Miguel A. Nievas.
Este verano, Maria Jesús y yo estuvimos
recorriendo el Camino de Santiago. Tengo una pésima memoria, y no conozco la
Palabra como debería. Pero Dios es bueno y a falta de memoria me ha dado el
gusto y la posibilidad de viajar. Y viajando tengo la suerte de descubrir su
Palabra sólo observando alrededor.
Por eso quiero compartir con vosotros un
puñado de las muchas analogías entre el camino de Santiago y el camino de
Jesús.
Para empezar, no hay un camino de santiago
sino casi uno para cada caminante, ya que a diferencia de cualquier ruta no hay
un inicio y un final, sino sólo un final común. El camino empieza en el hogar
de caminante. Eso sí hay varios recorridos tradicionales: ruta de la plata,
camino el ebro, camino francés, camino del norte.... casi como las
denominaciones cristianas: un mismo fin, varios recorridos.
Y es que no hay nada más ecuménico que el
camino. En el camino encuentras gente de cualquier
edad, país y condición que está dando los mismos pasos que tú. El mismo que ya
han recorrido infinidad de personas desde hace siglos. Ahí no te distinguen tú
dinero ni tu trabajo, todos tenemos la misma apariencia. Eso hace que puedas
hablar de tú a tú, y ese sentimiento de unidad es muy agradable. Tan agradable
como el que te une con cualquier cristiano con el que te encuentras lejos de
casa, y sin apenas conocerle sientes que tienes mucho en común.
El camino es uno, pero hay muchas formas de
recorrerlo: Hay quien quiere correr demasiado y es el primero que queda atrás
en la primera cuesta.Hay quien busca atajos para llegar antes, pero en los atajos se
pierde lo mejor del camino.Y también quien se empeña en seguir el libro-guía. Tan pendiente
está del libro, que no ve lo que tiene delante.
En el camino siempre caminas con la luz a tus
espaldas. Si la tuvieras al frente, caminarías deslumbrado. Teniéndola detrás
es cuando te sirve de guía: marca tu silueta, la sombra, te dice a cada paso
que ahí detrás te sigue guiando el sol.
En el camino respiras. No hay mucho que
programar, ni muchas decisiones que tomar. El camino está bien marcado, con
inicio y final en cada etapa. Cuando llevas un rato andando te das cuenta cómo
el pensamiento empieza a relajarse y … empiezas a respirar con más profundidad.
En mi trabajo la obsesión de cada semana es programar cada día, adelantarte a
cada inconveniente. Siempre con prisa, corriendo demasiado o con miedo a llegar
tarde. Sin tiempo “ni de respirar”. YEW HO VAH...
En el camino te das cuenta qué poco necesitas
acarrear a tus espaldas. Cuánta gente carga mochilas inmensas hasta que se da
cuenta de que no puede con ellas. Y de lo que es peor... que ni siquiera lo
necesitaba.
Parece absurdo, pero es el camino el que te
lleva. Experimentas una especie de abandono consciente, sin dejadez. Puedes
cuidarte los pies y llevar agua encima, pero si no lo vieras con tus ojos
dirías que eres incapaz de caminar hasta ocho horas seguidas. Un consejo: no
cuentes lo kilómetros. Respira hondo y sólo ponte a andar, el camino te lleva. Y cómo no citar las palabras de Juan 14, que vi escritas sobre el camino, a la salida
de un pueblo: Yo soy el camino, la verdad y la vida-
Esta es la segunda Trinidad, mucho más
reconocible que la de los teólogos. En Jesús coinciden el conocimiento de Dios,
el cómo llegar a él y el disfrute del mismo. Jesús es Dios de vida, no para
después de la vida.Pero no quiero entrar en teología. Del camino
me conformaría con dejaros dos ideas:
- Lo importante es el camino, no el final. No es que no valga la pena llegar, ni que sea un mito. Pero es una lástima perder todo lo que el camino te ofrece por obligarte a llegar o por ponerle fecha. En el momento que empiezas el camino, ya ha valido la pena. Hay premio para todos, y desde el principio.
- Ya que no se trata sólo de llegar al final, no te agobies con todas las cosas que pueden impedírtelo (ampollas, extravíos, accidentes, enfermedad, hambre, frío …)
Nada de eso quitará
el camino de donde está. Nada de eso hará
que desaparezca el sol, aunque hay nubes o esté bajo el horizonte. Si Dios te quisiera
casi perfecto te habría creado con túnica y dos alas. O con mallas azules y un
calzón rojo por fuera. ¿Quién nos separará del amor de Dios?
- ¿La “mala suerte”?
- ¿El paro?
- ¿La soledad?
- ¿Las desgracias?
- ¿El miedo?
Tranquilo. Nada nos separará. A veces, nuestra euforia espiritual nos
engaña. Pero Dios no acaba con el sufrimiento. Ni a su propio hijo se lo evitó.
El dolor es tan nuestro como nuestra libertad,
inseparable de ella. Cuando sacamos a nuestro hijo de la cuna, sabemos que
acabará cayendo al suelo y haciéndose daño. Pero ¿quién lo encerraría en ella
de por vida? Jesús
no nos libra del sufrimiento, Jesús nos acompaña.
- Tu mal genio puede separarte de tu pareja.
- La novia de tu hijo, sus amigos, te pueden separarar de él.
- Un malentendido con el pastor, con los hermanos, te puede separar de la iglesia.
- La crisis te puede separar de la prosperidad. Nada nos separará del amor de Dios. Nada…Nunca.
Me ha gustado mucho esta reflexión. Es auténtica y clara. Me han venido ganas de caminar con vosotros.
ResponderEliminarGracias.