Mt. 7: 15-20
Estamos ante un SM con advertencias. Con supuestos. Jesús les está diciendo a sus oyentes que hay falsos profetas. Y no se trata de una sospecha de Jesús, sino de una realidad. Durante la historia contenida en el AT se encuentran en varias ocasiones los falsos profetas. Jesús de hecho considera a los fariseos y saduceos bajo el misma prisma “ciegos que guían a ciegos”
El segundo supuesto se refiere al criterio que tiene Jesús de ciertos maestros como falsos profetas. Jesús no es un sincretista. No creía que las opiniones contradictorias de la misma verdad no eran complementarias. De hecho sostuvo que la verdad y la falsedad se excluyen mutuamente y los que propagan mentiras en el nombre de Dios son falsos profetas y de ellos, sus seguidores deben cuidarse.
Por qué Jesús hace esta advertencia? Por el peligro que encerraban los falsos profetas. Ahora llega el turno de las advertencias. Los llama lobos. Y nosotros sabemos que los lobos eran los enemigos naturales de las ovejas en Palestina. Frente a ellos las ovejas estaban indefensas. Esta idea la recupera Pablo cuando escribe a los efesios: 29 Sé que cuando me vaya vendrán otros que, como lobos feroces, querrán acabar con la iglesia. 30 Aun entre vosotros mismos se levantarán algunos que enseñarán mentiras para que los creyentes los sigan. ¿De qué peligros estaba profetizando el apóstol?
Una de las principales características de los falsos profetas del AT era su optimismo amoral. Negaban que Dios fuera el Dios del juicio. No nos extrañemos entonces si después de la advertencia sobre los falsos profetas viene la ilustración de las dos puertas, de los caminos, de los grupos y de los destinos del hombre. Los falsos profetas empañan la salvación, distorsionan el evangelio, hacen difícil encontrar la puerta estrecha, dicen que la puerta ancha no lleva a la destrucción sino que todos los caminos conducen a Dios, entrando en oposición con lo dicho por Jesús.
Así que tenemos los supuestos y las advertencias, ahora Jesús ofrece pruebas para que las apliquemos. Cambia la metáfora de ovejas y lobos a la de árboles y frutos. De lobos que van vestido como ovejas a árboles amargos que llevan buenos frutos. El primer tipo de fruto por el que podemos reconocer a un falso profeta es por su verdadera identidad en la esfera del carácter y la conducta. La súplica de Jesús es a buscar justicia y amor en este tipo de profetas, pero Juan cuando escribe a las iglesias de Asia tiene en mente una prueba doctrinal y añade: los que dicen que Jesús no es el Mesías.
Los reformadores del s.XVI fueron acusados de innovadores y falsos maestros y recurrieron a las Escrituras, se defendieron con la doctrina y con la idea de que recuperaban algo se había perdido. Calvino en este sentido escribe: todas las doctrinas tienen que llevarnos a la Palabra de Dios que es la norma.
Ya se que la prueba del fruto no es sencilla ni fácil de detectar. Los frutos requieren tiempo para crecer y madurar. Tenemos que esperarlos con paciencia. Necesitamos examinarlos de cerca porque no siempre podemos reconocer un árbol y su fruto en la distancia.
Las advertencias de Jesús no quieren que nos volvamos sospechosos habituales. Que practiquemos eso que en ciertos círculos eclesiásticos llaman “cacería de herejes”. La intención que veo en Jesús es la de que nos mantengamos alertas porque la Verdad importa, nos edifica a nosotros y a la Iglesia.
Es con esta advertencia que Jesús culmina de cierta manera el bosquejo que ha estado realizando en los últimos versículos sobre las relaciones que han de establecerse en el cristianismo. Como hermanos; el cristiano aborrece la hipocresía, se critica él a si mismo y procura dar apoyo moral a los demás. Como evangelistas, se niega a exponer la perla del evangelio a los de corazón endurecido. Como amante de todos los hombres está dispuesto a tratar a los demás como le gustaría que le trataran a él. Como hijo, espera la gracia y la misericordia del Padre. Como viajero espera caminar por el camino aunque sea angosto y mantener la comunión con los demás caminantes.
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