En la primera parte se han analizado algunas
tendencias negativas del ecumenismo actual. En esta segunda y última
parte se exponen las oportunidades que ofrecen las relaciones interreligiosas e
interconfesionales.
1. Más diálogo, menos ecumenismo
Los contactos entre comunidades religiosas tendrían que ser lo más
abiertos posibles, y no estar condicionados desde el principio por unos
objetivos impuestos; nunca deberían entenderse como una necesidad, sino como
parte de la libre voluntad de los participantes. Este tipo de encuentros,
al igual que se ponen en marcha se deben poder disolver si es necesario, pues
frente a la tan ansiada unidad (u otros objetivos circunstanciales típicamente
ecuménicos) debe primar el respeto a las convicciones y la conciencia de
cada participante y a los principios de cada comunidad.
Por otro lado, frente a la tendencia creciente a celebrar actos
religiosos, y para evitar una aproximación que finalmente se centre en aspectos
emotivos y tienda al sincretismo o la dilución de identidades, es preferible potenciar
encuentros en los que primen el diálogo y la reflexión.
2. Encuentros de base
Ya he explicado por qué la intervención de los niveles más
institucionalizados de las religiones, y en especial de los más jerarquizados,
dirige hacia un ecumenismo autoritario. No se puede confiar en
organizaciones religiosas que a la vez son estados o que están estrechamente
vinculadas a la "alta política". Aunque este es el ecumenismo más
común y el más fomentado (en gran medida porque también es el más deseado en un
mundo sediento de liderazgos fuertes), considero que poco bueno se puede
esperar de él.
Existe, en cambio, un ecumenismo promovido por creyentes
"de base" de diferentes comunidades, quienes muchas veces actúan
a iniciativa propia. Es una especie de "ecumenismo transversal" que
vincula a los sectores más aperturistas de cada religión, en ocasiones incluso
al margen de las posiciones oficiales de sus organizaciones religiosas.
Estos encuentros pueden ser fructíferos, siempre y cuando se
fundamenten en planteamientos críticos, imprescindibles para que el diálogo
no derive en dinámicas liberticidas. En ellos deben primar los
procedimientos igualitarios, democráticos, participativos, garantistas y
transparentes.
3. Proyectos compartidos, pero
reconociendo las diferencias
¿No caben entonces unas relaciones a más alto nivel, entre
dirigentes religiosos? Pienso que sí, pero discerniendo bien los objetivos, y
nunca con el propósito de encontrar la unidad "visible" pues, como he
explicado, en última instancia esto significaría en el mejor de los casos la
suspensión de principios propios de cada comunidad, y en el peor la absorción
de una organización por parte de otra.
Es muy común en el movimiento ecuménico cierto voluntarismo ciego
("en el fondo, todos creemos lo mismo, todas las religiones/iglesias son
iguales"); frente a él, es preferible el debate, incluso la confrontación
(aunque esta sea un tabú para la actual mentalidad posmoderna, relativista y
"buenista"). Si el diálogo es de tipo doctrinal, está bien buscar los
puntos en común, pero a la vez es imprescindible reconocer las diferencias,
para no caer en el autoengaño. Debe dejarse espacio para la identidad propia de
cada participante; en esa identidad inevitablemente habrá incompatibilidades
entre las creencias y prácticas de unos y otros, las cuales no se deben
concebir como un drama que hay que superar.
El objetivo es conocerse mejor, sin miedo a encontrar escollos (incluso insalvables, aunque no para unas
buenas relaciones entre las partes) y sin miedo a que otra comunidad "nos
robe las ovejas". Este miedo ha conducido a establecer compromisos entre
confesiones de no hacer campañas entre los fieles de las otras comunidades; se
estigmatiza así como "proselitismo" la simple difusión de las convicciones
propias, y finalmente se incurre en limitaciones a la libertad religiosa
(que debe garantizar siempre que cualquier persona pueda decidir cambiar de
religión libremente).
4. Iniciativas comunes en plano de
igualdad
Cualquier iniciativa interreligiosa debe realizarse en un plano de
igualdad de todos los participantes. Aun cuando una o varias organizaciones
fueran las promotoras de un acto o una campaña, este debe diseñarse como
un proyecto en el que cualquier comunidad o individuo que se sume lo haga con
los mismos derechos de participación que el resto.
Si se convoca a participar en un encuentro (orar por personas
perseguidas por su fe, promover la paz…), no se debe hacer desde el
planteamiento de "uníos a nosotros en esta iniciativa", sino
"construyamos juntos un proyecto participativo". En los actos
públicos interreligiosos no deberían dominar una puesta en escena y unos
símbolos exclusivos de una confesión, y la conducción de los actos debe ser
compartida, evitando personalismos e hiperliderazgos.
5. Acción social
Un campo especialmente provechoso para la acción conjunta es el
ámbito social. Los voluntarios de las ONG saben perfectamente que en el
terreno de la cooperación no hay barreras confesionales; ni siquiera la
barrera creyentes/no creyentes. Se trabaja desde valores compartidos de
entrega al prójimo, y cada organización e individuo aporta su esfuerzo.
Otro tanto puede hacerse en proyectos de defensa de los
derechos humanos. Nuevamente el modelo apropiado no es el de invitar a que
otros se sumen a una iniciativa diseñada desde posiciones confesionales, sino
preparar campañas abiertas con un objetivo bien definido que permita que quien
la apoye no se sienta instrumentalizado por los convocantes.
6. Unidad invisible entre los
cristianos
Muchas veces se afirma que la división de los cristianos en miles
de denominaciones es una tragedia, incluso un escándalo. Pero no
hay que olvidar que las divisiones denominacionales son un fruto de la
libertad de culto y de conciencia; son infinitamente preferibles a la falsa
unidad en una organización única impuesta al conjunto de la sociedad, que
es lo que ha predominado en la historia del cristianismo.
Las relaciones entre iglesias nunca deben plantearse como un
"regreso a la unidad visible y plena", pues ello, además de falsear la
historia, implica una visión eclesiocéntrica y no cristocéntrica. Bíblicamente
la iglesia es invisible, por lo que en realidad todos los cristianos ya
estamos unidos en Cristo. Las diferencias existentes (doctrinales,
organizativas…) no tienen por qué eliminarse, pues están integradas en la
conciencia de quienes participan de ellas. Y de hecho hay acciones compartidas
que ya nos unen, pues todos los que se consideran cristianos las pueden
practicar sin problemas: compartir un pasaje bíblico, comunicarse mutuamente la
esperanza y el consuelo divinos ante el sufrimiento, realizar obra social codo
con codo, orar al Padre unos por otros... Es una unidad que se da en las
relaciones personales, pero que no puede ni debe darse en el plano eclesial,
pues lo cierto es que en la cristiandad se predican "evangelios
diferentes" (ver Gálatas 1: 6-9), concepciones enfrentadas de lo que
es la iglesia e incluso cosmovisiones distintas (como ocurre en su
conjunto entre el catolicismo romano y el protestantismo).
La Biblia no invita a que busquemos la unidad, sino a que nos
entreguemos a Cristo.
Buscando la unidad no se encuentra a Cristo, sino que es buscando a Cristo (en
su Palabra) como nos acercamos a la unidad.
7. Apertura de los cristianos a
otras religiones
Se considera que el ecumenismo por antonomasia es el que aspira a
la "unidad de los cristianos", entendiéndose que entre todos aquellos
que profesamos la fe en Cristo es más lo que nos une que lo que nos separa.
Pero si analizamos detenidamente los objetivos explícitos de muchas
iglesias, encontraremos que no pocos de ellos son no sólo incompatibles entre
sí, sino incluso opuestos. Por poner unos ejemplos: unas mantienen (en sus
documentos constitutivos y en la práctica) la vinculación iglesia-estado, otras
abogan por la separación iglesia-estado; unas defienden proyectos políticos
concretos (la búsqueda de un gobierno mundial, la defensa del Estado de Israel
como instrumento divino…), otras prefieren un enfoque basado en los derechos
humanos de los desfavorecidos y otras se inscriben en un apoliticismo radical;
unas mantienen una posición combativa contra determinadas leyes (aborto,
matrimonio gay…), otras promueven legislaciones permisivas…
Por eso, analizando los objetivos de las diferentes iglesias, cada
una de ellas descubrirá que en algunos puntos decisivos está radicalmente
separada de otras iglesias consideradas también cristianas, mientras que
está cerca de otras confesiones no cristianas que comparten objetivos
con ella.
La realidad, por tanto, es compleja: primero, porque en algunas
iniciativas o campañas ciertas iglesias, en consonancia con sus principios,
suman fuerzas con otras religiones para luchar por objetivos opuestos a
los de otras iglesias cristianas. Segundo, porque los diferentes sectores de
cada comunidad religiosa ("conservadores", "progresistas"…)
se alinean de forma transversal con otros sectores afines de otras comunidades.
Esta realidad tira por tierra el mito de la "unidad de los
cristianos" y nos abre la posibilidad de interactuar con quien sea
(cristianos o no) basándonos, no en una profesión teórica de fe, sino en
objetivos específicos bien definidos y compartidos.
8. Apertura a las iniciativas
seculares
Junto al mito de la "unidad natural" de los cristianos,
existe el mito de la unidad, o la cercanía especial, de todas las religiones,
según el cual el hecho de ser creyentes nos acerca unos a otros. La realidad
tampoco es así. De hecho, no pocos creyentes nos encontramos en cuanto a
determinados asuntos más cerca de algunas iniciativas seculares que de ciertos
proyectos confesionales (ver el libro ¿Te crees mejor que yo?
Por un diálogo abierto con la ética secular, de H. Díaz y L. González).
Por ejemplo, en la lucha por la separación iglesia-estado en
España las iglesias que defienden un estado genuinamente aconfesional podrían
cooperar en campañas concretas con organizaciones laicistas (siempre que estas
no se dejen dominar por prejuicios antirreligiosos). En las campañas contra las
guerras y a favor de la no violencia a veces es más fácil encontrar aliados
entre organizaciones pacifistas que en ciertas iglesias. Y no hay que desechar
la aproximación a organizaciones y partidos políticos para la defensa de
objetivos concretos, siempre con la cautela de mantener una delimitación nítida
de tales objetivos (que, en definitiva, es la misma cautela que hemos de
mantener en las relaciones con otras organizaciones religiosas, como he
explicado más arriba).
9. Religiones y sistemas de valores
como herramienta crítica y autocrítica
Una de las propiedades de las relaciones interconfesionales es que
promueven la apertura a otros, favoreciendo que cada cual salga de la
"burbuja" (confesional, ideológica, social…) en la que vive. Esto
debería fomentar el espíritu crítico, así como la proyección del mismo ad
extra (sensibilización ante los graves problemas de la humanidad,
defensa de los derechos humanos y las libertades…) pero también ad intra
(promoción de mecanismos participativos y de transparencia en el ámbito
eclesial, defensa de un enfoque basado en la persona y no en la institución…).
Conclusión
Frente a lo que señalan ciertas concepciones voluntaristas de gran
parte del movimiento ecuménico actual, lo cierto es que el mundo, cada vez más
sometido al globalitarismo bélico y ultracapitalista, sigue una deriva
poco favorable para las libertades. El gran reto de las religiones (así como el
de todo individuo o colectivo preocupado por la humanidad, por cada ser humano)
consiste en no convertirse en la argamasa ideológica de una "humanidad
unida" (el viejo sueño de todos los imperios), sino en mantener
despierto el espíritu crítico frente a los grandes poderes mundiales
(económicos, ideológicos, políticos, religiosos y político-religiosos) y ante
cualquier intento de limitar la libertad de conciencia de cada persona en aras
de "un bien mayor". Sólo bajo esa premisa es posible llevar a cabo
sin peligros una colaboración provechosa entre personas y colectivos (creyentes
o no creyentes) en proyectos conjuntos al servicio del prójimo.
Guillermo Sanchéz
No hay comentarios:
Publicar un comentario