martes, 11 de diciembre de 2012

Mensaje de Navidad.

“Todos nosotros gruñimos como osos, gemimos lastimeramente como palomas. Esperamos justicia, mas no la hay,  salvación, pero se alejó de nosotros” (Isaías 59:11)Las palabras pronunciadas por el profeta Isaías podríamos escucharlas hoy de labios de multitud de ciudadanos que sufren las consecuencias de “la crisis” que entró a formar parte de nuestras vidas hace ya cuatro largos años. La Palabra se encarna en nuestra vida en multitud de ocasiones a través de conceptos, imágenes, sentimientos y situaciones que responden a nuestra realidad más cercana.
Una de las cuestiones que nos deja sumidos en la perplejidad es constatar la falta de “padres de la crisis”, parece que vino por generación espontanea, que no existen ni responsables ni, como consecuencia, responsabilidades que asumir por los males infligidos a miles de personas que han visto en muy poco espacio de tiempo cambiar sus perspectivas de vida de modo dramático.
No hay ninguna posibilidad de cambiar el rumbo si no identificamos las causas y los causantes de esta terrible crisis que se ha nutrido de los peores instintos del alma humana: el egoísmo, la avaricia, el deseo de acumular riqueza sin control. Es evidente que en los centros del poder financiero y político hay protagonistas plenamente responsables de la situación actual.
En muchas ocasiones asistimos a un juego de traslación de culpabilidades en la alteridad, en lo que es diferente,  distinto de mi,  este ha sido el sustento que ha alimentado las ideologías xenófobas y de exclusión que tanto dolor han provocado en esta vieja Europa. Las víctimas son buscadas en los colectivos más débiles y hoy observamos con preocupación cómo se reproducen los viejos demonios; resurgen movimientos políticos y sociales en muchos países de signo violento que pisotean los derechos más elementales, rompen puentes, sembrando el odio y el dolor.
La falta de responsabilidad continua trasladando los costes de la crisis a las clases más débiles, la invocación de la austeridad como panacea de salvación, continua ahondando en las profundas desigualdades de nuestro mundo, sumiendo en la pobreza a amplias capas de la población.
Debido a este estado de cosas, en nuestro próximo Sínodo General hemos querido que se aborde de modo muy significativo el momento que vivimos:Responsables para un mundo distinto. Sólo hay un camino para transformar este mundo de gruñidos y lamentos  al que alude el profeta Isaías, en el que se espera la justicia y la salvación  que se alejó de nosotros.
En este tiempo de Adviento se nos invita también a cada uno a examinar qué podemos hacer de modo individual y colectivo. La pregunta: “¿soy yo acaso guarda de mi hermano? nos reta a ser solidarios los unos con los otros, y a empezar a tejer con fuerza redes de sostén mutuo que no sólo deben ser reparadoras de situaciones concretas, sino del despertar de una nueva conciencia de entender el mundo y nuestra misión en él.
Este Emmanuel, que vino y habitó entre nosotros eligiendo un lugar entre los pobres, es el signo máximo de la solidaridad, sólo a partir de ella es posible construir un mundo distinto y elegir como único posible camino de salida, de salvación, la esperanza en lugar del odio: “para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, para encaminar nuestros pies por camino de paz” (Lucas. 1:79).

Joel Cortés
Presidente de la Comisión Permanente
IEE 

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