domingo, 20 de junio de 2010

El problema de la codicia.

Mt.5:27-30 Domingo 20.06.10

Después de Jesús hablar sobre el no matar salta del sexto mandamiento al séptimo, la prohibición del adulterio.

Los rabinos habían sintetizado este mandamiento como no cometerás adulterio olvidando el asunto de la codicia. Quizás por incómodo. Pero sin duda hacían una interpretación estrecha del pecado sexual y una conveniente amplia de la pureza sexual.

¿Qué hace Jesús? Jesús enseña de manera diferente. El amplia la explicación divina. Incluso llega a decir que el mandamiento iba mucho más allá de la mera prohibición sexual. Así como la prohibición a no matar incluía evitar el enojo y la ira, la prohibición del adulterio incluía las miradas lascivas y la imaginación. Podemos cometer asesinatos con nuestras palabras, podemos cometer adulterio con nuestro corazón y nuestra mente.

Dios no tiene nada contra el sexo dentro del marco relacional de pareja y compromiso, ¿sino que sentido tendía el Libro de los Cantares en nuestras Escrituras? Lo que Jesús trata de abordar es el problema del sexo ilegitimo, practicado por personas solteras o casadas. De hecho no esta prohibido mirar una mujer o un hombre; sino mirarles con codicia.

El término original hebreo es kamath, un vocablo muy interesante. No siempre se usa esta palabra en la Biblia en un sentido negativo. El vocablo en sí significa simplemente “desear” algo o “deleitarse” en ello. Por ejemplo, en Cantares la amada dice: “bajo la sombra del deseado me senté” (2:3) y más adelante sigue diciendo: “todo él es codiciable” (5:16). Desear a quien amémonos no es malo. Digo yo.

Pero tiene también un sentido negativo cuando se trata de un deseo pecaminoso. En Proverbios 6:25 leemos en relación con la prostituta: “no codicies su hermosura en tu corazón” y utiliza la misma palabra que en Éxodo. 20:17. Lo que pasa es que a veces la línea de separación entre un deseo correcto y una codicia pecaminosa es muy fina. La advertencia de este mandamiento no va en contra de desear, sino de codiciar lo que pertenece al prójimo.

Dios cubre las principales áreas de la vida del prójimo: la casa y al tierra es una referencia a la propiedad, la mujer alude al matrimonio quebrantando a la vez el séptimo mandamiento; los siervos tienen que ver con los medios de producción ya que eran obreros de la hacienda; los animales eran la medida de los bienes de un hombre y a su capacidad de comerciar, por tanto, una referencia a la riqueza y la posición social.
No han cambiado mucho las cosas desde entonces.
Nuestro problema en occidente no es lo que poseemos, sino que los demás tengan más que nosotros. La publicidad nos lava el cerebro para que tengamos cada vez más cosas. La codicia no consiste necesariamente en querer algo, sino en querer algo más del prójimo que no tenemos nosotros.

En la Introducción que hicimos del SM dijimos que judíos, ortodoxos y los reformados consideramos que este versículo contiene un solo mandamiento, mientras que católicos y luteranos creen que son dos y los colocan en el noveno y el décimo lugar.

La división en dos mandamientos es artificial, porque cuando los comentan, tanto unos como otros no lo hacen por separado, sino juntos. En relación con su contenido creemos que se trata de un mandamiento único, no codiciar, no importa si se trata de la casa del prójimo o de su mujer y este criterio está refrendado por el NT.
Pablo dice que nunca hubiera sabido que es codiciar si la ley no hubiera dicho: “no codicies” (Ro. 7:7). Cuando hace una relación de los mandamientos dice: “no adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás” y cualquier otro mandamiento (Ro. 13:9). Resulta claro que “no codiciarás” debe entenderse como un solo mandamiento.

De acuerdo con el significado que hemos expuesto más arriba, “no codiciarás” se halla entre el deseo y la acción. La acción la han condenado los mandamientos anteriores, éste condena la actitud o disposición del corazón que conduce finalmente a la acción-

No codiciarás la mujer del prójimo: La desdicha se cierne sobre el matrimonio cuando el esposo –en el texto- aunque también puede ser ella en la realidad, ya no encuentra deseable a su cónyuge porque se ha enamorado o encaprichado de otra persona . Aunque éste lo niegue, el otro cónyuge percibe que algo anda mal en su relación. Seguramente no conoce todo lo que se está cociendo en el corazón de su esposa / esposo, pero sabe lo suficiente para darse cuenta que hay otra persona en su vida. Quizás nunca lleguen a divorciarse, pero aparte del divorcio, una persona puede echar a perder su matrimonio y su vida familiar por este tipo de codicia.

No codiciarás la casa o la tierra de su prójimo: Cuando se estudian las causas que han originado infinidad de guerras en el mundo con el deseo de ampliar sus territorios, entonces se comprende lo que había y lo que hay en la actualidad en los corazones de muchos emperadores, gobernantes, hombres de negocio, grandes empresas multinacionales, etc.

Otros aspectos que abarca el mandamiento “no codiciarás”. En realidad, la codicia está en la base de la caída. El fruto del árbol era deseable y al comerlo podrían ser como Dios. De ahí que el hombre caído piensa que debería ser más de lo que es y tener más de lo que tiene. Las formas pueden variar, pero la esencia sigue siendo la misma.

Una forma intensa de conseguir más es la publicidad. No nos referimos a tener un buen producto y darlo a conocer, sino a la publicidad engañosa que sólo busca beneficios rápidos y fomenta el consumismo explotando con habilidad toda clase de necesidades e instintos humanos, como hace la publicidad subliminal. Un aspecto más, sería el de los juegos de azar, loterías de todo tipo, quinielas, apuestas, casinos, bingo, etc. que tantas vidas y familias ha arruinado.

F. Ridderus, ha dicho: “si medimos por lo externo, el fariseo parece un santo; si estudiamos lo interno, el mejor de los santos merece el infierno. La culpa está oculta en lo más profundo del corazón, bajo todos los deseos que se convierten en un plan que tratamos de hacer realidad”. Codiciar tiene que ver con este deseo oculto antes de actuar.

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