María Magdalena es una figura rodeada de incógnitas. Lo poco que de ella sabemos nos produce más preguntas que respuestas; pero hay un detalle único y extraordinario en esta mujer que la hace sobresalir en las páginas del Nuevo Testamento: fue la primera persona con la que se encontró el Cristo resucitado.
La historia, presentada en los evangelios, se hace más explícita en el evangelio según Juan: ¿Por qué lloras?, le preguntaron los ángeles a María Magdalena. Es que se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto, les respondió. Apenas dijo esto, volvió la mirada y allí vio a Jesús de pie, aunque no sabía que era El. Jesús le dijo: ¿Por qué lloras, mujer?¿A quién buscas María. Ella se volvió y exclamó: Maestro.
El relato es parco, pero profundo en emoción. María de Magdala fue a ofrecerle respeto a un muerto, y de pronto descubrió la gran verdad del Cristo. Este encuentro ha sido analizado de formas mil por exégetas y predicadores. El hecho de que haya sido una mujer la primera persona en anunciar a otros la resurrección de Cristo es un salto gigantesco al futuro. ¿Quién era verdaderamente María Magdalena? Después de su encuentro con el Señor vencedor de la muerte, no vuelve a hablarse de ella en La Biblia. En el libro de Hechos no aparece, y cuando Pablo hace la lista de las personas que vieron al Cristo resucitado no la incluye.
En siglos recientes se ha redescubierto la importancia de María Magdalena, llegando a ser considerada como la advocación de las mujeres llamadas para proclamar el Evangelio. Algunos aducen que el resurgimiento de María Magdalena se debe a que históricamente ha sido difamada y se ha desvirtuado su carácter y su personalidad y se le debe la justicia de reconocerla como lo que verdaderamente fue, una mujer redimida por Jesús. Ha sido mal identificada como una prostituta arrepentida, afirmándose que era ella la mujer que fue apedreada por practicar el adulterio, una historia que aparece en el evangelio de Juan y que es de dudosa legitimidad.
En el evangelio de Lucas 8:2 hallamos estas palabras: entre ellas iba María, la llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios. El contexto en esta expresión se relaciona con el ministerio de sanidad de parte de Jesús. Se habla en el texto de algunas mujeres que El había curado de espíritus malignos y enfermedades, y entre éstas se menciona a María Madgalena, que por alguna razón que nos es desconocida Lucas la menciona por nombre. Probablemente Lucas se refiere a ella porque al escribir su evangelio ya sabía de su incorporación al grupo de los más fieles seguidores de Jesús. El tema de los “siete demonios” ha sido abusado por muchos intérpretes. Hay quienes creen que se trata de los siete pecados capitales, una forma de decir que la Magdalena era una mujer pecadora. Lo cierto es que en tiempos de Jesús muchas enfermedades se asociaban a la idea de la posesión demoníaca. Es razonable suponer que María fue sanada de una severa enfermedad y que tal experiencia la convirtió en discípula fiel de Jesús. Una referencia de Marcos 16:9-10 confirma esta posibilidad. Dice Marcos que después que Jesús había resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, lo que ratifica la actitud de respeto que tenían para con ella los autores de los evangelios.
En el evangelio de Lucas 7:36-50 se narra la historia de la mujer pecadora que en la casa de Simón el fariseo limpió los pies de Jesús con un frasco de perfume y con sus lágrimas, secándolos después con sus cabellos. En el evangelio no se identifica a esta mujer; pero a muchos se les ha ocurrido la idea de que se trataba de María Magdalena. A esta intrépida mujer que se atrevió a interrumpir una cena en casa de un importante fariseo, Jesús le dijo: Por tu fe has sido salvada; vete tranquila. Se trataba de una mujer de mala vida, a la que Cristo devolvió a la buena vida.
María Magdalena es el tema central de numerosas obras literarias y cinematográficas seculares. Simplemente citamos, como ejemplo, una novela –casi de matiz pornográfico- escrita por José Manual Vargas Vila, hace casi 90 años, en la que María Magdalena es presentada como una amante secreta, primero de Judas, y después de Jesús y el El Código da Vinci, de Dan Brown, donde se la presenta como la esposa secreta de Jesús, con quien tuvo descendencia. No es de extrañarnos que los desconocedores de los textos bíblicos todavía adopten la imagen de María Magdalena, como la de una prostituta arrepentida.
En las llamadas iglesias protestantes o evangélicas, no existe un concepto unánime sobre María Magdalena; pero las que tienen ascendencia histórica, como la luterana y la episcopal, entre las demás, veneran la memoria de María Magdalena. Es famoso el vitral que presenta a María Magdalena frente a la tumba vacía de Cristo que ha sido instalado en la iglesia luterana en Charleston, Carolina del Sur. En centenares de otras iglesias hay obras de arte que recuerdan a la privilegiada mujer bíblica que hoy hacemos referencia.
¿Puede imaginarse alguien qué significa ir a un cementerio a honrar a un ser amado fallecido y encontrarse con que la tumba está abierta y vacía? Pensaríamos en que se ha cometido una profanación o en que nos hemos equivocado de lugar, o en que manos criminales orquestaron un robo. Por la mente de María Magdalena pasaron todas estas ideas. Pensemos ahora, por un momento, en cuáles fueron sus sentimientos al ver frente a ella, resplandeciente y erguido al Señor que días antes había dejado inerte en el espacio de una cueva sellada con una piedra. La aclamación profunda y sonora estremeció los cielos e hizo temblar la tierra: ¡Aleluya!¡El Señor ha resucitado!
Yo quisiera, al igual que María Magdalena, cuando se abran mis ojos después que hayan sido cerrados por la muerte, abrirlos de pronto y ver frente a mí, amoroso y sonriente, al Jesús resucitado. Hoy, domingo de Resurrección, todos los cristianos anticipamos con esperanza ese glorioso momento.
Martín N. Añorga
No hay comentarios:
Publicar un comentario