miércoles, 2 de diciembre de 2009

La comunión de los santos.

Vigilia ecuménica en Sabiñánigo
Efesios 2: 14-22

Adviento entra en nuestras vidas con sus dramas de fe. Adviento nos recuerda que hoy somos libres. Y somos libres precisamente por el encuentro liberador con la Palabra.

Estamos ante uno de dos de los cuadros en los que Pablo que define al cristianismo y en ambos se os fijáis bien Jesús tienen un papel principal: Jesús es el pacificador y la Iglesia es una comunidad de gentes.

Jesús es el pacificador (v.14). Cristo es nuestra paz por lo que hizo: derramó su sangre en la cruz y se ofreció para estar unido a su pueblo; ¿pero que hizo? Ha echado abajo una pared de separación que existía entre los judíos y los gentiles. Una pared anticuada. Fuera de época. ¿Y por qué lo hizo? Para crear algo nuevo, podría ser la respuesta más teológica. Para reconciliar, podría ser la respuesta más espiritual. Una reconciliación que pasa por abolir la enemistad y la Ley de los mandamientos expresada en ordenanzas (v.15).

Es imposible dejar de ver la manera paulina de pasar de algo viejo a algo nuevo. No podemos pasarlo por alto. Si la Ley había abierto una brecha en la humanidad, por ejemplo entre judíos y gentiles (v.16), Cristo une lo que estaba separado, creando algo novísimo con la gente. Pero no de cualquier tipo de gente, sino una comunidad de gente nueva: una nueva humanidad que tiene en el centro de su vida al propio Jesucristo (v.19).

Y esa nueva humanidad se conoce por tres cosas: es el Reino de Dios, es la familia de Dios, es el templo de Dios.

Me pregunto si hoy hay algo más urgente en la extensión del evangelio que la iglesia sea lo que debe de ser y se le vea como tal, por la obra de Cristo: una comunidad modélica, una humanidad nueva, una familia de hermanos y hermanas reconciliados que aman al Padre y se aman unos a otros, sin duda se trata de la morada del Espíritu.

Cuando esto ocurra el mundo creerá que Cristo es el pacificador. Sólo entonces Dios recibirá la gloria.

Decía Ireneo de Lyón: La gloria de Dios es la vida del hombre, pero Dios es la vida del hombre.

Tengan paz.

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