lunes, 3 de diciembre de 2012

Aprendiendo a esperar.



Mateo 14:22-32

Esperar con paciencia no es el fuerte de la sociedad aragonesa. Cuando estas con el coche delante del semáforo lo puedes comprobar. No somos un pueblo paciente. Nos gusta accionar el claxon, usar el microondas, la mensajería instantánea, la comida rápida, no nos gusta esperar en el teléfono, o en la tienda o en correos, o en urgencias.

A nosotros no nos gusta esperar por eso si un pasaje de Mateo nos resulta atractivo es ese donde Jesús es el Señor de Respuesta Rápida. En tres ocasiones el autor de este evangelio usa la palabra enseguida y siempre relacionada con Jesús. El hizo que los discípulos se adelantaran en la barca enseguida, cuando el camina sobre las aguas y los discípulos creen que es un fantasma él les responde en seguida y por último cuando Pedro comienza a caminar sobre las aguas y se hunde, Jesús extiende su mano enseguida.

Parece ser que los actos de Jesús son inmediatos en el tiempo. Pero la historia que hemos escuchado tiene que ver con la espera. Jesús se acerca a los discípulos cuando él considera oportuno. Y es que para Mateo es importante que los lectores aprendan a esperar.

Otro momento de espera es cuando Pedro decide abandonar la barca y caminar sobre las aguas. El sabe que no lo puede hacer solo. Por eso pide permiso a Jesús. O sea, esperar por la luz verde del semáforo. Parece ser que caminar sobre las aguas no es tan fácil. Requiere paciencia. Entrenamiento.

Pero si miran algunos detalles verán que el viento sobre el lago no se calma hasta que ha acabado el episodio con los discípulos en la barca. ¿Por qué Jesús no calmo antes el viento? ¿Por qué lo hizo al final después que los discípulos habían pasado miedo? ¿Quizás Pedro no se hubiera hundido con tanto viento? Pero Jesús pensó que se podía esperar un poco.

Quiero que se fijen en algo que hacen los discípulos durante el ministerio de Jesús: Esperan. Dios nunca actúa según nuestros ritmos. Y es que esperar puede convertirse en lo más difícil a lo que somos llamados. No nos gusta que Dios nos haga esperar. Queremos una persona para compartir nuestra vida ya. Queremos un hijo ya. Queremos un trabajo ya. Queremos que se haga justicia ya. Queremos que la depresión se acabe ya. Queremos que los demás cambien ya. Queremos que los ancianos nos entiendan ya. Pero la vida no es así. Nuestro paso por la tierra está llena de esperas. O al menos en la Biblia es así.

Dios le dice a Abraham que tendría un hijo, que sería el padre de una gran nación. Pero Israel tuvo que esperar 400 años. Dios le dijo a Moisés que le guiaría hasta la tierra prometida, pero el pueblo tuvo que esperar 40 años en el desierto. En las Escrituras la palabra fe y la palabra esperar están ligadas íntimamente. A veces se usan indistintivamente.
En el AT encontramos 43 veces que se le ordena al pueblo esperar. Esperen en el Señor. Y la última palabra que se escribe en el NT tiene que ver con la espera. Ap. 22.20 Jesús le dice a Juan que él venía pronto. Quizás para nosotros se está retardando, pero a la luz de la eternidad Jesús viene pronto. Así que lo único que podemos hacer es resistir.

Los evangelios nos cuentan lo que pasó la mañana del domingo tras la muerte de Jesús. Antes que las mujeres llegaran con los aceites a la tumba de Jesús la piedra fue removida. Aparentemente nada había cambiado en el mundo. Poncio Pilato seguía en su palacio, el sumo sacerdote seguía asumiendo el control del Templo. Pero algo había cambiado. Se había abierto una abertura en la historia de los hombres y las mujeres. Una abertura pequeña. Del tamaño de una puerta.

Así que cada vez que estoy dispuesto a enfrentarme a la injusticia, cada vez que elijo no hacer el mal, cada vez que comparto con alguien las buenas noticias del Reino de Dios, cada vez que comparto una comida con alguien y le invito a que me vea por dentro; esa abertura se hace un poco más grande. La oscuridad se hace menor. La luz puede alcanzar otro espacio.

Cada día veo corredores por el Parque Grande. Corren rápido. Y si paseo por el Pirineo puedo ver quebrantahuesos que suben y suben hasta donde ya no les puedo ver. Es difícil ser alguien que solo camina cuando estoy rodeado de corredores o de quebrantahuesos. Sin embargo, caminar es a veces lo único que puedo hacer. Esperar es lo único que a veces puedo ofrecer a Dios. Y confío en que El entienda mi caminar y mi espera. Aunque a mi no me gusta ahora. Y es que quiero las cosas ya.

Un día llegará la libertad. Pero no ahora. Ahora tendremos batallas, penas, sufrimientos, noticias de muertes. Pero un día todo eso acabará. Así que les animo a seguir caminando porque lo que esperamos es tan importante como lo que esta ocurriendo mientras esperamos.

Hay que esperar. Hay que tener fe.

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