Lc. 2: 1-7
Viernes 25 de Diciembre 2009
Los pastores, eran aquellos que pertenecían al grupo de los despreciados, marginados, considerados deshonestos. No tenían ningún motivo para considerarse importantes, porque efectivamente no tenían nada. Como ya se dijera de Jesús: no tenían donde recostar su cabeza. Vivían a la intemperie, al aire libre, bajo los árboles.
Pero los pastores no perdieron tiempo y se pusieron en camino. Querían verificar que aquella noticia que era demasiado buena como para no darle importancia, era realidad. No un sueño. Porque en el fondo sabían o tenían la esperanza de que aquel Salvador los libraría de la opresión y dominación extranjera. Eso los impulsaba a seguir adelante. A pesar del miedo que siempre les rondaba, especialmente en las oscuras noches de invierno. A pesar de todo, confiaron en aquel mensajero que les traía una buena noticia que los llenaba de alegría. La alegría de la fe y la esperanza, la alegría de saber que aquel Salvador revertiría todo dolor, tristeza, miseria, pobreza, soledad y desprecio.
Qué simpleza emanaba aquella primera Navidad. Qué paz tan profunda se podía sentir. No había brillo ni colorido. No había pan dulce, ni garrapiñadas, ni sidra, ni adornos. Nada de eso tiene fundamento bíblico.
Decía el pastor metodista Roberto Ríos que la Biblia nos ofrece un solo símbolo, que nadie menciona, que no ha trascendido. Y son los pañales. Porque con los pañales no se puede comerciar; porque a nadie se le ocurriría colgar del arbolito un pañal. "Como señal encontrarán ustedes al niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre..."
¿Qué símbolo más adecuado para mostrar lo desvalido y desprovisto que vino el salvador al mundo? Quizás para mostrarnos lo humano que era, lo indefenso. Como cualquier niño que todavía hoy nace en condiciones inhumanas y con menos chance de vida. Pero era imprescindible que aquel bebé frágil, manso, indefenso sobreviviera para convertirse finalmente en el tan esperado Príncipe de Paz. Que, como dice Isaías "Juzgará con justicia a los débiles y defenderá los derechos de los pobres del país".
Y esta sí que es una Buena Noticia! ¿Escuchamos buenas noticias hoy día? Casi que no, al menos si miramos la pantalla chica. ¿Será que no hay buenas noticias? ¿Será que faltan mensajeros? ¿O no queremos ver, ni oír? ¿Será que no hay nada bueno para anunciar? ¿Que los cristianos no tenemos nada bueno para decir? ¿Será que hemos perdido las esperanzas en aquel que vino para transformar nuestras vidas con la suya propia? Espero que no.
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