Mateo
14:22-32
Esperar
con paciencia no es el fuerte de la sociedad aragonesa. Cuando estas con el
coche delante del semáforo lo puedes comprobar. No somos un pueblo paciente.
Nos gusta accionar el claxon, usar el microondas, la mensajería instantánea, la
comida rápida, no nos gusta esperar en el teléfono, o en la tienda o en
correos, o en urgencias.
A
nosotros no nos gusta esperar por eso si un pasaje de Mateo nos resulta
atractivo es ese donde Jesús es el Señor de Respuesta Rápida. En tres ocasiones
el autor de este evangelio usa la palabra enseguida
y siempre relacionada con Jesús. El hizo que los discípulos se adelantaran
en la barca enseguida, cuando el camina sobre las aguas y los discípulos creen
que es un fantasma él les responde en seguida y por último cuando Pedro
comienza a caminar sobre las aguas y se hunde, Jesús extiende su mano
enseguida.
Parece
ser que los actos de Jesús son inmediatos en el tiempo. Pero la historia que
hemos escuchado tiene que ver con la espera. Jesús se acerca a los discípulos
cuando él considera oportuno. Y es que para Mateo es importante que los
lectores aprendan a esperar.
Otro
momento de espera es cuando Pedro decide abandonar la barca y caminar sobre las
aguas. El sabe que no lo puede hacer solo. Por eso pide permiso a Jesús. O sea,
esperar por la luz verde del semáforo. Parece ser que caminar sobre las aguas
no es tan fácil. Requiere paciencia. Entrenamiento.
Pero
si miran algunos detalles verán que el viento sobre el lago no se calma hasta
que ha acabado el episodio con los discípulos en la barca. ¿Por qué Jesús no
calmo antes el viento? ¿Por qué lo hizo al final después que los discípulos
habían pasado miedo? ¿Quizás Pedro no se hubiera hundido con tanto viento? Pero
Jesús pensó que se podía esperar un poco.
Quiero
que se fijen en algo que hacen los discípulos durante el ministerio de Jesús:
Esperan. Dios nunca actúa según nuestros ritmos. Y es que esperar puede
convertirse en lo más difícil a lo que somos llamados. No nos gusta que Dios
nos haga esperar. Queremos una persona para compartir nuestra vida ya. Queremos
un hijo ya. Queremos un trabajo ya. Queremos que se haga justicia ya. Queremos
que la depresión se acabe ya. Queremos que los demás cambien ya. Queremos que
los ancianos nos entiendan ya. Pero la vida no es así. Nuestro paso por la
tierra está llena de esperas. O al menos en la Biblia es así.
Dios
le dice a Abraham que tendría un hijo, que sería el padre de una gran nación.
Pero Israel tuvo que esperar 400 años. Dios le dijo a Moisés que le guiaría
hasta la tierra prometida, pero el pueblo tuvo que esperar 40 años en el
desierto. En las Escrituras la palabra fe y la palabra esperar están ligadas
íntimamente. A veces se usan indistintivamente.
En
el AT encontramos 43 veces que se le ordena al pueblo esperar. Esperen en el
Señor. Y la última palabra que se escribe en el NT tiene que ver con la espera.
Ap. 22.20 Jesús le dice a Juan que él venía pronto. Quizás para nosotros se
está retardando, pero a la luz de la eternidad Jesús viene pronto. Así que lo
único que podemos hacer es resistir.
Los
evangelios nos cuentan lo que pasó la mañana del domingo tras la muerte de
Jesús. Antes que las mujeres llegaran con los aceites a la tumba de Jesús la
piedra fue removida. Aparentemente nada había cambiado en el mundo. Poncio
Pilato seguía en su palacio, el sumo sacerdote seguía asumiendo el control del
Templo. Pero algo había cambiado. Se había abierto una abertura en la historia
de los hombres y las mujeres. Una abertura pequeña. Del tamaño de una puerta.
Así
que cada vez que estoy dispuesto a enfrentarme a la injusticia, cada vez que
elijo no hacer el mal, cada vez que comparto con alguien las buenas noticias
del Reino de Dios, cada vez que comparto una comida con alguien y le invito a
que me vea por dentro; esa abertura se hace un poco más grande. La oscuridad se
hace menor. La luz puede alcanzar otro espacio.
Cada
día veo corredores por el Parque Grande. Corren rápido. Y si paseo por el
Pirineo puedo ver quebrantahuesos que suben y suben hasta donde ya no les puedo
ver. Es difícil ser alguien que solo camina cuando estoy rodeado de corredores
o de quebrantahuesos. Sin embargo, caminar es a veces lo único que puedo hacer.
Esperar es lo único que a veces puedo ofrecer a Dios. Y confío en que El
entienda mi caminar y mi espera. Aunque a mi no me gusta ahora. Y es que quiero
las cosas ya.
Un
día llegará la libertad. Pero no ahora. Ahora tendremos batallas, penas,
sufrimientos, noticias de muertes. Pero un día todo eso acabará. Así que les
animo a seguir caminando porque lo que esperamos es tan importante como lo que
esta ocurriendo mientras esperamos.
Hay
que esperar. Hay que tener fe.
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