lunes, 3 de diciembre de 2012

A veces tenemos más preguntas que respuestas. Toma 2.



¿Necesitamos templos los cristianos?

  Las primeras comunidades cristianas no tenían templos. Se reunían en las casas.  Y fue ya tras la designación del cristianismo como religión oficial (s.IV) cuando fue prohibido hacerlo así y se  eempezaron a construir templos.  Los primeros cristianos no necesitaban templos. ¿Los necesitamos nosotros?

¿No tuvo Jesús una relación difícil con el templo y sus sacerdotes? ¿No enseñaba Jesús al aire libre, no oraba een  la montaña? ¿No leemos en Hechos que el Altísimo no habita en edificios construidos por hombres    ssegún Hechos 7, 48?

¿No será que mantenemos tradiciones paganas de templos donde habitan dioses? ¿No será que es más fácil   rcreer sagrado un espacio que los hombres y mujeres, en los que sí habita Dios? ¿No será que nos conviene en   un espacio donde esconder lo sagrado para no comprometer el resto de nuestra vida? ¿No será que nesitamos algo visible porque no nos atrevemos a conocer lo invisible? ¿No será que es más fácil construir una iglesia que una comunidad?

Miguel Ángel Nievas.                                                                                                                            Zaragoza

2 comentarios:

  1. Es verdad que no necesitamos un local, estrictamente hablando. Como tampoco necesitamos automóviles. Pero el paisaje urbano ha ido transformándose inexorablemente, y hemos ido interponiendo nueva tecnología y nuevas formas culturales entre nosotros y nuestro medio que, a la vez que son instrumento útil, también han fraguado en nuevas dependencias. El templo, o local común de la iglesia, no es más que una dependencia en un edificio... en el doble sentido de "dependencia". Pero también tenemos que considerar el cuidado en las instrucciones que Jesús da a sus discípulos para que preparen un aposento alto que les acoja para poder celebrar la Pascua de manera cómoda y adecuada con sus seguidores. También podían reunirse en... un huerto, por ejemplo. Pero en un día ventoso de invierno, una comunidad pequeña de, por ejemplo, Zaragoza terminaría añorando con temblor como un hijo pródigo: "¿Por qué, narices, no me habré quedado hoy en la casa de mi padre?..."

    ResponderEliminar
  2. A mi me parece que a día de hoy una comunidad que ya tenga cierto número de participantes aprovecha bien las ventajas de un local acondicionado, con medidas de seguridad, capaz para reuniones numerosas, donde se compartan recursos bibliográficos, educativos y tecnológicos. Pero creo nuestros locales deberían experimentar un gran cambio en su estructura, geometría, mobiliario y decoración. Para empezar debería ser una sala o salón multifuncional, donde sirviese de sala de audición y proyección, de aula, de sala para celebraciones y banquetes. Y también para cultos. El mobiliario tendría entonces que ser modular y fácilmente reubicable para servir a los distintos usos posibles. La decoración debería ser poco o nada simbólica. Quizá en vez de bancos mejor servirían asientos convertibles individuales. La disposición debería poder cambiar entre direccional (para una proyección) y central (para cultos sin sacerdote). El altar sobra mientras no se vaya a sacrificar a nadie más. Y por último, debería dejar de llamarse "iglesia" o "templo", porque esto solo consigue confundir tanto a visitantes como a interinos. Estos son cambios que no afectan ni a la teología ni a la confesión de fe de una comunidad, pero servirían enormemente a aquellos hombres que se ofrecen como templos al servicio de Dios y de los planes de la Iglesia.

    ResponderEliminar