No hay una clasificación definitiva. Sólo intentos de confeccionar perfiles. Pero esta labor, al día de hoy, sigue siendo muy fálible. Ahora proponemos algunos modelos tomados de lo que otros han testimoniado y de observaciones personales.
a) El pastor ilustrado: Representa el modelo que se recibió como herencia de la Reforma protestante del s. XVI. Es un modelo con mucho arraigo en las llamadas iglesias históricas. Los pastores que entran en este molde son valorados y respetados por su nivel académico, por los títulos que atesoran en teología y por la manera que integran otras artes en el trabajo de la iglesia. En virtud de sus conocimientos son consultados para que ofrezcan una respuesta sabia y equilibrada a lo que los demás quieren saber.
b) El pastor espiritual: Se le reconoce por el estilo de vida que práctica. Generalmente se le víncula a la santidad por el distanciamiento que toma de los asuntos cotidianos. En este tipo de pastor los requisitos académicos no son considerados como fundamentales o imprescindibles. Puede estar pastoreando una iglesia sin haber pisado un seminario. Pero eso sí, debe hacer uso de un lenguaje espiritualizante en el trato con los demás y en la predicación desde el púlpito no debe faltar un llamado a la lucha contra la influencia de los demonios y del Diablo.
c) El pastor gerente: Ve a la iglesia como una empresa. Y por tanto esta ha de ser eficiente y exitosa. El pastor generente invierte mucho tiempo y energías en buscar dinero, gestionar proyectos, comprar materiales y administrar otros asuntos colaterales a la iglesia. Hablar sobre gestión es su tema favorito de conversación y aprovechará cualquier evento con estas características para participar. Con frecuencia asume el rol administrativo y deja a un lado los deberes pastorales. Le gustan los informes estadísticos y económicos.
d) El pastor competitivo: Se trata del pastor que ve su ministerio como la cancha perfecta para rivalizar con otros colegas y dejar bien claro qué es el mejor. Cultiva la imagen del pastor incansable. Programa reuniones para que la congregación se mantega reunida casi toda la semana. Incorporar nuevos nombres a la lista de miembros de la iglesia es su mayor triunfo, sin importar si tal crecimiento se asume desde juicios de inmediatez o mediocridad. Siempre quiere impresionar. Necesita mantenerse haciendo cosas nuevas a cada momento con el objetivo de demostrar que tiene capacidades y poder para llenar el lugar de reunión. Entiende que tener el local lleno es un motivo de orgullo personal y de aceptación por parte de los demás.
e) El pastor social: Es un paladin de la injusticia social. La atacará desde el púlpito y desde sus conversaciones más familiares. Está visiblemente comprometido con una sola opción política. Proyecta una fe muy racional. Para él todos los pasajes de las Escrituras pueden ser entendidos y explicados. Su piedad es terrenal. No precisa dar imagen de santidad. De hecho no cree en la santidad. Sus predicaciones generalmente tienen un intención social. Su Jesús más adorado es el que azota a los cambistas en el atrio del Templo. Los otros tipos de Jesús no le interesan. Tampoco los temas doctrinales.
f) El pastor postmoderno: El culto es un espectáculo. La capilla, un teatro donde hay que ofrecer entretenimiento en las próximas dos horas. Busca maneras para enganchar a su auditorio constantemente. Aboga por el uso de la pantomima, la poesía, el power point, la dramatización de los textos bíblicos con la misma certeza de que hay que hacer uso de los coros y canciones de la moda cristiana. Cree en el poder de las luces, del audio, de los aplausos. Todo puede ser un símbolo nuevo para él.
g) El pastor dictador: Cree que la autoridad que ejerce es soberana. Dada por el mismo Dios. Nadie la puede discutir. Nada se puede hacer en la iglesia o moverse sin su consentimiento. Las opiniones de los demás no son tomadas en cuenta. Cree que la comunidad no está preparada para decidir. Que es débil. Que es frágil. Que le cuesta asumir los retos. Y por tanto él está ahi para ello. Para ofrecer su mano firme y fuerte. Se considera imprescindible y por tanto tiene el derecho de decidir sobre el presente y el futuro de todos.
h) El pastor viajero: El es que pasa gran parte del tiempo fuera de la iglesia. Prioriza compromisos que lo hagan salir de la ciudad. Conoce todo el itinerario de los congresos internacionales sobre teología y sobre ecumenismo del mundo para este año y el próximo. No tiene mucho tiempo para dedicarse a las cuestiones pastorales. Recurre a la improvisación, por el poco tiempo disponible, cuando se trata de atender a su iglesia. Generalmente coge el telefóno y no está todos los domingos del mes en la iglesia.
Estos modelos no son todos los que existen. Hay más. Tampoco se encuentran en sus estados más puros. Generalmente se entre mezclan unos con otros. Y es que hay pastores mestizos. Hay modelos que duran un tiempo o sea, no son permanentes. Desaparecen cuando las condiciones que los propician se agotan. Otros modelos surgirán cuando las condiciones asi lo precisen.
Francisco Marrero/ Augusto G. Milián
a) El pastor ilustrado: Representa el modelo que se recibió como herencia de la Reforma protestante del s. XVI. Es un modelo con mucho arraigo en las llamadas iglesias históricas. Los pastores que entran en este molde son valorados y respetados por su nivel académico, por los títulos que atesoran en teología y por la manera que integran otras artes en el trabajo de la iglesia. En virtud de sus conocimientos son consultados para que ofrezcan una respuesta sabia y equilibrada a lo que los demás quieren saber.
b) El pastor espiritual: Se le reconoce por el estilo de vida que práctica. Generalmente se le víncula a la santidad por el distanciamiento que toma de los asuntos cotidianos. En este tipo de pastor los requisitos académicos no son considerados como fundamentales o imprescindibles. Puede estar pastoreando una iglesia sin haber pisado un seminario. Pero eso sí, debe hacer uso de un lenguaje espiritualizante en el trato con los demás y en la predicación desde el púlpito no debe faltar un llamado a la lucha contra la influencia de los demonios y del Diablo.
c) El pastor gerente: Ve a la iglesia como una empresa. Y por tanto esta ha de ser eficiente y exitosa. El pastor generente invierte mucho tiempo y energías en buscar dinero, gestionar proyectos, comprar materiales y administrar otros asuntos colaterales a la iglesia. Hablar sobre gestión es su tema favorito de conversación y aprovechará cualquier evento con estas características para participar. Con frecuencia asume el rol administrativo y deja a un lado los deberes pastorales. Le gustan los informes estadísticos y económicos.
d) El pastor competitivo: Se trata del pastor que ve su ministerio como la cancha perfecta para rivalizar con otros colegas y dejar bien claro qué es el mejor. Cultiva la imagen del pastor incansable. Programa reuniones para que la congregación se mantega reunida casi toda la semana. Incorporar nuevos nombres a la lista de miembros de la iglesia es su mayor triunfo, sin importar si tal crecimiento se asume desde juicios de inmediatez o mediocridad. Siempre quiere impresionar. Necesita mantenerse haciendo cosas nuevas a cada momento con el objetivo de demostrar que tiene capacidades y poder para llenar el lugar de reunión. Entiende que tener el local lleno es un motivo de orgullo personal y de aceptación por parte de los demás.
e) El pastor social: Es un paladin de la injusticia social. La atacará desde el púlpito y desde sus conversaciones más familiares. Está visiblemente comprometido con una sola opción política. Proyecta una fe muy racional. Para él todos los pasajes de las Escrituras pueden ser entendidos y explicados. Su piedad es terrenal. No precisa dar imagen de santidad. De hecho no cree en la santidad. Sus predicaciones generalmente tienen un intención social. Su Jesús más adorado es el que azota a los cambistas en el atrio del Templo. Los otros tipos de Jesús no le interesan. Tampoco los temas doctrinales.
f) El pastor postmoderno: El culto es un espectáculo. La capilla, un teatro donde hay que ofrecer entretenimiento en las próximas dos horas. Busca maneras para enganchar a su auditorio constantemente. Aboga por el uso de la pantomima, la poesía, el power point, la dramatización de los textos bíblicos con la misma certeza de que hay que hacer uso de los coros y canciones de la moda cristiana. Cree en el poder de las luces, del audio, de los aplausos. Todo puede ser un símbolo nuevo para él.
g) El pastor dictador: Cree que la autoridad que ejerce es soberana. Dada por el mismo Dios. Nadie la puede discutir. Nada se puede hacer en la iglesia o moverse sin su consentimiento. Las opiniones de los demás no son tomadas en cuenta. Cree que la comunidad no está preparada para decidir. Que es débil. Que es frágil. Que le cuesta asumir los retos. Y por tanto él está ahi para ello. Para ofrecer su mano firme y fuerte. Se considera imprescindible y por tanto tiene el derecho de decidir sobre el presente y el futuro de todos.
h) El pastor viajero: El es que pasa gran parte del tiempo fuera de la iglesia. Prioriza compromisos que lo hagan salir de la ciudad. Conoce todo el itinerario de los congresos internacionales sobre teología y sobre ecumenismo del mundo para este año y el próximo. No tiene mucho tiempo para dedicarse a las cuestiones pastorales. Recurre a la improvisación, por el poco tiempo disponible, cuando se trata de atender a su iglesia. Generalmente coge el telefóno y no está todos los domingos del mes en la iglesia.
Estos modelos no son todos los que existen. Hay más. Tampoco se encuentran en sus estados más puros. Generalmente se entre mezclan unos con otros. Y es que hay pastores mestizos. Hay modelos que duran un tiempo o sea, no son permanentes. Desaparecen cuando las condiciones que los propician se agotan. Otros modelos surgirán cuando las condiciones asi lo precisen.
Francisco Marrero/ Augusto G. Milián
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