jueves, 3 de diciembre de 2009

Se hace camino al andar.

2º Domingo de Adviento.

Tengo algunos recuerdos de mi infancia que en estos días han vuelto. Recuerdo cuando salíamos de viaje hacía la costa sur en las vacaciones que la carretera entre las montañas me parecía infinita. Que nunca se acababa. Que nunca llegaríamos al final. Siempre la carretera. Siempre la carretera. Yo quería ver el mar, pero el mar demoraba en verse en el horizonte.

Les invito a que veamos lo que nos cuenta Lucas 3: 1-6:

1En el año quincea del gobierno del emperador Tiberio, Poncio Pilato era gobernador de Judea, Herodes gobernaba en Galilea, su hermano Filipo gobernaba en Iturea y Traconítide, y Lisanias gobernaba en Abilene. 2 Anás y Caifás eran los sumos sacerdotes. Por aquel tiempo habló Dios en el desierto a Juan, el hijo de Zacarías, 3 y Juan pasó por toda la región del río Jordán diciendo a la gente que debían convertirse a Dios y ser bautizados,i para que Dios les perdonara sus pecados. 4 Esto sucedió como el profeta Isaías había escrito:
“Se oye la voz de alguien que grita en el desierto: ¡Preparad el camino del Señor;
abridle un camino recto! 5 Todo valle será rellenado, todo monte y colina será nivelado, los caminos torcidos serán enderezados y allanados los caminos escabrosos.
6 Todo el mundo verá la salvación que Dios envía.


Este es el texto indicado para esta mañana y me recuerda que, a veces, nosotros somos como los que hacen un viaje, no nos importa el paisaje, sino llegar. Nos impacienta la demora, queremos ver el final ya.

Vivimos días agitados. Andamos en estos días sin esperarnos unos a otros y luego nos quejamos de que vamos solos. Incluso nos quejamos de que no encontramos a Dios. ¿Será que Dios se ha enfadado con nosotros?

Tenemos algunas certezas teológicas. Una de ellas es la sensación de que creemos que Dios anda siempre escondido. Que se esconde de nosotros. Pero no, no está escondido. Lo que pasa es que no sabemos donde encontrarlo. Y la realidad es que Dios no está donde nosotros quisiéramos que estuviera.

Según las Escrituras Dios se manifiesta donde quiere y cuando él quiera. Acudirá a nuestro encuentro pero no de la forma que nosotros deseamos, no de la forma que nosotros queremos oírle. Dios está en el nuestro mundo, en nuestra historia personal y sólo ahí, en el mundo y en la historia, lo vamos a encontrar.

Y para encontrarle debemos andar el camino de nuestra vida pero no de forma repetitiva ni de manera solitaria. Los caminos se hacen andando. Y en los caminos nos tropezamos con gentes. En los caminos podemos facilitar que la gente se encuentre con Dios.

Ya no somos niños, aunque haya días que nos comportamos como ellos. Nosotros esperamos con ilusión y esperanza. Eso es también Adviento.

Nuestra vida está llena de niños- Algunos son pequeños y otros son grandes. Pero todos necesitan de nuestro cuidado. A veces somos nosotros esos niños que requieren que nos quieran y nos cuiden, porque estamos perdidos. Por mucho que algunos se empeñen en decirnos malos augurios, el amor siempre es posible. Nuestra vida está relaciona con la manera que pensamos y decidimos. Si has decidido pensar que la gente te engaña, entonces todos a tu alrededor serán engañadores. Si crees que el camino es duro antes de salir de casa, pues lo será y nadie podrá demostrarte lo contrario. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

El mensaje paulino de adviento es: cambia tu manera de pensar, para que cambie tu manera de vivir.

Tengan paz.

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