martes, 3 de febrero de 2015

¿Por qué Jesús no nos deja en paz?

A veces, las personas son excesivamente críticas con ellas mismas y hemos aprendido a decirles no seas tan duro contigo mismo. Pero la realidad es que vivimos en una cultura que no admite la crítica, venga de donde venga. Entonces se hace necesaria una pregunta: ¿Si la crítica es siempre una mala acción, entonces gran parte del ministerio de Jesús es problemático para nuestra comunidad? Quizás hasta podríamos entender porque Jesús hace que tanta gente se enojara contra él.

Generalmente nos gusta creer que nuestro proceder es loable, y que las cosas que hacemos o decimos han de ser elogiadas por los demás. Por ello defendemos no sólo nuestro concepto de familia o de ver la política, sino también la manera de vivir en este país, nuestra manera de entender la fe. Y es que cuando alguien critica nuestras familias saltamos como un gato acorralado. Y cuando critican nuestra cultura, les decimos son saña: ¿Por qué no se mudas a Alemania?

Una de las cosas que tratamos de hacer en los estudios bíblicos es ayudar a las personas a evitar ser hipersensible a la crítica, e incluso, animamos, a sacar provecho de ella. Y es que después de todo, si nunca nos evaluamos a nosotros mismos, no tenemos ninguna posibilidad de crecer o mejorar. Con los catecumenados nos gusta usar la palabra ilustración transformacional cuando miramos un pasaje bíblico y es que cuando evaluamos un texto y lo aplicamos a nuestra vida podemos, si no hay temor, identificar nuestros defectos y tratar de avanzar por encima de ellos.

En cuestiones de fe, Jesús era un maestro en eso de la ilustración transformacional. A quien les habló frecuentemente tenían que aprender que los escollos en el camino había que superarlos si deseaban llegar a un nuevo lugar. Muchos de los personajes con los que se encuentra no podían aceptar este reto y se lamentaban que sus palabras y sus invitaciones no eran apropiadas.

Marcos tiene entendimiento muy claro de estas cuestiones y nos invita a ver el conflicto que surge entre las palabras de Jesús acerca de la cultura, acerca de Dios y sobre  la cultura imperante en el mundo. Para Marcos, hay una batalla entre los espíritus inmundos y el espíritu de Jesús. La batalla en Marcos no es sólo un conflicto abstracto entre el mal y el bien. Es mucho más específico, es un conflicto entre las tradiciones y la santidad, un conflicto entre un viejo estilo de vida y uno nueva. Veamos el texto.

Marcos 1: 21-28

Había un modelo en el judaísmo que animaba a la santidad basada en la perfección. Se puede ver este modelo en muchos ejemplos. Un calendario ritual distinguidos días santos de los profanos y la santidad personal podía ser medida en el grado en los hombres observaban los días. La comida fue designada como algo apta para el altar, como algo apta para la mesa familiar, o algo no apta para ninguna cosa. Las personas podría estar clasificados en términos de lo cerca que estaban al sacerdocio o  de las prostitutas, que estaban en la parte inferior de la escalera.

Marcos ve estas distinciones como un concurso de poderes en el área de la fe. Y es su intención mostrar que para Jesús, el viejo enfoque sobre la santidad y la inmundicia es ineficaz. Era inútil, porque no conducía a Dios. Dada nuestra fragilidad humana.

Dentro del cristianismo y de su historia, los términos perfección y santidad son víctimas de la confusión. Y no hablemos de los que se sitúan fuera de la iglesia y pretendemos alcanzar diciéndoles Dios es amor. Si le pedimos a una persona en la calle que nos diga cuál es la esencia del cristianismo ¿qué nos dirá? ¿Ir a la iglesia? ¿Leer la Biblia? ¿Ser solidario?

Jesús sabía que era imposible alcanzar la santidad a través de la lucha humana por la perfección. Por eso desafía a sus oyentes. Jesús les señaló en una dirección que ellos habían ignorado. Había rituales en los que ellos eran muy fieles, pero no eran capaces de ver a los pobres, a los discapacitados, a los heridos en el camino, a los desposeídos. Siguieron las reglas que eran más cómodas para ellos, ignorando todo mandato bíblico sobre la compasión. Este Jesús nos hace sentir incómodo. Nos cuestiona. Nos hace sentir culpable. No nos deja dormir en paz.

Pero hay más, con este texto, Marcos no sólo nos invita a una nueva comprensión de la justicia propia, sino que nos invita a mirar a la cultura reinante  como símbolo de lo que realmente somos, de nuestra identidad. Y eso puede ocasionar cierta angustia por nuestra parte. Por ello lo más normal es decirle a Jesús: ¿Por qué no nos dejas en paz?

¿Qué es lo más importante de nuestra vida? ¿Cuál es la cultura que seguimos? Reconozco que cuando hago una lectura de la Carta Magna, he de reconocer que este no es un país cristiano. Pues no tenemos ninguna religión establecida sobre las demás prácticas religiosas.  Pero esto sólo es en el papel. La realidad es otra muy diferente. Somos un país de cultura cristiana y de tradición católica romana. Pero también nos hemos convertido en una cultura secuestrada por el deseo de poder, por la sexualidad publicitaria, por el amor al dinero, por la falta de compasión, y por la violencia. ¿Qué clase cultura es la nuestra? La respuesta podría ser complicada, pero la haremos más sencilla: una cultura egoísta y hedonista barnizada de cristianismo.

Es irónico y conmovedor que aún hoy los que practican el bautismo de niños durante el ritual con agua les pregunten a un niño, y a través de él a los adultos que le sostienen ¿Renuncias al diablo y todas sus malas obras? Y la respuesta que se escucha es: Renuncio. Esto es un ideal. Una idea romántica de la fe. Pero en el espíritu de esa confesión en realidad lo que buscamos es crear una comunidad en la que nuestros hijos puedan entender la religión de la compasión y el perdón, de vida entera y sana, que la comunidad cristiana reclama hacer suya.

Así que en mañanas como esta, antes de comer pan y beber vino, nos gustaría escuchar una voz alegre, con un sentido de la autoridad que nos diga: He venido para que tengan vida. Como comunidad cristiana afirmamos que Jesús vivió y murió por una forma de vida que permite que el amor sea la marca que nos distinga. Como familia cristiana afirmamos que Él proclama la victoria sobre la muerte y la piedad ineficaz. Y nos dice que somos libres para tomar decisiones sobre cómo vivir con compasión en lugar estar buscando la perfección y que podemos elegir una cultura que traiga bendiciones a todos.

No teman a las críticas del evangelio. Démonos permiso para escucharlas sin temor ni temblor.




Notas.


  1. La autocrítica es buena
  2. Se hace necesario hacer un viaje de la perfección a la compasión
  3. Podemos tomar decisiones sobre la cultura que queremos vivir
  4. No temas a las críticas del evangelio

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