pueblo tuvo que esperar 40 años en el desierto. En las Escrituras la palabra fe y la palabra esperar están ligadas íntimamente. A veces se usan indistintivamente.
En el AT encontramos 43 veces que se le ordena al pueblo esperar. Esperen en el Señor. Y la última palabra que se escribe en el NT tiene que ver con la espera. Ap. 22.20 Jesús le dice a Juan que él venía pronto. Quizás para nosotros se está retardando, pero a la luz de la eternidad Jesús viene pronto. Así que lo único que podemos hacer es resistir.

Los evangelios nos cuentan lo que pasó la mañana del domingo tras la muerte de Jesús. Antes que las mujeres llegaran con los aceites a la tumba de Jesús la piedra fue removida. Aparentemente nada había cambiado en el mundo. Poncio Pilato seguía en su palacio, el sumo sacerdote seguía asumiendo el control del Templo. Pero algo había cambiado. Se había abierto una abertura en la historia de los hombres y las mujeres. Una abertura pequeña. Del tamaño de una puerta.

Así que cada vez que estoy dispuesto a enfrentarme a la injusticia, cada vez que elijo no hacer el mal, cada vez que comparto con alguien las buenas noticias del Reino de Dios, cada vez que comparto una comida con alguien y le invito a que me vea por dentro; esa abertura se hace un poco más grande. La oscuridad se hace menor. La luz puede alcanzar otro espacio.

Cada día veo corredores por el Parque Grande. Corren rápido. Y si paseo por el Pirineo puedo ver quebrantahuesos que suben y suben hasta donde ya no les puedo ver. Es difícil ser alguien que solo camina cuando estoy rodeado de corredores o de quebrantahuesos. Sin embargo, caminar es a veces lo único que puedo hacer. Esperar es lo único que a veces puedo ofrecer a Dios. Y confío en que El entienda mi caminar y mi espera. Aunque a mi no me gusta ahora. Y es que quiero las cosas ya.

Un día llegará la libertad. Pero no ahora. Ahora tendremos batallas, penas, sufrimientos, noticias de muertes. Pero un día todo eso acabará. Así que les animo a seguir caminando porque lo que esperamos es tan importante como lo que esta ocurriendo mientras esperamos.

Hay que esperar. Hay que tener fe.

A veces tenemos más preguntas que respuestas. Toma 2.



¿Necesitamos templos los cristianos?

  Las primeras comunidades cristianas no tenían templos. Se reunían en las casas.  Y fue ya tras la designación del cristianismo como religión oficial (s.IV) cuando fue prohibido hacerlo así y se  eempezaron a construir templos.  Los primeros cristianos no necesitaban templos. ¿Los necesitamos nosotros?

¿No tuvo Jesús una relación difícil con el templo y sus sacerdotes? ¿No enseñaba Jesús al aire libre, no oraba een  la montaña? ¿No leemos en Hechos que el Altísimo no habita en edificios construidos por hombres    ssegún Hechos 7, 48?

¿No será que mantenemos tradiciones paganas de templos donde habitan dioses? ¿No será que es más fácil   rcreer sagrado un espacio que los hombres y mujeres, en los que sí habita Dios? ¿No será que nos conviene en   un espacio donde esconder lo sagrado para no comprometer el resto de nuestra vida? ¿No será que nesitamos algo visible porque no nos atrevemos a conocer lo invisible? ¿No será que es más fácil construir una iglesia que una comunidad?

Miguel Ángel Nievas.                                                                                                                            Zaragoza

A veces tenemos más preguntas que respuestas. Toma 1.



¿        ¿Fracción del pan o lavatorio?

El evangelista Juan, nada sospechoso de frivolidad, omite en su relato de la última cena la fracción del pan. En su lugar describe con detalle cómo Jesús, en mitad de la cena y no al principio, se arrodilla y lava los pies de sus discípulos. Y después les explica por qué.
¿No estaba Juan cuando Jesús hizo la fracción del pan? ¿O es que a los otros evangelistas no les llamó la atención que Jesús lavara los pies de sus apóstoles en mitad de la cena? ¿No serán ambos rituales equivalentes y Juan incorpora el lavatorio porque ya los primeros cristianos han empezado a sacralizar la fracción del pan?
¿No será que el mensaje central de esa cena era yo me entrego por completo, haced vosotros lo mismo? ¿No será que preferimos la fracción del pan porque es más moderada, y no nos compromete a nada?

¿No será que es más fácil discutir de transustanciación, o de las condiciones para acceder a ella? ¿Por qué nadie se plantea recordar a Jesús sirviendo a los demás?
Miguel Ángel Nievas.                                                                                                                             Zaragoza
 

Abrir caminos nuevos.



Lucas 3, 1-6

Los primeros cristianos vieron en la actuación del Bautista al profeta que preparó decisivamente el camino a Jesús. Por eso, a lo largo de los siglos, el Bautista se ha convertido en una llamada que nos sigue urgiendo a preparar caminos que nos permitan acoger a Jesús entre nosotros.
Lucas ha resumido su mensaje con este grito tomado del profeta Isaías: "Preparad el camino del Señor". ¿Cómo escuchar ese grito en la Iglesia de hoy?  ¿Cómo
abrir caminos para que los hombres y mujeres de nuestro tiempo podamos encontrarnos con él? ¿Cómo acogerlo en nuestras comunidades?
Lo primero es tomar conciencia de que necesitamos un contacto mucho más vivo con su persona. No es posible alimentarse solo de doctrina religiosa. No es posible seguir a un Jesús convertido en una sublime abstracción. Necesitamos sintonizar vitalmente con él, dejarnos atraer por su estilo de vida, contagiarnos de su pasión por Dios y por el ser humano.
En medio del "desierto espiritual" de la sociedad moderna, hemos de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde se acoge el Evangelio de Jesús. Vivir la experiencia de reunirnos creyentes, menos creyentes, poco creyentes e, incluso, no creyentes, en torno al relato evangélico de Jesús. Darle a él la oportunidad de que penetre con su fuerza humanizadora en nuestros problemas, crisis, miedos y esperanzas.
No lo hemos de olvidar. En los evangelios no aprendemos doctrina académica sobre Jesús, destinada inevitablemente a envejecer a lo largo de los siglos. Aprendemos un estilo de vivir realizable en todos los tiempos y en todas las culturas: el estilo de vivir de Jesús. La doctrina no toca el corazón, no convierte ni enamora. Jesús sí.
La experiencia directa e inmediata con el relato evangélico nos hace nacer a una fe nueva, no por vía de "adoctrinamiento" o de "aprendizaje teórico", sino por el contacto vital con Jesús. Él nos enseña a vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Nos hace vivir la vida cristiana, no como deber sino como contagio. En contacto con el evangelio recuperamos nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.
Recorriendo los evangelios experimentamos que la presencia invisible y silenciosa del Resucitado adquiere rasgos humanos y recobra voz concreta. De pronto todo cambia: podemos vivir acompañados por Alguien que pone sentido, verdad y esperanza en nuestra existencia. El secreto de la "nueva evangelización" consiste en ponernos en contacto directo e inmediato con Jesús. Sin él no es posible engendrar una fe nueva.

José Antonio Pagola

viernes, 30 de noviembre de 2012

Deuteronomio y el futuro de Israel.

Apuntes para un estudio bíblico comunitario.



I. Introducción

El viernes pasado estudiamos las maldiciones y las bendiciones como posibles alternativas para Israel en dependencia a su respuesta a lo que estipulaba la Alianza. Hoy recorreremos el cap. 29 y el 30. Y para sorpresa nuestra veremos como el futuro de Israel se presenta con nubarrones.

Estos cap. se nos presentan como una especie de oráculos de condena. Se nos dice que las maldiciones llegarán.

Leamos Dt. 29

II. Dt.29

Desde el vv.1 al 8 tenemos delante a Moisés exponiendo tres carencias de Israel: Corazón para entender, ojos para ver, oídos para oír. Si alguno está sospechando que se trata de órganos físicos le tengo que dar una mala noticia: Israel tiene corazón, ojos y oídos ya. Por tanto aquí se trata de otra cosa. Se trata de la capacidad para entender. Y cuando Dt. habla de entendimiento se está refiriendo nada más y nada menos que a la capacidad de Israel para ver a Dios como autor de todo lo que tiene y ha de recibir. Y es que no hay un futuro para Israel sin esta comprensión.

Pero a pesar de los años en el desierto Israel no puede o no quiere ver la mano de Dios. No se trata de una fe intelectual, sino de la fe que lleva a la obediencia. P. e. v.9. Cuando acabemos de leer Dt. nos daremos cuenta que el libro nunca separa la fe y la obediencia.

¿Quién le da el corazón a Israel? Dios. Corazón es una palabra clave en el Dt. Se menciona 51 veces. Parece que para Dios el corazón es importante. Quizás por eso exige que se le ame con todo el corazón. (Dt. 6: 4-5)

En el cap. 29 se anticipa la caída de Israel.

a) Desastres (Dt.29:19-23, 25-26)
b) Exilio

Parece ser que las maldiciones no son una opción sino una realidad a la que Israel no puede escapar. Dt. presenta a Israel como pecador por naturaleza.

III. Dt. 30

Aquí hay un cambio de tono. Las maldiciones no son la última palabra. Parece ser que Dios hará algo.

Leer Dt. 30: 1-10

Parece ser que el futuro de Israel depende de si obedece a Dios y vuelve a él. Pero el enfoque es más complejo.

A    vv.1-2  Israel vuelve y obedece
B    vv.3-5   Dios bendice
C    vv. 6-8 Dios cambia el corazón, Israel obedece
B      v.9      Dios bendice
A      v.10    Israel obedece y vuelve

Parece ser que el futuro de Israel no depende tanto de su hacer, como de la propia acción de Dios. Esto es un terma importante. El futuro de Israel no dependerá de él mismo tanto como de la acción del propio Dios. Parece ser que Dios esta vinculado a la promesa que hizo a Abraham.

¿Cuál es el propósito de la circuncisión física? Señal de alianza con Abraham. Y por extensión al pueblo heredero de esas promesas.

¿Cuándo dios cumplirá sus promesas? Dt parece proponer que esto ocurrirá después que se hayan cumplido las maldiciones.

IV. La escatología del Dt.

Definición: Es el estudio de las creencias religiosas referentes a la vida después de la muerte y acerca del final del hombre y del universo.

Podemos resumir diciendo:

a) Dt. reconoce la imposibilidad de Israel para superar su estado de pecaminosidad que lo conducirá al exilio. 

Próximo tema: El Deuteronomio y el Nuevo Testamento.

Augusto G. Milián