Las emociones y yo
Tema 13
I. Introducción.
¿Por qué hemos llegado a dónde hemos llegado? ¿Cómo hemos podido permitir que otro ser humano nos domine o nos manipule? ¿Por qué hacemos uso nosotros de las emociones para lograr algún objetivo? ¿Por qué la vida nos lo impone? ¿Por qué es la voluntad de Dios? No. Definitivamente no. Este tipo de comportamiento tiene su raíz en el temor no en la fe. La fe es un regalo de Dios para vivir en libertad. Y el temor es la justificación que nos buscamos para escondernos y atrincherarnos.
Una persona perfeccionista, un hipocondríaco, un adicto al trabajo, un drogodependiente, un alcohólico, tienen algo en común: dependen de algo para sentirse bien. Y cuando entramos en su círculo para ayudarles acabamos codependiendo.
Es como el sentimiento que experimentamos cuando alguien está enfermo: la compasión. Nos mostramos bondadosos, queremos ayudarles. Pero el enfermo nunca mejora, va de una dolencia a otra, de un malestar a otro. ¿Por qué? La respuesta no es muy complicada: esa persona se está sirviendo sencillamente de nuestra bondad y compasión para atraer nuestra atención. Esto lo hacen quienes han sufrido maltrato en el pasado y están intentando obtener de nosotros lo que nunca tuvieron en su niñez.
¿Es bueno ayudar a las personas enfermas o heridas? Por supuesto. Pero cuando sus necesidades emocionales comienzan a dominarnos, el peligro que corremos es de dejarnos llevar por ellos y sus problemas. Tenemos que darnos permiso para confiar más en el Espíritu de Dios que es el que nos da libertad y no estar pendientes de las necesidades de los demás a expensas de nunca tener la libertad de hacer lo que nosotros sentimos que debemos hacer.
23 Pero el que no está seguro de si debe o no debe comer algo, se hace culpable al comerlo porque no lo come con la convicción que da la fe; y todo lo que no se hace con la convicción que da la fe, es pecado. Rom.14
II. Tenemos que darnos permiso para equivocarnos.
Siempre corremos riesgo en todo tipo de relación: el de equivocarnos, el que nos rompan el corazón, el que nos traicionen. Cuando en medio de una situación de dependencia emocional nos cruzamos de brazos y no hacemos nada por miedo o por temor a equivocarnos es que entonces nos hemos convertido en codependientes.
La fe es todo lo contrario al miedo. El miedo nos paraliza y enmudecemos. La fe nos hace dar un paso y hablar. Es por miedo que nos quedamos hundidos en relaciones destructivas muchas veces. Y esto no tiene nada que ver con la voluntad de Dios.
Frente a la manipulación y al chantaje emocional solo podemos hacer una cosa: buscar el balance. Un equilibrio. Desde la fe creemos que ese equilibrio nos lo da el Espíritu Santo, que es quien nos guía a toda sabiduría y verdad sean cuales sean nuestras circunstancias y situaciones personales.
Tenemos que darnos permiso para equivocarnos y para vivir nuestra vida.
III. ¿Somos codependientes, dependientes o independientes de Dios?
Hay temporadas que somos nosotros quien dependemos de alguien o de algo. Habrá días que alguien dependerá de nosotros. Y tal vez también nos convertimos en personas independientes, cuando decidimos que no necesitamos a nadie-incluyendo a Dios. Esto será cuando optamos por hacer las cosas a nuestra manera, cuando rompemos todo vínculo emocional o de dependencia con los demás.
Todas estas relaciones que se describen anteriormente son muestras de nuestra falta de equilibrio emocional. De objetividad. Y cuando esto ocurre no podemos valorar lo que nos rodea apropiadamente. Y no por que no tengamos inteligencia, no, no se trata de eso. Es más bien porque desconocemos lo que es la “normalidad” dado que hemos estado de extremos en extremos constantemente. Y es que generalmente reaccionamos a base de las emociones en vez del sentido común: Un amigo no cumple nuestras expectativas, alguien de mi familia no es como yo deseo e inmediatamente pienso: no soy importante. Cuando las emociones, y no el sentido común, nos traducen la realidad entonces tenemos un problema.
¿Qué tienen en común estas relaciones: la codependencia, la dependencia o la independiente? El frenesí por el control. Muchas veces me veo intentando controlarlo todo, recordándole a la gente sus compromisos, anotando lo que he de hacer; pero con los días descubro que esto ha dejado de ser sano, porque al final es una muestra de que no confío en nadie, ni en Dios, ni en mí. Como no soy nadie revelante me escondo tras el control.
Pero la vida no es como en los cuentos de Andersen. Un día Dios tuvo que enseñarme a confiar en El y no en mis emociones o apreciaciones circunstanciales. He tenido que aprender a escuchar lo que el sentido común dice. A no escuchar las voces que me dicen constantemente: No eres importante.
Y es que al final, solo al final, he descubierto que la mejor lección de la vida es que no vale la pena ser codependiente ni dependiente; sino dependiente de Dios.
22 Pero no basta con oír el mensaje; hay que ponerlo en práctica, y pues de lo contrario os estaríais engañando a vosotros mismos. 23 El que solamente oye el mensaje, pero no lo practica, es como el hombre que se mira la cara en un espejo: 24 se ve a sí mismo, pero en cuanto se da la vuelta se olvida de cómo es. Santiago 1
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