Otra vez Dios!...
De nuevo la mañana,
de nuevo su pureza conseguida,
de nuevo en mi tarea,
la encendida propuesta de una estrofa soberana.
Florece el corazón.
Cunde la sana canción de lo que nace.
Todo se olvida.
la luz cae sobre el alma esclarecida
y el alma la acrecienta en su campana.
Naciendo está el amor,
¡oh dulce instante!
Posible es la bondad,
y Dios es posible,
la muerte y el dolor ahora son mudos despojos.
Hay un silencio nuevo.
Una fragante promesa de ventura preferible
Sólo recuerdo el valle de tus ojos.
Sólo.
A. Azkoaga
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