Lucas 9: 51-62
¿Soy yo un seguidor de Jesús? ¿Soy uno que camina en su nombre?
Jesús camina por Samaria. Va de camino hacia Jerusalén. Todos los sinópticos hablan de un viaje de Jesús a Jerusalén. Pero en Lucas este viaje tiene un significado de aprendizaje para los discípulos: la vida de Jesús fue también un largo caminar hacia una meta. Es durante el viaje, que Jesús instruye a la comunidad de discípulos de cara a su propio caminar. El discípulo contemporáneo encuentra aquí el la guía para la actuación cristiana.
Como telón de fondo de este relato están la enemistad latente entre los samaritanos y judíos: originariamente, de tipo racial; después, de tipo político y religioso. El camino habitual de Galilea a Jerusalén pasa por Samaría: Jesús, dirige al grupo de galileos de los discípulos. ¿Pero por qué están molestos los samaritanos, según la anotación lucana? Lo que molesta a los samaritanos no es que atraviesen sus tierras, sino la propia finalidad del viaje: el ir al templo de Jerusalén. Y lo interpretan como una infravaloración de Garizín, el lugar autóctono de adoración.
A la propuesta de los discípulos, Jesús reacciona regañándolos: el discípulo, el que ha de aprender, no puede dejarse llevar por los sentimientos de venganza, de desquite o de intransigencia. Esta será con los días una crítica de Jesús a las posiciones maximalistas.
¿Qué decimos nosotros hoy sobre el seguimiento cristiano? Muchas cosas. ¿Pero decimos lo mismo que dijo Jesús? Quizás tengamos que guardar unos minutos de silencio. Las respuestas de Jesús en cuanto al seguimiento hay que entenderlas en medio del lenguaje y de una cultura de tipo oral: y es en este entorno que cobra valor no lo que se dice sino lo que se quiere decir. Las propuestas de Jesús son tajantes y significan, que seguirle, condición de todo discípulo, exige disponibilidad total, radicalidad de entrega y coherencia.
Si leemos la segunda parte del texto podremos notar que contiene tres palabras de Jesús en torno a las acciones recomendables del que quiere seguirle como discípulo: a) Debe calcular antes el riesgo que esta decisión implica. b) No hay condiciones para el que es llamado. c) Ha de manifestar un espíritu de renuncia. Y es que el seguimiento de Jesús exige ante todo una dedicación absoluta al Reino, por encima de los sentimientos y proyectos personales.
Si este relato fuera un cuadro que contempláramos en el fondo, donde se une la tierra con el cielo, se perfila ya la sombra inquietante de la cruz.
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