miércoles, 29 de septiembre de 2010

Un mundo sin estructuras I

Curso El sanador herido.
Tema 2

I. Introducción.

A veces entra alguien en nuestra vida. Y por la manera de hablar o por las huellas que nos deja podemos adivinar que las líneas maestra de su vida son muy vagas. Parece que ha perdido el control de su propia existencia. Todo indica que sus ideas y sentimientos no son suyos. El muro que separaba antes su personalidad de su mundo ha desaparecido. Y la pregunta que más se hace es: ¿Esto que me pasa es real o es fruto de mi imaginación?
A veces entra alguien en nuestra vida y parece que en su cabeza habitan pequeños demonios que crean confusión, ansiedad y dolor. No sabe en quien confiar y en quién no. No sabe qué hacer ni qué decir. Lo bueno y lo malo ha perdido sentido para él.
A veces entran en nuestra vida hombres y mujeres enfermos. No por una patología nueva, sino por algo muy común y que se expande como un catarro. Y esas personas necesitan ayuda porque viven angustiados entre su pasado y el futuro.

II. Una difícil situación.

Somos autodestructivos si nos dejamos llevar por las emociones. Podemos destruir en un segundo lo que antes nos costó horas de esfuerzo. Podemos hacer pedazos una familia que invirtió años en formarse. ¿Por qué somos así? Quizás la respuesta sea triple.

A. Hemos roto con la historia: Los hijos y los nietos no ven el mundo como lo ven sus padres y abuelos. Sus experiencias vitales son otras. Por eso los símbolos que eran poderosos y unificadores para los padres y los abuelos como las comidas familiares y el tener fe han dejado de tener valor para los hijos y los nietos. Esta desconexión con el pasado es real. ¿Por qué un hombre tiene que casarse y tener hijos? ¿Por qué ir a la universidad y tener una carrera? ¿Por qué seguir creyendo en una fe que se remite siempre al pasado? Se preguntan.

B. Una ideología fragmentada: Los sistemas de valores van cambiando rápidamente. Por eso no vivimos sujetos a una sola ideología, sino a muchas. Hemos pasado de ideas fijas a un conjunto de ideas que cambian constantemente. Si, vivimos mejor que nuestros padres y abuelos, pero paradójicamente la gente sigue muriendo de hambre, de frío. Podemos cambiar el curso de los ríos y tener cosechas más productivas, pero ante los terremotos y la muerte de un ser querido seguimos siendo frágiles y llorando. Sabemos de antemano que nada durará para siempre. Vivimos el día a día. Y el cristianismo convertido en ideología no nos sirve.

C. No hay inmortalidad: A veces no sabemos lo que queremos. Pero andamos buscando algo. Los compromisos los tratamos de eludir. Y si nos comprometemos con algo ha de ser algo fácil de abandonar después por ejemplo, el matrimonio, los amigos, la fe, etc. Como todo se acaba o desaparece no necesitamos ser inmortales o no serlo como se vivía antes. No quiero traer hijos a un mundo tan malo. Para qué arreglar la casa si nadie me lo agradecerá. Para qué mantenerme elegante y sano si nadie me aprecia. La vida después de la muerte tiene sentido si has tenido una vida antes de morir. Nadie quiere soñar con una tierra futura si la tierra antigua está llena de dolor y desastres. La vida futura carece de sentido para nosotros cuando nuestra vida presente carece de valor. Por eso expresiones como infierno, cielo, resurrección carecen de sentido en nuestros días.

III. El hijo menor de nuestra historia.

11Un hombre tenía dos hijos. 12 El más joven le dijo: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde.’ Y el padre repartió los bienes entre ellos. 13 Pocos días después, el hijo menor vendió su parte y se marchó lejos, a otro país, donde todo lo derrochó viviendo de manera desenfrenada. Lucas 15

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