Los
griegos entendían por herejía la
aceptación, elección, de unas ideas plasmadas en doctrinas (amplio sentido
religioso, filosófico) con pretensiones de autoridad, que un grupo o escuela de
pensamiento aceptaban como buenas. Las mejores. Incluso podríamos decir únicas y exclusivas. Tanto es así que fuera
de ellas se entraba en el error.
En el
plano religioso la herejía sería una desviación sobre el contenido de la fe
llegando a provocar cismas. Lo que definitivamente se clasificaba como herejía
era el mantener de forma pertinaz la tesis contra el dogma, castigándose con
dureza hasta la excomunión. En la Edad
Media se dieron grandes
enfrentamientos, en diferentes momentos, contra aquellas personas que
mantenían desde el plano intelectual posiciones contrarias al dogma de fe ya
establecido. La inquisición fue implacable. Tenemos una larga lista de
personajes que sufrieron por esto.
Haciendo
un brevísimo repaso de la historia en cuanto al cristianismo podemos ver que
los primeros cristianos tuvieron que declararse ateos porque no reconocían el
parquet de dioses romanos que conformaban la vida social y espiritual del orden
establecido. Eran los herejes de su tiempo.
Ellos
reconocían, para escándalo de los demás, solo a un ser divino. Esta creencia planteaba problemas, era rompedora para la
época, tal fue así que fueron perseguidos durante siglos. Cuando ya el imperio
romano dejó de perseguirlos y se logró
la aceptación del cristianismo como religión oficial hubo que darle forma a
esta nueva manera de expresar la fe. Así
muchas de las fiestas paganas que se celebraban se introdujeron en las
celebraciones de la nueva religión, se hicieron coincidir sus fechas y fueron asumidas como propias de los ritos
cristianos. Esto ocurrió en una primerísima etapa.
Posteriormente
aparecieron los llamados los padres espirituales que daban
consistencia y fundamentaban la teología
de la iglesia. Sobre todo Agustín de Hipona. En esta época las personas eran
más importantes, en cuanto a la profundidad de sus ideas, que las sedes que
ocupaban dentro de la institución. No existían todavía jerarquías solo era válido lo espiritual y no lo formal.
En los
primeros tiempos la iglesia se organizaba en comunidades fraternales, luego se
convierte en congregaciones locales dirigidas por obispos considerados todavía
como pater. Ya en el primer siglo desaparecen las
comunidades locales a favor del obispo, los presbíteros y los diáconos que forman parte del alto clero según el
derecho canónigo de la Edad Media. El alto clero recibía consagración divina y el bajo clero solo una eclesiástica.
Así poco a poco se va jerarquizando por recoger dos tipos de autoridad el
sacerdotal y el gubernamental.
Cuando
ya la iglesia como tal había comenzado a tener autoridad se desarrolló la teología; nutrida por ideas de
intelectuales griegos y romanos que volcaron la filosofía de Platón y
Aristóteles (el neoplatonismo) en el cristianismo. Fueron apareciendo distintas
generaciones y tendencias en padres de la iglesia, los maestros de le fe, que con sus reflexiones ayudaban a entender
mejor los misterios de las Escrituras. Se crearon los dogmas, aparecía la
rigidez de las ideas y en los comportamientos.
Como
respuesta a esta institucionalización se oyeron, con el pasar del tiempo, voces
disidentes: la Reforma, primero, luego la Contrarreforma. Pero en ambos
movimientos se dió una coincidencia: las
herejías eran cruelmente atajadas. La Inquisición dejó una cruel huella
para los que la sufrieron en la época y para los cristianos en el recuerdo.
¿Realmente
es bueno, rico y efectivo amordazar las ideas que surgen en una sociedad? Tenemos
miedo. Temores a crear herramientas para
que las personas piensen por sí misma. Nos escandalizamos cuando alguien dice
palabras a la que no estamos acostumbrados. Pero urge una cuestión. ¿Por qué
tenemos que creer todo lo que cada iglesia oficial?
Hay que
abonar posturas críticas para salir fortalecidos y quitarnos el polvo del mimetismo. Crecer
como hijos del hombre e hijos de Dios.
En las dos dimensiones; la material y la
espiritual buscando el difícil
equilibrio entre las dos. Siempre sin abandonar la experiencia de la fe; esa
relación estrecha con nuestro Creador.
Casi
podríamos decir ahora; ser creyente hoy
es haber sido herejes en el pasado y
mantenerse así en el presente.
Sonsoles Torres Zaragoza
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