Confesiones de un cristiano dolorido
Tema 9
Jn.11:35
I. Introducción.
Llorar una pérdida o una muerte de un ser querido es algo muy personal. Y lo hacemos de muy diferentes maneras. Algunas personan encuentran consuelo dejando todas las cosas en la casa tal como estaban cuando ocurrió la pérdida. Otros cambian todas las cosas que les recuerda al ser querido.
II. Lo que conforta a unos puede causar dolor a otros.
Hay personas dentro de una misma familia que muestran diferentes actitudes frente a la muerte de un ser querido. La actitud frente a las fotos de esa persona es una muestra de ello.
Tras la muerte de mi madre, mi padre, por ejemplo, lleva una foto de ella en su cartera siempre. Mi hermana, Edna, ha colgado una foto de mis padres en el día de su boda en el salón. En el principio a mi me resultaba muy doloroso ver fotos de mi madre.
En varias ocasiones las fotos me han entristecido. Y la razón es que me hacen presente el hecho de que extraño a las personas que ya no están. ¿Por qué será?
III. No esperes que el dolor sea lógico.
Muchas personas quieren visitar con frecuencia el lugar donde fue sepultado la persona que amaban. Otros no sienten la necesidad de hacerlo. Algunos se sienten reconfortados al visitar el cementerio. Otros sienten más dolor al hacerlo.
Hay personas que necesitan hacer cosas para expresar su dolor. Trabajan y trabajan. Limpian y limpian. Cocinan y cocinan. Caminan y caminan. Ya sabemos que esto no es lógico. ¡Pero el dolor no es lógico! Tenemos que admitir esta realidad cuando otros a nuestro alrededor están sufriendo. Tenemos que esperar que su dolor sea ilógico.
IV. Admitiendo las contradicciones.
No podemos alarmarnos si la manera de expresar el dolor es contradictoria. Si cambia con el tiempo. El consuelo que viene de Dios opera de manera diferente en cada uno de nosotros. No hay una manera de expresar el dolor mejor que otra. Tampoco hay una peor que otra. Cada dolor es único. Personal. Nuestro y de nadie más. Nadie puede indicarnos cuál es la mejor manera de sufrir o reaccionar ante una pérdida de alguien que amamos.
Tras el funeral de mi madre, mi padre invitó a los amigos y los miembros de la iglesia a compartir algunos alimentos y bebidas. Algunos miembros de la familia se sintieron extrañados. Pero mi padre conocía a mi madre muy bien. Estaba seguro que ella hubiera sugerido que las risas y la reunión dominaran cualquier circunstancia de la vida por triste que esta fuera.
V. No hay que controlar el llanto de los demás.
Si no hay una única manera de llorar y el dolor es ilógico, entonces, ¿Qué se puede decir al respecto?
Primero, debemos admitir que sentimos dolor. No hay que negarlo o posponerlo. Podemos decir que somos cristianos doloridos y el mundo no se romperá en pedazos. Podemos decir que tenemos el corazón hecho pedazos; pero que se lo hemos dado a Cristo para que nos lo componga.
Segundo, hay que dejar que el proceso de dolor siga su curso. Los terapeutas afirman que el duelo puede durar hasta dos años y que nunca nos repondremos totalmente de él. Si lo negamos o tratamos de acortarlo estaremos prolongando el sufrimiento personal.
VI. Conclusiones.
El dolor lleva su tiempo. No tiene atajos. También requiere la compañía y la comprensión. El tiempo que una persona requiere para superarlo no ha de ser el mismo que requieran otros.
¿Cuanto dura el dolor? No tengo la más mínima idea. Cada uno de nosotros lo pasa de una manera diferente. Palabras como: ¡Ya basta de llorar! ¡Contrólate! Las dicen personas que no tienen idea de cuanto puede sufrirse tras una pérdida.
Pero hay otra verdad rondando. Jesús está cerca. Guiando y dirigiendo nuestro camino. El te comprende por lo que estás pasando y por eso está cerca, aunque no lo notes, todo el tiempo. Mientras te duré la tristeza estará, no importa cuan largo e intenso sea el camino.
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