Lc. 4:21-30.
Sabemos que históricamente la
oposición a Jesús se fue gestando poco a poco: el recelo de los escribas, la
irritación de los maestros de la ley y el rechazo de los dirigentes del templo
fueron creciendo hasta acabar en su ejecución en la cruz.
También lo sabe el evangelista
Lucas. Pero, intencionadamente, forzando incluso su propio relato, habla del
rechazo frontal a Jesús en la primera actuación pública que describe. Desde el
principio han de tomar conciencia los lectores de que el rechazo es la primera
reacción que encuentra Jesús entre los suyos al presentarse como Profeta.
Lo sucedido en Nazaret no es un
hecho aislado. Algo que sucedió en el pasado. El rechazo a Jesús cuando se
presenta como Profeta de los pobres, liberador de los oprimidos y perdonador de
los pecadores, se puede ir produciendo entre los suyos a lo largo de los
siglos.
A los seguidores de Jesús nos
cuesta aceptar su dimensión profética. Olvidamos casi por completo algo que
tiene su importancia. Dios no se ha encarnado en un sacerdote, consagrado a
cuidar la religión del templo. Tampoco en un letrado ocupado en defender el
orden establecido por la ley. Se ha encarnado y revelado en un Profeta enviado
por el Espíritu a anunciar a los pobres la Buena Noticia y a los oprimidos la
liberación.
Olvidamos que la religión
cristiana no es una religión más, nacida para proporcionar a los seguidores de
Jesús las creencias, ritos y preceptos adecuados para vivir su relación con
Dios. Es una religión profética, impulsada por el Profeta Jesús para promover
un mundo más humano, orientado hacia su salvación definitiva en Dios.
Los cristianos tenemos el riesgo
de descuidar una y otra vez la dimensión profética que nos ha de animar a los
seguidores de Jesús. A pesar de las grandes manifestaciones proféticas que se
han ido dando en la historia cristiana, no deja de ser verdad lo que afirma el
reconocido teólogo H. von Balthasar: A finales del siglo segundo "cae
sobre el espíritu (profético) de la Iglesia una escarcha que no ha vuelto a
quitarse del todo".
Hoy, de nuevo, preocupados por
restaurar "lo religioso" frente a la secularización moderna, los
cristianos corremos el peligro de caminar hacia el futuro privados de espíritu
profético. Si es así, nos puede suceder lo que a los vecinos de Nazaret: Jesús
se abrirá paso entre nosotros y "se alejará" para proseguir su
camino. Nada le impedirá seguir su tarea liberadora. Otros, venidos de fuera,
reconocerán su fuerza profética y acogerán su acción salvadora.
José Antonio Pagola
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